El toque de oración
Al marqués del Llano de San Javier
La campana que en grave melodía,
trayendo paz al ánimo cobarde,
saluda la primera luz del día
y el último destello de la tarde,
al alma, enardecida o congojada,
una vez y otra vez dice, Dios santo,
que la aurora es la luz de tu mirada,
que es la noche la sombra de tu manto;
y me avisa, enfrenando mis pasiones
o alentando mi espíritu medroso,
que tus ojos vigilan mis acciones
tu manto cobija mi reposo.
Ella mi mente al despertar recrea,
ella a mis noches da blando beleño;
y por ella es fecunda mi tarea,
y es por ella pacífico mi sueño.
¡Sonoro bronce cuya voz sagrada
mis amarguras en amor convierte:
cuando su yerta mano descarriada
ponga en mi pecho la implacable muerte,
saluda, a un tiempo, en himno de victoria
la postrimera luz pálida y fría
de esta vil existencia transitoria,
y el sol naciente de mi eterno día!