El tordo flautista

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El tordo flautista
de Félix María Samaniego


Era un gusto el oír, era un encanto, 
A un Tordo gran flautista; pero tanto, 
Que en la gaita gallega,
O la pasión me ciega,
O a Misón le llevaba mil ventajas. 
Cuando todas las aves se hacen rajas 
Saludando a la aurora,
Y la turba confusa charladora
La canta sin compás y con destreza 
Todo cuanto la viene a la cabeza,
El flautista empezó: cesó el concierto 
Los pájaros con tanto pico abierto 
Oyeron en un tono soberano
Las folias, la gaita y el villano.
Al escuchar las aves tales cosas,
Quedaron admiradas y envidiosas. 
Los jilgueros, preciados de cantores, 
Los vanos ruiseñores,
Unos y otros corridos,
Callan, entre las hojas escondidos. 
Ufano el Tordo grita: «Camaradas, 
Ni saben ni sabrán estas tonadas 
Los pájaros ociosos,
Sino los retirados estudiosos. 
Sabed que con un hábil zapatero 
Estudié un año entero:
Él dale que le das a sus zapatos, 
Y altemando, silbábamos a ratos. 
En fin, viéndome diestro,
Vuela al campo, me dice mi maestro, 
Y harás ver a las aves, de mi parte, 
Lo que gana el ingenio con el arte».