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Elementos de economía política: 82

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Capítulo XXI : De los empréstitos y del crédito público.

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    • I. De la naturaleza del sistema de los empréstitos públicos.
    • II. Del crédito público.
    • III. Cotejo entre la contribución y el empréstito.
    • IV. Sobre la necesidad de los empréstitos públicos.
    • V. De algunas opiniones sobre el empréstito.
    • VI. Resumen.

§. III. Cotejo entre la contribución y el empréstito.

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555. El empréstito no es, en último análisis, más que una variedad particular de la contribución, toda vez que de las contribuciones anuales es de donde sacan los Gobiernos los fondos necesarios para pagar a los prestamistas y a los censualistas el interés pactado; pero este modo de recaudar la contribución se distingue de todos los demás por dos cualidades que le son propias, y que constituyen una gran ventaja y un gran inconveniente.
556. La ventaja es que una nación puede proporcionarse, por decirlo así, instantáneamente un capital cuantioso, pidiéndoselo a los que lo tienen, es decir, a los ricos, lo que no siempre sería posible por el método de la contribución que se dirige, en el estado actual del sistema de impuestos, más bien a los pobres que a los ricos.
El inconveniente consiste en que si el sacrificio de los contribuyentes, de los ciudadanos, no es instantáneo, se prolonga infinitamente y gravita sobre generaciones que no han sido consultadas para el gasto. Este inconveniente se atenuaría mucho si el capital tomado a préstamo se consumiese siempre de un modo reproductivo; pero cuando se disipa en expediciones descabelladas, en sueldos de haraganes, ¡qué de apuros y de borrascas legamos a las sociedades venideras [1].
557. Quede, pues, bien sentado que con los empréstitos el Estado consume las rentas anticipadamente; que el contribuyente descuenta su propia contribución, a fin de dar al Gobierno los medios de gastar desde luego una contribución futura, y que, además, el interés y los gastos consiguientes al empréstito elevan en el porvenir los gastos de producción; y como es constante que un precio elevado equivale a una disminución de fondos productivos o de rendimientos, resulta que los empréstitos empobrecen por necesidad a un país, a consecuencia de los gastos que hacen los Gobiernos a expensas de los contribuyentes futuros y del encarecimiento de todos los objetos de consumo.
Dejemos igualmente sentado que el empréstito crea una deuda, cuyo interés tiene que ser producido por el rédito de un capital equivalente, y que queda, por decirlo así, paralizado para la producción social; observación que, como vemos, reduce a su verdadero valor la ventaja del crédito, que hace hallar más fácilmente un capital más disponible. A los ciudadanos no se los grava ni más ni menos, pero se los gabba (chasquea) mejor (539).
558. Acabamos de dejar (531) la responsabilidad de la elección entre la contribución y el empréstito al Gobierno. Si éste se dirigiese a los economistas, ¿qué le responderían?
559. Si el medio de los empréstitos es el más expedito, y aún a veces el único posible, es también el más delicado y el que la experiencia ha demostrado ser más funesto; de suerte que el primer consejo que debiera darse a los hacendistas sería que se anduviesen con mucho tiento en lo tocante a los gastos que requieren empréstitos, así como en el empleo de éstos y medios de reembolsarlos. «Superemos, ha dicho Ricardo [2], las dificultades a medida que se vayan presentado, y quedemos desembarazados de todas las obligaciones atrasadas.» La opinión de este economista es fundamental en semejante materia: cuando condena los empréstitos y sus consecuencias, cuando señala los abusos del agiotaje, es preciso recordar que, merced a su talento, llegó a ser rico capitalista, y que muchas veces tomó parte en la suscrición de los empréstitos de Inglaterra.
560. Esta opinión, sobre estar, según ya hemos visto, corroborada por la autoridad de nombres célebres, como los de Ricardo, J. B. Say, etc., puede defenderse con las armas del sentido común y de la experiencia, ¿No nos dice el sentido común que el estado normal de la hacienda de un pueblo, como de una gran sociedad, como de una casa de comercio o de una familia, exige que no se contraigan deudas sino con la mayor circunspección, y que una vez contraídas se paguen con sacrificios inmediatos y economías? Creer que las naciones tienen medios rentísticos o de otra especie para pagar sus obligaciones diferentes de los de los simples particulares, es creer en el movimiento perpetuo, es estar bajo la influencia de una aberración.
561. M. Mac-Calloch, citado por J. B. Say [3], ha dado en la Revista de Edimburgo un estado de las contribuciones inglesas desde la primera guerra de 1793 hasta el fin de la última de 1816, y ha patentizado en estos veinte y cuatro años un excedente de los gastos sobre los ingresos, importante 114 millones de libras esterlinas [4] o sea 4 ½, millones anuales. Al principio los gastos importaban 28 millones; al fin ascendían a 101. Más adelante, en 1827, once años después de ajustada la paz, todavía importaban 54 millones, y en 1845 ascendían a 30. ¿No es natural, dice Say, suponer que los contribuyentes que han podido soportar cargas cada vez mayores, hasta pasar de un gasto anuo de 101 millones, podrían ya en 1793 sobrellevar un gasto de 28 millones, más 4 ½ millones, es decir, 33 millones de libras esterlinas?
Es, pues, evidente que el pueblo inglés paga, desde que disfruta la paz, mucho más de lo que hubiera pagado durante la guerra, prescindiendo de qué, si no hubiera trabajo al fiado, hubiera procedido con más economía, con más pulso, y su política nunca hubiera ensangrentado la Europa entera.

  1. Las prodigalidades de Luis XIV y de sus sucesores tuvieron una buena parte de responsabilidad en las catástrofes de la revolución.
  2. Enciclopedia británica, art. Funding system, citado por J. B. Say. Ricardo creía que con un buen sistema de hipotecas, los mayores contribuyentes se proporcionarían fácilmente el recargo de la contribución.
  3. Curso de Economía política, parte VIII, cap. XVI.
  4. La libra esterlina vale próximamente cinco pesos.