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Elvira (Zorrilla)

De Wikisource, la biblioteca libre.
Elvira
de José Zorrilla
del tomo primero de las Poesías.


Con furia en el bosque luchaban los vientos,
Del pino tronchado sonoro estallido
Se oía crujir;
Y el ave agorera sus tristes lamentos
Callaba, y del trueno lejano el bramido
Se hacía sentir.
Y lluvia copiosa los cielos enviaban,
Que en surcos deformes la tierra partía,
De angustia colmada;
Y al ver que en el monte mil rayos brillaban,
El hombre dijera que el mundo se ardía
Tornando a su nada.


Encina nudosa nacida entre peñas
Por donde derrumba su espuma un torrente,
Se mira a lo lejos;
Y apenas alumbra el rayo en las breñas
El arco ruinoso de gótico puente
Con tibios reflejos.


Suspenso en la cima del árbol añoso,
De ramas tejido desciende un asiento:
En él aparece
Fantástica bruja de aspecto asqueroso
Sentada y serena. Con ímpetu el viento
Silbando la mece.


-Vi palacios magníficos un día
Cuando fortuna en torno me reía,
Vi donceles y dueñas,
Que humildes me acataban;
Los vientos no zumbaban
Entre las rudas peñas.


Y oía yo cantares regalados,
Y oía al par los ecos apagados
De una lira distante;
Porque es grato a las bellas
Escuchar las querellas
De su bizarro amante.


Gimió el clarín y se lanzó la guerra
Bramando de furor: mustia la tierra
Lloró por su venida,
Y vestido de acero
Fue al campo el caballero,
Y allí perdió la vida.
Y entraron victoriosos los contrarios
Respirando venganza. ¡Sanguinarios!
Mis tierras, ¿qué se hicieron?
Mis fieles servidores
En medio estos horrores
Luchando sucumbieron.


Y el último era un héroe, ¡y yo vagaba
Allá en su mente a tiempo que expiraba!
Muriendo ¡ay! me decía:
«Mi Elvira encantadora,
Llora tu esposo, llora
Sobre mi tumba fría.»


Lloré y venganza le juré a mi esposo,
Y se la dí, que incendio estrepitoso
Consumió los salones
Que vivió su asesino;
Sólo halló cuando vino
Denegridos torreones.


Contra su altiva frente el cielo mismo
Vibró su rayo, y el ruidoso abismo
Le tragó del torrente.
Yo le miré suspenso
Sobre el espacio inmenso
Maldecirme demente.


Y me gozaba, y aplaudía en tanto,
Y daba al viento el desacorde canto
De la venganza mía;
Y oí sonar cercana
La lúgubre campana
Al tiempo que moría.
Crece ahora, huracán: alza bramando
Tu saña contra mí, yo iré cantando
Mis himnos funerales;
Con mis manos heladas
Yo romperé selladas
Las puertas infernales.


Cantaba la vieja: con sordo mugido
Los vientos llevaron su triste canción:
Del rayo en un punto el árbol herido,
Con ella caía:
Su grito de muerte se oyó, y todavía
Vagó por sus labios postrer maldición.