Enciclopedia Chilena/Folclore/Cestería
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Cestería
Artículo de la Enciclopedia Chilena
Este artículo es parte de la Enciclopedia Chilena, un proyecto realizado por la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile entre 1948 y 1971.
Código identificatorio: ECH-3009/1
Título: Cestería
Categoría: Folclore
Cestería. Con antecedentes similares - en lo histórico y geográfico - a aquellos de la alfarería, los trabajos caseros de las fibras y filamentos señalan una mediana afición en la artesanía. Hay que exceptuar, empero, un surtido productos típicos, de la reducida comarca de Rari (Prov. de Linares), que aún no ha sido imitados en otros puntos del país donde abundan las mismas materias naturales. Todas las labores relacionadas con el equipo de los talleres o con el menaje de casa respetan la norma universal, si es que no imitan - y posiblemente sin saberlo - los diseños que en el campo arqueológico nos han legado las razas autóctonas que dominaban en el norte del territorio. Ignominiosamente destendidas en los días neorepublicanos, las labores caseras de la fibra renacieron en nuestro siglo con el estímulo de la naciente industria nacional. Las materias primas de pita y palma que monopolizan estos trabajos manuales a través del Continente Americano encuentran sustitutos en Chile con dos materiales pajizos: la "totora", como una especie de espadaña, y la "teatina", ambas con designación y procedencia quechuas. El aporte comprende el "colihue" o "quila" (küla): chusquea spec, la quilineja chilota (similar al esparto): luzuriaga radicans y otros filamentos secundarios como el "voqui" (ichites chilensis), la ñocha, la curagua, el maqui, el chagual, el reme o junquillo y la cortadera (carrizo, paja brava). Las aportaciones europeas son el mimbre y el junco, y en su empleo no se anotan innovaciones de técnica textil, o de los ornamentos que exigen los equipos y menaje a los cuales se aplican. Los talleres más acreditados están en Santiago, Talca y Rancagua. Como en todos los países americanos la técnica cestera presenta dos distintas tendencias en el "trenzado" y en el "enrollado". La primera es la más difundida y se le designa como el grupo del tejido (woven, plaited) en analogía con los trabajos de telar. La segunda (coiled) enrolla en espiral la fibra madre, la cubre con laguna más feble y la cose con otro filamento hasta conformar el todo. Es la tectónica de la paja adujada, de la soga y del tejido acordelado o enroscado. De sistemas diferentes son las confecciones del cordaje (sogas, cuerdas y ataduras). De la trama corriente, en paja trenzada, sobresalen los trabajos de las cesteras de Chillán, Talca, Santiago, Santa Cruz, Mataquito, etc. en fibras de trigo o de teatina, confeccionado tanto el más amplio surtido de cestas como algunos utensilios y los peculiares y agudos sombreros, en especial las "chupallas". Asimismo se destacan las labores del colihue en jaulas y canastos provenientes de Linares, de "sachos" para escardar de Chiloé y las aplicaciones de la totora y fibras en abanicos, sopladores, biombos para plantíos del Valle Central. Focos más caracterizados de producción artesana están situados en Curicó con surtidos de cestería rectilínea de paja de teatina coloreada con toques parciales de morado y verde; en Ninhue (cerca de Chillan) con canastos planos y canastillos de doble aro (mimbre), que sugieren por su textura cierto abolengo colonial; en Temuco y Angol usando la materia fibrosa del "foki" araucano en objetos de menaje y cestos para lavar mote; en General Cruz (Ñuble) con diversas aplicaciones de los tallos de la teatina. El rutinario modelado de esta promoción tiende a uniformarse con la colocación obligada de leves toques y franjas de colores morado y rojo. Más afectos a la técnica de la soga o de la paja adujada se hacen notar los trabajos que se efectúan en Hualqui, cerca de Concepción, y en Galvarino, cerca de Nueva Imperial, íntimamente relacionados con los modelos araucanos en paja cortadera, típicos de la zona sureña e identificados con todas las labores del hogar. El sistema de aduja que se emplea con este material coincide, en forma sorprendente, con aquel que exhiben las piezas de nuestros museos como procedentes de los enterramientos sepulcrales de los atacamenos y diaguitas. Entre los materiales utilizados en el cordaje terrestre y marítimo obtienen preferencia las pajas autóctonas como el voqui, la ñocha, la quilineja Y el maqui. Párrafo especial exijen las fibras características de la isla de Chiloé, como el junquillo o reme y la quilineja. El modelado que adapta la primera no sobresale de las normas indígenas, con ciertas preferencias en los artículos de adorno y con menores posibilidades que la segunda, algo desechada por su vulgarización en el cordaje. Grandes destinos le están reservados a la originalidad y plegable dureza de la quilineja. El brillo natural y el tono tostado de los filamentos de tan difundida enredadera le aseguran infinitas posibilidades para la artesanía, cuyas labores textiles solamente se han venido aplicando, hasta ahora, a los aros o zarcillos, a las cestas de adorno, a los petates y otras nimias figuras de encanto. Es una materia fibrosa poco adaptable a la miniatura, pero con positivas capacidades para la obra recia y con susceptibles transformaciones del colorido y del barniz. En el sitio de honor de la cestería chilena, y representando su más cautivadora obra de mano, figuran las filigranas linarenses. Especializándose en la selección de las cerdas vidriosas que puede suministrar el crin animal y entrelazando éstas, una vez coloreadas con las más finas raíces del álamo, algunas cesteras de las cercanías de Linares y las Termas de Panimávida, y con preferencia las del lugarejo de Rari, llegaron a combinar y plasmar la transparencia, la livianeza y la firme contextura que caracteriza la filigrana vegetal. Imitando la cristalina transparencia y remedando el reflejo cambiante del fino pedrerío, orientaron sus ensayos hacia la orfebrería en el empeño de modelar sencillos ornamentos y las decantadas sartas de minúsculos canastillos, para terminar con disposiciones de inflorescencia, en una labor inédita de la artesanía y un feliz hallazgo en las rutinarias obras de la manualidad. Entre los objetos de encanto que han logrado prevalecer hay que mencionar los maceteritos y floreros de variable morfología y la interminable serie de cestitos con asa, canastitos tapados, mates, rosarios, collares, cintillos, aros o zarcillos, pulseras, prendedores, ramilletes de flores, cuelgas de motivos florales, "canastitos rellenos" (unos dentro de los otros), sartas de miniaturas, abanicos, papeleras, fruteros, hojas y floras estilizadas, bombillas, señales para libros, carteras, etc. Los rasgos determinantes de este gran surtido de fruslerías linarenses no solamente estriban en lo modelado sino también en el proteico dibujo y en la discreta y sobria coloración, seleccionando las más delicadas y fines tonalidades, en flagrante contraste con la cruda y monótona aplicación de colores de que adolece casi toda la artesanía chilena.
Bibliografía Millán de Palavecino, María Delia. "La Cestería". Exposición de arte popular de la Municipalidad de Buenos Aires. Buenos Aires, 1949.
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