Enciclopedia Chilena/Historia/Heraldica

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Heraldica
Artículo de la Enciclopedia Chilena

Este artículo es parte de la Enciclopedia Chilena, un proyecto realizado por la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile entre 1948 y 1971.
Código identificatorio: ECH-2668/6
Título: Heraldica
Categoría: Historia


Heraldica

La Heráldica es el arte de componer e interpretar los escudos de armas o blasones que corresponden a linajes, ciudades o personas.

Aunque el uso de estos escudos es remoto, la heráldica se ocupa propiamente de aquellos que aparecen desde el siglo X, cuando se inició la caballería en Europa.

A las justas y torneos presentábanse los caballeros con sus armaduras y un escudo en el brazo izquierdo, en cuyo campo pintaban signos de su gusto para distinguirse de otros caballeros. Más tarde, en el siglo XIII, estos signos hicieronse transmisibles a la descendencia, para quedar consagrados como símbolos de su linaje.

Ciertos funcionarios palacinos denominados Reyes de Armas, tenían o su cargo la conservación y registro de los blasones y tenían además, la función de interpretarlos y otorgarlos.

Le forma del escudo de armas, variable según los países, es generalmente cuadrilonga y redondeada en el extremo inferior y sus dimensiones están en la proporción de cinco partes en el ancho por seis en el alto. El campo del blasón puede ser de metal, de color o de forro o piel. Entre los metales están el oro y la plata; entre los colores el gules o rojo, el azur o azul, el sínople o verde, el púrpura o morado y el sable o negro; y entre los forros, el armiño, el contra-armiño, el vero y el contra-vero. Gráficamente, el oro se representa por puntos; la plata en blanco; el gules y el axur por rayas paralelas de izquierda a derecha; el púrpura por líneas de derecha a izquierda y, por fin, el sable por lineas cruzadas vertical y horizontalmente. Los armiños se pintan como colas negras en campo de plata y los contra-armiños como colas de plata en campo negro; y los veros como pequeñas campanas azules en campo de plata, unidos por la base y los conra-veros, en la misma forma, pero haciéndose la unión de las figuras, metal contra metal y color contra color.

Llámanse figuras o piezas todos los objetos que se pintan o colocan en el campo del escudo; se dividen en heráldicas, naturales, artificiales y quiméricas.

Entre las figuras heráldicas cabe mencionar las secciones en que por medio de trazos horizontales, verticales y diagonales, divídese el escudo.De aquí los escudos partidos o cortados, cuando lo son en dos partes iguales por un trazo vertical u horizontal, respectivamente; los cuartelados, cuando se dividen en cuatro portes, etc. También cabe mencionar entre las figuras heráldicas a las llamadas piezas honorables, tales como la banda, el palo, el chevrón, la cruz y la bordura. Las plazas naturales están constituidas por animales, aves, peces, árboles y flores; las artificiales por utensilios y armas, como copas, espadas, castillos, etc., y, por fin, las quiméricas, por figuras de esta índole, tales como el centauro, la sirena, el grifo y el unicornio.

Exteriormente, los escudos van adornados por símbolos o piezas que representan las dignidades de que goza la persona o quien dicho escudo pertenece. Entre estas piezas pueden mencionarse los yelmos, las coronas y las cimeras que se ponen en la parte superior del escudo; los lambrequines que los adornan, así como los tenentes o soportes, lateralmente; y la divisa o lema que va en la extremidad inferior.

La Heráldica en España. La heráldica en España tuvo más o menos la misma evolución que en los restantes países de Europa y los signos y figuras con que se representan los linajes, son los mismos de otras partes; pero influenciados por la naturaleza meridional y por la guerra de siete siglos contra los moros.

También los escudos, en un principio personales, pasaron con el tiempo a ser hereditarios y los reyes los otorgaban por servicios prestados en la Reconquista o los acrecentaban con signos y figuras que recordaban sucesos relacionados con esas guerras.

De aquí que en la Heráldica española, por ejemplo, las cadenas en los blasones aluden a la batalla de la Navas de Tolosa, en 1212 y las apas de San Andrés en las borduras, a la famosa toma de Baeza, en 1227.

Las ciudades y villas ganada a los moros eran igualmente agraciadas por los reyes con escudos de armas que, a falta de propias, podían usar los vecinos fundadores. También ciertas comarcas y valles, como los de Baztan y Roncal. en Navarra, tenían blasones que adoptaban como propios las familias originarias de ellos. Generalmente, las armas se exhibían talladas en piedra en los frentes de las casas solariegas, torres, castillos, losas sepulcrales y capillas, en las banderas, libreas, anillos reposteros y otros utensilios y objetos ornamentales domésticos. También las usaban ciertos funcionarios para acreditar su firma en despachos oficiales.

Igual que en otros países, en España los reyes de armas tuvieron a su cargo, desde la Edad Medía, la interpretación y confirmación de los blasones. El oficio era hereditario y se perpetuó dentro de ciertas familias que llegaron a disponer de valiosos archivos, algunos de los cuales se conservan actualmente en la biblioteca Nacional de Madrid. Entre los reyes de armas españoles merece citarse Urbina, Mendoza, Hita, los Sazo y los Rújula. Estos últimos ejercieron su oficio durante seis generaciones, terminándolo D. José de Rújula, marqués de Giodoncha, al advenimiento de la República.

La literatura sobre heráldica en España es antigua, copiosa y generalmente especializada en regiones.

De la técnica propiamente tal, con rus reglas o interpretaciones, existen numerosos textos: el clásico del marquéé de Aviles, denominado Ciencia Heroica (1680); La Ciencia del blasón, de Costa y Turrel (1856) y el Tratado del Blasón, de Castaño da y Alcover, entre muchos otros (1916).

Los escudos de las familias, por la división política, geográfica y racial de España, han sido tratados en relación con las provincias de que dichas familias son originarlas. De alto interés son para el estudio de ellos La Nobleza da Andalucía, de Argote de Molina (1588); Armas y Triunfos de Galicia, del padre Gándara (1622); Armería General de Navarra, de Argamasilla de la Cerda (1899); Nobiliario y Blasón de Canarias, de Fernández de Bethancourt (1878); Heráldica Asturiana, do Vigil (1892); Armorial de Catalunya, de Domeneh (1922); Armoríal de Aragón, del Conde de Doña Marina (1911) y Heráldica Vasca, de D. Juan Carlos Guerra (1913).

Obras de conjunto sobre el tema son más escasas y entre ellas cabe mencionar la monumental Historia Genealógica y Heráldica de la Monarquía Española, de D. Francisco Fernández de Bothancourt (1897-1920); Población General de España, de Méndez Silva (1645); y la actual Enciclopedia heráldica, de García Carrafa, en publicación.

Lo Heráldica en Chile. A América trajeron los españoles no sólo sus armas de familia, sino que además ganaron nuevas en premio de servicios prestados en el descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo. Son conocidos los blasones con que el Rey de España honró a Cristóbal Colón, a Hernán Cortés y a Francisco Pizarro. Merecieron igual distinción por sus actuaciones en el descubrimiento y conquista de Chile, Pedro Barroso y Diego Plaras, en 1540; Antón Cerrada, en 1541, Alonso de Córdova, en 1552 y Luis de Toledo, en 1561.

Gobernadores, veedores y castellanos solían usar el escudo de familia en los despachos oficiales. Ya en 1574, Rodrigo de Quiroga autorizaba su firma con el sello de sus armas, como siguieron haciéndolo los gobernadores que le sucedieron. De esos sellos hay una muy hermosa colección facsimilar en el Museo Histórico, corraspondiente o los gobernadores, obispos y veedores que hubo en Chile durante el período colonial.

Les ciudades y villas fundadas en América, a imitación de las españolas, también solicitaron del rey escudos de armas y así los obtuvieron Santiago, La Serena y Concepción, en 1552; Imperial Villa Rica y Valdivia, en 1554; Illapel, en 1797 y Valparaíso, en 1802, entre otros. El escudo de La Serena se mantuvo en pie en las puertas de la Ciudad hasta principios del siglo XX.

También era costumbre usar los blasones tallados en piedra en las fachadas de las casas y en las losas de los sepulcros, así como igualmente esculpidos en los muebles y pintados en los retratos de familia.

Ejemplares muy hermosos de armas talladas en piedra son los del gobernador D. Melchor Bravo de Saravia y los de la familia Cañas Espejo que lucieron en su casa de la plaza de armas de Santiago en el sitio que ocupa el Pasaje Bulnes y que se guarda en el Museo Histórico. Hay constancia de otros escudos ya desaparecidos: el del conde de la Conquista, de su palacio, calle de la Merced y el de los Marqueses de Villapalma de Encalada en su casa de la calle de las Agustinas, ya demolida.

Entre los blasones de familia tallados en losas sepulcrales merecen citarse el del gobernador D. Antonio Guill y Gonzaga, escondido en un pilar del templo de la Merced de Santiago y el de D. Juan Antonio Díaz de la Puente que se exhibo en el Museo Histórico de la Capital. No son tampoco menos dignos de recordación los del presidente D. Luis Muñoz de Guzmán y de D. José Santiago Portales, que aparecen en las hermosas pilas que adornan el palacio de la Moneda.
Muy frecuente fué también el uso de escudos y armas pintados para ornamentar retratos de familia y esta costumbre ha dado un buen aporte o los estudios de heráldica.

Entre los linajes chilenos cuyas insignias han sido conservadas en esto forma, podemos citar los siguientes: Aguila, Alday, Aldunate, Araoz, Balmaceda, Campino, Encalada, Flórez do León, Garcia Huidobro, Izquierdo, Jaraquemada, León de la Barra, Moxó, Olivos, Reyes, Rodríguez, Rojas, Romero, Salcedo, Solo de Zaldivar, Trucíos, Uztariz.

No obstante, los más bellos ejemplares de escudos de armas que existen en Chile, son los de las ejecutorias de nobleza y de los reales despachos confirmatorios de blasones que, por lo general, se hallan en poder de particulares.

Dibujados en pergaminos por expertos pintores y calígrafos son, muchas veces, verdaderas obras de arte en su género, que ponen de manifiesto el alto grado de perfección al que había llegado la heráldica en los siglos XVII y XVIII. Deben citarse entre estos escudos de armas los correspondientes a las familias Alcalde, Aragón, Bezanilla, Cavareda, Escobar, Florez de León, Iñiguez, Lastra, Urriola, Urrutia, Zañarrtu, todos ellos en poder de los descendientes.

Las muestras que aún existen ponen de manifiesto que hubo tallistas de heráldico durante la Colonia: de finales del siglo XVII son los diversos escudos del gobernador D. José de Garro que adornaban el pórtico del castillo de Arauco y que hoy se encuentran en el Museo Provincial de Concepción y algunos otros en poder de particulares. Se sabe con certeza que a fines del siglo XVIII D. José Ignacio de Andís Varela, gran conocedor de la genealogía chilena, se especializó en la tallo de la piedra y a él se debe el magnifico escudo español que corona una de las portados del Cerro Santa Lucia.

Poco más tarde, con motivo de lo emancipación de España el Director Supremo da Chile, D. Bernardo O'Higgins abolió los títulos y los emblemas de la nobleza y los escudos de armas fueron sacados de los frentes de las casas y de otros Lugares públicos.

La heráldica quedó entonces muchos años en el olvido, hasta que D. Benjamín Vicuña Mackenna organizó y llevó a efecto la Exposición Retrospectiva llamada del Coloniaje, en 1873, en la cual salieron a relucir de nuevo los antiguos blasones de las familias chilenas, en los cuadros, en los muebles, en las ejecutorias.

A partir de esta época y siempre junto a los estudios genealógicos, comenzó a despertarse el interés por el arte del blasón y los insignias heráldicas de familia.

En el Apéndice de La Revolución Chilena de D. Ambrosio Valdés Carrera, obra publicada en 1890, ya se describen los escudos de armas de los linajes relacionados con el de D. José Miguel Carrera de que trata dicho Apéndice.

Cuatro años más tarde, en 1894, D. Luis Torras Saldamando, en su libro Los Títulos de Castilla en las familias de Chile, enumero sistemáticamente los blasones y hasta acompaña algunos grabados de ellos.

Sin embargo, las obras fundamentos sobre la materia sólo vinieron o aparecer posteriormente: el Nobiliario de la Antigua Capitanía Genral de Chile de D. Juan Luis Tepejo y la Arqueología Nobiliaria de D. Fernando Máquez de la Plata.

En la primera de esas obras se acompaña el dibujo de 337 escudos y se describen 180 otros corresponden o familias establecidas en Chile desde la Conquista y colonización, o gobernadores, obispos, funcionarios administrativos y del ejército y aún de la ciudades y villas que merecieron asta distinción de la corona y todo ello a base de prolija documentación.

La Arqueología del señor Márques de la Plata consigna los blasones de las familias chilenas tal como el autor los encontró en España, esculpidos en las primitivas torres y casas solariegas y en las capillas de las antiguas iglesias conventuales; presenta fotografías, dibujos y descripciones que dan a la obra gran originalidad e interés.