Enrique IV: Primera parte, Acto V, Escena V
Otra parte del campo de batalla.
(Suenan las trompetas. Entran el Rey Enrique, Príncipe Enrique, Príncipe Juan, Westmoreland y otros, con Worcester y Vernon, prisioneros.)
REY ENRIQUE.- Así la rebelión encontró siempre su castigo. Malvado Worcester, ¿no te enviamos con nuestra gracia, nuestro perdón y palabras de afecto para todos? Cambiaste el sentido de nuestras ofertas y abusaste de la conciencia de tu pariente. Tres caballeros de nuestras filas, muertos hoy, un noble conde, y muchas otras criaturas, vivirían aun si, como un cristiano, hubieras lealmente trasmitido mi real mensaje de un ejército a otro.
WORCESTER.- Lo que he hecho, mi seguridad me urgía hacerlo. Abrazaré paciente la fortuna que me agobia y que inevitable cae sobre mí.
REY ENRIQUE.- Conducid a Worcester a la muerte y a Vernon también. Los otros rebeldes serán juzgados más tarde.
(Salen Worcester y Vernon, custodiados)
¿Cómo está el campo de batalla?
PRÍNCIPE ENRIQUE.- El noble escocés, lord Douglas, cuando vio la fortuna de la jornada volverse contra él, al noble Percy muerto y todos sus hombres en aterrada fuga, huyó con el resto; cayendo de una colina quedó tan maltrecho, que los que le perseguían le tomaron. En mi tienda se encuentra Douglas y ruego a Vuestra Gracia me permita disponer de él.
REY ENRIQUE.- De todo corazón.
PRÍNCIPE ENRIQUE.- A vos, pues, hermano Juan de Lancaster, debe corresponder esa honrosa liberalidad; id a Douglas y, sin rescate, dadle la libertad plena y entera. Su valor, que tanto muestran hoy nuestros cascos, nos ha enseñado a honrar esos altos hechos, aun en la persona de nuestros adversarios.
REY ENRIQUE.- Solo nos resta ahora dividir nuestras fuerzas. Vos, mi hijo Juan, con mi primo Westmoreland, marchareis sobre York a toda prisa, al encuentro de Northumberland y del prelado Scroop, que, a lo que sé, han tomado apresuradamente las armas. Yo mismo y vos, hijo Enrique, nos dirigiremos hacia el país de Gales, a combatir a Glendower y al conde de la March. La rebelión en esta tierra perderá su pujanza con otra jornada como esta. Y puesto que nuestra empresa comenzó tan bien, no la abandonemos hasta reconquistar todo nuestro bien.
(Salen)