Enrique IV: Segunda parte, Acto V, Escena IV
LONDRES- Una calle.
(Entran alguaciles arrastrando a mistress Quickly y a Dorotea Rompe-Sábana)
HOSTELERA.- No, infame bribón; aun a costa de mi vida, quisiera verte ahorcado. Me has dislocado el hombro.
ler. ALGUACIL.- Los contables me la han entregado y se llevará una azotaina en regla, se lo garantizo. Últimamente ha habido uno o dos hombres muertos por su causa.
DOROTEA.- Mientes, maldito corchete, mientes. Óyeme; quiero decirte, maldecido canalla con cara de tripa, que si el hijo que llevo nace antes de tiempo, más te hubiera valido golpear a tu madre, villano con rostro de papel.
HOSTELERA.- ¡Oh señor! ¡Si Sir John estuviera aquí! ¡Habría hecho que este día fuera sangriento para alguno! ¡Pero ruego a Dios que el fruto de sus entrañas aborte!
ler. ALGUACIL.- Si eso sucede, necesitaréis hasta doce almohadillas; por ahora no tenéis más que once. Vamos, os ordeno, a ambas que me sigáis, porque el hombre que habéis golpeado Pistola y vos, ha muerto.
DOROTEA.- Te diré, cara de incensario; te haré azotar en regla, infame mosca azul, verdugo tísico Si no te hago dar una azotaina, renuncio para siempre a las faldas.
ler. ALGUACIL.- ¡Vamos, caballero errante hembra, en marcha!
HOSTELERA.- ¡Oh! ¡Que la fuerza aplaste así al derecho! Está bien; después de la pena el placer.
DOROTEA.- Vamos, villano, vamos; llevadme a un juez.
HOSTELERA.- ¡Sí, vamos, sabueso hambriento!
DOROTEA.- ¡Espectro! ¡Osamenta!
HOSTELERA.- ¡Esqueleto!
DOROTEA.- ¡Aida, perro flaco, degradado!
ler. ALGUACIL.- Perfectamente.
(Salen)