Epístolas del Caballero de la Tenaza
Apariencia
Donde se hallan muchos y saludables consejos para guardar la mosca y gastar la prosa
Habiendo considerado con discreta misericordia la sonsaca que corre, me ha parecido advertir a los descuidados de bolsa, para que, leyendo mis escritos, estriñan las faldriqueras y que procuren antes merecer el nombre de guardianes que el de datarios, y el darse en las mujeres, y no a las mujeres, para que así merezcan el nombre de cofrades de la Tenaza de Nequedemus, que hasta ahora se decía Níco demus, por el poco conocimiento, desta materia. Y sea su nombre de todo enamorado Avari Mathias las (llámese como se llamare, aunque no se llame Matías), y su abogado el Ángel de la Guarda, que con razón se llaman días de guardar los días que son de fiesta, y todos son de fiesta para guardar.
Que ha de hacer todo caballero para salvar su dinero a la hora de la daca
En levantándose lo primero persignará su dinero y santiguárase de los que se lo pidieron, y dará gracias a nuestro Señor que le han dejado amanecer, diciendo: «Señor mío Jesucristo yo te doy muchas gracias, aunque soy caballero de la Tenaza, porque has permitido que me hayan dejado dormir los embestidores y pedigones; y ofrezco firmemente de no dar, ni prestar ni prometer, por palabra, obra ni pensamiento». Y luego dirá aquellas palabras del Pater noster, el panem nostrum de cada día dánosle hoy Señor, que es cláusula propia de los dichos caballeros.
Al sentarse a comer mirará la mesa y viéndola sin pegote, moscón ni gorra, echará la bendición, diciendo: «Bendito sea Dios, que me da comezón y no comedor», considerando que los convidados en las mesas son cuchillos de los tenedores.
Al irse a acostar, antes de dormir, se llegará al talegón vacío que tendrá colgado a la cabecera de su cama por calavera de los perdidos, con rótulo que diga:
- Tú, que me mira a mí
- tan triste, mortal y feo,
- mira, talegón, por ti,
- que como te ves me vi,
- y veráste cual me veo.
- Tú, que me mira a mí
Y empezando a dormir dirá: «Bendito seáis vos, Señor, que habéis permitido que me desnude yo y que no me haya desnudado otro antes». Y no dormirá a sueño suelto porque no se le desperdicie nada.
TRIACA DE EMBESTIMIENTOS MASCULINOS
Es cierto que piden tanto las barbas como las tocas, y ha parecido conveniente anticipar para el remedio. ¡Oh, tú, caballero de la Tenaza! En viendo que le buscan o te vienen a ser, sea quien fuere, antes de los cumplimientos, a Dios y a la ventura dirás: «¡Oh, señor mío! El mundo está para dar un estallido. No se halla un cuarto». Y luego grandes ofrecimientos, que eso es desjarretar la bribia. Pero si de antuvión te embistiere un pedidor de avenida y repentino, con la misma prisa has de decir: «Estaba ahora yo pensando en pedir a vuesa merced me socorriese con esa, cantidad para cumplir una necesidad de honra». Esto se llama atragantar embelecos. Y si te alabaren prenda o joya, dirás que por esto la estimarás en un tesoro de ahí adelante. Permítese dar pascuas y no aguinaldo. Y en los días de feria damos licencia, que en las tiendas, platería, calle Mayor, el verdadero caballero de la Tenaza amague, y no dé. Y al fin ha de tener costumbre de reloj de sol, que muestra y no da. Y si alargare y señalare, sea con la sombra, y no con otra cosa. Y entre caballeros dichos siempre se ha de jugar a tengamos y tengamos; no se ha de jugar a los dados, ni se ha de leer en el Dante, ni se han de comer dátiles, ni ha de saber otro refrán sino «quien guarda halla», y con esto y con aquello, sin dar nada, aquí tendrán y serán tenidos, y allí será lo que Dios quisiere, como los demás.
La limosna es obra pía si se hace de dinero propio; mas si (lo que Dios no quiere) se hiciese de dinero ajeno, sería obra cruel. Yo, señora, con las palabras querría declarar mi voluntad y no con la bolsa. El tiempo es santa, la demanda justa, yo pecador; mal nos podemos concertar. No hay que dar, Dios la provea. Vaya con Dios, cierto que no tengo (que son todos los modos de despedir picaronas bergantas).
Madrid, todos los meses, y cada día y cada hora que me hablare.
-II-
Díceme vuesa merced que me quiere tanto, que querría que no tuviese pesadumbre. Señora mía, déjeme tener vuesa merced, y sea lo que fuere, que aun no querría que me quitase pesadumbres. Y persuádase vuesa merced que a mí y al Rey nos ha dado Dios dos ángeles de guarda: a él para que acierte, y a mí para que no dé.
Dios dé a vuesa merced salud y vida.
-III-
Cuanto más me pide vuestra merced, más me enamora y menos la doy. ¡Miren donde fue a hallar que pedir pasteles hechizos! Que aunque a mí me es fácil enviar los pasteles y a vuesa merced hacer los hechizos, he querido suspenderlo por ahora. Vuesa merced muerda de otro enamorado; que para mí peor es verme comido de mujeres que de gusanos: porque vuesa merced come los vivos, y ellos los muertos. Adiós Lisa. Hoy día de ayuno.
De ninguna parte, porque los que no envían, no están en ninguna parte; sólo están en su juicio.
-IV-
¿Ventanicas para ver toros y cañas, mi vida? ¿Qué más toros y cañas que vernos a ti pedir y a mí negar? ¿Que piensas que se saca de una fiesta destas? Cansancio y modorra y falta de dinero al que paga los balcones. Dala al diablo, que es fiesta de gentiles, y todo es ver morir hombres que son como bestias, y bestias que son como maridos. Yo, por mí, bien te alquilara dos altos, mas mi dinero es el diablo. Quítate de ruidos, y haz cuenta que los has visto, y verás qué tarde que nos pasamos, tú sin ventana y yo con dineros.
-V-
Hanme dicho, señora, que el otro día hicieron vuesa merced y tu tía burla de mi miseria, y ha sido tanta la que mi mezquindad ha hecho de vuesa merced, que estamos pagados. Cuéntanme que me hallaron mil faltas, y que todo se les fue en apodarme y reírse, y que decían que parecía esto y parecía estotro, y que parecía al otro. Yo confieso que lo parezco todo, como mi dinero no padezca. Hame caído en gracia lo que dijo con un diente y media muela la señora Encina: «¡Qué caraza de estudiantón! ¡Y qué labia! Hiede a perros, y no se le caerá un real si le queman». ¡Y esto llama hedor la buena señora, lo que para mí es pebete y ámbar! Y si el no dar tiene por mal olor, procure estar acatarrada o tápese las narices, porque la encalabrinarán los malos humores. Señoras mías, lo que vuesas mercedes llaman amores, no son sino pendencias, dares y tomares; y yo soy pacífico, y no quiero tener dares y tomares con nadie. Dios guarde a vuesa merced, y yo lo que tengo.
-VI-
Es tanto lo que dicen de su caridad y virtud de vuesas mercedes que me ha dado atrevimiento a pedirles algo de limosna. Yo soy un amante mendigo, envergonzante que ni me está bien andar de casa en casa, ni puedo, porque en todas piden a cuatro cuartos; eso me fuerza valerme de las buenas. Suplico a vuesa merced se duela de mi necesidad y trabajo. Y si me hubiere de hacer caridad, sea a oscuras y de noche.
-VII-
Escríbeme vuesa merced que le envíe de merendar y que guarde secreto. Yo le guardaré de manera, que ni salga de mi boca ni entre en la de vuesa merced. ¡Cuerpo de mí! ¿No basta haberme comido y cenado, sino quererme merendar? Ayune vuesa merced un día a sus servidores, si es servida. Dos meses, tres días y seis horas ha que vuesa merced y dos viejas, tres amigas, un paje y su hermano me pacen de día y de noche de que estoy destruido y seco. Déjenme vuesas mercedes, si son servidas, pues sólo Cristo es el que se ha de comer a si mismo y saque yo libre siquiera mi cuerpo, y comeránme a medias vuesa merced la sepultura: que estaré en el purgatorio, y aun no seguro.
De casa; entiéndalo vuesa merced por fecha, y no por oferta.
-VIII-
Ríñeme vuesa merced porque no he vuelto a su casa; y es porque no sabe que no he vuelto en mí de las visiones que vi el otro día. Señora mía, por curiosidad se puede ir a su casa, mas no por amor, porque se ven en ella todas las naciones, lenguas y trajes del mundo. ¿Qué figura quiere vuesa merced que haga un estudiantón entre Julios y Octavios, hablando dineros y escupiendo reales? Pues entre todas las naciones, sólo el pobre es el extranjero, y ha menester ser un mohatrón para que entiendan esos señores. En conclusión, yo estaba como vendido y vuesa merced como comprada. Y aunque pienso que dejar holgar a vuesa merced por mis barrios no me tengo por tan seguro en casa donde la sombra de un florentín se encaja encima.
-IX-
Cuando no hubiera servido el no enviar a vuesa merced la telilla que tan innumerables veces me ha pedido sino de ver el gran caudal que Dios la ha dado (pues una misma cosa me la ha sabido pedir cada día, dos meses arreo, por ocho o nueve billetes y por diferentes modos), era grande interés, y para dar gracias a nuestro Señor. Y si lo que vuesa merced ha gastado en papel y tinta lo hubiera empleado en tela, sin duda hubiera ahorrado de dineros; mas también advierto a vuesa merced que el vestido que hubiera hecho estuviera roto y la tela blanca de sus billetes dura para siempre. No la envío con éste, porque darla luego parecería necedad, y poco después locura, y ahora es ya frialdad y se acabaría el entretenimiento de las demandas y respuestas.
Guarde Dios, etcétera.
-X-
DE LA ATENAZADORA
DE LA ATENAZADORA
Presto ha descubierto vuesa merced la hilaza y la condición que tiene, como hombre al fin, y más mudable que todos. Si yo hubiera creído en mis tías, no me quejara de lo que vuesa merced hace; mas ya estoy determinada de correr con lo que se usa, sirviéndome esto de escarmiento para adelante. Dícenme que está vuesa merced muy bien empleado, y conozco a la dicha señora; cosa en que ha mostrado su buen gusto. Así le guarde Dios que haga de las suyas, aunque esto no es menester encomendárselo. Dios le guarde.
-XI-
RESPUESTA
RESPUESTA
Diéronse vuesas mercedes tanta prisa a pelarme, que no sólo mostré la hilaza, pero los güesos. No puedo negar a vuesa merced lo de ser mudable, pues no he tenido cosa en mi casa que vuesa merced no me la haya mudado en la suya con la facilidad que sabe. Y ¡ojalá vuesa merced hubiera creído a sus tías, y yo no! Que pienso que me hubiera estado mejor. De aquí adelante, por estos parentescos, para enamorarme pienso mirar más en una mujer lo que no tiene que lo que tiene; pues quiero más que tenga bubas que tía, y jiba que madre; que aquellos males se los tiene ella y estos otros yo. Y si acaso los tuviere por mis pecados, no la hablaré hasta que le haga sacar las parientas como los espíritus. Vuesa merced me ha dejado de suerte, que sólo para mí estoy de provecho, de bien escarmentado. Y no quiero amancebarme con linajes, sino con mujeres; que dormir con sola la nieta y sustentar todo el abalorio lo tengo por enfado. A malas tías mueras, que es peor que a malas lanzadas, cuando mudare de propósito. Noramala empezaré a hacer de las mías, cuando estoy deshecho de las suyas.
-XII-
Bien mío: Cuando pensé que éramos yo el amante y vuesa merced la querida, hallo que somos competidores de mi dinero, y galanes. Y yo no quiero dejar de advertir a vuesa merced que más la quiero yo, y que hasta ahora no le he visto hacerme ningún desdén. Señora mía, no hay persona con quien a mí me puedan dar más celos que con querer mi hacienda. Si vuesa merced me quiere a mí, ¿qué tengo yo que ver con vestidos, joyas y dineros, que son cosas mundanales y de vanidad? Y si quiere o, mis doblones ¿por qué no habla verdad? Y como en los papeles me llama mi vida, mi alma, mi corazón, mis ojos, me llame mis reales, mis doblones, mis talegones, mis bolsas. Vuesa merced crea que para mí no hay facción buena si no es de balde; que aun las más baratas las tengo apenas por razonables. Lo que cuesta es feo, y no hay donaire donde hay perdidura. Dejamos el dinero, como si tal no hubiera sido, y anden finezas y requiebros por alto; y si no, lo que conviene es que vuesa merced se quede con sus deseos y yo con mis dineros.
Guarde, etcétera.
-XIII-
No pagaré yo en mi vida a vuesa merced el buen concepto que de mí ha tenido sin ton ni son; porque, según las niñerías que por su papel me pide, sin duda me ha juzgado por un Fúcar. Siete cosas leí que aún no las he oído nombrar. Merecía vuesa merced, por la honra que me ha hecho presumiendo de mí tanto caudal, que yo se las enviara, y yo tener con qué comprarlas; pero será fuerza que nos contentemos con estos merecimientos.
-XIV-
En las cosas que vuesa merced, mi bien, me ha pedido, ya que no ha tenido razón, ha tenido donaire. Y cuando su papel no me ha hecho liberal me ha hecho contemplativo, considerando, por las muchas cosas que me pide, cuántas son las que su Divina Majestad ha sido servido de criar para que vuesa merced los codiciase y los mercaderes las vendiesen, mientras yo le doy las gracias por todo. Y créame vuesa merced que si la buena voluntad hubiera caído en gracia a los tenderos, que la hubiera procurado pasar por moneda en esta ocasión. Dios sabe lo que lo siento, pero las niñerías son tantas, que, aun para tomadas de memoria, son muchas; mire vuesa merced que harán para tomadas por dinero. Yo no hallo camino para llevar ni por dónde van los que llevan.
Fecha en el otro mundo, porque ya me juzgo con los muertos. No pongo cuántos, por no contar días a quien aguarda dineros.
-XV-
Seis días ha que besé a vuesa merced las manos, aunque indigno, y en este tiempo he recibido tres visitas, un recaudo, dos respuestas, cinco billetes, dos toses de noche y un monteado en San Felipe. He gastado parte de mi salud en un catarro con que estoy, un dolor de muelas, el tiempo y ocho reales que en cuatro veces he dado a Marina. Y teniendo yo ajustada mi cuenta, a mi parecer el recibo con el gasto, me viene a encontrar disfrazado en figura de caricia, con la maldita palabra: «Envíe cien ducados para pagar la casa». No quisiera ser nacido cuando tal cosa oí. ¡Cien ducados! No los tuvo Atabaliba ni Motezuma. Y pedirlos todos de una vez, sin más ni más, es para espiritar un buscón. Mire vuesa merced desapasionadamente el alquiler de la casa; pues por mí no se me da nada que vuesa merced suba por los campos: que por no oír estas palabras, deseo topar con una dama salvaje y campesina que habite por los montes desiertos. Vuesa merced o niegue la deuda, o la pida en otra parte; porque si no estos cien ducados me harán que, de miedo de los alquileres, del poblado me pase a ser amante del yermo.
-XVI-
No es posible sino que cuando vuesa merced me empezó a querer me contó el dinero, porque a la propia hora que se acabó la bolsa expiraron las finezas. No me ha querido un real más mi alma. ¡Honrado terminillo ha tenido! Y ya que el diablo le ha dicho a vuesa merced que se acabó la mosca, quiérame sobre prendas, hasta que me deje en carnes, y favorézcame unos días sobre la capa, calzones y el jubón.
-XVII-
Ahora es, y aún no acabo de santiguarme de la nota del billetico de esta mañana. Mujer que tal piensa y tal escribe, ¿qué aguarda para asir de un garabato y andarse a hurtar almas del peso de San Miguel? Concertadme esas razones. Después de haberme mondado el cuerpo, y roídome los güesos, chupándome la bolsa, desparecídome la honra, desainádome la hacienda: «El tiempo es santo, esto se había de acabar algún día la vecindad tiene que decir, mi tía gruñe de día y de noche; no puedo sufrir la soberbia de mi hermana; por vida tuya que excuses el verme y pasar por esta calle, y que demos a Dios alguna parte de nuestra vida». ¡A buen tiempo se arremangó Celestina a remedar la nota de fray Luis! Ingierna hembra, diabla afeitada, mientras que tuve que dar y me duró el granillo, el tiempo fue pecador, no hubo vecinas, tu maldita y descomulgada tía que ahora gruñe de día y de noche, entonces de día me comía y de noche me cenaba, y con aquellos dos colmillos que sirven de muletas a sus quijadas, pedía casi tanto como tú, con más dientes que treinta mastines.
¿Qué diré de la bendita de tu hermana? Que en viéndome se volvía campana y no se le oía otra cosa que dan, dan. Bellaconas, ¿qué ha sido esto? Yo echo de ver que para convertiros no hay otra cosa como sacaros un gastado. Todas os habéis vuelto a Dios en viéndome sin blanca. Cosa devotísima debe ser un pobre, y vuestra calavera es bolsa vacía. En gracia me cae lo de que demos a Dios parte de nuestra vida; y ¿qué vida, para dar parte della sino a Lucifer? ¡Y aún (con vergüenza y hablando con perdón) quitas a los hombres lo que han menester y das a Dios lo que no es para su Divina Majestad! La tacaña se quiere hacer dadivosa de la otra vida. Sin duda te pusieron a depender conciencia en casa de algún sastre.
Digo que no pasaré por tu calle, ni menos por estafa tan desvergonzada, sino que nos convirtamos a medias: yo me arrepentiré de lo que te he dado, para salvarme y tú me lo restituirás, para que Dios te perdone; lo demás sea pleito pendiente para el purgatorio, sí cuando desta vida vayas se te hiciere camino por allí; porque si vas al infierno, yo desisto, que no me está bien ponerte demanda en casa de tu tía,
-XVIII-
Estando pensando qué respondería a las cosas que vuesa merced me pide, se me vinieron a la memoria aquellas inefables palabras, que a los pobres se dicen con lástima y a las mujeres con razón: «No hay qué dar». Señora mía yo bien entendía que había órdenes mendicantes, pero no niñas mendicantes sin orden. Quien me quisiere hacer casto, pídame algo. Y si el diablo es tan interesado como su carne, no dude vuesa merced que me procuraré salvar de puro miserable. ¿Es posible que no se persuadirán a creer que, si no es dando, y no pidiendo, no pueden ser bienquistas? Miren qué cara les hace un pobre hombre cuando oye: «Darne, traeme, cómprame, envía, muestra». Deja palabras mayores, y que en el duelo de la bolsa afrentan hasta el ánimo. Estése quedo el pedir, y anden los billetes por alto: que yo ofrezco escribir más que el Tostado.
Nuestro Señor la guarde a vuesa merced, aunque temo que es tan enemiga de guardosos, que aun Dios no querrá que la guarde.
-XIX-
¡Bueno me hallo yo, que había escrito a mi tierra a un amigo cómo me había encontrado mi ventura en Madrid con una muchacha tan hermosa y tan linda, que no había más que pedir; y ahora he descubierto en su condición que cada día hay que pedir mucho más! Yo, señora, me hallo tan bien con mi dinero, que no sé por dónde ni cómo echarle de mí, y me aplico más a tomar que a repartir, Advierta vuesa merced que lleva camino de sacarme de pecado, porque estoy resuelto antes de salvarme de balde que condenarme a puro dinero. Y bien mirado, todo el infierno no vale nada; y vuesa merced lo encarece como si faltaran, demonios a quien los quisiere Vuesa merced vuelva los dientes y las uñas a otra parte, porque yo tengo la castidad por logro, y soy pecador de lance. Y lo mío fuera suyo, si no tuviera una lujuria que se precia de miserable.
Doyme por respondido, y a más ver y menos pedir.
-XX-
Díceme vuesa merced que no me ensanche porque me pide y se obliga y me trata como de casa. ¿Eso se teme vuesa merced, reina mía? ¿No aguardará a ver lo que hago? ¿Ensancharme tenía, mi bien? Ahora lo verá, que me he fruncido y reunido de manera, que puedo voltear en un canuto de alfileres de puro angosto. Díceme vuesa merced que se obliga en pedirme. Pedir yo hallo que es obligarse a tomar solamente. ¿Esto es tratarme como de casa, como para su casa? No, hija: yo soy de los de la calle, y he conocido que si sus ojos de vuesa merced son el matadero de las ánimas, son el rastro de las bolsas. Todo se acaba, y el dinero más presto, si no se mira por él. Vuesa merced haga cuenta que no me ha pedido nada; que yo hago la misma; porque no hallo otro camino de guardar los mandamientos y hacerlos guardar, sino guardando mi dinero de vuesa merced.
La bolsa sea sorda desde hoy en adelante.
-XXI-
Peligroso debo de estar de honra y caudal, pues siendo la extremaunción de las pediduras el pedir casamiento, a falta de otra cosa me pide vuesa merced palabra de casamiento. Dígame, reina, ¿qué paciencia o sufrimiento me ha columbrado, que me codicia para marido? Yo tengo cara de soltero y condición de viudo, que no me duran una semana dos pares de mujeres; y es imposible que no sea género de venganza el quererse vuesa merced casar conmigo, conociéndose y conociéndome. Yo no quiero tomar mi matrimonio con mis manos, ni estoy cansado de mí ni enfadado con mis vicios; no quiero dar picón al diablo con vuesa merced. Maride por otra parte; que yo he determinado morir ermitaño de mi rincón, donde son más apacibles telarañas que suegras. Y porque no se suceda lo que a los que se casan, no quiero tener quien me suceda, y perseveraré en este humor hasta que haya órdenes de redimir casados como cautivos.
Si vuesa merced me quiere para mientras marida, o como para marido, o para entre marido, aquí me tiene corriente y moliente.
-XXII-
Doscientos reales me envía vuesa merced a pedir sobre prendas para una necesidad; y aunque me los pidiera para dos, fuera lo mismo. Bien mío y mi señora, mi dinero se halla mejor debajo de llave que sobre prendas; que es humilde, y no es nada altanero ni amigo de andar sobre nada; que, como es de materia grave y no leve, su natural inclinación es bajar y no subir. Vuesa merced me crea que yo no soy de prendas, y que estoy arrepentido de lo que ha dado sobre vuesa merced. ¡Mire que aliño para animarme a dar sobre sus arrancadas! Si vuesa merced da en pedir, yo daré en no dar; y con tanto daremos todos.
Guarde Dios a vuesa merced, y a mí de vuesa merced.
-XXIII-
Díceme vuesa merced que está preñada, y lo creo, porque el ejercicio que vuesa merced tiene no es para menos. Quisiera ser comadre para ofrecerme al parto; que compadres sobrarán en el bautizo mil. Dame vuesa merced a entender que tiene prendas mías en la barriga y podría ser, si no ha digerido los dulces que me ha merendado: que el hijo yo se lo dejo todo entero a quien lo quisiere, no pudiendo ser todo entero de nadie. Señora mía, si yo quisiera ser padre, en mi mano ha estado hacerme fraile o ermitaño: no soy yo ambicioso de crías. Y desengáñese vuesa merced, que yo no he de tragar este hijo, porque no como hijos como Saturno, ni lo permita Dios y antes muera de hambre que tal trague. Lo que importa es empreñarse a diestro y a siniestro, parir a troche y moche y echarlo a Dios y a ventura. Vuesa merced dé con el muchacho en la piedra; que allí se lo criará un capellán, que en los niños de la doctrina sirve de criar a las calaveras.
Y alumbre Dios a vuesa merced con bien. Y si se le antojare algo, sea lo primero no acordarse de mí.
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Otras cartas halladas en los manuscritos de la Biblioteca Nacional de Madrid, son las siguientes:
Bueno estuvo el otro día la visita de toda lición: ciegos, cojos, tuertos, jibados; cortejo de imagen de devoción y vuesa merced muy presumida de perfección. Y juro a Dios y a esta cruz, que nos tiene vuesa merced desta manera a todos y que ha sido plaga de estos cuitados. No es nada el negocio: la vista de los cuerpos es gallarda; pero si nos viese las bolsas, no hay a qué comparar su desventura.
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Vuesa merced perdone mi mucha cortedad y encogimiento en escribir este papel y no haber arremetido a vuesa merced en medio de la calle y arremangándola; que según lo bien que me ha parecido en no apresurarme, he ido a la mano; porque se me han revestido los frailes en el cuerpo por hacerlos vuesa merced no se me haga de rogar si quiere gozarme y no diga después que no se lo dije.
De Dios a vuesa merced por todos y salud y vida y qué deseare de esta casa. Entiéndalo vuesa merced por fecha y no por oferta.
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Poco dinero es rey delante y mucho amor, hablando con perdón. Satanás sólo lo puede juntar. Capítulo segundo, yo soy ése. Madrid, a ocho de octubre de 600. Doña, ya se entiende...
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RESPUESTA DE LA TENAZADORA
RESPUESTA DE LA TENAZADORA
Poco dinero no me basta, mucho amor, ni lo creo, ni se usa, ni lo he de menester. Si es S., yo soy N., que dos piernas digo que no: vaya noramal y pida limosna y no favores; y por si tomare mi consejo allá va adelantado: no hay que dar, Dios le provea, vaya con Dios, cierto que no tengo, que son todos los modos de despedir vergantes. En Madrid, todos los meses y cada día y cada hora que me hallare. ¿Qué pensaba la pidona que le había de dar lo que pedía?
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Díceme vuesa merced que en su casa no entran hombres, y entran frailes. Voto a Dios, que deseo saber quién le ha persuadido que los frailes no son hombres; porque ellos no tendrán esta culpa, que persuadirán a que lo son a una serpiente. Querría que vuesa merced me dijera por qué género de animal los tiene, o con qué otro nombre disfraza sus obras.
Los primeros días que fui a recibir merced, me daban susto: porque eran tantos los compañeros que estaban por aquellos corredores, que preguntaba si había difunto. Ahora sé que, aunque no le haya, vienen por cuerpo. No he visto en mi vida hija de tantos padres; y es la cosa peor del mundo para mi humor, que soy amigo de los huérfanos, y a Adán no le envidio otra cosa sino es que tuvo mujer sin madre; que quiero más tratar con la culebra y con el diablo.
Vuesa merced, si no está bien empleada, está bien ocupada; y pues pide iglesia, es razón que le valga; y hábitos de frailes en los muertos dan menos cuidado que en los vivos.
Deo gratias, el pecador seglar.
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Si digo por qué entra en casa el padre fray predicador, me dice vuesa merced que así fueran todos; si el doctor Chaves, que es cosa segura: si don Bernardo, que es de casa; si el capitán, que es deudo; si el licenciado Páez, que es agua limpia y un alma de Dios; si el portugués, que viene a negociar con su cuñado; si Fabio Ricardo, que es amigo de su marido; si Esporciafigo, que es un vecino. Deseo saber qué les dice vuesa merced a ellos cuando preguntan lo mismo de mí.
Entendámonos, mi señora doña Isabel todo lo sufriré; pero que me diga gritando y contra el fraile, que así fueran todos, eso no es de sufrir. Cuerpo de Cristo ¿es decir que todos los quisieren frailes? Poca gana tiene vuesa merced de descansar; muy conventual es, hija: en cebándose con los motilones, se comerá las manos tras ellos. Bien sé yo que vuesa merced me ha de responder que riño y pongo leyes como si gastara y diera; eso, que había de agradecérmelo, la gracia es hacerlo sin blanca. Eso es hablar claro y de una vez. Yo tengo celos, y no dineros; todos juntos somos moneda. Y más parece la lista de cofrades que de galanes. Si vuesa merced los quiere más a ellos que a mí, yo quiero más que vuesa mersa merced mi dinero; y si vuesa merced me quiere más a mí que a ellos, también la quiero más que a ellos.
Sólo hallo un remedio, que es quererme sin dinero y sin competidores; y si así lo hiciere, Dios la ayude, y si no, se lo demande.