Epítome de las Historias filípicas de Pompeyo Trogo: Libro sexto

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☙ LIBRO SEXTO ❧

Los Lacedemonios guiando sus cosas conforme a la condición humana, cuanto más tenían más deseaban. No contentos de haber conquistado y adquirido las riquezas de los Atenienses; con las cuales doblaron sus fuerzas, luego comenzaron a desear el señorío e imperio de toda la Asia; la mayor parte de la cual estaba bajo el señorío y mando de los Persas. Para esta guerra eligieron por capitán a Hercílides. Este viendo que tenía la contienda contra dos sátrapas o capitanes de Artajerjes, llamados Farnabazo y el otro Tisafernes entre ambos muy poderosos, que tenían debajo de si grandes poderíos de gentes, acordó de tratar paz y amistad con uno de ellos. Y pareciéndole Tisafernes más apto y conveniente para ello, así por ser hombre más sabio y diestro en el arte militar por haberlo usado muy gran tiempo en la milicia de Ciro, como porque tenía también mejor gente; porque la mayor parte del tiempo había así mismo en su compañía andando siempre en todas las guerras del rey Ciro y los conocía de experiencia. Venido con este Tisafernes en su consulta, puestas entre ellos sus leyes y condiciones Tisafernes se apartó de la guerra.


Sabido esto por Farnabazo, se quejó ante el rey Darío de ello, diciendo para más agravar la acusación que de él hacía, ser muy cierto que entrando los enemigos por la Asia, no los había resistido, antes les había dado mantenimientos y provisiones a costa del rey, y que compraba de ellos la dilación de la guerra contra si, por precio de permitir que la hiciesen en otra parte; como si no fuese todo un imperio, y no viniese el daño todo a un mismo rey y que allende de esto era cosa vergonzosa redimir la guerra y no hacerla, y procurar hacer que se fuesen los enemigos no por fuerza de armas sino por pacto y concierto de precio. Con estas palabras de tal suerte Farnabazo inclino el ánimo del rey contra Tisafernes, que le atrajo a que quitándole a él la gente, sustituyese en su lugar a Conón, capitán que fue en los tiempos pasados de Atenas, el cual en aquella sazón estaba desterrado en Chipre. Y a este hizo al rey que diese cargo de toda la flota, diciendo que los Atenienses, aunque habían perdido las fuerzas no por eso le dejaba de quedar todavía la industria y uso de las cosas de la mar, y que si de cuantos había en el mundo le diesen a escoger, no debía tomar a otro sino a Conón. Dando el rey crédito a sus palabras luego mando a que le diesen a Conón quinientos talentos y que fuese hecho prefecto y capitán de las naos y armada del mar. Sabidas esta cosas manifiestamente por los Lacedemonios luego también enviaron embajadores al rey de Egipto llamado por nombre Inaro para que les enviase algún socorro y ayuda


para la guerra naval. El cual se le envió, muy cumplidamente, porque los socorrió con cien naos grandes de a tres órdenes de remos y seiscientos mil moyos de bastimento y otros muchos aderezos necesarios para la guerra. Allende de esto, de otros amigos y confederados juntaron gran multitud de ejército, más no tenían para gobernarle tan suficiente capitán como ellos quisieran y era necesario para tan gran ejército y especialmente contra Conón verdad es que los compañeros pedían por capitán a Agesilao rey de Lacedemonia más los Lacedemonios se ahuyentaron y tuvieron su acuerdo sobre si sería bien enviar a Agesilao y encomendarle aquel hecho o no y tuvieron gran duda en determinarse lo que harían por causa de un oráculo que en Delfos consultaron el cual les había respondido que en aquel tiempo habría fin el imperio y señorío de Lacedemonia cuando el reino cojease del rey y Agesilao era cojo de un pie y al fin se determinaron acordando ser mejor cojear el rey en los pies que no que el reino cojease por falta de capitán, así que por esta manera fue enviado Agesilao. Y por esta vía en aquella sazón se juntaron dos tan extremados capitanes que no sabría tan ligeramente determinarme a decir cuando en ningún otro tiempo se juntaron tan señalados e iguales varones y generales de ejércitos, porque ellos eran casi de una misma edad y saber, y muy conformes en el consejo y virtud, y así mismo en la gloria de los hechos pasados. Porque en todo parecía que en ninguna cosa se excedía el uno al otro;


más aún que la fortuna les dio todas las cosas tan uniformes e iguales no quiso que el uno fuese no vencido del otro, aunque muy grande fue el aparato de entre ambos y muy mayores los hechos. En el tiempo que las cosas de estos dos tan valerosos príncipes estaban en el estado que hemos dicho, entre las gentes del real de Conón, sucedió que hubo gran alboroto y sedición a causa que los capitanes pasados los solían defraudar y disminuir sus sueldos, y ahora lo pedían muy ahincadamente, y tanto más cuanto mayor veían la guerra aparejada y debajo de tan gran capitán. Visto esto, Conón importuno al rey muchas veces con sus cartas para que en este caso proveyese. Pero viendo que sus cartas no aprovechaban nada, finalmente el en persona determino de partir e ir a comunicarlo al rey, y haciendo así, llegado a la corte del rey, no se le permitió verlo ni hablarle, y la razón de esto era porque él no le quería adorar a la manera y costumbre de Persia. Y por esta causa la necesidad le compelió a hablarle y negociar con él por tercera persona, y con este intermediario se envió a quejar mucho diciendo que se deshacía el ejército y la guerra del más rico rey del mundo por pobreza y falta de no ser proveídas las gentes, que teniendo su ejército igual en gente con los enemigos, era vencido por falta de dineros de los cuales él tenía mucha mayor abundancia que sus contrarios, de manera que en aquello le sobrepujaban en que él les hacía excesiva ventaja. Además de esto suplico que se le diese a él mismo la paga para


toda la gente, porque era cosa muy dañina pasar por muchas manos. El rey se lo concedió como lo pedía y por esta manera Conón muy contento, recibido el sueldo para su gente se tornó a su ejército, en donde hizo grandes cosas con mucho esfuerzo y buena dicha. Llegado a la tierra de los Lacedemonios comenzó a destruir y talar los campos de sus contrarios, vencer las ciudades, allanando y dejando por el suelo todo lo que hallaba como si verdaderamente fuera alguna gran tempestad la que pasaba. Con las cuales cosas espantados los Lacedemonios acordaron de enviar por Agesilao que estaba en la Asia para que viniese a socorrer su tierra. Entre tanto Lisandro a quien Agesilao al tiempo que se partió había hecho capitán de la ciudad quiso tentar la fortuna de la guerra, y para esto aderezo muy gran flota; porque vio que Conón con gran diligencia también apercibía y ordenaba los suyos para haber reencuentro con sus enemigos. Y esta batalla fue muy gran experiencia y prueba del saber y fortaleza, así de los capitanes de entre ambas partes, como de todos los otros a causa de las envidias y gran deseo de victoria que entre ellos había, porque Conón no solo procuraba ser vencedor por favorecer a los Persas, más aún también por su tierra, porque en extremo deseaba hacer de manera, que así como él había sido autor y causa de poder su señorío los Atenienses siéndoles contraria fortuna lo principal, y después por el mal recaudo que él había puesto en el ejército, lo pudiese ser ahora para venciendo, tornar a ganar lo que cuando fue vencido perdió de su patria. Y le daba para esto gran


alegría y ánimo, ver que aun hasta en esto era dichoso y digno de ser loado que no peleaba con las fuerzas de los Atenienses, sino con la de los extraños. De donde se seguía que el peligro y daño de la guerra era del rey Darío, y el provecho y ganancia de la victoria suya y de su tierra, de forma que el alcanzaría gloria por diversa vía de la que los pasados capitanes la habían ganado, porque ellos venciendo a los Persas habían defendido su tierra, y el haciendo a los mismos Persas vencedores, la restituiría en su libertad. Por otra parte, Lisandro quería en todas las cosas seguir las virtudes de Agesilao, porque además de ser su pariente, siempre le había imitado y trabajado por no apartarse ni diferenciar en los hechos suyos, ni en el resplandor de su gloria y así mismo por que el imperio que con su guerra y trabajos de tantos años habían ganado no se perdiese en un breve momento de tiempo por su culpa, y el mismo cuidado tenían también los soldados y todas las otras gentes, y principalmente los reyes que seguían los Lacedemonios tenían en esto gran solicitud, lo cual hacían no tanto por el temor que tenían de perder las ganadas y adquiridas riquezas y señorío que poseían cuanto porque los Atenienses no lo tornasen a ganar y recobrar otra vez. Más cuanto la guerra y el aparato de ella fue mayor, tanto fue más esclarecida la victoria de Conón, porque luego los Lacedemonios sin ninguna dificultad fueron vencidos y puestos en huida, y luego Conón quito de Atenas la gente de guerra que en ella estaba


aposentada. El despojo de los enemigos por mandado de Conón fue llevado a Atenas, a la cual gloriosamente fue luego restituida su dignidad, y al pueblo fue quitada la mala y odiosa condición servil, y juntamente con esto recibieron otras muchas ciudades debajo de su imperio como de antes las solían tener. Y este fue principio a los Atenienses de tornar a rehacer su potencia e imperio, y a los Lacedemonios lo fue de defenecer la suya y su señorío juntamente, porque, así como si con el imperio hubieran perdido todas las fuerzas y virtud, así comenzaron a ser tenidos en poco y menospreciados de sus vecinos y comarcanos. Entre los otros los Tebanos fueron los primeros que con ayuda de los Atenienses les hicieron guerra, la cual ciudad viéndose tan favorecida y aumentada y además de esto confiando de la virtud grande de Epaminondas su capitán se puso en esperanza de alcanzar el imperio de Grecia. Les dieron, pues una batalla por tierra en la cual los Lacedemonios tuvieron la misma ventura que en la pasada habían tenido contra Conón por mar. En esta batalla murió Lisandro, el cual siendo capitán en los tiempos pasados habían sido vencidos los Atenienses. Pausanias, el cual era el otro capitán, por otra parte, también fue acusado de los suyos de traidor y se fue desterrado. Luego los Tebanos, habiendo alcanzado victoria, levantaron de allí su ejército y fueron a asentar su real sobre la ciudad de los Lacedemonios, creyendo vencerlos ligeramente y tomar la ciudad a causa de que en aquel tiempo estaba


desamparada de todos sus amigos y compañeros. La cual cosa, temiendo los Lacedemonios enviaron con mucha prisa a llamar a su rey Agesilao, que estaba en Asia haciendo grandes cosas, rogándole quisiese venir a defender su tierra, pues muerto Lisandro ya no tenían esperanza en otro ninguno. Y como Agesilao dilataba su venida algo más de lo que ellos quisieran y había menester, tornado a rehacer el ejército ellos mismos salieron a recibir a los enemigos, aunque como iban los que poco antes habían sido vencidos a pelear por segunda vez con sus mismos vencedores no pudieron igualar con ellos en las fuerzas ni en el ánimo por cuya causa al primer encuentro fueron vencidos y desbaratados y al fin ya siendo por la mayor parte acabadas de destruir todas sus gentes he aquí donde se vino Agesilao el cual como traía gente fresca y muy acostumbrada y endurecida en las cosas de la guerra rehaciendo la batalla (con razón se puede decir) que él con su venida arrebato la victoria de las manos de los enemigos aunque él salió de esa batalla malherido. Sabidas estas cosas por los Atenienses recelándose si los Lacedemonios venciesen no viniesen luego sobre ellos y los tornasen al primer estado de la servidumbre pasada, cogieron gente y hecho ejército le enviaron en ayuda y socorro de los de Beocia debajo del gobierno y mando de Ifícrates en quien aunque mancebo de hasta veinte años resplandecían y se comenzaban a mostrar grandes principios y muestras de virtud la cual fue muy


durable en este mancebo y tan grande que su edad jamás se había visto otro en ningún tiempo ni tuvieron los Atenienses capitán entre tantos y tan señalados qué mayores esperanzas de si diese ni en quien tan presto por experiencia se mostrase la virtud porque en él no solo resplandecían las artes de buen capitán pero también de elocuente orador. Conón así mismo oído como Agesilao había venido dio también él luego la vuelta de Asia para destruir los campos de Lacedemonia, y de esta manera formándose por todas partes el temor de la guerra encerrados los Lacedemonios vinieron en muy grande desesperación. Conón destruidas y taladas las tierras de los enemigos luego sin más detenerse se guio hacia Atenas en donde fue recibido con gran gozo de todos, aunque no fue tan grande la alegría y placer con que le recibieron que no fuese mayor sin comparación su tristeza y pesar de ver la ciudad tan destruida y asolada por sus enemigos lo cual le daba más pena que alegría el haber tornado a remediarlo después de tanto tiempo. Y con deseo de ver restaurados de todo punto los daños recibidos luego a la hora mando tornar a reedificar todo lo que había sido quemado y destruido lo cual se hizo a costa de lo que habían saqueado y robado del ejército de los Persas que pareció haber sido permitido de dios que Atenas primero fuese quemada por los Persas y después con sus mismos despojos tornada a rehacer y ahora segunda vez derribada por los Lacedemonios y así mismo con los despojos y robos hechos a ellos


otra vez tornada a reedificar y mudada la fortuna tenían por compañeros a los que en la vez pasada tuvieron por enemigos y por el contrario por enemigos a aquellos con quien estaban juntados con vínculos de grande amistad y compañía. Entre tanto que estas cosas pasaban Artajerjes rey de los Persas envió embajadores a Grecia mandando y amonestando a todos se apartasen de las armas y dejasen la guerra amenazando a quien lo contrario hiciese le tendría por enemigo y así mismo mando se restituyese la libertad a todas las ciudades con todo aquello que les hubiese sido tomado. Lo cual el no hizo ni mando a hacer por la paz ni por el bien de la Grecia ni porque se atajasen y acabasen las continuas contiendas y disensiones que entre si tenían sino solo porque tenía necesidad del ejercito a causa que había trabado guerra contra el rey de Egipto por indignación y enojo que de él tenía por haber dado ayuda a los Lacedemonios contra él y por esta razón no quería que se ocupasen los suyos en Grecia. De forma que viniendo su mandamiento en tiempo que los Griegos estaban ya muy cansados de tantas guerras de buena gana le obedecieron. Este año fue muy insigne y notable, no tanto porque fue súbita paz por toda la Grecia, como porque en este mismo tiempo fue tomada la ciudad de Roma por los Galos. Esta paz asentada entre los Griegos no duro mucho tiempo que no se rompió porque los Lacedemonios por vía de engañosas acechanzas tomaron un castillo de los Arcades aguardando


para hacerlo coyuntura que fue cuando todos estaban ausentes y tomado pusieron gente de guerra y todos los bastimentos necesarios para defenderle por cuya causa los de Arcadia armándose convocado y junto su ejército con ayuda de los Tebanos quisieron pedir y cobrar lo que en la guerra habían perdido. Venidos a encontrarse los unos y los otros enemigos Arquídamo capitán de los Lacedemonios fue llegado el cual como vio que los suyos iban ya de vencida con gran daño y mortandad recibida hizo pedir por un pregonero o trompeta a sus enemigos los cuerpos de los que habían muerto para poderles dar sepultura porque esta era señal entre los Griegos de darse por vencidos y con esta concesión los Tebanos contentos hicieron señal de detenimiento para que el estrago no fuese adelante. Pasados algunos días los unos y los otros se apartaron no tratándose como enemigos ni haciéndose guerra los unos a los otros lo cual tuvieron casi por treguas en las cuales con callar todos mostraron consentir. De ahí a poco tiempo entremetiéndose los Lacedemonios en otras guerras contra los pueblos vecinos los Tebanos tomando a Epaminondas por capitán tomaron esperanza de haber la ciudad de Lacedemonia y con este propósito se partieron al principio de la noche muy secretamente para allá pero no pudieron venir tan secretamente que no fuesen primero sentidos por los Lacedemonios. De tal forma los hallaron proveídos que los viejos y toda la otra gente flaca que dentro


estaba sentida la venida de los enemigos armados se pusieron en defensa y salieron al encuentro poniéndose a las angosturas y torrejones de sobre las puertas y entradas de la ciudad ofreciéndose a la batalla de los cien hombres de edad ya muy flaca y cansada para contra quince mil que venían. Ved cuantas fuerzas y animo daba a esta tan debilitada gente ver en peligro ante sus ojos su propia patria y dioses penantes casas y haciendas por quien peleaban y tanto más las cosas presentes ponían ánimo y osadía que no las ausentes por que como consideraron los peligros a que sus pasados se habían puesto por la defensa de aquel lugar donde estaban y la causa por que peleaban y lo que defendían desde el principio propusieron en sus corazones que les cumplía vencer o morir y con esta determinación y propuesto aquellos tan pocos y viejos resistieron toda la hueste de sus enemigos la cual pocos días antes todos los mancebos juntos no habían podido resistir ni sufrir. En esta batalla murieron dos capitanes de los enemigos y en este medio tiempo siendo publicada la venida de Agesilao los Griegos se retiraron y se fueron mas no se dilato mucho la guerra porque los mancebos de Lacedemonia encendidos con la virtud y gloria de los viejos no se pudieron detener de luego en continente no venir en batalla con los enemigos. Saliendo los Tebanos vencedores de esta batalla Epaminondas que no solo aquí había usado de su oficio de capitán más de muy fuerte caballero fue malamente herido. Sabido esto de las unas y otras gentes los Tebanos con el dolor y pena cobraron miedo,


los Lacedemonios con demasiada alegría todos quedaron atónitos y de esta manera como de un común consentimiento se despartió la batalla. Pocos días después que esta batalla se venció murió Epaminondas de la llaga que en ella había recibido, con el cual también juntamente murieron y dieron fin todas las fuerzas de su república; porque, así como a la espada o lanza si le quitas los muy agudos filos del corte o punta después no puede mucho empecer. Así este capitán quitado de su ciudad el cual era como lo agudo de la espada de los Tebanos perdió su fortaleza la ciudad y se emboto, de manera que no solo parecía haber fenecido el caudillo de aquellas gentes, pero todos ellos también juntamente con él. Porque ni antes de este Epaminondas hicieron cosa señalada ni vencieron batalla notable, ni de ahí en adelante sus virtudes los hicieron insignes ni memorables sino a causa de los grandes estragos que recibieron. De tal forma que se vio manifiesto en el haber nacido y acabado toda la gloria de su patria. Gran duda se tiene sobre si más excelente varón en virtudes y ciencia, o en valentía y animosidad de capitán, porque el jamás trabajo de haber imperio ni señoríos para sí, sino para su patria. En tanto grado fue menospreciador del dinero de lo cual en la vida fue tan abstinente que aun para cumplir las exequias no basto todo cuanto tuvo. De manera que parece bien el no haber sido poco deseoso de honras ni de riquezas, porque contra su voluntad le dieron cargo de la capitanía e imperio de Tebas. Los cargos públicos y dignidades


de tal manera los administro siempre que más parecía honrar él la dignidad que no la dignidad a él. Además de esto era su saber tan grande en la ciencia de las letras y filosofía que era cosa de maravillar como pudo caber tanta sabiduría, sagacidad e industria del arte militar en un hombre nacido y criado entre las letras. Aun hasta en la muerte quiso mostrar que no se apartaba del propósito que siempre en la vida había tenido y deseado, porque siendo llevado del campo medio muerto después de puesto en su real y cobrado algún tanto de espíritu y voz pregunto una sola cosa a aquellos que estaban alrededor de el: y fue que si los enemigos tomaron su escudo al tiempo que con el golpe de la herida que le habían hecho le sacaron de sentido, y como le respondieron que no, le hizo traer allí delante de si, y tomándolo en las manos lo beso como aquel que había sido compañero de sus trabajos y gloria: y luego torno a preguntar por quién había quedado la victoria, y como le respondieron que por los Tebanos mostrando contentamiento dijo que estaba muy bien y de esta manera alegre y casi gozándose con el bien de la patria expiro: con cuya muerte también juntamente la virtud de los Tebanos cayo. Porque perdido aquel cuyo ejemplo imitaban, luego se hicieron flojos y descuidados, y de ahí en adelante se gastaron las rentas del común, no como solían hasta allí en hacer armadas de flotas por mar, y ejércitos por tierra: sino en fiestas, juegos, y suntuosos aparatos de invenciones honrando y celebrando el teatro


viniendo a él muy a menudo con muy nobles representadores y poetas, y visitando más a menudo las escenas que los reales loando y teniendo en más los verificadores que los capitanes. Y luego comenzaron a dividir entre los populares las rentas públicas de la ciudad, con las cuales se solían pagar y sustentar la gente de guerra, marineros y remadores: de a donde después vino que estando los Griegos en ocio, el nombre de los Macedonios, que antes era bajo y casi incógnito, comenzó a levantarse y el rey Filipo que había estado tres años de rehén en la ciudad de Tebas, enseñando e instruyendo con las virtudes de Epaminondas y de los descendientes y sucesores de Pelópidas puso el señorío e imperio de los Lacedemonios como jugo de servidumbre sobre las cervices de Grecia y de Asia.