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Encanto mustio, frío encanto versallesco |
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En este parque antiguo —¡que tanto se parece, |
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del budoir... Empañado cristal de las arañas... |
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por su abono y paz al jardín de mi vida!— |
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Del celeste plafond, donde se admira un fresco |
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el pájaro que canta, la flor que se estremece |
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de Mignar, cuelgan aúreos hilos de telarañas... |
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nos hablan dulcemente de una edad extinguida. |
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Pende, ya desdorado, de la pared desnuda |
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Sobre todo hay un sitio —donde un Eros de piedra |
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el espejo que viera el mohín de Madama, |
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dispara eternamente sus flechas diamantinas— |
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mientras algún abate decía un epigrama |
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en que huelen a carne las hojas de la yedra |
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casi mordiendo el raso de su oreja menuda... |
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y se ven dulces nombres en las viejas encinas... |
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El elegante osario del lindo tiempo ido, |
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Y, a la anémica luz del crepúsculo lila, |
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hoy parece la estancia de esfumados aromas, |
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se yerguen vagas formas de una época lejana... |
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donde es tal el silencio que se escucha el ruido |
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¡Y la blanca teoría fantástica desfila |
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que hacen, al taladrar los muebles, las carcomas... |
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como el ceremonioso ritmo de una pavana! |
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Revisión del 22:34 8 ene 2011
Encanto mustio, frío encanto versallesco
del budoir... Empañado cristal de las arañas...
Del celeste plafond, donde se admira un fresco
de Mignar, cuelgan aúreos hilos de telarañas...
Pende, ya desdorado, de la pared desnuda
el espejo que viera el mohín de Madama,
mientras algún abate decía un epigrama
casi mordiendo el raso de su oreja menuda...
El elegante osario del lindo tiempo ido,
hoy parece la estancia de esfumados aromas,
donde es tal el silencio que se escucha el ruido
que hacen, al taladrar los muebles, las carcomas...