Exposición del Libro de Job/Capítulo 10 exposición
Decía Job en el fin del pasado, que alzase su mano Dios y que hablaría, porque no alzándola Él, por una parte, el dolor presente, y por otra, el miedo del que le venía, le turbaban el juicio y la lengua; mas, como decíamos, creció el dolor tanto en este punto, y el despecho con él, que soltando la lengua comenzó a hablar sin respeto de lo que antes temía.
Y ansí dijo:
1. Enfadada mi alma de mi vida, dejaré sobre mí mi querella, hablaré en amargura de mi alma. Que es como si dijera, mas yo, ¿qué temo?; aborrecida la vida tengo, hablaré, y venga el mal que viniere. Enfadada mi alma de mi vida, esto es, enojada, o como es la fuerza de la palabra original, metida en pleito y en contienda con ella. Porque su alma, esto es, su razón y deseo, juzga y apetece que se acabe la vida, y la vida no quiere acabarse; el apetito tiene por bueno el morir, y la vida rehuye la muerte; desea en parte el crecimiento del mal porque fenezca más presto, y la vida teme el nuevo dolor, y con miedo dél quiere poner freno a la lengua; mas en esta contienda vence el enojo al miedo, y el enfado al temor, y determínase de hablar sin respectos. Y dice: Dejaré sobre mí mi querella, hablaré en amargura de mí, esto es, querellarme quiero con libertad; venga sobre mí lo que viniere, hablaré de mí, aunque me amargue.
Y pónelo en obra luego, y añade:
2. Y diré al Señor, no me condenes; hazme saber por qué barajas conmigo. Diré, dice, y dícelo; y lo que dice a Dios es que no le condene, entiende sin hacerle primero cargo y sin oírle. Y por eso añade, fazme saber por qué barajas conmigo. Barajar es contender con enojo, y mostrábase enojado Dios contra Job en los azotes que contra él descargaba; y aunque no le hablaba, con las obras al parecer le reñía, y en cierta manera parecía condenarle y no oírle. Y ansí en pedirle que no le condene, le dice que no haga con él lo que hace, y que si le castiga como a malo, le muestre primero su mal y le convenza; porque lo demás tiene apariencia de violencia, cosa ajena de Dios.
Por do dice:
3. ¿Si bueno a Ti que me oprimas, que repruebes trabajo de tus palmas y sobre consejo de malos resplandezas? Si bueno a Ti, esto es, ¿por ventura es cosa que os está bien, o que dice bien con la verdad que de vuestra justicia y bondad se pregona?
Que me oprimas. No dice que me castigues, que el castigo de los malos muy bien dice con Dios y con su justicia, mas dice que me oprimas; porque el oprimir, y la palabra original a quien responde, dice una violencia poderosa y sin ley, que no admite razón ni derecho, y que lo huella todo y queda sobre ello como señora absoluta. Pues esto dice ser de Dios ajeno, ansí ello como lo que de ello se sigue y él luego declara, que son estas dos cosas: una, que deshace sin causa su obra y lo mismo que Él hizo; otra, que favorece en ello la opinión de los malos.
Y vemos la fuerza de ambas, cómo nacen de la primera y cómo son ajenas de Dios. Y cuanto a lo primero, Dios no oprime a nadie en esta manera, ni se guía en cosa ninguna por antojo, porque su voluntad es la rectitud misma. Mas si fuese ansí, que oprimiese a alguno por antojo y sin propósito, sería deshacerle sin causa, y por la misma razón sería destruir lo que hizo sin tener por qué, y sería dar mala cuenta de su obra, y haría una cosa muy vana; en lo cual se encontraría, por una parte, con su providencia, que endereza a buen fin todas las cosas, y, por otra, con su bondad infinita, que de contino está dando de sí ser y vida a las mismas. Porque ¿quién, que muy desbaratado no sea, hace y deshace sin orden?
Y en lo segundo que dice del favor que toman de su azote los malos, no siendo manifiesta su culpa, está claro que cuando el tenido por bueno es tratado con aspereza, los malos juzgan mal de la virtud, y se afirman en lo que siempre tienen asentado en su pecho, que el ser bueno es negocio de burla; y no creen que paga su culpa, sino que, por ser tonto, en ser virtuoso padece, y ellos mismos le abonan y se hacen de su inocencia testigos, porque cuanto más buenos pareciere, tanto más se averigüe que el serlo es inútil, que es su parecer y juicio.
Y por esto pide Job a Dios que pues le castiga, haga manifiesta la causa que él no sabe, y a Dios no puede escondérsele, y que saque a luz sus pecados ansí como sus azotes son públicos, para que a lo menos los malos conozcan, y que el vicio es padre de los desastres; y por el mismo caso no se contenten de sí mismos, ni tengan por acertada su elección y consejo, que es condenar el de Dios con gran menoscabo de la honra que se le debe. El cual menoscabo sentía Job más que su azote proprio, porque traía a Dios en su alma. Porque es como natural a los justos en las cosas que les suceden, si alguna de ellas redunda o puede redundar en injuria de Dios, o en que sientan de Él no como deben los hombres, sentirlo más que su trabajo mismo por intolerable que sea.
Vese esto cuando en el monte, airado Dios por la idolatría del pueblo, decía a Moisén que le destruiría si le dejase, y Moisén le suplicó que no lo hiciese, por lo que tocaba a su honra; en que se conoce que no miró tanto al daño del pueblo, ni a la muerte de sus deudos y amigos, ni a la calamidad de tanta gente miserable como en el conocía, cuanto a lo que podrían pensar de Dios los enemigos suyos, y los que de lejos lo mirasen, diciendo que fue poderoso Dios para sacarlos de Egipto, y no lo fue para ponerlos en la posesión de su tierra, y que por encubrir su flaqueza, para quitarles la vida buscó achaques de enojo, y esto sólo se le puso a aquel sancto delante. Pues ansí Job aquí siente mucho que se favorezcan los malos de su azote, para desestimar la virtud y sentir de Dios menos bien: y desea y pide, por lo que la honra divina padece, que o alce el azote, o le publique a él por culpado, si lo es, y lo ignora.
Y dice que resplandece sobre Él consejo de malos, para decir que le favorece y saca de toda deuda, según la propriedad de esta lengua en la cual el favor de Dios se nombra con palabras de luz, y su disfavor con escuridad y tinieblas, tomándolo de lo que acontece en los hombres, en quien el que favorece a otro se le descubre y demuestra y se pone a su lado, y el que su favor niega, se encubre y asconde. Dice David en el Psalmo: Haz resplandecer tu rostro sobre nosotros, pidiendo a Dios su favor. Y en otra parte: El resplandor de su rostro los salvó. Mas vamos a lo que después de esto se sigue.
Dice:
4. ¿Si ojos de carne a Ti, y si ves como es el ver de los hombres? Como pedía a Dios que le hiciese cargo de sus maldades por los respectos que he dicho, dícele agora que luego y sin más dilación puede hacerlo, pues todo le es manifiesto. Que en los hombres, al cargo antecede la pesquisa y la información o vista que se hace primero, porque sin ella los jueces no tienen noticia, y ansí han menester tiempo los hombres; mas en Dios no es ansí, porque ni es como ellos, ni conoce como ellos conocen. Y del conocimiento dice: ¿Si ojos de carne a Ti?; y declárase con lo que añade: ¿y si ves como es el ver de los hombres?, en que, preguntando, niega y, como dudando, afirma, que ni ve ni conoce como los hombres conocen.
Y cuanto al ser por la misma manera:
5. ¿Si como días de hombres tus días, si tus años como años de varón?, y pone luego por qué lo dice, añadiendo:
6. ¿Que pesquises mi maldad e inquieras mi pecado? Como si dijese: ¿Eres por ventura hombre, o conoces como los hombres conocen, que te sean necesarios para venir en noticia de mis culpas los dichos y deposiciones ajenas, haciendo inquisición y pesquisa? Mas pues por Ti lo sabes todo, dime, Señor, ¿por qué te detienes? Manifiéstame que soy pecador, si lo soy.
Pero dice:
7. Con saber Tú que no he hecho maldad, y no hay quien de tu mano me desafierre. Que es decir, mas por demás es pedir que me acuses, que me hagas cargo, que publiques mis males, que por Ti sin que los pesquises los conoces, porque bien sabes que no los hay, y ansí excusada cosa es pedir que me culpes. Inocente soy, mas si tu voluntad no lo acaba contigo, ninguno será poderoso para que alces de mí tu mano, ni para que mitigues tu azote.
Prosigue:
8. Tus manos me figuraron, y me ficieron del todo y a la redonda, ¿y desfacerme has? Porque nombró la mano airada de Dios y dijo que no era para desaferrarle de ella poderoso ninguno, acuérdase que esa misma mano le hizo, y acuérdase que le fue piadosa la que se le muestra cruel agora, y dadora de vida y de bienes la que pone agora en él dolores y males; y ansí saca de ello razón nueva con que persuade a Dios que dél se apiade. Porque dice, pues esa misma mano, Señor, que tan aferrado me tiene agora para herirme, fue la que me figuró y formó con artificio y cuidado sumo.
Y dice figuró con significación de particular atención y diligencia, cual es la que pone el que pinta, no en lo que rasguña, sino en lo que figura. Que aún se declara más en lo que añade: y me ficieron a la redonda, o como el original dice, del todo; que es decir: pues me heciste con tanto cuidado, ¿cómo agora me deshacen de balde?
Y aún dice, ¿y desfacerme has?, como espantándose de cosas que tan mal se responden, como son hacer con diligencia y deshacer eso mismo sin causa, amar y desamar en un punto; con que, como dije, persuade a Dios de nuevo que se ablande y mitigue, porque no es bien que haga Él lo que entre sí se compadece tan mal. Y porque esta razón es de mucha fuerza, porque estriba en el querer de Dios, no mudable, y en la condición del verdadero amor, que es constante, insiste más en ella Job y particulariza el amor que le mostró, y los bienes que en él puso, criándole.
Y dice:
9. Miémbrate agora que como lodo me feciste, y al polvo me harás tornar. En que no dice tanto que le hizo de barro cuanto que le hizo como de barro, esto es, como se obra y labra el barro, que es materia blanda y que el arte no resiste y que la forma el artífice como quiere; que todo demuestra ser obra de Dios el hombre, hecho no como las demás, sino como otra ninguna, con atención y diligencia grandísima, obra en que puso sus manos y la formó con sus dedos y figuró parte por parte, como el que labra en barro, forma y perfecciona con estudio y curiosidad los vasos que hace.
Y ansí en el libro de la Creación Moisén mostró bien esta diferencia, porque en la obra de las demás criaturas, como allí dice, no puso Dios más de su voz y mandado, diciendo, hágase la luz, y luego fue hecha; mas en la compostura del hombre puso Él mismo las manos, porque escribe de Él ansí: Y fabricó Dios al hombre de lo puro de la tierra, e inspiró en él espíritu de vida. Adonde lo que digo fabricó, en el original es la palabra propria de la obra del que labra en el barro, para que por ella entendamos el cuidado y la diligencia curiosa con que hizo esta obra. Y porque dijo barro, acuérdase que ha de tornar a la tierra, y diviértese a ello.
Y torna luego y añade:
10. ¿Por ventura no me vaciaste como leche y me cuajaste como queso?, que pertenece a la manera como el cuerpo se engendra. Y dícelo para mostrar la particular providencia de que Dios usa ansí en la cualidad de la materia como en la manera como se figura en el vientre.
Y prosigue:
11. De cuero y carne me vestiste y con huesos y nervios me compusiste. El original dice y con huesos y nervios me cubijaste, porque el cuerpo, a quien los huesos y nervios componen, cubre al alma de quien habla, y de quien luego dice:
12. Vida y merced hiciste conmigo, y tu providencia guardó mi espíritu. Vida es el alma, que es fuente de vida, y merced llama a los dones que pone Dios en ella, y el bien que le inspira; y lo que dice, y tu providencia guardó mi espíritu, se entiende de ambas maneras: o guardando el alma para que no peque, o conservando la vida y aliento del cuerpo para que no muera. Que es sin duda argumento de providencia grandísima, una vida tan flaca como la humana es, en cuerpo quebradizo y tan débil, entre tantas ocasiones para quebrarse, como se ofrecen todos los días y horas, perseverar por tantos años entera.
Más dice:
13. Esto guardas en tu corazón, supe que esto contigo. Que porque le dijo que se acordase de cómo le crió y de las mercedes que le hizo criándole, dícele agora que se acuerde de todo esto y que él sabe que se acuerda muy bien; y que si, al parecer, le trata como a cosa aborrecida y no suya, en la verdad de su memoria está escrito que es suyo.
Pero con todo esto dice que no pierde el enojo que con él tiene, y que aunque sabe y ve que es hechura suya, se ha con él como si fuera obra de algún su enemigo; y dice que, cuando pecado hubiera, se debiera ya desenojar, según es mucho lo que ha padecido y padece.
Y por eso dice:
14. Si pequé, guárdasmelo, y de mi delicto no me limpias. Si pequé, dice, esto es, en caso que hubiera pecado, con lo que paso pudieras estar ya satisfecho, mas guárdasmelo, esto es, ninguna pena mía hace mella en tu enojo, ni cuanto mal padezco me limpia en tus ojos de culpa, que tienes guardada y entera ansí en la memoria como en la severidad y continuación del castigo sin pausa. Y ansí, como quiera que me pregone, no hallo remedio; que ni la inocencia me libra de padecer esta pena, ni la que padezco, por más que es, me limpia de culpa.
Y como luego se sigue:
15. Si malvado fui, ¡guay de mí!, y si me justifiqué, no levantaré cabeza; harto de afrenta, mira mi aflicción. Que es decir, si he sido malo, no te satisfaces con cuanto mal sufro; e si justo soy y inocente, no me vale para no ser azotado. Opreso estoy, ni la pena me purga, ni la inocencia alza en mí la cabeza. Harto, dice, estoy de afrenta; que ansí llama la miseria en que estaba por el desprecio en que le tenía puesto, y por la sospecha que en él ponía de culpa. Mira mi aflicción, o como otra letra dice, y de ver mi aflicción.
Mas creciendo en Job con esta consideración el dolor, imaginando cómo todos los caminos del remedio le estaban tomados, que ni si es malo le limpiaba del castigo ni si era bueno le valía para no ser azotado, con ansia de que crezca su pena y sus dolores se multipliquen, porque creciendo le acaben, y acabándole ellos también se fenezcan, dice de esta manera:
16. Y multiplíquense; como león vinieses a mí, y revolvieses y maravilloso fueses en mí, que es decir: Y ¡ojalá se multiplicase y creciese más este mal que padezco, y ojalá tú, Señor, vinieses a mí como león hambriento para acabarme, de manera que hicieses maravilla y espanto!
Dice, como león vinieses a mí, y revolvieses, que se entiende de dos maneras; o que viniese sobre él una y muchas veces hasta acabarle, o imitando la imagen del león cuando prende, que tiene la presa en las uñas, y vuelve el rostro y los ojos fieros a si hay quien la quite, esa misma braveza desea. Y a esto responde lo que luego añade, y fueses maravilloso en mí, que quiere decir espantoso, como el león lo es cuando despedaza la presa.
Y prosigue en el mismo propósito:
17. Renovases tus testigos contra mí, y se acrecentase tu saña conmigo, o como otra letra dice, mudanzas y ejército conmigo. Testigos de Dios llama las llagas que tenía y los dolores que padecía, que lo eran de la saña de Dios para con él; y también los llama ansí para declarar su grandeza, que con ella testificaban ser Dios el autor de un tan fiero azote.
Y dice, mudanzas y ejército conmigo, y tómalo de lo que en los asaltos de los lugares en la guerra se usa; adonde, para esforzar el combate, los sanos suceden a los heridos, y a los cansados los que no han peleado mudándose: y desea, por la misma forma, que sus males sin cesar le combatan y que sucedan como en el ejército unos a otros, y a los cansados otros de refresco y mayores, para que entren el fuerte más presto, esto es, para que más presto lo deshagan y acaben.
Y como diciendo esto crecía en desear la muerte y en tener en odio la vida, vase por el hilo de los afectos, y en significación de este odio dice lo que se sigue:
18. ¿Y por qué me sacaste del vientre? Expirara, y ojo no me viera. Y en la misma razón:
19. Como si nunca fuera, hubiera sido del vientre llevado a la sepultura. Que la graveza de los trabajos presentes criaba aborrecimiento de todo lo que era vivir en el pecho sancto de Job; que como la vida era el sujeto de los dolores, no tenía por bueno ni aun su primero principio; a lo menos deseaba que se acabara en llegando, y que se encontraran el salir a luz y el entrar luego en la huesa.
Y, dicho esto, muda el afecto y calla el dolor, y habla el amor de sí mismo, diciendo:
20. ¿Por ventura no son pocos mis días? Cesa y afloja de mí, y plañiré un poco. En que ruega a Dios se aplaque ya y alce su azote, y le alega para inducirle a ello una nueva razón. Porque dice: ¿Por aventura no son pocos mis días?, que es decir: pues mi vida es breve, y lo que della falta es muy poco, pues, Señor, hazme gracia de esto poco que queda, y déjame siquiera en este fin respirar, para morir con juicio libre, doliéndome de mí y conociéndote a Ti. Porque los dolores intensos llevan a sí los sentidos, sin dejarlos libres para tratar de otras cosas.
Y esto es el plañir un poco que la letra latina dice, porque la original en lugar de plañir tiene confortar y esforzar; en que pide aquel poco de espacio para tomar fuerza y volver sobre sí antes que fenezca la vida, según lo que añade.
21. Antes que ande, y no vuelva a tierra de tiniebla y sombra de muerte. Que es antes que camine a la muerte, camino sin vuelta; porque a esta manera de vida nunca vuelve el que muere, y a otra ninguna no puede volver por sus fuerzas. Y antes, dice, que vaya a tierra de tinieblas y sombra de muerte; que ansí nombra la región de sus muertos, conviene a saber, la sepultura y el limbo.
Y repite lo mismo casi para mover más el afecto, y dice:
22. Tierra de miseria y tinieblas, sombra de muerte, y no orden, sino horror sempiterno, que todas son cualidades de la sepultura y de los lugares tristes que he dicho. Aunque otra letra dice de esta manera: Tierra de escuridad como tiniebla, tiniebla, y no órdenes, esclarece como tiniebla; que es decir, tierra donde dura la noche siempre, y adonde a una tiniebla se sucede otra tiniebla luego, que eso es tiniebla, tiniebla; y no como en esta región adonde hay órdenes, esto es, veces de escuridad y de luz, y adonde la noche camina para la mañana, y se esclarece lo escuro y lo tenebroso se aclara.