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Exposición del Libro de Job/Capítulo 16 exposición

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1. Y respondió Job, y dijo. Cansado de oír tantas veces unas mismas razones, díceles agora Job que se holgara estuvieran ellos en su lugar, para consolarlos él y mostrarles la manera como se consuelan los afligidos. Y de allí, volviendo sobre su desventura, cuenta con encarecidas palabras lo mucho que padece y cuán sin culpa lo padece.

Y dice:

2. Oído he como ésas muchas; consoladores de tormentos todos vosotros. Quien dice ésas o ése, y no nombra con su nombre lo que demuestra, como en nuestro castellano, ansí también en la lengua original de este libro, hace significación algunas veces de enfado y desprecio. Y por no dar a la cosa de que se habla el mal nombre que, o ella merece o a nosotros nos parece debérsele, señalamos ansí y nos quedamos como en el camino, yendo a nombrarlas, detenidos de alguna razón de respecto, y lo que no decimos con la palabra, demostramos con el meneo y desgaire del rostro, y la boca dice ésas, y calla, y el desgaire habla por ella; y los que lo ven, entienden que dice ésas como si dijésemos o impertinencias o necedades, y ansí se usa en este lugar.

Porque es muy justa la razón que tiene Job para mostrarse enfadado; que demás de ser despiadada manera, a un afligido, en lugar de condolerse con él, denostarle, aun en razón de disputa, era disparate lo que decían y tornaban a decir tantas veces, sin jamás llegar al propósito. Porque, aunque era verdad decir que Dios en esta vida azota severamente los malos, pero no estaba allí el punto de esta disputa, sino en probar que siempre les acontecía a los malos ansí: y, por el contrario, los buenos vivían siempre en vida abundante y sin ningún revés de fortuna, que era lo que Job para su defensa negaba, y lo que no sabían ni podían probar sus amigos.

Antes como acontece a aquellos que esgrimen, si acaso en ellos crece el enojo y les desfallece el brazo y el arte, que, sin guardar tiempo ni orden, tiran y redoblan golpes a ciegas, ansí hacen éstos, que, encendidos con la disputa y cegándose con la tema y enojo, ni veían lo proprio de su propósito, por estar ciegos, ni podían contenerse de hablar sin propósito, por estar enojados y corajosos. Y de esto nació en ellos tanto hablar y tan poco acertar, y el pecar en lo mismo siempre y volver siempre a lo mismo.

Y de aquí nacieron estas que Job llama ésas, quiere decir, impertinencias varias, muchas y repetidas, y de ellas el enfado de Job con sus amigos; porque les dice consoladores de tormento todos vosotros.

Y luego:

3. ¿Tendrán fin palabras de viento?, ¿o con qué confirmaréis cuanto habláis? Llama palabras de viento lo que decían y repetían aquéstos, y llámalas ansí con grande razón, porque iban todas fuera del intento propuesto, y se divertían a cosas que, concedidas, no concluían en manera alguna lo que se pretendía.

Y esto llamamos bien hablar en el aire, cuando ni tiene fundamento ni es a propósito todo cuanto se habla. Tales, pues, eran éstos por dos razones: una, porque siendo su oficio consolar a Job afligido, se ponían a fatigarle y afligirle de nuevo, acusándole y poniéndole culpas; otra, porque cuando fuera tiempo de tratar con él de ellas, era impertinencia cuanto decían.

Y según esto añade: ¿con qué confirmaréis cuanto habláis? Que es decirles más claro que no estribaba su razón en cosa que verdadera fuese; o sin duda ninguna era decirles que con cuanto decían, no podían probar ser verdadero lo que probar deseaban acerca de su culpa y pecado; que esto llama cuanto habláis, porque toda su habla la enderezaban a aqueste fin y probanza.

Y dice:

4. También yo como vosotros hablaré: ¡y ojalá estuviese vuestra alma en lugar de la mía! Aplicara sobre vosotros mis palabras, y moviera sobre vosotros mi cabeza. Como diciéndoles que lo que ellos hablaban, esto es, lo que alegaban y en lo que se extendían para convencerle de culpa, también lo platicaría él si quisiese. Porque, como al principio dijimos, con sólo decir que era justo Dios, y con sólo extenderse en alabar su sabiduría y grandeza, les parecía que Job, pues estaba azotado, quedaba convencido de malo.

Y lo primero era verdad, y lo segundo no lo era ni se seguía de lo primero; y ansí dice bien, que hablara como ellos, esto es, que supiera decir de la justicia y saber de Dios lo que ellos han dicho. Y aun dice que usara mejor que ellos de aqueste saber, porque no concluyera tan mal, ni de ser justo Dios hiciera argumento para condenar a ninguno; y a ellos mismos, si estuvieran en su lugar y padecieran lo que padece, no los acusara de pecado, aunque sabe y conoce tan bien como ellos que es justo Dios por manera infinita. Antes dice, yo os mostrara por la obra entonces cómo debe ser tratado quien es afligido y padece; que no me pusiera a disputar si pecábades, sino a condolerme de lo que padecíades; y del dolor ajeno hiciera proprio y sintiera lo que sentíades y ajustárame con vuestra fortuna. Y eso es lo que dice, aplicara sobre vosotros mis palabras, esto es, hablara conforme a lo que pedía vuestra miseria, y midiera mis palabras con ella, y cuanto dijera fuera a propósito de aliviaros la pena.

Y moviera sobre vosotros cabeza mía; que es el gesto de los que se conduelen y lloran con otros, menear la cabeza encogiéndose. Y ansí, dice que con razones y con meneos los consolara, esto es, por todos los caminos posibles; porque dos son los principales para mitigar el dolor: o la razón que les disminuye a los afligidos la causa, o el sentir que tienen quien se conduela; que lo primero disminuye la pena en cuanto deshace la causa de ella, y lo segundo repártela con otros, y ansí queda menos.

Prosigue:

5. Fortaleciéraos con mi boca, y movimientos de mis labios atajaran vuestro dolor. Fortaleciéraos, dice, y no os reprendiera; os animara, y no os acusara; buscara razones que disminuyeran vuestro sentir, y no argumentos que sacaran a luz vuestra culpa. Porque, a la verdad, cuando uno está afligido y azotado, no es tiempo de avisarle, sino de consolarle, y el reprendelle entonces es castigarle más, y el convencerle de culpa sin ella es traerle a desesperación; y en caso que la tuviese, pues la paga, no cabe en razón el darle en cara con ella, ni el tratar de ella en manera ninguna. Demás de que el dolor agudo y presente no deja el juicio libre para atender a otra cosa; y ansí en presencia suya no hay lugar de disputa, cuya conclusión para el que padece es amarga y desabrida. Que como al cuerpo enfermo aplicarle nuevas causas de mal sería crueldad señalada, ansí al ánimo dolido en ese mismo tiempo, cuando se congoja y se duele y cuando la pena le está presente, hacerle presente la culpa es añadirle congoja nueva, que, en quien lo hace, arguye o falta de saber o de amor verdadero.

Todas las cosas tienen su tiempo, como dice el sabio, y el del padecer pide el consuelo. Y porque esto se hace en dos maneras, o fortificando el ánimo paciente, o eso mismo que se padece disminuyéndolo, Job dice que, si le tocara a él el consolar y a sus amigos el padecer, no sólo no hiciera lo que hacen con él, ni sólo no los reprendiera, mas hiciera lo que ellos hacer debían, y los consolara por la mejor vía que le fuera posible; porque se ingeniara a añadirles fortaleza en el ánimo, y a cortar los nervios y deshacer las fuerzas de lo que les causaba dolor y a atajarle los mineros del todo.

Y añade:

6. Si hablare, no se ataja mi dolor; si cesare, no se partirá de mí. Yo, dice, me hubiera con vosotros en la forma que digo; mas agora a mí y en la manera que conmigo os habéis, ni el hablar me vale, ni el oíros me remedia; porque el hablar es responder a vuestras impertinentes calumnias, que no ataja, sino acrecienta el enojo; y el callar es oíros, que es otro mayor enojo. De arte que, según buena cuenta, estos amigos de Job, en lugar de consolarle, no solamente le causaban tormento, mas le privaban de la ocasión de consuelo; porque, si callaran y le dejaran solo, él se conhortara en alguna manera consigo, o callando o hablando; buscara razones que le fortificaran, y ocupárase en ellas; hablara lo que su dolor le pedía, y desahogara el dolor.

Mas agora, al revés, con su importuna disputa no le dejan ni pensar ni hablar lo que le fuera de alivio: cuando calla, los ha de oír, y cuando habla, habla para su respuesta, y ansí ni calla ni habla para su descanso, como pudiera, sino para indignación y nuevo enojo.

Y ansí añade bien:

7. Cierto, agora afligióme, y asolaste toda mi congregación. Sant Hierónimo entiende que habla aquí Job con el dolor, de quien dice que le aflige por todas partes. Mas también lo podemos enderezar a Dios, a quien dice que en esto mismo que agora dice y con sus amigos padece ve claramente cómo le aflige del todo; pues este pequeño resquicio que para su consuelo tener podía, la meditación de lo que le podía esforzar, se le cierra y quita, obligándole a respuestas y demandas tan molestas. Y lo que es más dolor, le quita este bien por medio de esos mismos que venían a dársele, convirtiéndole en pena lo que vino a traerle consuelo, y sacando de sus amigos su daño. Y por eso dice que le ha asolado su congregación; porque ha hecho que la mujer y la familia y los amigos no sólo le falten, que fuera mal pasadero, sin que le atormenten por todas maneras, siéndole estorbo para su alivio y añadiéndole tormento de nuevo, cortando las causas de consuelo y acrecentando las de dolor y pena; que es sin duda asolamiento perfecto, adonde no sólo no queda rastro de lo pasado, mas se pone todo de figura contraria y diferente.

Añade:

8. Heciste rugas en mí; testigo es, y contra mí se levanta falsario en mi cara responderá. Lo que decimos falsario en el original significa lo que desdice de lo que es; y ansí unas veces quiere decir mentira o mentiroso, y otras flaco y magro, por lo tal no responde a lo que ha de ser, y es menos de lo que ser debe. Por donde otros traducen este verso de esta manera: Magrez mía en mi cara responderá. Pues porque había dicho arriba que Dios le asoló toda su congregación, en que entendió no solamente a toda su familia y amigos, los cuales todos o le faltaban o se le volvían contrarios, sino también su cuerpo y sus miembros, como Sant Hierónimo entiende, que traslada y dice y asolaste todos mis artejos (porque a la verdad lo de que el hombre consiste, es una congregación y ayuntamiento de muchas cosas y muy diferentes que se allegan en uno), pues porque había dicho no tener cosa sana en su cuerpo, que no sólo estaba herido en los bienes de fortuna, sino también en los de naturaleza; no sólo en los de fuera, sino en los interiores y suyos; no sólo en la mujer, en los hijos, en la familia y amigos, sino en el alma y en el cuerpo y en cada una de sus partes y miembros, y finalmente en toda su congregación, esto es, en toda la muchedumbre de cosas que por algún título le pertenecen y tocan; ansí que porque decía esto arriba, es conforme a ello lo que agora añade, porque es prueba de ello mismo, y es como si más claro dijese: No tengo parte ni miembro sano, y las arrugas de mi cara son fieles testigos de lo que padece mi cuerpo; y el que no lo creyere, míreme, que mi magrez le hará que me crea.

Y prosigue:

9. Ira suya recogió con amenazas; escupió, regañó contra mí con sus dientes, mi enemigo aguzó sus ojos en mí. En que para mayor encarecimiento de lo que padece, representa por hermosa manera el enojo que con él Dios tiene, y juntamente confirma más lo que antes decía; porque Dios es quien le azota, y ansí cuando mostrare a Dios mas enojado, tanto manifiesta más la gravedad de su azote; que la grandeza del efecto por la grandeza de la causa se muestra.

Pues dice que, si no tiene cosa sana, si está asolado del todo, si los suyos y los ajenos le faltan, si la carne está consumida y el cuero seco y los huesos podridos y las entrañas lastimadas y los sentidos turbados y el alma atormentada y confusa, verán que es ansí, y que es menos de lo que pasa lo que dice, si miran a quien lo hace y la disposición de su ánimo porque Dios, autor de aqueste castigo, arde en enojo contra él. Y figura un enojado, y píntale con maravillosa viveza; porque quien mucho se enoja, lo primero recoge la ira en sí, y advertiendo y allegando las causas de enojo, pone leña a la cólera que bien encendida, bulle luego con amenazas, y regaña los dientes y aguza los ojos y los enclava en el que padece, y casi le traspasa con ellos y le turba y le espanta.

Y eso mismo dice de Dios agora, porque dice: Ira suya recogió, esto es, Dios allegó y ayuntó en su pecho su ira toda; o como otros entienden, la ira de Dios me recogió a mí, esto es, me asió y trabó con sus uñas.

Con amenazas dice, esto es, asióme amenazándome, que es muy natural a los muy airados hacer y decir juntamente, herir y amenazar en un mismo tiempo.

Añade, y escupió, regañó contra mí con sus dientes, porque la ira, como les embravece el corazón, ansí también les pone fiera la cara y les hace crujir los dientes, y la misma obra del herir, ejecutada con ira, les saca el enojo afuera por los ojos y por la boca y por toda la figura del rostro con semblantes y meneos terribles.

Y no paró, dice, en solas demostraciones fieras esta su furia, sino, como añade:

10. Extendió sobre mí sus bocas con afrenta, hirieron en maxila mía, y juntamente contra mí se hartaron. Bien dice extender y sus bocas, para mostrar que su mal no es un bocado solo, ni un bocado pequeño; antes tan grandes bocados y tantos, que parecen haber sido necesarias muchas bocas y muy abiertas. Porque un bocado, y grandísimo, fue en la reputación y en la honra, que se la tragó y quitó casi del todo, dejándole en opinión de grandísimo hipócrita, y por eso dice que con afrenta le hirió en la mejilla, y otro bocado fue en la hacienda, tan grande que no le quejó cosa ninguna; y otro en la salud por la misma manera; y otro en la familia y amigos, que los llevó todos; y por causa de aquestos bocados dice que juntamente contra él se hartaron, esto es, que mordieron en todo lo que tenía aquellas bocas abiertas, y que no mordieron llevando parte y dejando parte, sino llevándolo y comiéndolo todo.

Y eso significa en decir que se hartaron, porque comieron hasta hartar, sin dejar cosa ninguna. Y también en llamar bocas a la boca; y a la boca abierta en llamarla extendida sigue Job el efecto común de los que caen en las manos de algún enemigo bravo que los hiere y maltrata, que el pavor y asombramiento les acrecienta en la vista aquello mismo que los espanta, y todo se les demuestra mayor.

Prosigue:

11. Encerrado me entregó Dios al falso, y en las manos de los malvados me entregó. Falso y malvado llama al demonio y a sus ministros, los sabeos y los caldeos, ejecutores de este mal que padece. Y dice que le encerró Dios, o que le dio encerrado y aprisionado a los malos, para mostrar que ni le dejó lugar de defensa ni camino de huida.

Y llama al demonio con razón falso y malvado porque, allende de lo general, en este su caso fue malvado y muy falso: falso porque pensó y habló diferente de la verdad que pasaba, afirmando que la virtud de Job era virtud mercenaria; malvado, porque sus malas entrañas y el odio mortal con los hombres le pusieron en que hablase y pensase de esta manera.

Añade:

12. En paz estaba y desmenuzóme; asióme por la cerviz y arrojóme quebrantado; púsome a sí como blanco. Es mayor el mal no pensado, y la calamidad junta a la felicidad aflige más el sentido; y a Job le sucede ansí; y él lo dice aquí para demostrar más su miseria.

En paz, dice, estaba, y desmenuzóme; que en decir paz, dice no solamente descuido del mal que le venía cercano, sino descanso y riqueza y bienandanza de estado, porque paz, en la propiedad de esta lengua, dice todos los bienes; porque, a la verdad, todo lo que es bien hace paz, y el bien que falta hace guerra, porque inquieta con su deseo.

Añade: Asióme por la cerviz, y arrojóme quebrantado, y púsome a sí como blanco; en que declara su trabajo más por dos comparaciones secretas. La presa de la cerviz es la mayor presa, porque el que prende coge allí todos los nervios, que son los medios por donde el cuerpo se mueve, los cuales nacen del celebro y se juntan en la cerviz y por ella descienden y se reparten al cuerpo: y ansí, cuando de allí le prenden, apenas puede moverse el animal preso, y pierde el sentido y la fuerza.

Pues dice, como un sabueso cuando ase de la cerviz algún gozque, y dándole dos vueltas, con furia le arroja en alto y quebranta; y como quien ata uno al palo, y le pone a sus saetas por blanco, ansí Dios me prendió de la cerviz y me arrojó, y ansí me tiene por terrero en que descarga sus golpes. Y dice que ansí le prendió por la cerviz, para mostrar que no en veces ni poco a poco, sino como de una vez y de un golpe y juntamente le privó de sus bienes y fuerzas; y para mostrar que, antes que se advirtiese, se vio preso, y antes que pudiese menear en su defensa la mano, se vio arrojado y deshecho.

Ansí que la semejanza de la cerviz es para declarar la presteza del mal que le vino y lo súbito dél, que no pudo ni apercibirse ni defenderse; y el estar como blanco, es para demostrar la muchedumbre de sus males, que el blanco no se pone para un tiro solo, sino para muchos tiros. Y aún dice en ello otra cosa, que, como el blanco no es para más de ser herido, y éste sólo es su oficio, ansí le parece a Job que no sirve ya sino de sujeto de males y de materia en que las miserias todas prueben sus fuerzas, y de terrero puesto a la crueldad de mil tiros.

Y ansí prosigue esta semejanza, y añade:

13. Cercáronme sus saetas; traspasóme los lomos, y no perdonó; derramó por la tierra hiel mía. Y no fui blanco, dice, para una saeta, sino para muchas saetas, que me cercaron y se hincaron por todas partes en mí, que estoy como erizo.

Y llama saetas a sus dolores agudos, ansí los del cuerpo como los del pensamiento que le enclavaban el alma. Y dice que le traspasó los lomos, y no perdonó, y que le derramó la hiel por el suelo, o porque los lomos por figura significan en estas letras toda la fortaleza del hombre, ansí la interior como la que se descubre de fuera, el pensamiento, el discurso del ingenio, la fortaleza de la voluntad, el vigor de la carne y del cuerpo, y en todo puso saetas Dios y lastimosas heridas; o porque entre otros fue proprio accidente de la enfermedad corporal que tenía, el dolor agudo de los lomos y el contino flujo de vientre en humor corrosivo y colérico.

Prosigue:

14. Quebrantóme con quebranto sobre quebranto, corrió contra mí como valiente barragán. Hay quebrantar una cosa, y hay molerla: el quebrantar se hace con un golpe, y el molerla añadiendo golpes a golpes. Pues usa de esta semejanza también para nuevo encarecimiento de su fuerte ventura; y dice que no es quebrado solamente, sino molido y deshecho; no es herido con un golpe solo, sino desmenuzado con muchos golpes que vinieron sobre él casi súbito y como juntos, y luego unos en pos de otros, como en el capítulo primero se dijo.

Y lo que añade, que corrió Dios contra él como valiente barragán, hace significación de lo mismo, de su poca defensa y de la mucha pujanza de su contrario, y de lo que a esto se sigue, que es el destrozo grandísimo que en él hizo, y dícelo por semejanza de los que en la guerra pelean y se encuentran con los muy aventajados en fuerzas.

Dice más:

15. Cilicio cosí sobre mi cuero, y cargué de polvo mi cabeza. Ha dicho el mal que Dios puso en él; dice agora las demostraciones de ello que él ha puesto en sí mismo; que todo ello encarece más su desgracia, porque todo es parte de ella: el ser miserable uno y el parecerlo, el traer el alma afligida y el andar con el cuerpo enlutado, pues dice que se vistió de cilicio y que cubrió con polvo su cabeza, que era el hábito de los afligidos y miserables.

Y dice más:

16. Mis faces se enlodaron con el lloro, y sobre mis pestañas sombra de muerte; que es otra demostración de la pena que su alma sentía, y más cierta que la pasada; porque el lloro mana del corazón, que se derrite en lágrimas cuando está triste. Y vese que la aflicción era mucha, pues era el llanto tan grande que le ensuciaba la cara y le cegaba los ojos; que eso es cuando dice mis faces se enlodaron con lloro, porque el agua de las lágrimas que le bañaban el rostro, y el polvo que sobre ello caía, se convertía en lodo en las mejillas.

Y ni más ni menos lo que añade de sobre sus pestañas sombra de muerte, es decir, que del llorar le nacían tinieblas en los ojos, que suelen cegar con el lloro; porque lo negro y lo tenebroso y lo que es noche y escuro es muy vecino a la muerte, en que se escurece y envuelve en tinieblas la vida.

Dice:

17. Por no violencia de mis manos, y oración mía limpia. Esto es lo postrero del encarecimiento; porque, aunque consuela el testimonio de la consciencia, por otra parte ver uno que le condenan y le castigan sin culpa es grande ocasión de enojo y de despecho; que, al fin, la culpa llama a la pena, y convida a sufrir el mal que viene, el conocer ser justo que venga.

Y ansí dice Job de esta manera: Todo lo que he referido padezco, y si hubiera pecado o si mereciere un castigo semejante, fuera necesaria medicina, y pasara; mas no me acusa la consciencia, ni de hecho ni de pecho, que aquesto merezca, sino es que por ser bueno merezca ser castigado.

Por no violencia de mis manos, dice, como diciendo, y si los que oís el proceso de mis penas deseáis saber las ocasiones y las causas de ellas, no sé qué deciros, sino que he vivido inocente; que nunca puse las manos con violencia ni en la persona, ni en la honra, ni en la hacienda ajena; a ninguno agravié ni hice injusticia.

Y dice: y mi oración limpia, para responder calladamente a los pensamientos de sus amigos, que le notan de hipócrita, y de que siendo malo hacía significaciones de bueno con apariencias de religión y oración; que si lo fuera, fuera pecado gravísimo y que Dios aborrece mucho, presentarse a Dios religioso y tener el ánimo muy alejado de Dios; mostrarse por defuera siervo suyo, y aborrecerlo en el pecho; gotear las manos sangre inocente, y alzarlas a Él como limpias.

Que es lo que dice Esaías: Cuando tendiéredes a Mí vuestras manos, volveré a otra parte mis ojos, y por más que multipliquéis oraciones, no os tengo de oír, porque vuestras manos están llenas de sangre.

Prosigue:

18. Tierra, no cubras mi sangre, ni haya lugar a mi clamor. No se contenta con afirmarse inocente, sino confírmalo y prueba ser ansí por una de dos maneras: o maldiciéndose si no es ansí como dice, o alegando testigos de que es verdad lo que dice. Porque este verso se puede llevar a ambos sentidos; o que diga, si no es ansí, muera yo y la tierra no cubra mi cuerpo y sea manjar de las fieras y, cuando me viere oprimido y llamare, nadie me oiga; o de otra manera -y es a mi juicio mejor- bien sabe la tierra que es verdad lo que digo, a ella le pido, si no es ansí, que hable y que descubra mis malos hechos. Y tiene su fuerza esta razón en que todo lo bueno y lo malo, por secreto que sea, tiene por testigo a la tierra donde se hace; de donde nace lo que se dice en manera de antiguo proverbio, del concierto que con el cielo tiene hecho la tierra, de no encubrirle ninguna cosa.

Pues dice ansí Job: Cumpla su palabra la tierra, y si he hecho lo que no debo, dígalo a voces al cielo, y no haya lugar en ella adonde mi maldad pueda ser ascondida. Tierra, dice, no cubras mi sangre, esto es, la sangre ajena que he vertido yo, si vertido la he, o los males y violencias que he hecho. Porque sangre, en estas letras, significa todo aquello en que se mezcla violencia e injuria, como se ve en David, en Esaías, en Oseas y en otros lugares.

Y dice no hay lugar a mi clamor, esto es, no des lugar en ti ni haya desierto tan apartado, ni cueva tan secreta ni abismo tan hondo, adonde mi clamor se encubra. Y llama clamor suyo, no lo que él vocea, sino lo que alguno, si ha sido agraviado de él, se querella y se queja. Y verdaderamente llama clamor, según el estilo de esta Escritura, a todo pecado grande y injurioso y violento, y que él mismo, por razón de su enorme gravedad o fealdad, está pidiendo venganza.

Y dice más:

19. Aun agora en los cielos testigo mío, y Sabidor en las alturas. No sólo la tierra, dice, puede ser buen testigo; mas es lo cierto y más abonado testigo el que en el cielo vive; Él es gran Sabidor de mi pureza y inocencia. Aun agora en el cielo testigo mío, como si dijese: Y agora entre todo el mal que padezco, cuando parece que me aborrece y me condena todo, cuando a vuestro juicio Dios con su castigo me declara por malo y culpado, pues agora ahí donde está sabe bien la verdad, y, si hablase, sé yo bien que hablaría por mí.

Mi testigo, dice, en el cielo, que es prueba de ser verdadero el testimonio, porque en el cielo mora la verdad, ansí como en la tierra el engaño; dende el cielo se atalaya todo y se ve; en el suelo se desaparece y encubre; es el cielo asiento de luz, y la tierra de noche y tinieblas: y ansí en el cielo está el autor y el saber, y en la tierra el sospechar y el errar.

Y conforme a esto añade:

20. Palabreros amigos míos, a Dios llora el mi ojo. Como si más claro dijera, hablaréis como os pluguiere vosotros, y juzgaréis como se os antojare de mí; poco curo ni hago caso de vuestros juicios y dichos; a Dios me vuelvo y a Él mismo, que es mi Sabidor y testigo.

A Dios, dice, llora mi ojo, esto es, mi cuenta toda es con Dios; a Él presento mi alma, al mismo llamo por testigo de mi inocencia, a Él suspiro y lloro pidiéndole ayuda.

Más dice:

21. Y argüirá varón con Dios, como hijo de hombre con su compañero, como diciendo: Y pensaréis vosotros de haberos con Dios en la manera que conmigo os habéis, y como os parece que me concluís con vuestras razones sofísticas, ansí persuadiréis a Dios con las mismas, y como me argüís de culpado, ansí delante de Dios probaréis que lo soy.

Mas estáis mal engañados, porque como dice:

22. Que años de cuenta vendrán., y senda no tornaré que andaré; esto es, porque, sin defenderme, vendrá día en que Dios me defienda. Porque yo me acabaré y no tornaré, esto es, faltaré a mi defensa muriendo, y no hablaré sobre ella jamás; pero vendrán años de cuenta, esto es, aunque yo no hable, hablará mi inocencia, porque aunque calle, puesto en silencio su muerte, la inocencia tiene su lengua y su vida. Los mismos hablan, y el tiempo con sus vueltas al fin trae a luz la verdad. Yo no volveré; mas años de cuenta vendrán, adonde el Juez, que engañar no se puede, estrechará vuestra cuenta y testificará mi inocencia.

O pueden declararse de otra manera aquestos dos versos postreros, diciendo: Y argüirá varón con Dios, y como hijo de hombre con su compañero; esto es, ¡ojalá pudiese yo hablar con Dios agora, como puedo razonar con vosotros! Que porque dijo que a Dios lloraban sus ojos, que fue decir que suspiraba a Él y lloraba por ayuda y socorro, y porque diciendo esto, se le ofreció, que aunque le miraba no le vía, y aunque razonaba con Él no le respondía palabra, consiguientemente desea poder hablar con Él en la manera que con sus compañeros hablaba.

Mas viendo que esto era excusado, ofreciósele que sus días se acababan presto y él moriría con este deseo. Y ansí dijo: Mas años de cuenta vendrán, y yo senda no tornaré, que andaré; esto es, mas mis días breves se acabarán, y yo iré para no volver mi camino. Que años de cuenta llama años contados y breves y que tienen su cierto término, y que se acaban en breve.