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Exposición del Libro de Job/Capítulo 29 exposición

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1. Y añadió Job, y comenzando su razón, dijo. Satisfecho Job de haber mostrado lo poco que sus amigos sabían, y cuán lejos, en lo que tocaba a él, andaban de la verdad, en este capítulo y en los dos que se siguen declara muy a la larga su adversidad y inocencia. Su inocencia en el postrero, y su adversidad en los primeros dos, diciendo en éste lo que fue, y en el que se le sigue lo que es al presente. Porque el haber sido feliz y venir a ser miserable, hace que sea y que se sienta por mayor cualquier desventura. Que como el poeta griego dice:

Al hombre que dichoso un tiempo ha sido,
la mudanza es dolor, que el siempre hollado
con el uso del mal pierde el sentido.

Pues dice:

2. ¿Quién me dará como meses antiguos; como días en que Dios me guardaba? Entra deseando tornar a ser lo que fue, para con este principio referir por menudo su pasada prosperidad. Y en decir: ¿Quién me dará? muestra, no sólo su deseo, sino también la imposibilidad, o a lo menos la dificultad de lo que desea; porque en la manera de hablar de esta lengua, el preguntar ansí es hacer dificultoso lo que se pregunta. Como días en que Dios me guardaba: Ansí se decía en el capítulo primero que Dios tenía cercado a Job a la redonda para no ser ofendido. Y ansimismo de aquí se entiende que en no incurrir la vida y suerte del hombre en desastres continos es particular guarda y providencia de Dios, porque según son muchos y diferentes, y entre sí contrarias las cosas que en esta vida concurren, maravilla grande es que no hieran y lisien al que continamente anda entre ellas.

Y como sería cosa de providencia particular el que anduviese metido entre muchos que peleasen entre sí mismos con obstinación y coraje, y entre muchas espadas y muchas piedras que de la una parte a la otra volasen, no salir descalabrado de la reyerta, ansí pasar un hombre entre el alboroto y pelea universal de esta vida sin recibir golpes de desastres continos, guarda es de Dios y particular vela suya.

Y es, como añade:

3. Cuando hacía resplandecer su luz sobre mi cabeza, andaba a su luz en tinieblas. Porque la luz de Dios y su resplandor, en estas Letras, no dice guía solamente, sino también defensa y ayuda y sucesos muy prósperos, como en el psalmo 12 y 26, y en otras partes parece. Con la cual ayuda el hombre anda entre el peligro seguro y cierto y sin miedo en medio de la noche escurísima, por llevar su defensa y su guía consigo mismo. Pues desea tornar a ser cual era en los meses pasados, y a que Dios, como entonces hacía, le defienda y prospere.

O, como vuelve a decir, desea tornar a ser:

4. Como en días de mi mancebía, cuando Dios estaba en el secreto sobre mi tienda; esto es, ser viejo tan próspero y tan favorecido de Dios como cuando fue mozo. Que es argumento de extraordinario dolor en la vejez, cuando pide la edad más descanso, faltar el que en la mocedad se tuvo, y venir vejez trabajosa después de mocedad descansada. Como en días de mi mocedad.

Lo que decimos mocedad, en el original es al pie de la letra reprensión o palabra afrentosa, y aplícase a la mancebía y niñez, porque no solamente está sujeta a la reprensión y castigo, mas le conviene que la reprendan y afrenten.

Dice más:

5. Cuando aún estaba el Abastado, conmigo, y me cercaban mis sirvientes. Repite en diversas maneras una misma sentencia, y a su prosperidad pasada unas veces llama guarda de Dios, otras lumbre suya sobre su cabeza, otras asistencia en su secreto, otras familiar compañía, para demostrar que nuestro bien no solamente nace de Dios, sino que para hacerle nos asiste en diversas maneras: apartándonos de las ocasiones y tropiezos de fuera, y en eso es guarda; alumbrando lo interior del sentido, en que es luz resplandeciente sobre nuestra cabeza; derramando gracia por la sostancia de la alma, en que es morador del secreto de nuestra tienda; haciéndonos presencia de sí para remedio de esta soledad y destierro, y entonces se dirá bien que estaba el Abastado conmigo, como aquí dice. Porque ciertamente entonces está abastada el alma y libre de toda mengua, entonces es reina, entonces es esposa, entonces es amiga dulcísima, y entonces es señora de todo y emperatriz sobre sí, más alta mucho que el cielo, de donde con desprecio mira el suelo sujeto a sus pies.

Mas veamos lo de adelante:

6. Cuando bañaba mis plantas en manteca, y la piedra me derramaba arroyos de aceite. Dice de sus riquezas y comienza por la manteca y aceite, y declara por manera de encarecimiento su copia; que la manteca era como agua y aun las piedras le daban aceite; y por la manteca entiende el ganado, y por el aceite todas las plantas de fruto.

Dice más:

7. Cuando salía a la puerta sobre ciudad, y en la plaza me ponían cadira. Dijo de las riquezas; dice agora de la autoridad que tenía, que es de la prosperidad la mejor parte. Pues demuestra haber sido tan estimado que en los lugares del juzgado, cuando iba a ellos, le ponían luego silla, o por decir mejor, su silla y su asiento era el más eminente. Cuando salía a la puerta sobre ciudad, esto es, a la puerta que está a la entrada y como al principio de la ciudad, porque antiguamente la plaza estaba junto a ella, y en la plaza el consistorio y lugar de juicio, porque los de fuera que venían a contratar o a pedir justicia no se mezclasen por lo secreto del pueblo. Y ansí, en diciendo la puerta, añade luego la plaza, porque la puerta y la plaza estaban, como decimos, juntas.

Dice:

8. Víanme mozos, y ascondíanse, y ancianos estaban en pie. Engrandece su autoridad por sus accidentes; que el asconderse los mozos y el recibirle los ancianos en pie es cosa que se hace por reverencia.

Y ni más ni menos lo que se sigue:

9. Príncipes detenían sus hablas, y ponían mano sobre sus bocas; esto es, callaban hablando yo, y estábanme atentos.

Y ansimismo lo que dice:

10. Su voz el capitán ascondía, y su lengua al paladar se pegaba. Como si dijese: ni resollar osaban delante de mí ni los más principales, que eso significan estas figuras de asconder la voz y de pegar a sus paladares sus lenguas.

11. Oído que me oía me llamaba dichoso, y ojo que me vía atestiguaba por mí. No sólo, dice, me recibían con reverencia, y no sólo me oían con grande atención, mas aprobaban con admiración lo que hablaba, y los que me oían y vían me bendecían. Ojo, dice, que me vía atestiguaba por mí; esto es, confirmaba con su meneo y movimiento mi habla; que en lo que nos aplace, en testimonio de que nos aplace, con los ojos solemos dar señas.

Y añade:

12. Porque libré a pobre que voceaba, y a huérfano desamparado de ayuda. Porque ha dicho que por su autoridad le ponían asiento en el juzgado, y le daban el juzgar de los pleitos, y le oían cuando hablaba y sentenciaba con atención y silencio, y le bendecían después; dice agora la razón por que después de haberle oído le bendecían, que es porque libraba con su sentencia al pobre que voceaba, esto es, que el estar agraviado le hacía dar voces al cielo; y al huérfano desamparado de ayuda, esto es, porque enderezaba siempre su razón al desagravio de los pobres y al favor de los que poco podían. En que demuestra, si tenía mucha autoridad con el pueblo, no lo haber alcanzado por cohecho ni por ingenio y lisonja, ni con las demás artes malas de la ambición, sino con rectitud hermanada con piedad y clemencia. Porque, a la verdad, en muchos caminos por donde los hombres vienen a ser preciados y muy estimados de todos, ninguno es más cierto que el de la piadosa justicia; porque no hay quien no admire y reverencie lo justo, aun esos mismos que viven mal, y que destierran de sí la rectitud y justicia, dondequiera que la vean la adoran y estiman. Y ansí Job era estimado mucho, no solamente por ser rico, que también dan su autoridad las riquezas, ni solamente por ser bien razonado, que es también de estimar la elocuencia, sino principalmente por ser justo y amparador de lo justo.

Y lo que se sigue, esto es:

13. Bendición de pereciente venía sobre mí, y hacía que corazón de viuda cantase. O pertenece a la virtud de la limosna y largueza, diciendo que acudía a los necesitados, y ansí le bendecían, y ni más ni menos sustentando y favoreciendo las viudas, las hinchía de alegría el corazón, que salía a la boca con demostraciones de contento y de gozo; o pertenece a la administración de la justicia de que hablaba, y que como dijo haber librado al pobre que voceaba, diga agora que ese mismo pobre que pereciera, si no le librara él, le bendecía. Y porque dijo que libró al huérfano desamparado de ayuda, diga agora que a la viuda, que es una manera de orfandad, le hinchía de cantares la boca, con la alegría de verse por él socorrida.

Y con ambos sentidos conforma bien lo que luego se sigue:

14. Justicia vestía, y vestíame como capa y como mitra el juicio. Porque justicia, en la lengua de la Sagrada Escritura, es limosna muchas veces, como en Sant Mateo y en otros parece. Pues dice que su arreo y su vestido de fiesta y los aderezos de su cuerpo preciosos eran, o digamos la limosna o la administración de la justicia recta, y el amparar con lo uno y lo otro a todo lo falto de amparo.

Y ansí añade:

15. Ojos fui al ciego, y pies yo para el zopo; y

16. Padre yo a pobres, y baraja que no entendía estudiaba. En que declara, no sólo haber favorecido algún necesitado de favor, sino haber sido general amparo de todos los que tenían necesidad alguna; no sólo haberlo hecho alguna vez, sino haberlo tenido de costumbre y como por oficio proprio y suyo, como lo es del padre acudir a los hijos, y de los ojos y de los pies servir cada uno en su obra.

Y ansí dice que estudiaba, o como el original dice investigaba con diligencia las causas de los desamparados, para entender mejor y defender su justicia. Y como la entendía, la ponía por obra.

Y por eso dice:

17. Y quebrantaba a malvado las muelas, y hacía que de sus dientes soltase la presa. Habla del hombre como de un león o de otro animal carnicero, por semejanza y metáfora.

Dice más:

18. Y decíame: En mi nido expiraré, y multiplicaré como paloma los días.

19. Mi raíz descubierta a las aguas, en mi mies hará asiento el rocío.

20. Gloria mía siempre nueva conmigo, y mi arco en mi mano será renovado. Esto es, y ser mi oficio éste, juntamente con la disposición de mi ánimo y con el testimonio de mi consciencia, criaban en mí esperanza cierta de vivir y morir en paz y sin revés de fortuna. Y decíame, esto es, y prometíame a mí, expiraré en mi nido, esto es, en mi casa, y mi descanso llegará hasta el día postrero. Y multiplicaré mis días como paloma, o como arena, según otra letra, esto es, viviré largos años. Porque a la piedad y al bien hacer promete en sus Letras Dios larga vida.

Mi raíz descubierta a las aguas, repítese la palabra, y decíame. Mi raíz estará siempre bañada en agua, que es decir, siempre estaré florido y verde, gozando de fortuna próspera. Que habla de sí como de un árbol plantado cerca de la agua, que es semejanza con que suele declarar Dios la bienandanza del justo, como en el psalmo 1, do dice: Y será como árbol plantado junto a las corrientes de las aguas, que dará su fructo a su tiempo, y su hoja no descaece. Y lo mismo es en mi mies hará asiento el rocío, que es decir, no me faltará el favor y rocío del cielo. Gloria mía siempre nueva conmigo; esto es, mi prosperidad y la estima en que estoy, y el descanso mío y la reputación acerca de todos estará siempre en pie, como está lo nuevo y flamante; que lo que se envejece viene a menos y camina a la muerte. Y lo mismo dice del arco suyo, que será renovado en su mano, y entiende por el arco el poder, el mando, el imperio. Porque el arco era como insignia de los que mandaban y lo traían los reyes consigo, como de la historia de los reyes se entiende.

Esto, pues, se decía y prometía Job en su prosperidad, y refiérelo agora con un sentimiento de lástima y como infiriendo, aunque lo calla, porque el dolor se lo ahoga en el pecho; ansí que infiriendo, mas ¡cómo mi esperanza se engañó! ¡Cuán al revés de lo que pensé me sucede! Y decíame, y sin duda se decía muy bien, y ansí le sucedió todo después, aunque no se lo prometía el estado presente.

Mas no es tan cierto el salir cada día por el Oriente el sol, cuanto es tener buen fin y próspera y larga vida los que sirven a la piedad, y los bienhechores de los pobres, y amparadores de los que poco pueden, y justos generalmente con todos; porque no consiente el Señor que muera afligido quien fue general socorro de las aflicciones ajenas, ni que oprima el desastre al que los desastres ajenos tuvo por suyos, ni que sea poderosa la violencia injusta contra quien se opuso a ella siempre por librar a sus prójimos. Que mide Dios como medimos, y perdona como perdonamos, y nos socorre en la manera y las entrañas que nos ve socorrer. Con la medida, dice, que midiéredes os tornarán a medir. Y de la piedad dice Sant Pablo que tiene promesa de esta vida y de la otra.

Pero vamos más adelante:

21. Oíanme y esperaban, y callaban atentos a mi consejo. Torna a proseguir la reputación en que tenido era, y dice agora su opinión para con todos de sabio, bien contraria de la que estos sus amigos tenían de él al presente, y por eso lo dice.

Y añade:

22. En pos mi palabra no replicaban, y destilaba sobre ellos mi fabla.

23. Esperábanme como a lluvia, su boca abrían como a agua tardía; que todas son propriedades de los muy repulidos en prudencia y saber. Ansí los oyen, así reciben lo que dicen, ansí los oyentes ponen en los oídos sus palabras: Destilaba, dice, sobre ellos mi fabla. Es semejanza de cuando llueve, como en lo que añade luego parece, y úsase en esta Escritura para significar lo que se habla con elocuencia y es oído con atención y deseo. Como Moisés en su cántico: Conviértase en lluvia mi doctrina, y corra como rocío mi palabra, como lluvia sobre la yerba. Que como en el caer de la lluvia el agua viene de alto, y la tierra que la recibe está en lugar inferior, y como cae menuda y mucha, y por esta causa cala y empreña la tierra, y como el suelo seco la recibe de gana, y, si se tarda, en cierta manera la pide; ansí al que razona concertada y provechosamente, los oyentes como inferiores y sujetos le oyen, y con la copia de sus palabras escogidas y bien puestas cae en sus oídos de ellos, y de los oídos pasa al alma, y cría en ella juicios y voluntades, y movimientos buenos y sanctos, y óyenle con sed y con gusto, y apetecen oírle si calla, y cuando calla le piden y demandan que hable. Y esto le acontecía a Job, como dice.

Y también lo que añade:

24. Reíame a ellos, y no lo creían, y luz de mis faces no caía en la tierra. Tanto era, dice, el respecto que me tenían y el caso que hacían de mí y lo que preciaban que los mirase, que, si lo hacía, apenas lo podían creer, y criaba en ellos el contento excesivo, y nunca por verme alegre me perdieron respeto; que eso es decir que la luz de sus faces no caía en la tierra, o como dice el original a la letra, la luz de mis faces no desechaban.

Añade y concluye:

25. Si caminaba a ellos, me sentaba en cabeza, y sentado como rey en ejército, consolaba a los tristes llorosos. O como el original a la letra: Elegía su camino de ellos, y me sentaba en cabeza, como rey en ejército, como quien a llorosos consuela. En que dice la honra que en particular le hacían sus conciudadanos, cuando se metía en conversación con ellos, o los visitaba en sus casas, que le ponían en cabecera y le rodeaban como a rey, y estaban colgados de su boca como suelen los hombres afligidos del que les está consolando.