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Exposición del Libro de Job/Capítulo 4 exposición

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1. Y respondió Elifaz el temanés, y dijo. Como rompió el silencio Job y habló, de allí sus amigos tomaron también licencia para hablar; porque hasta entonces su silencio de él los tenía mudos a ellos, y viendo que callaba y que padecía, entendían que hablarle era acrecentarle tormento; mas agora, hablando Job, abrióles la boca para que ellos hablasen. Y aunque al nombre de amigos y al oficio de consoladores, ya que hablaban, convenía hablar consolándole, hiciéronlo todo al revés, o por su ceguedad o por orden de Dios, para que fuese ésta la última prueba de quién era Job, pues no lo consolaron, antes le lastimaron más con sus pláticas, persuadiéndole que sus muchos pecados le tenían ansí. Porque les pareció que, para hacerle paciente, era buen medio que se tuviese por gran pecador; que en un ánimo bueno y por otra parte muy afligido es negocio insufrible. Y engañáronse en esto, o como hombres de no buen juicio y de menos experiencia de los trabajos, creyendo que para inducirle a paciencia era aquéste el camino, como agora decía, o tomando ocasión de lo que Job razonó, o de todo o de parte de ello, o ciertamente de lo que ellos de estas quejas para sí presumían. Porque lo uno, el quejarse tan agramente, como no les dolía a ellos lo que a Job le dolía, parecíales ramo de poca paciencia; y lo otro, decir él en lo último que vivió sobresaltado siempre, y por la misma razón que tuvo en su vida y obras grande recato y que se hubo pacíficamente con todos, no dando ni a Dios causa de enojo para que le castigase, ni a los hombres de enemistad para que le persiguiesen, entendieron que era poner nota de injusto en Dios; y arguyeron que Job, afirmándose por inocente a sí, condenaba a Dios por culpado, y tuviéronlo por negocio blasfemo; y ansí, con celo de la honra de Dios, más bueno que discreto, movidos, salieron a la causa por él.

Y porque si hablaran juntos no se entendieran, tomó Elifaz el uno de ellos la mano, y escuchándole los otros habló en nombre de todos ansí.

2. ¿Por ventura si tentáremos hablarte, cansarás, y detener palabras quién podrá? Dice el original a la letra: Si acaso tiento palabra a ti, cansarás; que es decir que está en duda y que teme que cualquier palabra que le toque al oído, y cualquier cosa que se le diga, le ha de dar enojo; mas que no le es posible callar. Que es una manera de entrada para decir lo que quiere, llena de disimulación y arte; que por una parte muestra dolerse de su trabajo y desear no acrecentárseles más, y por otro desculpa la necesidad que le fuerza; y con lo uno y lo otro procura calladamente atraer a sí la voluntad de Job y ganársela y hacer que le oiga con igualdad y atención, porque dice: Las cosas que se me ofrecen decirte y las cosas que tus trabajos y tus razones nos piden que te digamos, son de importancia grandísima y no se pueden callar; mas póneme encogimiento para hablar ese mesmo trabajo tuyo, que no consentirá que te hablen. O por decir verdad, no trata aquí Elifaz del hablar sencillamente, ni duda si recibirá enojo Job de que ellos le hablen, que antes en los males el corazón se desahoga hablando, sino trata del disputar y altercar y del meter a Job en contradicción y cuestión, estando rodeado de dolores con quien tenía cuestión y lucha contina. Y que esto sea ansí parece, lo primero, del hecho mismo, porque todo cuanto dijeron éstos no fue plática de consuelo, sino disputa de contradicción y amargura; y lo otro, de la fuerza de la palabra original, que lo que decimos tentar palabras es nisah, que es propriamente hacer prueba de las razones que se dicen y examinarlas altercando y arguyendo sobre ellas. Y ansí dice: Temo que el meterte en disputa agora y el examinar lo que has hecho te ha de ser enfadoso; pero ¿quién puede disimular lo que siente?, o ¿quién podrá no sacar a luz la verdad ni consentir que con sus palabras la cubras y cierres? Porque lo que traducimos: ¿Y detener palabras quién podrá?, el original nos da licencia a decir: ¿Y cerrar con palabras quién podrá?, esto es, ¿quién consentirá o podrá consentir que con palabras la verdad se escurezca y encierre? Ansí que dice: Si el disputar te fuere enojoso, el averiguar la verdad y el no consentir que nadie la encarcele y aprisione es sancto y honesto, y por la misma causa debido y necesario.

Y con esto comienza, y dice:

3. ¿Veis? Avisabas a muchos y manos flojas afirmabas.

4. Al caído levantaron tus palabras, y rodillas encorvadas esforzabas.

5. ¿Por qué agora vino a ti, y cansaste; tocó fasta ti, y fuiste turbado? Lóale sus buenos consejos y dice cuán eficaces siempre fueron, ansí para poner en orden en quien no la tenía, como para esforzar y animar al que padecía miseria. Y lóale ansí para dos fines: uno, para halagarle agora, porque le tiene después de herir; otro, para dar a su razón mayor fuerza; porque presupone que Job sufre impacientemente el mal que padece y que habla lo que no es razón, y quiérele con sus razones volver al camino; y siempre es la más eficaz la que se toma de lo que el otro confiesa.

Tú, dice, persuadías a paciencia los otros; justo fuera, pues, que la tuvieras tú agora, y que hablaras contigo mismo como con los otros hablaste y que te esforzaras a ti, pues ponías esfuerzo.

¿Veis?, dice. Esta palabra Veis, en la Sagrada Escriptura, unas veces hace significación de algo admirable y es señal de novedad y de espanto; y otras, de desprecio y de mofa, como en este lugar. Porque ofendido Elifaz de las palabras de Job, en cierta manera le desprecia, y con una risilla falsa y como torciendo los ojos a sus amigos y meneando hacia Job la cabeza. ¿Veis, dice, en lo que ha parado la sanctidad de este hombre? ¡Cuán diferente es el hacer del decir! ¡Qué gran aconsejador y qué ruin sufridor! ¡Qué gran médico para otros tú y cuan poco sabio para ti mismo! Fea cosa es ser los hombres necios para sí solos; que, a la verdad, aunque es ordinario los hombres ordenar mejor las cosas ajenas que las suyas proprias, y tener mejor seso para otros que para sí mismos; pero no obstante eso es cosa muy fea, y que arguye mucho nuestra gran poquedad y el exceso de nuestro amor, que nos ciega para no ver en nuestra casa lo que en las ajenas conocemos y vemos.

A muchos, dice, avisabas, que es decir, que tenía consejo Job para otros. Y manos flojas esforzabas; a los tristes y afligidos se les caen con el ánimo las manos también; que la naturaleza, por acudir al corazón que la congoja oprime, desampara lo de fuera, y ansí se cae como si estuviese sin alma. Y porque la tristeza obra esto en las manos, por eso las manos flojas significan la tristeza y el descaimiento del ánimo. Y lo mismo es lo que añade: Y caído levantaron tus palabras, y rodillas encorvadas esforzabas; que es, por lo que hace la pena del corazón en el cuerpo, declarar esa misma pena, pues dice: Habiendo sido tú hasta agora esfuerzo y consejo para otros, ¿por qué agora vino a ti y cansaste, tocó hasta ti y fuiste turbado? Cansaste; caíste con la carga afligido. Fuiste turbado; saliste de lo que pide la razón y buena orden.

6. De cierto tu temor, tu fortaleza, tu paciencia y perfección de tus carreras. Está falta aquesta razón y pide algo que se le añada, y conforme a ello será su sentencia. Y lo primero conviene advertir que donde decimos fortaleza, la palabra original ciselah, quiere decir confianza demasiada, y también necedad; porque de ordinario son demasiadamente confiados los necios, y la necedad no es otra cosa sino una gran confianza de sí, nacida de no conocerse a sí. Y ni más ni menos lo que decimos paciencia, en el original quiere también decir esperanza, de quien nace la paciencia, que no es otra cosa sino una larga esperanza. Esto presupuesto, si decimos: Tu temor, tu fortaleza, tu paciencia y perfección de tus carreras, habemos de añadir, era burlería sin duda, como por el hecho se ha visto. Parecías bueno, mas no lo eras. La experiencia ha mostrado que ni temías a Dios de verdad, ni eras fuerte ni sufrido como lo demostrabas, y que eran no sanctidades, sino sancterías las tuyas; que si hubieras sido bueno, fueras paciente agora.

O por otra razón: Que pues Dios te trata y te castiga, argumento cierto es que no le servías. Y conforme a esto segundo, las palabras de este verso se cumplirán bien en esta manera. Había dicho Elifaz: Tú que aconsejabas a otros y les ponías esfuerzo, no le has tenido cuando te fue menester. Dice agora: El caso es que si va a decir la verdad, nunca hubo en ti cosa que buena fuese, como se ve por lo que Dios te castiga. Y a esto se sigue bien lo que en el verso que viene dice: Miembra, ruégote, ¿qué limpio se perdió? Que es la razón por do se persuade que Job no fue bueno, porque le ve perdido y caído.

Pero si leemos en la otra manera: Tu temor, tu confianza; tu esperanza, la perfección de tus carreras, según algunos, añadiremos ansí: Tu temor era por tu confianza y por tu esperanza tu perfección de carreras. Que es decir que halla por su cuenta Elifaz que, si Job había sido bueno, lo había sido por interés y por el bien que recibía y esperaba de Dios; que, como le faltó lo desconoció luego y se volvió contra él, mostrando a la clara que su virtud pasada no fue virtud, sino interés y codicia. O en otra manera: Tu temor era tu necedad; tu esperanza, la perfección de tus carreras, diciendo: Verdaderamente tu temor, el que dices, dígole yo necedad y confianza vanísima; ni tuviste temor de Dios, ni recato en tus obras ni advertimiento de lo que podía venir, como dices, sino tuviste siempre una tonta seguridad nacida de corazón vano y de sí contento y muy lleno de sus esperanzas. Tu temor, tu vana confianza; esto es, tú dices que andabas temeroso; yo digo que anduviste siempre muy confiado y muy vano, creyendo más bien de ti que debías. Y es conforme a esto lo que los griegos traducen, porque dicen ansí: ¿Por ventura tu temor no fue poco saber, y tu esperanza, maldad de tu camino?

O podemos seguir esta forma, que diga Elifaz a Job que con razón andaba temeroso, como dice, siendo tan pecador. Como diciéndole: verdaderamente tu temor, el que dices, con razón le tenías; y no te venía de ser religioso, sino del mal testimonio de tu pecho. Y tu esperanza, esto es, el estar, como dices, aguardando siempre algún azote, nacía de que sabías bien la perfección de tu vida; que llama perfección de vida o de carreras, por disimulación y ironía, al vivir en pecado. Y en confirmación de esto, conviene a saber, que era Job pecador, añade lo que luego se sigue y dice:

7. Miembra agora, ¿quién limpio, y se perdió, y cuándo derecheros fueron cortados? Porque, dice, no puedes ya negar que eres malo, porque, si no lo fueras, no te azotara Dios como te azota. Porque dime alguno que, siendo justo, haya sido tratado como tú lo eres, o cortado y, destruido como tú.

Añade:

8. Como siempre vi a los que aran torceduras, y siembran desventura, segarlo. Esto es, como al revés yo veo, y tú ves y todos vemos, que el malo para siempre en mal, y que cual siembra tal siega, y que como son las obras de cada uno son los fructos que coge. Que es el principal asunto de estos amigos de Job insistir en que siempre son en esta vida los malos tratados mal, y los buenos bien; pretendiendo por ello que Job es malo, pues es ansí tratado, y que Dios es justo, pues da a cada uno lo que merecen sus obras; pareciéndoles que si en Job no ponen culpa, en Dios no hay justicia. Y ansí Elifaz estriba en esto, que al malo le sucede mal y al bueno bien, y diciéndolo y en la forma como lo dice, lo prueba con una semejanza secreta, como diciendo ansí: lo que es en la cultura del campo, eso mismo es lo que pasa en la vida; lo que el labrador siembra, eso mismo siega y coge después; y ni el que sembró cebada coge trigo, ni al revés, coge cebada si fue de trigo la sementera, porque todo acude a su natural. Y ansí los que siembran maldad, necesario es que sieguen desventura y sucesos malos; y esto, dice, les avendrá por más poderosos que sean.

Porque, como añade:

9. A resuello de Dios perecen, a espíritu de su nariz se consumen. Que es responder a lo que le pudieran decir, que algunos, aunque son muy malos, son por otra parte tan poderosos y tienen raíces tan firmes y su tiranía tan fundada, que no parece les puede llegar el desastre. Pues dice que es sin excepción esta regla, porque para contra el más poderoso basta un soplo de Dios; y ansí, en soplando él, perecen y con un bufido suyo se consumen; que espíritu de su nariz llaman lo que llaman bufar en castellano, que se hace con el enojo cuando enviamos con fuerza el aire por las narices.

Y razona de esta manera: Todo lo alto y todo lo poderoso, y todo lo que parece arraigado y fundado en los malos, no es arraigado ni fundado, sino flaco y movedizo; y ansí como a las cosas secas y sin peso el viento las levanta y esparce, ansí éstos son volados luego en volviéndoseles el aire de la fortuna, y al primer vientecillo contrario que Dios les envía. Que sus raíces, aunque lo parecen ser, no son hondas; ni su poder, siendo injusto, no es fuerte, sino débil y enfermo; y como fuera fortísimo, para contra Dios ninguno lo es por bravo que sea.

Y ansí dice luego:

10. Bramido de león, y voz de leona, y dientes de leoncillos son arrancados. Que es decir que Dios a los malos y tiranos, y aunque sean fieros más que leones, cuando quiere les quita el bramido y los dientes, esto es, el hacer y el decir las palabras y las obras, en las cuales dos cosas todo el poder consiste. Y llama con grande significación bramido a las palabras de los tiranos, porque cuanto dicen y mandan es altivez y soberbia, y espanto y asombramiento de los menores. Y a sus obras llámalas dientes, porque todas ellas se resumen en morder a los que poco pueden y en hacerlos pedazos, y porque de todo hacen presa. Y es también de advertir que, con haber muchas diferencias de mal y de malos, Elifaz, para decir que los destruye Dios, puso ejemplo solamente en los malos que son leones, esto es, en los que pecan con violencia y tiranía, que son males derechamente contra el bien común de los hombres. Porque, a la verdad, si para hacer cierta su regla fuera bastante un ejemplo, no podía traer ejemplo de ella más cierto, según lo que en este género continamente se ve. Que si con los demás disimula Dios aquí muchas veces; pero con los opresores de otros, y con los violentos que se usurpan el derecho, y con los que se apoderan de las comunidades, nunca o casi nunca aquí disimula, antes hace ejemplares castigos. Lo uno, porque este pecado no es uno, sino muchos pecados; que, lo primero, es soberbia desenfrenada y apetito de excelencia excesiva, que lleva a querer estar sobre todo. Lo otro es un género de competencia con Dios, que quiere, sin ser llamado por él, hacerse señor de los otros, habiendo reservado el hacer reyes Dios para sí. Lo tercero es avaricia, que, desenfrenada, usurpa las libertades y derechos ajenos. Lo cuarto es codicia de demasiados y vituperables deleites, que se procura hacer señora de las leyes para que ninguna la ponga freno. Lo quinto es defensa y honra de muchos pecadores y malos, de quien de fuerza se ha de valer el tirano. Lo sexto y gravísimo es persecución de la virtud, y de todo el buen valor y grandeza, y es estropicio para los flacos que desean ser buenos, que al fin se sujetan a la lisonja y al vicio, y se hace a lo que les parece que vale. Por donde en el Psalmo David decía: No dejará Dios la vara de los pecadores sobre la suerte de los que son justos, porque no extiendan a la maldad los buenos sus manos. Ansí que no dilata Dios el castigo de aqueste mal, porque no es un mal solo, sino un amontonamiento de casi todos los males. Y aun también acelera el castigo en esta maldad, porque le dan prisa los gemidos que continamente suben a sus orejas, de muchos a quien estos oprimen, los cuales hacen fuerza en las entrañas piadosas de Dios. Que si la piedad infinita de su condición da espera a los malos, y en una cierta manera le detiene y le ata las manos, esa misma, en este caso que digo, le despierta y da prisa para que les envíe su azote.

Porque ¿cómo se compadece que quien tiene piedad de los malos, se olvide de los buenos cuando están oprimidos? O ¿cómo puede ser que quien se lastima de enviar dolores sobre los enemigos de la virtud, sufra con paciencia que sus amigos y siervos sean azotados y afligidos por ellos? Y ansí es que de ordinario no dilata el castigo de los semejantes, ni consiente que su tiranía no lo pague a la fin, antes comúnmente sus remates son desastrados. Y no solamente allá donde todo se juzga ansí como debe, mas en esta vida también, y en los ojos de todos hace Dios justicias ejemplares de esta maldad, y vuelve públicamente por el bien público, a quien éstos persiguen.

Y éste es el quitar la voz al león y el desdentar los leones que Elifaz aquí dice. Y es verdad que, aunque en el parecer habla en general, porque, como habemos dicho, acontece esto generalmente, mas en el su intento secreto todo lo endereza a sólo Job, a quien por figura llama león, y leona a su mujer, y a sus hijos, sobre quien la casa se hundió, leoncillos; dando con disimulación a entender que era tirano Job, y que se mantenía de sudores ajenos, y que sus muchas riquezas, las que hasta allí poseía, no habían sido bendiciones de Dios, como pensaban, sino despojos de muchos pobres, como Dios lo mostraba azotándole.

Y en el mismo propósito añade:

11. Tigre perece sin presa, y hijos de tigre se esparcen. Lo que decimos tigre, podemos decir león también, porque la palabra es una misma con la de arriba. Y aunque dice Tigre perece sin presa y no más, hase de entender según lo que ha dicho, esto es, que Dios quita al tigre la presa, y hace que los hijos del tigre se esparzan, que se sigue de lo primero; porque no teniendo presa los padres, los hijos de ellos, a quien los padres con sus presas mantienen, acosados de la necesidad, salen ellos a buscar su comida, y ansí se esparcen y pierden. Y lo que decimos presa propriamente, según el original, es lo que en castellano llamamos gobierno y sustento. Y ansí se entiende de aquí que Dios quita a los violentos no solamente lo injusto que prenden, sino también lo necesario de que se mantienen y sustentan; y que en pago de que con maneras injustas y haciendo pobres a muchos quisieron vivir en abundancia superflua, los trae Dios a necesidad extrema, que comienza en ellos y se extiende por sus hijos y nietos, para que, durando más, sea más advertido el castigo, y para que, cuanto la pena se conociere más por los hombres, tanto la justicia de Dios quede más abonada y más libre.

De manera que Elifaz, por todo lo dicho, concluye que Job, aunque antes de agora fue tenido por justo, en el hecho de la verdad era gran pecador; y que su hecho fue tiranía disimulada con apariencias honestas; y que la prueba dello era su mismo suceso, porque, como dijo, tal coge cada uno cual siembra; y pues él cogía castigo, argumento era que había sembrado maldad.

Y con esto procede a otro nuevo argumento, y prueba lo mismo por diferente razón, que funda en una revelación que refiere, de donde arguye que es malo Job. Porque le revelaron que Dios es tan justo, que ninguna culpa de ninguna criatura, por más alta que sea, ni deja de conocerla ni pasa sin castigarla. De donde colige que, aunque Job no se conozca por malo, está obligado a tenerse por tal en los ojos de Dios, que en las criaturas espirituales, de cuya naturaleza es más apartado el pecar, hallan faltas, cuánto más en los hombres a quien, por ser de lodo es proprio el ser deleznables.

Y dice de esta manera:

12. Y a mí palabra como a hurtadillas, y tomó mi oreja poquito de ella. Dice: y aun a mí mismo fue revelada una cosa, que ella sola convence bien mi propósito, y que es Dios justo y tú pecador. Y pone luego la manera como le fue revelada, contando sus circunstancias; porque, como dice, fue de noche y entre dormir y velar, que acontece a algunos Profetas. Y dice ansí: Y a mí palabra, conviene a saber, me fue dicha, como a hurto. Porque las cosas grandes y que exceden lo natural de los hombres, cuando Dios se las dice, óyenlas conforme a su pequeña disposición, y ansí les parece que a malas penas las oyen, tanto ansí por la mucha brevedad con que se les dice (que sin tiempo y en un abrir de ojo y con un rayo de luz súbita comprende largas razones Dios muchas veces) cuanto porque se las dice en lo muy hondo y secreto del alma, alejadísimo de todo lo que es potencia y sentido. Y esto llama a hurto Elifaz aquí, por su brevedad y secreto, y porque lo que ansí se oye, como no cae en el sentido, viene con dificultad a la lengua y se puede mal declarar. Por eso dice: Y tomó mi oreja poquito dello. Mi oreja, esto es, mi sentido, porque lo oyó a hurto y de paso. Dice: En pensamiento de visiones de noche, en caer adormecimiento sobre varones. Lo que decimos pensamientos, según la palabra original, no diremos mal en castellano espeluzamientos; y lo que decimos adormecimiento, es no cualquier sueño, sino profundo y pesado cual es la pesadilla que ansí se nombra. De arte que el tiempo cuando le fue revelado fue de noche, y en lo más hondo y escuro de ella, cuando las tinieblas espesas y la soledad que nace del silencio de todo, causan horror en el ánimo, y cuando todo lo que se ve o se imagina ver, como no se devisa, hace asombramiento que espeluza el cabello; y cuando el humor melancólico que, escalentado con el sueño y esforzado con el alejamiento del sol, se mueve en el cuerpo, y con los humos que envía, apretando el corazón y ennegreciendo la imaginación y sentido, cría sueños pesados y horribles. Que es decir a media noche o poco después de ella y en lo más hondo de ella, que es tiempo cuando, según la opinión del vulgo, andan las sombras y las estantiguas que espantan. Y por eso dice en pensamientos o en espeluzos de visiones de noche.

De manera que esta revelación de Elifaz fue de noche muy noche. Y a la verdad aquel tiempo es muy aparejado tiempo para tratar con el cielo; porque el suelo y sus cuidados impiden menos entonces; que, como las tinieblas le encubren a los ojos, ansí las cosas dél embarazan menos el corazón, y el silencio de todo pone sosiego y paz en el pensamiento; y como no hay quien llame a la puerta de los sentidos, sosiega el alma retirada en sí misma; y desembarazada de las cosas de fuera, éntrase dentro de sí, y puesta allí, conversa solamente consigo y reconócese. Y como es su origen el cielo, avecínase a las cosas dél y júntase con los que en él moran; los cuales influyen luego en ella sus bienes como en sujeto dispuesto, por cuyo medio se adelanta y mejora; y subiendo sobre sí misma, desprecia lo que estimaba de día y huella sobre lo que se precia en el suelo, al cual con ello todo ve sepultado en tinieblas; y súbese al cielo, que entonces por una cierta manera se le abre resplandeciente y clarísimo, y mete todos sus pensamientos en Dios y en medio de la escuridad de la noche le amanece la luz.

Y con ser ansí que la noche es reparo de los miembros cansados y que con el sueño de ella lava el corazón sus tristezas; y con ser ansí que templa el aire encendido, y que con su templada y saludable humedad los árboles y las plantas se rehacen del día, y que su rocío baña y fertiliza las yerbas, ni las plantas, ni los árboles, ni los animales y cuerpos se reparan ansí con la noche cuanto las tinieblas della acarrean mejoramiento y salud al alma que en ellas vela. Porque la tiemplan los afectos que la encendían en fuego, y la olvidan de lo que entre día hace afán y trabajo, y la renuevan y la fortalecen y la bañan con el rocío del bien, que mezclado con gozos dulcísimos sobre ella desciende; con que no solamente se alienta y esfuerza, mas también se empreña y hace fértil para mil partos bienaventurados, que saca a luz a su tiempo.

Ansí que Elifaz en su revelación guarda lo que la razón y naturaleza de las cosas demanda. Y dice que le fue hecha ya muy de noche, porque tiene particular fuerza la noche, como para adormecer los cuerpos ansí también para despertar las almas y llevarlas a que conversen con Dios.

Pues entonces, dice:

14. Pavor me sobrevino y temblor, y hizo espavorecer mucho mis huesos. El trato con los espíritus celestiales, por razón de las ventajas que nos hacen y por su mucha desigualdad, naturalmente es temeroso a los hombres; porque ansí como lo igual y semejante convida a amistad, ansí lo desigual y muy aventajado, cuando se ve, hace reverencia y espanto; porque todas las cosas por natural movimiento se allegan a sí y a lo que es como ellas, y se apartan y se esquivan de quien se les diferencia por su mucha excelencia. Y ansí cuando algún espíritu se acerca al hombre para hablarle, aun antes que se demuestre, naturalmente le espanta, y su vecindad dél cuando la ordena para mostrársele, le mueve y le turba la sangre y los espíritus, que sienten la nueva fuerza que en ellos se embiste. Porque se ha de entender que el espíritu que se aparece para despertar y disponer al hombre para su trato, que es trato tan ajeno del nuestro, lo primero aplica su virtud a nuestros sentidos y espíritus, ordenándolos como es menester para ser de nosotros, o visto o oído; el cual tocamiento, como es peregrino, turba la sangre en el hombre y hace temer naturalmente, que es lo que dice Elifaz, y lo que luego declara más.

Porque añade:

15. Sopló sobre mis faces; pasó y hizo erizar pelos de mi carne. Y luego:

16. Estuvo y no conocí su vista, semejanza ante mis ojos, callada voz oí. En que dice que, al fin de estos espantos, se le puso delante un bulto que no devisó bien cómo era, que con voz callada, esto es, con voz baja y delgada, le dijo lo que luego dirá. Y es de advertir que en su revelación Elifaz pone circunstancias y tiempo por dos justas razones: una, porque las circunstancias de los negocios, contadas, hacen más creedero lo que se cuenta; otra, porque estas particularidades por la cualidad que tienen, no sólo hacen verisímil lo que se dice, mas también le añaden autoridad y gran majestad. Porque quien oye el horror de la noche y el despeluzamiento del cuerpo, y el temblar del corazón, y el soplo sobre la cara, y la figura delante los ojos larga y escura y el sonido de la voz delgado y agudo, él mismo se estremece y se apercibe para lo que se le dice como para cosa divina.

Mas veamos ya lo que dijo a Elifaz esta voz.

17. ¿Por ventura varón más que Dios se justificará? ¿Si más que su Hacedor se limpiará varón? Dícele no ser posible que el hombre sea más justo que Dios, lo cual por dondequiera que se mire es verdad. Porque se puede entender de dos maneras: o comparando al hombre con Dios, o siendo de Dios juzgado el hombre. En la comparación es el hombre como nada, y en el juicio de luz tan pura cualquier falta suya forzadamente se ve. Y de esto que es verdad colige Elifaz lo que no es, y condena de culpa a Job sin tenerla. Porque como quiera que en comparación de Dios, ansí él como todos sean menos justos, no por eso se sigue que sean pecadores y malos. Ni menos, si midiendo Dios al hombre con la regla de su afinada bondad, le halla que no dice con ella del todo, le juzga luego por torcido. Porque una manera de juzgar es midiendo Dios a los hombres consigo, y según esto, ninguno ajusta con él; y otra es, midiéndolos con lo que su cualidad de ellos demanda, y, conforme a esto y con el favor de la gracia, muchos son justos. Por manera que concedemos a Elifaz todo lo que le fue revelado; mas decimos que ninguna cosa de ello es en perjuicio de Job, sino que él se engañó aplicando mal a lo particular de este caso, lo que en general es verdad; y la doctrina que le fue demostrada para derrocar en él alguna altivez y soberbia, aplícala él sin razón para condenar la inocencia a quien Dios afligía por diferentes respetos. Pero pasa adelante la voz, y dice:

18. Ves; en sus sirvientes no se afirma, y en sus ángeles halló torcimiento.

19. ¿Cuánto más moradores en casa de lodo, su cimiento de los cuales en polvo son desmenuzados antes de polilla? Lo que decimos y en sus ángeles halló, el original a la letra dice y en sus ángeles puso. Por lo que decimos torcimiento, la palabra original significa o locura o alabanza. Sant Hierónimo siguió lo primero, y según ello dice a la letra y en sus ángeles puso locura. Y porque el hacer o poner Dios lo que suena pecado, en el lenguaje de la Santa Escriptura es no hacer, sino permitir que acontezca, guardando el mismo sentido y excusando el estropiezo de los que no entienden esta forma de estilo, dijo bien Sant Hierónimo y en sus ángeles halló torcimiento.

Mas quedando esto ansí, la segunda significación hace también buen sentido, porque suena a la letra, y en sus ángeles no puso alabanza. Y digo no puso porque la negación que está en la primera parte del verso, extiende su fuerza a la segunda, y se tiene por repetida en ella, según la propriedad de esta lengua. Pues decir que no puso su alabanza o su luz en ellos, es decir que no crió tales sus ángeles que no pudiesen ser vituperables y escuros. Porque la palabra de poner aquí es palabra que significa asentar con firmeza, y Dios a los ángeles ni los crió de su naturaleza impecables, ni menos luego que los crió los confirmó en su gracia y justicia. Esto ansí presupuesto, prueba Elifaz lo que de suyo está claro por razón evidente, y arguye de lo que es más a lo que es menos o de lo que había de acontecer menos y con todo eso acontece, a lo que es natural que acontezca. Porque dice: Si los espíritus que crió Dios para siervos suyos, sin embarazos de carne, se torcieron del bien y perdieron el seso, ¿qué serán los que viven en cuerpos de lodo y son hechos de polvo?

En sus sirvientes, dice, no afirma. Sirvientes llama suyos a las sostancias espirituales, porque las crió Dios para por su servicio gobernar las demás criaturas; y ansí las dotó del conocimiento de ellas perfecto y de fuerzas bastantes para poderlas mover. Y ansí como mayores y como más allegados a Dios y como ministros de su orden y ley, están menos ocasionados a salir de ella que otros. Pues en éstos, dice, de cuya firmeza en la virtud cualquiera se confiara, Dios que los conoce mejor, no se afirma. Que es decir que no hizo en ellos pie ni se fió en su virtud de ellos, porque conocía su natural, que se podía torcer por más perfecto que fuese, y que en muchos de ellos al fin se torció.

Y ansí dice y en sus ángeles halló torcimiento, y si en ellos le halló, ¿cuánto será más fácil en los que moran en lodo? Y llama ansí a los hombres, porque sus cuerpos donde moran sus almas se compusieron de tierra. Y porque no pareciese flaca razón, que por ser la casa de tierra había de ser flaco el morador, añadió luego para más fuerza y su cimiento de los cuales es polvo; en que demuestra ser más que casa lo que llamo casa. Quiero decir que no es tan desapegada del hombre como la casa lo es, sino cosa que le pertenece y se le allega mucho, como parte suya que le compone y le da sus condiciones y cualidades de flaqueza, de mudanza, de variedad, en la manera como la tierra y el polvo las tiene. Y ansí dice que su cimiento es en el polvo, porque el cuerpo del hombre, que es de polvo, es el cimiento donde l'ánima estriba. Porque, aunque ella es la que mueve y gobierna y da vida, él es por cuyo medio recibe ella las imágines de todo lo que conoce, de manera que sin ellas no conocería cosa ninguna, y no conociendo no podría querer, y ansí quedaría como un tronco muerto sin apetito ni conocimiento nuestra alma, si no estribase en el cuerpo. De arte que estriba en él y estriba para poder obrar lo que es propriamente obra suya; y como el estribo es flaco y sujeto a mudanzas, ansí lo que por medio dél pasa a registrarse en el alma, y su mismo entender y querer (que se funda en eso que a ella pasa del cuerpo) es variable y mudable y maravillosamente inconstante. Y donde hay inconstancia y variedad, es ordinario el engaño y error, a lo cual acompaña siempre el desconcierto y pecado. Y ansí, de ser nuestro cuerpo de tierra por sus pasos contados derechamente venimos a ser de nuestro natural subjetos al errar en los pensamientos y obras. Y como nuestro cuerpo, por ser de lodo, es corruptible en su ser, ansimismo nuestra alma, que está casada con él, es deleznable en su querer y entender, porque siempre tuvieron y siempre tienen gran parentesco entre sí la corrupción y el pecado, conforme a lo que escribe Sant Pablo: Por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte. Y Santiago en la misma manera: El pecado cuando llega a colmo engendra muerte. Y ansí como el pecar es camino derecho y cierto al morir, ansí también el ser una criatura corruptible y mudable es disposición grande ser pecadora; y más pecadora cuanto la muerte tuviere más libre entrada en ella, esto es, cuando fuere más dispuesta y más fácil para ser alterada y corrompida. Y por esta causa, y para mayor prueba de cuán deleznables y cuán fáciles para el pecar los hombres somos, la voz que con Elifaz habla encarece cuán a nuestra puerta nos está siempre la muerte, y la facilidad con que perdemos la vida y la brevedad de ella y su no comparable flaqueza.

Y dice son desmenuzados ante polilla. Lo que decimos ante, podémoslo entender o en su presencia de ella o antes que ella venga; y ambas a dos cosas encarecen la miseria de nuestra flaqueza o la flaqueza de nuestra vida. Y lo segundo más, porque dice que no solamente la polilla, esto es, los gusanos (que como la polilla nace de la vestidura y consume la vestidura de donde nace, ansí ellos consumen nuestro cuerpo muerto de donde se crían), ansí que no solamente nos deshacen los gusanos, esto es, la muerte que es madre de ellos, mas antes y primero que venga la Muerte morimos, y primero que los gusanos nos coman, los cuidados y dolores de la vida amargos nos consumen y gastan, y el vivir nuestro triste y miserable, para deshacernos, gana por la mano a la muerte. Y a la verdad, todo el vivir nuestro no es sino un contino perder el ser y el vivir que se tiene; y ansí nuestra vida, no solamente es un camino apresurado a la muerte, mas es también una pérdida contina de vida, y es muerte que cada momento hace vigilia a la muerte.

Y ansí añade:

20. De mañana a tarde son deshechos; por no haber quien ponga para siempre perecerán. Esto es, mañana y tarde y de contino se deshacen, porque el morir va en posta y porque para quitarles la vida no es menester ni grande aparato de gente ni mucho espacio de tiempo; con la vuelta de una breve hora se les va de entre manos.

Mas lo que dice por no haber quien ponga, está cortado y defectuoso y es necesario añadirle, o de esta manera: Por no haber quien ponga estorbo, para siempre perecerán; que es decir, que siempre y continamente y por momentos mueren, por no haber quien ponga estorbo al morir, esto es, quien repare continamente lo que el calor continamente consume, que es la fuente de nuestra muerte, por no haber quien restañe la sangre abierta y que se derrama de contino. O de otra manera, que es la más cierta y la que siguió Sant Hierónimo, por no haber quien ponga las mientes, para siempre perecen. Como si en más palabras dijera: Y de la mañana a la tarde dejan de ser; no hay hora ni momento en que o no mueran o no estén sujetos a peligros de muerte; y con ser ansí, son por otra parte tan inconsiderados los hombres, que eso mismo que experimentan no sienten, ni lo que tienen delante ven: la brevedad de la vida y su incertidumbre; y ni los casos ajenos, ni los desastres de sus vecinos, ni sus reveses y trabajos proprios, ni el ver que todo vuela y se muda les abre los ojos para que reconozcan su ser y para que vivan como quien no ha de vivir algún día, y para que enderecen su camino y le ajusten al fin adonde van a parar, sino, como enajenados de sí, viven como si no fuesen mortales, y como si tuviesen en su mano y debajo de los pies la fortuna y los golpes della y sus desvaríos; o como si no cayese mudanza en su ser y no tuviesen sobre sí juez, ansí sin rienda siguen tras sus antojos, contentos. De que les aviene que, como no se consideran mortales, vienen a morir con doblada muerte; y porque no vivieron como convenía a los que han de morir, mueren para no vivir, para siempre condenados por sus delitos a tormento perpetuo. Y conforma con esto bien lo que últimamente se sigue, que es:

21. Y lo que resta partióse de ellos; morirán, y no con sabiduría. Porque lo que resta, que es en su original iether, significa lo que sobra y la demasía y la ventaja; y por la misma razón, todo lo que excede a lo necesario, ansí en honra como en dignidad y riqueza. Y también dicen algunos que por esto que sobra o que hace ventaja, es significada el alma aquí como por rodeo, por su natural excelencia. Y como quiera que merezca este nombre el alma en todos, por ser la principal parte del hombre, viene bien que se llame ansí en los de que agora se habla, que pasan su vida tonta y desacordadamente, y no porque su alma es lo que en ellos se aventaja, sino porque propriamente les es como cosa de sobra y como una demasía sin fructo, que no les sirve para el fin que se hizo, que es conocer la razón, pues viven sin ella; y son de los que la Escriptura dice que la recibieron en vano. Por donde es justo que aun antes de tiempo les sea quitada, pues no les es de provecho; y que se les acelere la muerte y que mueran, como aquí dice, y no en sabiduría, pues teniendo alma capaz de razón nunca usaron de razón en la vida.

Mas si iether no es aquí el alma de cada uno, sino aquello en que a los otros sobra, y se aventaja o en virtud o en dignidad o en riqueza, dice Elifaz lo que de contino acontece; que los que viven, y no conforme a razón, sin advertimiento ni seso, cuando mueren se aparta de ellos, o por hablar con más propriedad, huye de ellos toda su excelencia y ventaja, al revés de lo que a los buenos y considerados aviene, que lo que es de precio en ellos, cuando mueren se va con ellos y, muertos, los sigue. Porque es de advertir que todos los hombres tienen por principal alguna cosa, que se ponen por blanco; los buenos la virtud y bienes del cielo, los viciosos y necios esta burlería vana que resplandece en la tierra. Por donde en la muerte, cuando les viene, son diferentes: que los buenos llevan lo que preciaron consigo; pero los malos dejan acá lo que amaron y pasan a la otra vida desnudos de sus ventajas. Y ansí divinamente concluye, y dice que los tales mueren y no en sabiduría, esto es, dice que mueren muy necios. Porque es sin duda lo sumo de la necedad, quien vive, no para vivir aquí siempre, sino para pasar a otra vida, poner su tesoro todo y sus ventajas y bien en lo que se queda en ésta cuando parte della, pudiéndose aventajar y hacer rico en lo que siempre le acompañará, porque le da paso la muerte. Por donde Cristo, Sabiduría verdadera, nos dice: No queráis atesorar tesoros en la tierra, adonde hay polilla que los gaste y ladrones que los hurten. Atesorad tesoros del cielo, adonde no hay ladrón ni polilla.

Y aún podemos declarar por más sencilla manera esto mismo. Dice: Partiráse de ellos su excelencia; morirán y no en sabiduría, porque es éste el ordinario fin de los malos: cuando están en la cumbre, caer de su prosperidad y, sin saber cómo, partirse de ellos la riqueza y la vida. Y por eso dice y no en sabiduría, porque según sus apoyos y apercibimientos no alcanzan por dónde les vino el daño; y según estaban torreados, no hallan por dónde les entró la desdicha en el fuerte. O si abren con el azote los ojos, conócense por tan necios que eso mismo los derrueca, que tuvieron por su firmeza y amparo, y ven que los medios por do pensaron crecer y permanecer en alteza, ésos agora los arruinan y hunden.