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Fragmentos de «Mi última brega»

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Fragmentos de «Mi última brega»

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Permitidme, aunque os aburra,
y sin ser más que un poeta,
que a raciocinar me meta
y a mi manera discurra.

Todo lo que se os ocurre
sé, y lo que a decirme vais:
mas ruégoos antes que oigáis
cómo mi musa discurre.

Me diréis que, ajeno a mí,
hoy de mí mismo me salgo;
mas si hemos de servir de algo
los poetas, es as

Si el quid divinum existe
y por él a los poetas
del carácter de profetas
su inspiración les reviste,

fuerza es que del estro ardiente
el poder les agigante,
y algo al menos les levante
sobre el vulgo de la gente.

Hasta hoy se los ha tratado
por gente de baja estofa,
y aun con desdén y con mofa
por mucha gente de Estado:

pero tal vez gente tal
no deja tras sí más huella
que una estrofa, en que habla de ella
un poeta nacional.

La historia, en breve memoria,
consigna, tal vez, sus nombres,
pero el poeta, a estos hombres
desdeñosos, da la gloria.

De hoy en la declinación
decadente y bizantina,
la poesía divina
está aguantando un ciclón.

Hoy los versos se desdeñan
por más prácticas conquistas;
filósofos y realistas
contra ellos la lid empeñan.

Pide el siglo, y con razón,
poesía natural
propia de él, trascendental:
pero ¿trae su inspiración?

En su vida material,
en su práctica social
¿no le ocurre otra invención
para traerla a la razón,

que arrojarla al albañal,
y hacer de ella exhibición
pornográfica, inmoral,
sin pudor ni educación?

El verso cae en desprecio
porque hoy rompe toda valla,
y se embriaga y se encanalla
en poder del vulgo necio.

Versos no son poesías,
y van en sentido inverso
cuando se escriben en verso
vulgares majaderías;

y escribir en verso ideas
estúpidas y vulgares,
es como incensar altares
con tufo y humo de teas.

El verso es el rico engarce
de los idiomas del cielo:
preguntádselo, yo apelo,
a Cano y a Núñez de Arce

y a Ferrari, que son tres
poetas paisanos míos,
de alto vuelo y grandes bríos,
o a Campoamor y a Sellés.

Tiene más alta misión
y raya más alto el verso:
sin él en el Universo
no hubo fe ni religión.

Todos los libros sagrados
y los códigos benditos,
en versos están escritos
y en liturgias salmodiados.

El sentimiento profundo
de fe con que a Dios adoran,
en verso expresan cuando oran
todos los pueblos del mundo:

Esdras, David, Salomón,
Job y los grandes profetas,
son tan grandes por poetas
cual por profetas lo son.

Tiene el verso dignidad
tan alta, que es el idioma
en que Dios escucha y toma
cuentas a la humanidad.

Lo prueban la salmodía
del sereno canto llano
y del canto gregoriano,
que en prosa hacen poesía.

Y en la corte celestial
a Dios cantan y subliman
los ángeles; luego riman
en un ritmo musical:

que el oído se revela
a escuchar cantar en prosa;
jamás nadie hizo tal cosa:
a no hacerlo la zarzuela.

Pero, en fin, si ya en el día
por vieja se desarraiga
y es ya forzoso que caiga
por tierra la poesía,

yo me echo con ella atrás
aunque en ella soy maestro:
mas si prescindir del estro
puedo…, ¡del verso jamás!

El verso es arma muy fina,
y al que es maestro en su brega,
jamás a la piel le llega
lengua ni pluma dañina.

Di por hastío o enojo
echáis ya el verso a la calle,
yo, dondequiera que le halle,
como le halle, le recojo.

¡Fuera, pues, la poesía!
y pues el verso desciende
ya hasta el mercado y se vende,
allá va mi mercancía.

..........................

Hay quien cree que a España sola
es a quien Dios da la gracia
y que ésta es la idiosincracia
de nuestra raza española.

Partiendo de base tal,
lo que es gracia y ser gracioso
con lo que es hacer el oso
se confunde en general.

Consecuencia de esta idea
vulgar, es que por lo pronto
no nace en España un tonto
que gracioso no se crea.

Y tiene otra tontería
nuestra gracia nacional,
y es creer que no hay más sal
que la de Andalucía:

con lo cual a un dos por tres
se nos da muy campechano
un payés por jerezano
o un vasco por cordobés.

Ser gracioso es muy gran cosa;
mas de ello hacer profesión,
es echarse a ser bufón,
profesión indecorosa.

Nación y mujer bonita
bueno está que tengan gracia;
mas la mucha gracia sacia
y gracia guasona ahita.

Arrojarse a un desacato
grosero sin ton ni son,
reventar una función,
meterlo todo a barato

y echarlo todo a chacota,
no tener respeto a nada,
y entonar por bufonada
en un entierro una jota,

nadie habrá que me convenza
que en pueblo o mujer sea gracia,
sino la peor desgracia,
la de no tener vergüenza.

Jamás podré comprender
que, por gracia, el dar de codo
y el echarlo a perder todo,
puede nunca gracia ser.

Ni cabe en mis convicciones
que cabe gracia en el crimen,
y que de la ley se eximen
por graciosos los ladrones:

ni entender tampoco puedo
que quien roba y quien delinque
campe suelto, y triunfe y finque
y que el juez le tenga miedo;

porque todo eso es señal
de que la ley ya no rige,
y que hoy la moral transige
con la corrupción social.

Todas esas novedades,
que sólo aceptara un bobo,
de que la estafa y el robo
son irregularidades:

que la hampa y la pillería
de la sociedad son parte,
y que el robo es hoy un arte
ejercido en compañía:

ese esquivar concertado
de dar nombre de ladrón
al que roba, y condición
tolerable en el Estado:

eso, en vez de criminales,
de darles de tomadores,
espadistas, timadores,
como títulos legales,

y hasta el cuasi sacrilegio
de prenderles por blasfemia,
dando así a tal epidemia
cuasi un santo privilegio,

¿no prueba ya, por desgracia,
que obtienen un patrocinio
la estafa y el latrocinio,
porque ya han caído en gracia?

Y si sus viles campañas,
fechorías y delitos
en teatros y en escritos
por gracias se dan y hazañas;

y si hasta, a lo que parece,
se acepta una dinastía
de ratas y ratería
que aplauso y loa merece,

¿quién no cree, con gente tal,
al ver tal gracia y tal mimo,
que son el robo y el timo
una industria nacional?

¿Ni quién habrá que extraño halle
que si el juez se va de toros,
a echar una baza a oros
el ladrón se eche a la calle?

.......................

Y a propósito del tal
juez en los toros: celebro
esta proporción casual,
para echarme a dar un quiebro
a la fiesta nacional.

¿Que haya toros? —Norabuena:
pero no que noche y día
por doquier y a boca llena,
sólo se hable de faena,
de brega y de torería.

¿A los toros? —Muy contento
que voy yo: mas que no impida
la junta de Ayuntamiento,
ni sesión del Parlamento
interrumpa la corrida:

porque ya es ley, por lo visto,
y para nadie un misterio:
con toros, ni por un Cristo
se encuentra un servicio listo
en caja ni en ministerio.

¿Que toros? —¿Y por qué no?
¿Por qué me había de oponer
a que haya corridas yo?
Mas no puedo comprender
que sean el san-se-acabó.

No comprendo por qué el juicio
ha de perder todo el mundo
y parar todo servicio,
y en delirio tremebundo
sacarse todo de quicio.

¿Que toros?… ¡Hasta en Valaquia!
¡Si me he roto yo la traquia
en les toros cuando chico,
y aun hoy, viejo, si me pico
farfullo una tauromaquia.

Yo aprendí en mi mocedad
de Montes y el Morenillo,
que eran una autoridad,
la excelencia y laverdad
del arte de Pepe-Hillo:

y aun conservo yo un librejo
con un grabado en madera,
retrato no, mal reflejo,
de aquel gran maestro viejo,
prez de la gente torera:

y aún corre un soneto mío,
que explica en frase muy clara
qué es un picador de brío
con un ganado bravío
en una suerte de vara:

y sé desde el tiempo aquel
las leyes del redondel;
y, sin jactarme, no ignoro
lo que es en la plaza un toro
y un diestro delante de él.

Bajo el sol del Mediodía
y en una anillo de sol,
de hermosura y de alegr,
es la sin par bizarría
de un corazón español:

el garbo, el valor, la audacia,
la agilidad, la destreza,
el tiempo, la perspicacia,
la inteligencia y la gracia
de la res a la cabeza.

El quiebro contra el empuje;
un hombre contra una res,
un monstruo que de ira ruge:
y entre una seda que cruje,
de un hombre un toro a los pies.

Esto es cuando el diestro es diestro;
porque cuando no es maestro,
pese al humano decoro,
queda, por caso siniestro,
el hombre a los pies del toro.

El diestro es la vertical;
el toro, la horizontal;
ésta ha menester de tierra
y de un punto él: se sen encierra
éste en ella, es una guerra
en que vence el animal.

Es la quiebra del oficio:
da prez, fama y beneficio;
y hoy, como en el tiempo viejo,
un desliz trae el perjuicio
de pagar con el pellejo.

Sé bien lo que es fiesta tal:
la más noble y peregrina,
típica y original,
única, propia y genuina
de nuestra tierra natal.

Juego olímpico y heroico,
de intrepidez sin medida,
prueba la más atrevida
del desprecio más estoico
de la res y de la vida:

el alarde más brioso
del valor más generoso,
que, al jugar con una fiera,
testimonio da valioso
del valor de España entera.

Eso es: y yo noblemente
quiero que sea fiesta tal
diversión de un pueblo ardiente
y alegría de la gente
del país meridional:

mas no quiero yo que sea
de social delito rea,
perversión del bien social,
con instintos de pelea
y de holganza general:

no quiero que, tremolina
de pagana saturnal,
sea el delirio que hoy declina
en absurda y bizantina
chifladura nacional.

¿Que haya toros? —Norabuena:
mas, por Dios, España mía,
que te chifles me da pena
por tu gente macarena,
la brega y la torería.

......................

Sé que era más conveniente
a mi popularidad
dejarme ir con la corriente,
no meterme con la gente
ni a campeón de la verdad:

mas, en caliente o en frío,
esto, en verso bueno o malo,
prueba que es el estro mío
re brava y de buen trapío,
que carga y se crece al palo.

SÍNTESIS

¿Toros? —Muy enhorabuena:
no desmiento yo mi raza;
mas el diestro a la faena
y los toros en la arena;
que no salgan de la plaza.