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Francisco Ximenez de Cisneros (Retrato)

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


EL CARDENAL CISNEROS.

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FR. FRANCISCO XIMENEZ DE CISNEROS.
Arzobispo de Toledo, Cardenal y Gobernador de Castilla. Prelado excelente y célebre Político. Nació en Torrelaguna en 1437 y murió en 1517.


Muerto el Cardenal Mendoza Arzobispo de Toledo, la Reyna Católica Doña Isabel eligió para sucederle á Fr. Francisco Ximenez de Cisneros, Religioso Franciscano, natural de Torrelaguna. La elección no podía ser mas acertada, para un puesto tan importante como peligroso en aquellos tiempos; porque en la flaqueza de los reynados anteriores los Prelados de aquella Iglesia validos del inmenso poder que les daba su dignidad, y excitados por la turbulencia de su genio, habían hecho temblar mil veces al débil Juan el II, y al imbécil Henrique IV. Era preciso, pues, escoger un hombre cuyo carácter y virtudes sostuviesen con decoro el peso del empleo que le confiaban, y que al mismo tiempo se adaptase fielmente á las miras políticas de los dos Reyes. Nadie para ello era mas á propósito que Cisneros. Eclesiástico al principio, y Provisor en Sigüenza, se había hecho estimar de sus superiores por la sabiduría y prudencia de su conducta: solitario después, pasmaba á sus compañeros por su fervor y austeridad, por su amor al retiro, y por su aplicación al estudio: elevado al fin por la fama de sus virtudes á Confesor de la Reyna, siempre conservó la severidad de su instituto en medio del ruido y luxo de la Corte, haciéndose notar por la integridad y elevación de su carácter. Tal era el nuevo Prelado que Isabel destinó á Toledo; el qual revestido de aquella dignidad, se mostró en ella mas grande que lo que había sido hasta entonces. Su liberalidad y agasajo para con los pobres, la severidad que mostró á los usureros y malos jueces, los dos Sínodos celebrados para el mejor régimen del Clero de su Diócesis, la reforma de las órdenes religiosas acabada felizmente, á pesar de infinitos obstáculos que él solo pudiera vencer, su zelo por el aumento de la Religión, y en fin la santidad de sus costumbres le hicieron respetable á los ojos de los hombres, y uno de los mas bellos ornamentos del orbe Christiano. En 1507 el Papa Julio II le honró con la sagrada Púrpura; y el Rey Católico venciendo la secreta aversión que le tenia, empezó á descargar en él mucha parte del gobierno.

El erigió y dotó la Universidad de Alcalá: publicó á expensas suyas las obras del célebre Tostado: trabajó en gran parte, y costeó enteramente la edición de la primera Biblia Políglota que conoció la Europa, y gastó en todo sumas inmensas, que atestiguan su amor por la literatura, y su magnificencia. Todos sus pensamientos eran grandes: fuelo sin duda el de pasar al África, y vengar en su propio pais las ofensas que los Moros nos habían hecho. El hizo á su costa los preparativos de la expedición, y pasó en persona á mandarla, llevando por General del exército al célebre Pedro Navarro: desembarcó, avistó á los Bárbaros, derrotólos, y tomó á Oran por asalto. Dícese que al entrar en la plaza se le saltaron las lágrimas, viendo las calles llenas de cadáveres: rasgo que le hace tanto honor como qualquiera de los otros que de él se cuentan, si es verdad que la humanidad es la primera de las virtudes. Esta humanidad fue la que le hizo preparar y proveer en varias partes de Castilla graneros inmensos, que socorriesen una grande esterilidad que amenazaba. ¿Qué mucho que el pueblo entonces le apellídase á grandes gritos su vengador y su padre?

Muerto el Rey Católico, quedó encargado de la Regencia de Castilla hasta la venida del Archiduque Cárlos, Cisneros en el primer puesto del Estado se llenó de todas las miras y pensamientos de un Monarca, y sus talentos políticos se acabaron de desplegar enteramente; porque ni el fervor de la devoción, ni el exercicio de las virtudes monásticas habian podido apocar el temple enérgico de su espíritu: y así él supo y pudo contrastar la resistencia que oponían á sus operaciones de una parte los codiciosos Flamencos que rodeaban á Cárlos, de otra los Grandes de Castilla envidiosos de su poder, ansiosos de novedades, y prontos á sacudir un freno que habian sufrido impacientes en tiempo del Rey difunto. Jamas el temor ni los halagos pudieron abatir ó alterar la noble altivez de su alma: jamas las dificultades desconcertaron la execucion de sus proyectos. Avivó y fomentó la guerra de Navarra, puso en seguridad el Estado contra las turbulencias que meditaban los descontentos, arrancó á la rapacidad de los malos administradores los caudales que habian usurpado al público, cercenó todos los gastos y empleos superfluos, y con esta sabia economía satisfizo las deudas del Estado, y creó muchos establecimientos útiles. Mil veces la soberbia orgullosa de los nobles fue á quebrarse inútilmente contra la entereza de este hombre extraordinario, que hacia vanidad de la humildad de su condición antigua, y se gloriaba de humillarlos con su cordón y sus sandalias. Las respuestas que les daba salian siempre con una superioridad y fiereza que los aturdía: el pueblo por otra parte tomó en el tiempo de su administración un carácter, una energía que hasta entonces no había tenido. Y últimamente, quando vino el Monarca, depuso en sus manos el Reyno tranquilo y floreciente, y la autoridad mas firme y extendida que nunca, conservada y aumentada á fuerza de esmero y de talento. Cárlos pagó con ingratitud sus servicios, y él murió en Roa en 1517, emponzoñado, según fama, por los Ministros Flamencos, que temían su capacidad y su genio.

Se ha comparado muchas veces la administración de Cisneros con la de Richelieu; y efectivamente estos dos Ministros presentan algunos rasgos semejantes. Ambos eran igualmente activos, fieros y orgullosos: ambos se viéron al frente de los negocios en circunstancias bien difíciles. Pero Richelieu voluptuoso, vengativo y sanguinario, hizo que muchas veces la máquina que dirigia se resintiese de su opresión, y se vió siempre aborrecido, atacado de sediciones, y bañado en la sangre de sus compatriotas : Cisneros austero en sus costumbres, amigo por carácter del orden y tranquilidad, paraba las tempestades con sola su firmeza, y se vió querido del pueblo á quien amaba, y estimado y temido de los Grandes que contenia. Richelieu humilló la Casa de Austria, ensalzó la Francia, trastornó la Inglaterra, revolvió la Europa: Cisneros manejó el timón del Estado con seguridad, y procuró la felicidad del pais que gobernaba. El Frances era al parecer mas a propósito para las operaciones de afuera: el Español para las interiores: en fin, los talentos del uno eran mas brillantes, y los del otro mas útiles.


Véase también a Francisco Ximenez de Cisneros en Wikipedia