Geodas calizas de Sierrezuela (Sotoca)
En la orilla derecha del valle de Huetos, entre las yeseras de Sotoca y el molino del Congosto, hay una abrupta cuesta conocida con el nombre de Sierrezuela. Su base está formada por arcillas y yesos, y su cumbre por grandes masas de conglomerados de cantos rodados calcáreos, unidos por un cemento igualmente calizo.
Entre dichos cantos me llamaron la atención unos de forma oblonga que se encuentran allí en gran abundancia. Rompí uno con el martillo y vi que tenía un agujero en sentido longitudinal. Examinándolo detenidamente, observé que, en torno de dicho agujero había una serie de capas calizas bien determinadas y concéntricas. Rompí otras varias y en todas ellas observé la existencia de dichas capas. Esto me hizo creer que eran fragmentos de estalectitas, pero de estalactitas contemporáneas de la formación de aquel terreno terciario, puesto que todos aquellos cantos rodados han sufrido la misma metamórfosis que las calizas cristalinas de aquella localidad. Mas luego partí algunos en sentido longitudinal y pude convencerme de que no sólo el agujero no pasaba de parte á parte los cantos, sino que los extremos de éstos presentaban la misma concentridad de capas que los lados. No se trataba, pues, de estalactitas.
En algunos de dichos cantos rodados las cavidades están completamente obstruidas por pequeños cristales de carbonato de cal translúcidos; en otros las repetidas cavidades están cubiertas de diminutísimas estalactitas opacas. Por fin encuentro canto que tiene la forma de una batata de Málaga y cuyas paredes interiores están revestidas de preciosísimos cristales, quedando bastante hueco entre aquéllas. Este último es una verdadera geoda y sus cristales son idénticos á los" que' sé encuentran en alguna de las oquedades de las areniscas de Montjuich (Barcelona.)
Pero si bien no me queda duda de que el ejemplar á que últimamente me refiero es una geoda, no me atrevo á calificar á los demás de tales, por más que su origen; sea debido á la misma causa que la de aquél, esto es, á la filtración de aguas cargadas de carbonato de cal al través de la masa caliza y á la deposición de este carbonato en las cavidades de forma especial contenidas en aquella masa.
Dicha masa caliza, cuya formación debió ser anterior á la del conglomerado formado por los cantos rodados de que me ocupo, debió descomponerse gracias á la influencia de los mismos agentes atmosféricos que siguen hoy descomponiendo á las rocas, y dichos cantos debieron quedar en libertad y ser arrastrados por las aguas, como lo prueban su forma redondeada y la desaparición parcial de algunas de sus capas, quedando por último sujetos en el sedimento calcáreo que dió lugar á la formación de la gran mayoría de los conglomerados de aquella comarca.
Entre dichos cantos rodados los hay de diversas formas y tamaños, desde dos milímetros de diámetro por quince ó veinte de longitud, hasta trece ó catorce centímetros de diámetro por unos treinta de largo.
Había encontrado ya otras veces geodas, pero éstas eran siempre ferruginosas ó silíceas, nunca calizas como las de Sierrezuela.
En uno de los desmontes del ferro carril de Madrid á Irún, entre la estación de Alsasua y el túnel de Outzarte, entre los esquistos arcillosos que forman aquel terreno, se encuentran gran número de geodas de óxido de hierro. Entre las que recogí allí en 1870, todas más ó menos esféricas y de paredes delgadas, había algunas cuyo interior estaba tapizado de pequeños cristales, mientras otras estaban divididas en compartimentos irregulares por medio de tabique también de óxido de hierro, compartimentos que estaban llenos de finísimo polvo amarillo ó rojo, polvo que no era otra cosa que limonita parda ó limonita roja.
En algunas de las canteras de la montaña de Montjuich (Barcelona), encontré en 1873 tres ó cuatro geodas de forma esférica; eran también de óxido de hierro y de un color morado obscuro; su interior estaba lleno de polvo blanco ó de un color de rosa muy claro.
Antes de mi excursión á Sierrezuela nunca había encontrado esa especie de canutillos calcáreos á los que, si no son geodas, no sé qué nombre darles, por no haberlos visto nunca descritos en ninguna obra de geología ni de mineralogía.
Yo me limito á dar cuenta del hallazgo; otros más competentes que yo, que no paso de ser un simple aficionado, podrán tal vez ilustrarnos acerca de este punto. Si así lo hiciesen, les daría cordialmente las más expresivas gracias.
Celso Gómis.
12 de Diciembre de 1880.
P. S. Desde 1880 acá he corrido una gran parte de nuestra península y en ningún punto de ella he vuelto á encontrar aquella especie de geodas calizas que tanto me llamaron la atención en Sierrezuela.
Marzo de 1906.
(Se continuará.)