Gotas de sangre/El Chato, absuelto
El Chato, absuelto
Hay tema para llenar un volumen con las opiniones de toda la prensa, absolutamente de todos los periódicos, «sin distinción de matices políticos», con motivo del inesperado fallo que recayó ayer, a última hora de la noche, sobre el crimen, no del niño de El Escorial, como dicen algunos periódicos hablando en guirigay, sino de los miserables que sacrificaron al niño Pedrín.
Con lo más oliente de las conclusiones formo un ramillete de sueltos que dedico a quien corresponda.
«La tristeza que se nota en los semblantes de las mujeres al conocer el fallo -observa El Tiempo- contrasta con la alegría del Chato y de Crisanto, que ESPERABAN que la sentencia, en la parte que a ellos afecta, FUERA MENOS FAVORABLE.»
«El Chato -dice La Correspondencia- oyó la petición fiscal con alegría. El Chato se sonreía...»
«Los reos -dice La Época, y con especialidad el Chato, se mostraban muy satisfechos.»
De El Liberal:
«Los procesados aparecen satisfechos y muy animados. Hablan de proyectos para el porvenir. Están, en fin, muy contentos. Las procesadas están tan contentas como si las hubieran puesto en la calle. Sin duda esperaban un fallo terrible. El Chato dice que como veía próximo que le iban a apretar el gaznate, está satisfecho. Las Chatas, muy decidoras, echan cuentas sobre cuál será el establecimiento penitenciario a donde les corresponde ir a cumplir su condena. Crisanto dice: El Jurado no ha podido dar mejor veredicto. Yo se lo agradezco mucho. La declaración que di primero es VERDAD, pero me retracté para librar del palo a mi cuñado.»
«El Chato -habla El País- sonríe satisfecho. Los procesados están contentísimos. Crisanto ha dicho a su procurador que, puesto que ya había habido veredicto, no tenía inconveniente en afirmar que su primera declaración, acusando al Chato, es COMPLETAMENTE EXACTA, y que si, en el acto del juicio, se ha retractado, ha sido porque le dijeron que de este modo salvaba a su cuñado de la horca. Hemos preguntado al Chato si le agradaba el veredicto, y ha contestado balbuciente de alegría, que le ha GUSTADO MUCHÍSIMO, y si le dejaran BAILARÍA. Repugna el cinismo de estas gentes.»
Del reporter de El Imparcial:
«Mientras se dicta sentencia, los procesados muestran mucha alegría, lo cual es prueba evidente de su culpabilidad, pues de ser inocentes habría de parecerles la pena terrible y dura.
Las Chatas echan cálculos en alta voz sobre cuándo cumplirán la condena.
El Chato también está contentísimo. «Me importa poco -dice- acabar la vida en el presidio.»
Crisanto exclama: «Tanto hablar de conciencia, y mi retractación la hice para salvar del palo a Julián.»
La opinión de El Imparcial:
«Seguramente causará impresión penosa, aun entre las gentes más dadas a la misericordia, un fallo que no llega en su severidad a donde los criminales con su fiereza. Si no había prueba bastante contra El Chato y Crisanto, se les debió absolver; si había pruebas, debió imponérseles el más duro castigo.
Respetamos las decisiones de los tribunales y no podemos pedir para nadie la pena de muerte; pero, respondiendo a la conciencia pública, hemos de decir que después de este veredicto va a ser preciso borrar la palabra «asesinato» del Código, y declarar que nunca más debe experimentar el pueblo español el horror que produce el patíbulo.»
Del New York Herald, escrito a los pocos días de perpetrarse el inaudito crimen:
«En España se juzgará al Chato ante los tribunales. En los Estados Unidos se le ejecutaría en la prisión.»
«Pocos crímenes como éste -ha dicho La Época- han indignado tanto el sentimiento público.»
Él odia el delito y compadece al delincuente no es aplicable al autor del crimen cometido en El Escorial. Después de conocer el resultado, hay que seguir odiando el delito y odiando al delincuente. No seré yo quien afirme que tal resultado, tristísimo sobre toda ponderación, que afecta hondamente a las conciencias honradas, es un síntoma más del «actual estado de cosas...» ni seré yo quien diga que a la institución del jurado en España le falta mucho que estudiar y hacer para ponerse al nivel de la misma institución en otras naciones del mundo. Prefiero creer, y digo, que la liberación del Chato y familia es obra exclusiva de los «brillantísimos informes» y de las «notabilísimas defensas» del Sr. Cuevas, cuya oratoria forense no tiene en verdad, a juicio de quienes la oyeron, nada que envidiar a la oratoria sagrada de su señor hermano fray Cuevas, que goza de tanto valimiento en el monasterio de El Escorial.
A pesar de todo, permítame el letrado señor Cuevas que no asocie mi humilde voz al coro de voces que cantan su triunfo. Perdóneme el letrado Sr. Cuevas que le ofrezca, por la victoria que consiguiera, el testimonio de mi más sincero y profundo pésame...
Sea porque sintiera compasión hacia el Chato, o sea, como ha referido un periódico, porque el Sr. Cuevas deseaba aquilatar sus méritos en el arte que hizo célebre a Aparici y Guijarro, el referido letrado merece ciertamente los plácemes de aquellas personas felices que creen a pie juntillas que los jurisconsultos han venido al mundo nada más que a perorar elocuentemente en favor de tal o cual causa, sea cual fuere. Es cuestión de temperamento; y yo, que también soy letrado -aunque me está mal el decirlo,- no hubiera podido articular una sola palabra en defensa del Chato, aunque me hubiese ido en ello la vida.
No se me ocurre, ciertamente, que los letrados tengan obligación de imitar a Petrarca en retirarse del foro, diciendo que la abogacía es el arte de urdir mentiras, como se retiró, por idéntica causa, otro abogado, el sabio naturalista D. Augusto Linares; pero se me ocurre recordar que el defensor del energúmeno Troppmann, cuyos crímenes resultan insignificantes comparados con el horror del Chato, no se atrevió a graduarle de inocente, ni menos a decir que vocearía su inocencia mientras tuviese un soplo de vida, sino que abogó por él con una frase de humorismo trágico, alegando que Troppmann era el genio del crimen y que todos tenían obligación de inclinarse ante un genio...
Vaillant no fue un Chato, sino un político exaltado, un fanático delirante; y el crimen de Vaillant no fue secuestrar a un pobre niño de tres años, ni atropellarlo sádica y brutalmente, ni saltarle los ojos, ni estrangularle poco a poco como el gato al ratón..., sino herir en la cabeza a varias personas con los clavos de una bomba.
Pues Vaillant, con ser Vaillant, tardó mucho en conseguir un letrado que quisiera defenderle. La mayoría se excusaba con decir que la bomba de la Cámara era un atentado contra la sociedad francesa.
¡El crimen del Chato, Sr. Cuevas, fue un atentado contra la Humanidad!
Y ese criminal ha sido absuelto, siendo así que el hecho de no matarlo equivale al hecho de absolverlo.
El presidio es un pueblo encantador para hombres de tal índole. El Chato se quejaba de hambre. Allí no la pasará. Echaba de menos una buena cama. En el presidio la tendrá. ¡Y tendría un niño, si alguno se asomara a su mazmorra!...
En presidio, el Chato vivirá del grillete, que es su renta. Estará allí entre los suyos, como en familia... Los presidiarios harán pinitos por verlo, y él penetrará en sus dominios satisfecho, sonreído... ¡Es muy posible que un poeta de Ceuta, si los hay allí, que sí debe haberlos, le dedique una égloga virgiliana!...
El Chato es joven; puede vivir mucho todavía; pueden cobijarle indultos; puede salir de presidio en tiempo no lejano: y puesto que habló de proyectos para el porvenir -según ha dicho El Liberal,- creo que el estar bien con el Chato ¡conviene a los ciudadanos honrados!...
¡Quién sabe si este facineroso llegará a presidente del Consejo de ministros!...
¡Quién asegura que no tengamos que pedirle un empleo, tal vez una merced!...
Gran triunfo, Sr. Cuevas. Pero yo, sin poderlo remediar, recuerdo al niño Pedrín. Se le secuestra cuando va, en busca de sus hermanitos, al convento de El Escorial; se le tiene más de un mes, día por día, sumergido en un desván, bajo una temperatura de cero grados, con las manos y los pies maniatados, como un carnero, alimentándole de leche a todo pasto, haciéndole sufrir varias veces al día, según la primera declaración de Crisanto -declaración que es exacta, como lo confirmó él mismo después del veredicto- los más horrendos atropellos, «anormalidades monstruosas», según el informe de los médicos que reconocieron el cadáver...
De aquel desván, en donde duerme también el Chato, sale de vez en cuando, por un agujero, la cabeza del niño, y surgen ayes de dolor que, al decir de una de las Chatas, semejan balidos de cordero, y van a perderse sin eco compasivo entre rugidos y risotadas lúbricas de una familia de meretrices y sodomitas; y del mismo desván baja algunas veces el Chato a pedir aceite...
Luego, se estrangula al niño, después de sacarle los ojos, y en la banasta de un burro se le lleva a un risco inaccesible, para que duerma a la intemperie, picoteado por los cuervos...
¿Por qué se ha cumplido en la tierra el tormentoso infortunio de ese niño de tres años?... ¿Qué Dios es ese que consiente tamañas iniquidades?...
¡Pobre niño Pedrín, con tu corona de espinas sobre el campo yermo!... Si has oído desde allá arriba lo que se ha dicho acá abajo, ¡cuánto no habrá sufrido tu almita al oír insultar a tus padres, y decir que las Chatas estaban encargadas de cuidarte y asearte... de las inmundicias del Chato!... ¡Pobre niño Pedrín, abandonado en el campo, con tus manitas a la espalda, como sufriendo el horrible boca abajo a que fue condenada antaño la raza etíope; con tus faldas levantadas, como si quisiesen denunciar tu escarnio y tu vergüenza!...
Gran triunfo de abogado, señor Cuevas, gran triunfo ha sido, sin duda, el librar de la muerte al verdugo del niño Pedrín. Pero yo tengo la convicción de que usted, en cuanto hombre, se preguntará alguna vez, como me pregunto yo, si no es reo de no haber contribuído a realizar la recomendación del New-York Herald...