Gotas de sangre/El Orden de cosas
El Orden de cosas
El «matador de mujeres» Vidal, condenado a la pena capital, no irá a la guillotina, porque unos médicos han dicho de él que es «un degenerado con insensibilidad física y moral». Le pincharon con agujas, y se estuvo quietecito. Le hicieron cosquillas con una pluma en la planta de los pies, y no dio señales de risa. Comía como un bobo, dormía como una marmota y no pensaba en los crímenes que cometió. La Ciencia dio, pues, un informe favorable a la insensibilidad física y moral del asesino. De su degeneración no cabe duda, puesto que mató varias mujeres.
Si mata usted una persona sola, la Ciencia falla que está cuerdo y en disposición de subir al patíbulo; pero si mata usted media docena de personas, la misma Ciencia falla que está loco y que, después de darse una vueltecita por Cayena, podrá volver a los bulevares de París.
La Gabriela Bompard, que también es una degenerada e insensible a las cosquillas cuando se las buscan en la planta de los pies, saldrá dentro de dos años a pasearse por dichos bulevares y tener citas en el mismo café donde la esperaba el buen Gouffet. Unos años después saldrá también el «agraciado» Vidal, y si Dios los junta, después de haberlos criado, van a sacar una cría que ya ya.
Buena parte del público, que se dedica a canonizar asesinos y dignificar ladrones, aplaude la gracia de Vidal. a su novia, que es una atropellaplatos usada, se le han presentado en Niza varios aspirantes a su pringosa mano, y Vidal recibe diariamente ilustradas tarjetas de señoritas que desean preguntarle en el momento psicológico:
-Di, ¿cómo las mataste...?
Si la Cecilia Aznar tiene la suerte de la Gabriela Bompard, lo mejor que podrá hacer, cuando la suelten, es venir a París, donde es muy conocida y respetada, no sólo por haber planchado al Sr. Pastor, sino también porque Marcel Hutin, de L'Écho de Paris, publicó las frases que hizo ella en la cárcel cuando estaba allí la sacra familia de los Humbert.
-Se les debe perdonar, porque han robado elegantemente -decía la Cecilia, tal vez pensando que a ella también la deben perdonar, porque mató elegantemente... por lo nuevo, siendo así que a nadie se le había ocurrido estirar un hombre con una plancha.
Puesta Cecilia en posesión de los bienes del Sr. Pastor, cuya memoria debe ser estigmatizada, y votada la candidatura de Teresa Humbert como miembro de la Academia, en sustitución del Sr. Cotarelo, se habrá entrado en el orden de cosas.
En el orden de cosas de las gentes que se entusiasman con las fechorías del «sádico» de Bourg-la-Reine, que se disputaron a gritos y empellones las prendas de la familia Humbert, el mobiliario de Boulaine y las entradas para asistir a las bodas de Leca con «la Pantera del Trono», y que sienten «la desgracia» de Syndon, envidian «la suerte» de Giron, devoran por entregas la amorosa historia de la señora de Pistolkars, y no tienen palabra de lástima para las víctimas de estos degenerados, sin cosquillas.
En el orden de cosas, en fin, que condujo a Sedán y a Santiago y nos lleva de cabeza a la cola de Europa.