Gotas de sangre/Nueva Sociedad

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Nueva Sociedad


La prensa de Lyon publicó hace pocos días el reglamento de los apaches. No satisfechos estos caballeros de industria con campar por sus respetos en barrios céntricos de las grandes capitales de Francia, se han constituido en sociedad, debidamente legalizada, con presidente, tesorero y secretario, y han publicado sus Estatutos. A juicio de ellos, el robo y el asesinato son «un trabajo» como otro cualquiera, y las fechorías que llevan a cabo hacían necesario que formasen uno a modo de «trust» respetable. Hay en esta sociedad, que se titula «Sociedad amistosa de los Caballeros del cuchillo», miembros honorarios, como un tal «Luis el Luchador». Los apaches que murieron ejerciendo de tales continúan figurando nominalmente en la sociedad. Entre ellos está nuestro conocido «Fanfán de la Courtille». Hay también oradores de tanda, como Schwartz (alias) ¡«Maldita sea mi suerte»!, y Depouteau, que por poco se llama Diputado.

La sociedad, previsora, atiende en sus Estatutos a todas las contingencias que puedan presentarse. Ejemplo:

«Cuando un apache se haga «volar», mientras «trabaja», deberá ser socorrido por la sociedad». Y hay que trabajar con limpieza.

«Todo «trabajo» hecho por un apache debe ser hecho limpiamente.»

Otro Estatuto notable es el que concede al apache que tenga un trabajo «exagerado» el derecho de reunir en sesión a los socios y exponer en discurso dirigido al presidente, las dificultades con que tropieza. El presidente, debidamente informado, nombrará un grupo de societarios capaces de estudiar el caso y dictaminar sobre el mismo. Es una intervención parecida a la del Congreso de La Haya para solucionar conflictos internacionales.

Como toda sociedad, también la de los apaches tiene quiebras, y su Estatuto dice que todo apache que no se conforme con lo prescrito en el reglamento, será excluido de la sociedad, «sin perjuicio de los golpes que podrá «tomar», según los casos», y otro Estatuto, más fuerte que el anterior, dispone que el apache que no cumpla con el «trabajo» de que se hizo cargo sea inmediatamente «vaciado». Prueba de ello es que entre los socios figura un tal «Bibi», «muerto a golpes de disciplina.»

Como se ve, el oficio de apache no deja de tener peligros, siendo así que el apache, no sólo está expuesto a los tiros que le descerrajan la policía y los transeúntes atropellados por los societarios del apachismo, sino también a que los mismos compañeros de él lo «vacíen» de un sorbo, como si fuese un huevo pasado por agua.

Fracasadas casi todas las sociedades de hombres honrados, es muy posible que la de los apaches, constituídos reglamentariamente en «trust», como personas que se respetan, tenga mucho éxito y gran estabilidad...