Guardadme las espaldas/Entremés

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Guardadme las espaldas
de Pedro Calderón de la Barca
Entremés

Entremés

Salen LORENZO y el VEJETE.
VEJETE:

Ceguezuelo rapaz que me desvelas.
¿A la vejez viruelas?
Agora el corazón me has traspasado
y me tienes de Inés enamorado,
y por mostrarte en mí más riguroso
haces que esté celoso,
porque ella, tan liviana, se permite
que a cuantos hay en el lugar admite.
Mas yo pienso decille a su marido
lo que pasa, y que mire por su casa.
Y deste modo, en tantos desconsuelos,
remediará mis celos con sus celos,
y me pienso quedar dueño absoluto
de Inés, y de mi amor coger el fruto,
porque yo le he criado,
y de mí siempre vive asegurado.
Mas no sé si ha de hacer lo que conviene
porque ¡es tan grande tonto! Pero él viene:
¡Oh, Lorenzo! Tú seas bienvenido.

LORENZO:

Déjame, porque vengo divertido.
(Mirándose las manos.)

VEJETE:

¿Qué te miras la mano y qué señalas?

LORENZO:

Cierto que hay en el mundo cosas ralas.

VEJETE:

Yo no puedo entender lo que te elevas.

LORENZO:

Cada día ve un hombre cosas nuevas.

VEJETE:

Pues dime qué es sin que el dudar me cueste.

LORENZO:

Que aqueste dedo es más chiquito que éste.

VEJETE:

¿Ahora sales con eso, di, menguado?

LORENZO:

Hasta ahora no lo había reparado.

VEJETE:

Deja esas boberías, por tu vida,
y advierte que la honra por lo menos
te ha de decir lo que avisarte quiero,
y es un caso tan grave y tan severo
que nadie lo ha de oír al referillo.

LORENZO:

Pues yo me voy si nadie no ha de oíllo.

VEJETE:

Tú sí lo has de escuchar, porque te toca,
mas no lo oiga la gente impertinente.

LORENZO:

¡Válgame Dios! Pues yo también soy gente.

VEJETE:

Óyeme, tu mujer, es cosa pública
que tiene diez galanes.

LORENZO:

¿Diez galanes?

VEJETE:

Lo que oyes. Venga tu honra, que es la mía,
y mátalos a todos en un día,
y velos tú pasando, uno por uno,
con esta espada, y tíñela hasta el cabo.
(Dale la espada.)

LORENZO:

Juro a Dios que los pase como un nabo.

VEJETE:

Mira, tú has de ponerte aquesta noche
al umbral de tu puerta, y uno a uno,
como fueren llegando,
¡zás! con lindo despejo illes pegando,
y ¡zás! hasta que quedes satisfecho.

LORENZO:

Esto ya me parece que está hecho,
porque si hay alguien que acercarse quiera,
¡zás! le pienso pegar desta manera,
¡y zás, y zás [...]!
(Da espaldarazos al VIEJO.)

VEJETE:

Tente, menguado.

LORENZO:

Mire, so un bercebú si estó enojado.

VEJETE:

Tú eres cosa perdida,
y fiar de ti nada de provecho
es grande bobería y es mal hecho.
Yo te traeré un valiente
que desde el mismo oriente hasta el poniente
no hay otro como él, y no te asombres,
que se traga a los hombres
como anises del Duque muy delgados,
y se los va tragando así, a puñados.

LORENZO:

Pues tragaraos a vos, así que os vea,
porque oléis a diez leguas a grajea.

VEJETE:

Pues yo voy a enviarte este valiente,
que yo a pagalle desde aquí me obligo.
Pero mira, Lorenzo, que te digo
que te estés a la puerta, y no consientas
que entre ninguno el tiempo que me tarde.

LORENZO:

¿Quién ha de entrar? Callad. Así Dios os guarde.

VEJETE:

Pues no se entre ninguno. Mas ya viene.
Inés: haz lo que tanto te conviene,
que hoy con todos a un tiempo darás cabo.

(Hace que se va y detiénele LORENZO.)
LORENZO:

No se os olvide de traer el bravo,
porque, después de Dios, ese valiente
ha de ser mi remedio totalmente.

VEJETE:

No se me olvidará.

LORENZO:

No por San Pablo.

VEJETE:

Voyme. No vea Inés que a ti te hablo.

LORENZO:

Con un valiente cobra un hombre brío.

(Vase el VIEJO, y sale INÉS y abraza a LORENZO y él la quita.)
INÉS:

Marido de mis ojos, dueño mío,
abrazadme, abrazadme y reabrazadme.

LORENZO:

Quitaos y requitaos y redejadme.

INÉS:

Mi bien, mi esposo, mi señor, mi dueño.

LORENZO:

Quitaos allá.

INÉS:

¿Pues vos conmigo airado?
Sois mi galán, aunque os hacéis de bronce.

LORENZO:

Desa suerte conmigo tenéis once.

INÉS:

Yo no os entiendo [...].

LORENZO:

Pues yo me entiendo,
que dicen que tenéis tantos galanes
que si ellos fueron pollos de ahechadura,
uno por fuerza le tocara al cura.

INÉS:

¿Diez os han dicho? ¡Plegue a Dios, marido,
que si tal tengo! no me hagáis que jure
([Aparte.]
que a vos os lleven cuatro mil demonios)
mas yo soy muy sujeta a testimonios.
Cinco sí tengo: el viejo, el forastero,
que ya tiene su hora y yo le espero
esta noche, después de haber entrado
los otros tres que tienen mejor grado.
¡Que tal digan! ¡Qué lenguas hay tan fieras!
¿Y lo creéis vos? Soy desgraciada,
y estas cosas me tienen acabada,
sin salud y con sustos infinitos.

LORENZO:

No tenéis ya que hacerme pucheritos,
que hoy ha de ver el mundo mi venganza,
que tengo un hombre yo... (pero callemos
honra mía, hasta tanto que os venguemos
[Aparte.])
y entraos allá, no sean los demonios
que os dé con esta espada adredemente.

INÉS:

Bien sabéis vos que moriré inocente.

LORENZO:

Mientras viene el valiente, obre esta espada
pero ya tengo moro en la estacada.

(Vase INÉS y sale un GALÁN embozado.)
GALÁN 1º:

([Aparte.]
Lorenzo está a la puerta, mas no importa:
que ha de valerme su simpleza extraña
y allá tengo de entrar, que ésta es la maña):
¡Ah, Lorenzo! Escúchame atentamente,
noble sois, cuerdo sois, y sois valiente
yo entro a ver a vuestra esposa, y por si ha habido
quien algo le haya dicho a su marido,
pues sois mi amigo, y de vos me valgo,
guardadme las espaldas, que ya salgo.

(Vase.)
LORENZO:

Ve aquí un empeño bien enfecultoso:
la amistad de un amigo aquí me llama
y a esotra parte mi deshonra clama;
pues venza la amistad eternamente
pues soy noble, soy cuerdo y soy valiente.

(Sale el segundo GALÁN.)
GALÁN 2º:

 ([Aparte.]
A su puerta está puesto, mas no importa):
¡Ah, hidalgo! Pues que veis que me resuelvo,
no me entre nadie aquí, que luego vuelvo.

(Entrase por la puerta que el primer GALÁN entró.)
LORENZO:

¡Ah, caballero, advierta, çé, a quien digo!
mire usté que allá dentro está un amigo
que me dijo que aquí estuviese alerta.

(Sale el GALÁN 1º riñendo con el GRACIOSO.)
GALÁN 1º:

¡Muy lindo modo de guardar la puerta!

(Vase.)
LORENZO:

No hay sino dar y echar por esos trigos,
¿pues qué he de hacer si todos son amigos?

(Sale el GALÁN 3º)
GALÁN 3º:

Oíd estas razones, reparaldas,
mientras salgo, guardadme las espaldas.

LORENZO:

La cuenta de los diez ya sale cierta.

(Éntrase el tercero GALÁN, por la puerta que los otros, y sale el segundo.)
GALÁN 2º:

¡Muy lindo modo de guardar la puerta!

LORENZO:

Señores, yo soy solo y no es posible;
hacer más que por uno es imposible,
y aunque hago cuanto puedo por servillos,
al cabo, al cabo, sin poder valerme,
después de rempujarme y de molerme,
se entren sin más ni más propios y extraños.
Parezco mayordomo en día de años:
pero de esta vez mi honra
va perdida y rematada
si no viene aquel valiente
que me ayude a rescatalla.
¡Ay! Dios le traiga con bien
y las benditísimas ánimas.

(Salen el VEJETE y un VALIENTE muy guapo.)
VEJETE:

Haga ucé lo que le digo,
que aún mayor será la paga.

VALIENTE:

Pues despachemos aprisa
porque una mujer me aguarda,
y se ha de cumplir [...] todo.

VEJETE:

¡Válgame Dios! Poco falta.
(Dale un bolsillo.)
¡Ah, Lorenzo! Ya te traigo
conmigo la flor de España,
y el que ha de satisfacerte.

LORENZO:

Padre mío de mi alma
y honra mía.

VALIENTE:

Aquí no hay más
sino andar y Santas Pascuas.

VEJETE:

Dime ¿a ver a tu mujer
ha entrado alguno en tu casa?

LORENZO:

No es mujer que se descuida,
ya tiene muy buena entrada.

VEJETE:

No importa, porque aquí está
quien no dejará tajada
de todos.

VALIENTE:

Déjelo ucé,
que en fin, ucé es camarada.

LORENZO:

Ya yo sé que ucé es ucé,
y que el ser ucé le basta.

VALIENTE:

¿Y cuántos hombres son estos
que he de matar? Porque vaya,
con que si no son cincuenta,
con menos no hacemos nada,
y me iré si no son tantos.

LORENZO:

Pues en conciencia jurada,
que lo que es a la hora de ahora
desprevenidos nos halla,
que cuanto muchos son diez
mas usté supla las faltas.

VALIENTE:

Esto es muy poco, y me voy
si no es mayor la matanza.

LORENZO:

Mate usté a este vejete
y no se hable más palabra.

VEJETE:

¿Que me mate a mí? ¿Estás loco?
(Éntrase.)

VALIENTE:

Pero por ser gente honrada
me allanaré a cualquier cosa.

LORENZO:

Dios me guarde a uced, por tantas
mercedes como me hace,
que no podré pagallas
en mi vida.

VALIENTE:

Fíe de mí,
que me he inclinado a su causa,
cuanto mis fuerzas alcanzan,
y esto va en inclinaciones.

LORENZO:

Sí, señor, uced lo haga
lo mojer que osté supiere,
pues pongo mis esperanzas
en vusté.

VALIENTE:

Es un cuitado
y hoy verá como una plata
su honra.

LORENZO:

Yo así lo creo.

VALIENTE:

Algún Ángel con él habla:
mire, el hombre más dichoso
es que ha habido en [...] España
en haberme a mí traído.
Una, dos, tres, cuatro casas:
aquesta es si no me engaño
y porque en la cuenta vaya
¿no es ésta su casa?

LORENZO:

Sí.

VALIENTE:

¿Y cuántos dentro se hallan?

LORENZO:

Tres hay dentro, y buen provecho.

VALIENTE:

Pues la cuenta está ajustada.
Agora me sigo yo,
guardadme vos las espaldas.
(Vase.)
(Sale el VEJETE.)

VEJETE:

¿Qué es aquesto?

LORENZO:

Que al valiente
se le ha llegado su tanda,
y por no perder su turno
se ha entrado agora en mi casa.

VEJETE:

Esa es gran bellaquería:
dadme, Lorenzo, esa espada,
que ya no puede mi enojo
sufrir desvergüenza tanta.
A todos he de matallos,
y porque en la cuenta vaya,
¿cuántos están dentro?

LORENZO:

Cuatro.

VEJETE:

Pues la cuenta está ajustada,
agora me sigo yo:
guardadme vos las espaldas.

LORENZO:

¿De manera que son cinco
los que han entrado en mi casa?
Pues ahora me sigo yo
y pues que todos me faltan,
al auditorio suplico
que me guarde las espaldas.

(Sale el GALÁN 1º)
GALÁN 1º:

¿A dónde va el mentecato?

LORENZO:

Señor, voyme noramala,
que no pretendo estorbar.

GALÁN 1º:

¡Vaya el simple, vaya, vaya!

(Dale de palos.)
LORENZO:

Bien el refrán se ha cumplido,
que los palos me faltaban.

(Sale INÉS.)
INÉS:

Baila, Lorenzo, conmigo
y así cesará la chanza.

LORENZO:

Y mandábanle bailar
como quien no dice nada.