Guerra Púnica 1.1-375

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Silio Itálico, Guerra Púnica, 1.1-375
Traducción de
Mario Colago Sánchez

de Silio Itálico

Ordior arma, quibus caelo se gloria tollit
Aeneadum, patiturque ferox Oenotria iura
Carthago. da, Musa, decus memorare laborum
antiquae Hesperiae, quantosque ad bella crearit
et quot Roma uiros, sacri cum perfida pacti 5
gens Cadmea super regno certamina mouit,
quaesitumque diu, qua tandem poneret arce
terrarum Fortuna caput. ter Marte sinistro
iuratumque Ioui foedus conuentaque patrum
Sidonii fregere duces, atque impius ensis 10
ter placitam suasit temerando rumpere pacem.

  Empiezo a hablar de la guerra con la que la gloria de los Enéadas se eleva al cielo,
y la orgullosa Cartago sufre las leyes de Enotria.
Permíteme, Musa, recordar la proeza de las fatigas
de la antigua Italia, y cuántos y cuán grandes héroes engendró Roma para las guerras
cuando el pueblo de Cadmo, pérfido al pacto sagrado,
impulsó combates por la soberanía;
y en cuál fortaleza ponía finalmente la Fortuna la capital del mundo, largo tiempo buscada.
Repetidas veces, con funesto combate,
tanto la alianza jurada a Júpiter como los convenios del Senado
rompieron los generales sidonios; y, repetidas veces, la impía espada
aconsejó romper, profanando, la paz que se había acordado.


sed medio finem bello excidiumque uicissim
molitae gentes, propiusque fuere periclo
quis superare datum: reserauit Dardanus arces
ductor Agenoreas, obsessa Palatia uallo 15
Poenorum ac muris defendit Roma salutem.
     Tantarum causas irarum odiumque perenni
seruatum studio et mandata nepotibus arma
fas aperire mihi superasque recludere mentes.
iamque adeo magni repetam primordia motus. 20

  Pero fue en mitad de la guerra, por el contrario, cuando los pueblos edificaron el fin y la
destrucción, y estuvieron más cerca de la derrota
aquellos a quienes se les había dado el vencer: un jefe dardanio hizo accesible las fortalezas
de Agenor; por el contrario, los cartagineses ocuparon el Palatino con empalizada,
y Roma preservó su salud con sus murallas.

  Las causas de tan grandes iras y el odio guardado con afán perenne,
y la guerra encomendada a los descendientes
me es lícito poner de manifiesto, y descubrir las disposiciones del espíritu de los dioses de
arriba. Y, llegados ya hasta este punto, voy a evocar los orígenes de tan grande movimiento.


Pygmalioneis quondam per caerula terris
pollutum fugiens fraterno crimine regnum
fatali Dido Libyes appellitur orae.
tum pretio mercata locos noua moenia ponit,
cingere qua secto permissum litora tauro. 25
hic Iuno ante Argos (sic credidit alta uetustas),
ante Agamemnoniam, gratissima tecta, Mycenen
optauit profugis aeternam condere gentem.

  Cuentan que en otro tiempo Dido, al huir por mar de las tierras de Pigmalión,
un reino manchado con el delito fraterno,
es empujada a la costa de Libia, guiada por el destino.
Entonces, tras mercar con precio terrenos, pone nuevas murallas
por donde estaba permitido ceñir los litorales con piel cortada de toro.
Aquí, Juno, antes que en Argos (así ha creído la profunda antigüedad),
antes que en la Micenas de Agamenón, gratísima morada,
deseó fundar un pueblo eterno a los prófugos.


uerum ubi magnanimis Romam caput urbibus alte
exerere ac missas etiam trans aequora classes 30
totum signa uidet uictricia ferre per orbem,
iam propius metuens bellandi corda furore
Phoenicum extimulat. sed enim conamine primae
contuso pugnae fractisque in gurgite coeptis
Sicanio Libycis, iterum instaurata capessens 35
arma remolitur; dux agmina sufficit unus
turbanti terras pontumque mouere paranti.

  Pero, cuando ve ella que Roma sobresalía como capital por encima de las magnánimas ciudades
y que enviaba sus ejércitos incluso a través de los mares,
y que llevaba sus estandartes victoriosos por el mundo entero,
ya temerosa ella de una guerra cada vez más cercana, estimula los corazones de los cartagineses
con el furor de la guerra.
Y, en efecto, tras un impulso molido a golpes en la primera pugna y tras romperse las empresas
libias en el mar de Sicilia, la diosa, una vez más dispuesta, empuñando rápidamente
las armas, las traslada. Un solo jefe basta para que los escuadrones
muevan las tierras a la agitación y el mar a la disposición.


Iamque deae cunctas sibi belliger induit iras
Hannibal: hunc audet solum componere fatis.
sanguineo tum laeta uiro atque in regna Latini 40
turbine mox saeuo uenientum haud inscia cladum,

  Y ya el belicoso Aníbal encarna todas las iras de la diosa:
sólo en éste se atreve a depositar los hados.
Contenta entonces por tener a un guerrero sanguinario, y
consciente de los desastres que pronto, como un furioso torbellino, llegan al reino de Latino,
dice:


'Intulerit Latio, spreta me, Troius' inquit
'exul Dardaniam et bis numina capta penates
sceptraque fundarit uictor Lauinia Teucris,
dum Romana tuae, Ticine, cadauera ripae 45
non capiant, famulusque mihi per Celtica rura
sanguine Pergameo Trebia et stipantibus armis
corporibusque uirum retro fluat, ac sua largo
stagna reformidet Trasimennus turbida tabo,
dum Cannas tumulum Hesperiae campumque cruore 50
Ausonio mersum sublimis Iapyga cernam
teque uadi dubium coeuntibus, Aufide, ripis
per clipeos galeasque uirum caesosque per artus
uix iter Hadriaci rumpentem ad litora ponti.'

  "Un troyano desterrado, desdeñándome, habrá traído al Lacio
el linaje de Dárdano y sus penates, divinidades dos veces hechos prisioneros;
y, ya vencedor, habrá fundado para los teucros un trono lavinio,
hasta que tus orillas, Tesino, no se lleven consigo cadáveres romanos
y el Trebia, esclavo a mí, fluya hacia atrás a través de los campos celtas
con la sangre de Pérgamo y apiñando las armas
y los cuerpos sin vida de tantos hombres; y
el Trasimeno retroceda de espanto ante sus propias aguas, turbias por la liberal sangre corrompida;
hasta que a Cannas, túmulo de Hesperia, y a la llanura de Yapigia,
sumergida por la sangre derramada de Ausonia, distinga yo con la vista, estando en el cielo;
y a ti, Áufido, indeciso del curso que debes tomar, cuando tus riberas queden unidas
por los escudos, los cascos y los miembros cortados de tantos guerreros,
de forma que apenas puedas abrirte camino hasta las costas del mar Adriático."


haec ait ac iuuenem facta ad Mauortia flammat. 55
     Ingenio motus auidus fideique sinister
is fuit, exuperans astu, sed deuius aequi.
armato nullus diuum pudor: improba uirtus
et pacis despectus honos, penitusque medullis
sanguinis humani flagrat sitis. his super, aeui 60
flore uirens hauet Aegatis abolere, parentum
dedecus, ac Siculo demergere foedera ponto.

Así dice la diosa, y excita al joven Aníbal hacia las acciones de Marte.

  Por naturaleza, ávido de movimiento y adverso a la lealtad
éste fue; sobresaliente en astucia, pero desviado de ser ecuánime.
Estando armado, no tenía respeto alguno hacia los dioses: tenía un valor impío,
menospreciaba el honor de la paz y, hasta lo más hondo de sus entrañas,
una sed de sangre humana ardía. Además de esto,
cuando estaba en la flor de su vida, deseaba vivamente destruir las islas Egatas,
deshonra de sus antepasados, y hundir las alianzas en el mar de Sicilia.


dat mentem Iuno ac laudum spe corda fatigat.
iamque aut nocturno penetrat Capitolia uisu
aut rapidis fertur per summas passibus Alpis. 65
saepe etiam famuli turbato ad limina somno
expauere trucem per uasta silentia uocem
ac largo sudore uirum inuenere futuras
miscentem pugnas et inania bella gerentem.

  Juno es quien le anima y fatiga su corazón con la esperanza de alabanzas.
Y ya se imagina en sueños bien que entra en el Capitolio,
bien que penetra los más elevados Alpes con pasos devoradores.
Incluso a menudo los servidores que estaban junto a sus umbrales, despertados del sueño,
temieron una voz terrible en medio del vasto silencio,
y encontraban a Aníbal con abundante sudor,
mezclando pugnas venideras y produciendo guerras imaginarias.


Hanc rabiem in finis Italum Saturniaque arua 70
addiderat iam tum puero ~patrius furor oscus~
Sarrana prisci Barcae de gente uetustos
a Belo numerabat auos. namque orba marito
cum fugeret Dido famulam Tyron, impia diri
Belides iuuenis uitauerat arma tyranni 75
et se participem casus sociarat in omnis.
nobilis hoc ortu et dextra spectatus Hamilcar,
ut fari primamque datum distinguere lingua
Hannibali uocem, sollers nutrire furores,
Romanum seuit puerili in pectore bellum. 80

  Esta ira contra los territorios de los itálicos y los campos de sembrado de Saturno
se la había añadido el furor osco de su padre, ya desde el momento en que era un niño.
Siendo de la familia sarrana del viejo Barca,
contaba entre sus vetustos antepasados a Belo. En efecto, privada de su marido,
al huir Dido a la esclavizada Tiro,
un joven belida había evitado las impías armas del cruel tirano
y se había asociado a ella para compartir todas sus desgracias.
Conocido por este origen y contemplado por su diestra,
cuando a Aníbal se le había hecho merced de balbucear y diferenciar con su lengua
su primera palabra, Amílcar, hábil en alimentar furores,
sembró en el corazón pueril la guerra contra Roma.


Vrbe fuit media sacrum genetricis Elissae
manibus et patria Tyriis formidine cultum,
quod taxi circum et piceae squalentibus umbris
abdiderant caelique arcebant lumine, templum.
hoc sese, ut perhibent, curis mortalibus olim 85
exuerat regina loco. stant marmore maesto
effigies, Belusque parens omnisque nepotum
a Belo series, stat gloria gentis Agenor
et qui longa dedit terris cognomina Phoenix.

  En medio de la ciudad, consagrado a los manes de la fundadora Elisa
y venerado por los tirios con una adoración ancestral, hubo un templo;
el cual, tejos y pinos de alrededor con sus lúgubres sombras
habían ocultado y lo privaban de la luz del cielo.
En este lugar fue, según cuentan, donde en otro tiempo de las preocupaciones mortales
se había librado la reina. Están de pie en afligido mármol
las estatuas, y Belo, el fundador, y toda la serie de los descendientes
de Belo; están de pie Agenor, la gloria de su pueblo,
y Fénix, quien dio largo nombre a aquellas tierras.


ipsa sedet tandem aeternum coniuncta Sychaeo. 90
ante pedes ensis Phrygius iacet, ordine centum
stant arae caelique deis Ereboque potenti.
hic, crine effuso, atque Hennaeae numina diuae
atque Acheronta uocat Stygia cum ueste sacerdos.
immugit tellus rumpitque horrenda per umbras 95
sibila; inaccensi flagrant altaribus ignes.

La mismísima Dido está sentada, finalmente unida para siempre a Siqueo.
Ante sus pies, la espada del frigio yace; en fila, cien
altares consagrados tanto a los dioses del cielo como al poderoso Érebo están de pie.
Aquí, soltándose el cabello, tanto a la voluntad de la diosa de Henna
como al Aqueronte llama con vestido estigio una sacerdotisa.
Empieza a resonar la tierra, y hace estallar, a través de las sombras, horrendos
silbidos; sin que nadie los hubiese encendido, fuegos arden en los altares.


tum magico uolitant cantu per inania manes
exciti, uultusque in marmore sudat Elissae.
Hannibal haec patrio iussu ad penetralia fertur,
ingressique habitus atque ora explorat Hamilcar. 100
non ille euhantis Massylae palluit iras,
non diros templi ritus aspersaque tabo
limina et audito surgentis carmine flammas.

Entonces, despertados por efecto del mágico conjuro, los manes revolotean por el vacío,
y el rostro en mármol de Elisa comienza a sudar.

  Aníbal, por orden de su padre, es llevado hacia este santuario,
y Amílcar empieza a examinar el aspecto y el rostro del que acababa de entrar.
Él no palideció a causa del temor a las iras de la sacerdotisa masilia;
no a causa del temor a los crueles ritos del templo, ni a los umbrales rociados con sangre
corrompida, ni a las llamas que surgían por efecto del hechizo que se había oído.


Olli permulcens genitor caput oscula libat
attollitque animos hortando et talibus implet: 105
'Gens recidiua Phrygum Cadmeae stirpis alumnos
foederibus non aequa premit. si fata negarint
dedecus id patriae nostra depellere dextra,
haec tua sit laus, nate, uelis. age, concipe bella
latura exitium Laurentibus: horreat ortus 110
iam pubes Tyrrhena tuos, partusque recusent
te surgente, puer, Latiae producere matres.'

  Su padre, mientras le acariciaba la cabeza, le derramaba besos,
le exaltaba los ánimos y, exhortándole, le llena con tales palabras:
"La renaciente raza de los frigios está apretando a los discípulos de la estirpe de Cadmo
con tratados de alianza, no siendo justa. Ya que los hados han dicho
no echar abajo esta deshonra de nuestra patria con mi propia diestra,
quieras tú, hijo mío, que esta alabanza forme parte tuya. ¡Vamos! ¡Declara la guerra
que ha de llevar a los laurentinos a la ruina!
¡Que desde ya a tu nacimiento tenga horror la juventud tirrena!
¡Que recusen llevar partos hacia adelante las madres del Lacio, estando tú, niño, en la cima!"


his acuit stimulis subicitque haud mollia dictu:
'Romanos terra atque undis, ubi competet aetas,
ferro ignique sequar Rhoeteaque fata reuoluam. 115
non superi mihi, non Martem cohibentia pacta,
non celsae obstiterint Alpes Tarpeiaque saxa.
hanc mentem iuro nostri per numina Martis,
per manes, regina, tuos.' tum nigra triformi
hostia mactatur diuae, raptimque recludit 120
spirantis artus poscens responsa sacerdos
ac fugientem animam properatis consulit extis.

  Con estos aguijones lo ha estimulado; y Aníbal, a lo dicho, añade no suaves palabras:
"A los romanos por tierra y mar, cuando corresponda la edad,
seguiré, y a sangre y fuego los hados reteos revolveré.
No me habrán sido un obstáculo los dioses del cielo; tampoco los pactos que prohíben el combate;
tampoco los elevados Alpes, ni las rocas tarpeyas.
Este propósito afirmo con juramento por la voluntad de nuestro Marte;
por tus manes, ¡oh reina!"
Entonces una negra víctima es sacrificada en honor de la diosa triforme; y precipitadamente abre,
en busca de oráculos, el cuerpo aún palpitante la sacerdotisa,
y el alma que huía ya apresuradamente de las entrañas consulta.


Ast ubi quaesitas artis de more uetustae
intrauit mentes superum, sic deinde profatur:
'Aetolos late consterni milite campos 125
Idaeoque lacus flagrantis sanguine cerno.
quanta procul moles scopulis ad sidera tendit,
cuius in aerio pendent tua uertice castra!
iamque iugis agmen rapitur: trepidantia fumant
moenia, et Hesperio tellus porrecta sub axe 130
Sidoniis lucet flammis. fluit ecce cruentus
Eridanus. iacet ore truci super arma uirosque
tertia qui tulerit sublimis opima Tonanti.

  Pero, cuando, conforme a la costumbre de su vetusto oficio,
entró en la mente de los dioses que ella buscaba, así luego dice:
"Llanuras de Etolia que están cubiertas anchamente de soldado muerto,
y lagos ardientes por efecto de la sangre idea distingo con la vista.
¡Cuán grande mole de piedra lejos, hacia las estrellas, se extiende;
en cuya aérea cumbre tu campamento pende!
Y ya de la cima de las montañas el escuadrón se precipita: murallas humean en temblor,
y la tierra extendida bajo el cielo de Hesperia
por efecto de las llamas sidonias brilla. He aquí al Erídano, que ensangrentado fluye.
Yace con rostro fiero sobre armas y guerreros muertos
el que, sublime, terceros despojos opimos al Tonante habrá llevado.


heu quaenam subitis horrescit turbida nimbis
tempestas, ruptoque polo micat igneus aether! 135
magna parant superi: tonat alti regia caeli,
bellantemque Iouem cerno.' uenientia fata
scire ultra uetuit Iuno, fibraeque repente
conticuere: latent casus longique labores.
     Sic clausum linquens arcano pectore bellum 140
atque hominum finem Gadis Calpenque secutus,
dum fert Herculeis Garamantica signa columnis,
occubuit saeuo Tyrius certamine ductor.

¡Ah, qué agitada tempestad con súbitas lluvias torrenciales empieza a erizarse,
mientras en el cielo desgarrado el éter centellea de fuego!
Lo importante disponen los dioses de arriba: truena el palacio del alto cielo,
y a un Júpiter guerrero distingo."
Juno prohibió conocer más allá de los hados que se cernían, y las entrañas súbitamente
enmudecieron: se mantienen ocultas las desgracias y las largas fatigas.

  Así, dejando cerrada la guerra en su oculto corazón
e intentando llegar a Gades y a Calpe, el confín del mundo de los hombres,
mientras lleva los estandartes de los garamantas a las columnas de Hércules,
pereció en cruel combate el jefe tirio.


 Interea rerum Hasdrubali traduntur habenae,
occidui qui solis opes et uulgus Hiberum 145
Baeticolasque uiros furiis agitabat iniquis.
tristia corda duci, simul immedicabilis ira,
et fructus regni feritas erat; asper amore
sanguinis, et metui demens credebat honorem,
nec nota docilis poena satiare furores. 150
ore excellentem et spectatum fortibus ausis
antiqua de stirpe Tagum, superumque hominumque
immemor, erecto suffixum robore maestis
ostentabat ouans populis sine funere regem.

  Estando así las cosas, se entregan las riendas del poder a Asdrúbal;
el que las riquezas del pueblo de Occidente, y al populacho de Iberia
y a los hombres de la Bética agitaba con furor excesivo.
Corazón terrible, al mismo tiempo ira incurable,
y fiereza, fruto de la tiranía, el general tenía; severo en el amor
por la sangre, también creía demente que ser temido era un honor,
y que sólo podía saciar su dócil locura con castigo no conocido.
Ingrato tanto a los hombres como a los dioses,
mostraba orgulloso ante los pueblos afligidos a Tajo,
rey distinguido en rostro y estimado por su valiente valor de la antigua estirpe,
que iba a morir clavado en una cruz de madera erguida, sin funeral.


auriferi Tagus ascito cognomine fontis 155
perque antra et ripas nymphis ululatur Hiberis.
Maeonium non ille uadum, non Lydia mallet
stagna sibi, nec qui riguo perfunditur auro
campum atque inlatis Hermi flauescit harenis.
primus inire manu, postremus ponere Martem. 160
cum rapidum effusis ageret sublimis habenis
quadrupedem, non ense uirum, non eminus hasta
sistere erat: uolitabat ouans aciesque per ambas
iam Tagus auratis agnoscebatur in armis.

A Tajo, nombre tomado del aurífero río,
tanto por antros como por riberas llaman con lamentos las ninfas de Iberia.
Él no el vado meonio, no los estanques lidios preferiría para él mismo,
ni la llanura que es rociada por el oro que baña
y que empieza a dorarse por efecto de las arenas traídas del Hermo.
El primero en penetrar con ataque, el último en dejar el combate.
Cuando, sueltas las riendas, sublime conducía su raudo corcel,
no con espada de los guerreros, no con lanza a distancia
era posible detenerlo: revoloteaba triunfante y, en ambas formaciones del ejército,
ya Tajo era reconocido por sus armas doradas.


quem postquam diro suspensum robore uidit 165
deformem leti famulus, clam corripit ensem
dilectum domino pernixque inrumpit in aulam
atque immite ferit geminato uulnere pectus.
at Poeni, succensa ira turbataque luctu
et saeuis gens laeta, ruunt tormentaque portant. 170

  Después de que, suspendido en el funesto madero, lo viera
deforme por la muerte un esclavo, a hurtadillas empuña la espada
que su amo apreciaba e irrumpe ágil en palacio,
y golpea con duplicada herida el cruel corazón de Asdrúbal.
Pero los cartagineses, pueblo excitado por la ira y agitado por el dolor de su muerte,
y favorable a las crueldades, transportan instrumentos de tortura y se lanzan sobre él.


non ignes candensque chalybs, non uerbera passim
ictibus innumeris lacerum scindentia corpus,
carnificaeue manus penitusue infusa medullis
pestis et in medio lucentes uulnere flammae
cessauere; ferum uisu dictuque, per artem 175
saeuitiae extenti, quantum tormenta iubebant
creuerunt artus, atque omni sanguine rapto
ossa liquefactis fumarunt feruida membris.
mens intacta manet: superat ridetque dolores
spectanti similis, fessosque labore ministros 180
increpitat dominique crucem clamore reposcit.

No tizones encendidos ni acero candente, no azotes por doquier
que desgarraban con innumerables golpes su cuerpo lacerado,
ni manos de verdugo, ni peste vertida hasta el fondo de sus entrañas,
ni llamas que brillaban en el centro de la herida
faltaron. Un espectáculo atroz de ver y de decir; las crueldades estaban por oficio:
sus miembros crecieron extendidos cuanto los instrumentos de tortura mandaban
y, cuando se le quitó toda su sangre,
sus huesos, aún férvidos, humearon junto con los derretidos miembros.
Su ánimo intacto permanece: rebasa y se burla de los dolores
parecido a un espectador, a los agotados torturadores su fatiga
increpa, y el suplicio de la cruz de su amo con clamor reclama.


Haec inter spretae miseranda piacula poenae
erepto trepidus ductore exercitus una
Hannibalem uoce atque alacri certamine poscit.
hinc studia accendit patriae uirtutis imago, 185
hinc fama in populos iurati didita belli,
hinc uirides ausis anni feruorque decorus
atque armata dolis mens et uis insita fandi.

  En medio de este sacrificio expiatorio digno de lástima, apartado del castigo,
el ejército, desconcertado por la muerte de su jefe,
a Aníbal, con una sola voz y tras vivo debate, reclama.
De aquí, afanes despierta la imagen del valor de su padre;
de aquí, la fama hacia los pueblos extendida de la guerra jurada contra Roma;
de aquí, lozanos años con atrevimientos y una efervescencia decorosa,
una mente armada con astucias y una fuerza sembrada de elocuencia.


Primi ductorem Libyes clamore salutant,
mox et Pyrenes populi et bellator Hiberus. 190
continuoque ferox oritur fiducia menti,
cessisse imperio tantum terraeque marisque.
Aeoliis candens Austris et lampade Phoebi
aestifero Libye torretur subdita Cancro,
aut ingens Asiae latus, aut pars tertia terris. 195
terminus huic roseos amnis Lageus ad ortus
septeno impellens tumefactum gurgite pontum.

  Los primeros que al jefe con clamor saludan son los libios,
y, luego, los pueblos pirenaicos y el guerrero de Iberia.
Y, al instante, una altanera confianza en sí mismo nace a su mente,
cuando pasó a tener a su mando tan grande cantidad de tierra y de mar.
Candente por efecto de los austros de Eolo y la abrasadora antorcha de Febo,
Libia se cuece, sometida por el signo de Cáncer;
bien como un inmenso compañero de Asia, bien como un tercer continente.
Ésta tiene como límite hacia el rosado Oriente el río de los Lágidas,
que, empujando con sus siete bocas, hace hinchar el mar.


at qua diuersas clementior aspicit Arctos,
Herculeo dirimente freto, diducta propinquis
Europes uidet arua iugis. ultra obsidet aequor, 200
nec patitur nomen proferri longius Atlas,
Atlas subducto tracturus uertice caelum.
sidera nubiferum fulcit caput, aetheriasque
erigit aeternum compages ardua ceruix.
canet barba gelu, frontemque immanibus umbris 205
pinea silua premit. uastant caua tempora uenti,
nimbosoque ruunt spumantia flumina rictu.

Pero, por donde más apacible hacia las dos Osas lanza la mirada,
separadas por el estrecho de Hércules,
las apartadas llanuras de Europa, desde las cercanas cumbres, ve. Más allá está instalado el mar,
y no permite que su nombre sea presentado más lejos Atlas,
el mismo Atlas que arrastraría el cielo si se le retirara su cabeza.
Las estrellas su nubífera cabeza apuntala, y las etéreas
ensambladuras pone derechas para siempre su elevada cerviz.
De color blanco es su barba por el hielo, y su frente con desmesuradas sombras
un bosque de pinos cubre. Despueblan sus hondas sienes los vientos,
y de la lluviosa abertura de su boca ríos de espuma se lanzan.


tum geminas laterum cautes maria alta fatigant,
atque ubi fessus equos Titan immersit anhelos,
flammiferum condunt fumanti gurgite currum. 210
sed qua se campis squalentibus Africa tendit,
serpentum largo coquitur fecunda ueneno,
felix qua pinguis mitis plaga temperat agros,
nec Cerere Hennaea Phario nec uicta colono.
hic passim exultant Nomades, gens inscia freni, 215
quis inter geminas per ludum mobilis aures
quadrupedem flectit non cedens uirga lupatis.
altrix bellorum bellatorumque uirorum
tellus nec fidens nudo sine fraudibus ensi.

Entonces, las dobles rocas de las orillas los profundos mares fatigan
y, cuando el extenuado Titán sus jadeantes caballos ha sumergido,
el flamígero carro en su humeante masa ocultan.

  Por donde en desiertos África se extiende,
fecunda del abundante veneno de las serpientes la tierra se cuece;
sin embargo, por donde fecundos campos el clima suave modera,
extensión fértil hay ni por el trigo de Henna ni por el campesino de Faros vencida.
Aquí, por doquier brincan los númidas, pueblo que no conoce la brida,
que, por pasatiempo, móvil dirige el corcel,
sin dejar que ceda una fusta entre las dos orejas del animal, como si frenos se tratasen.
Nutridora de guerras y de varones guerreros
esta tierra, y no confiada a que se desenvaine sin engaños la espada.


  Altera complebant Hispanae castra cohortes, 220
auxilia Europae genitoris parta tropaeis.
Martius hinc campos sonipes hinnitibus implet,
hinc iuga cornipedes erecti bellica raptant:
non Eleus eat campo feruentior axis.
prodiga gens animae et properare facillima mortem. 225
namque ubi transcendit florentis uiribus annos,
impatiens aeui spernit nouisse senectam,
et fati modus in dextra est. hic omne metallum:
electri gemino pallent de semine uenae,
atque atros chalybis fetus humus horrida nutrit. 230

  Un segundo campamento lo llenaban las cohortes de Hispania,
tropas auxiliares de Europa, fruto de las victorias de su padre.
De aquí, el belicoso corcel las llanuras con sus relinchos llena;
de aquí, carros de guerra los animales de pies córneos, altaneros, arrastran:
no de la Élide podría ir en el campo raso más impetuosa la rueda.
Pródigo pueblo de su vida, también acelera el más dispuesto su muerte.
En efecto, cuando escala los años florecientes a la fuerza física,
incapaz de soportar el paso del tiempo, rechaza conocer la vejez,
y el límite de su destino está en su diestra. Aquí cualquier metal existe:
de ámbar amarillo de doble semilla están pálidos los filones,
y negros frutos de acero la tierra no cultivada nutre.


sed scelerum causas operit deus. Astur auarus
uisceribus lacerae telluris mergitur imis
et redit infelix effosso concolor auro.
hic certant, Pactole, tibi Duriusque Tagusque,
quique super Grauios lucentis uoluit harenas 235
infernae populis referens obliuia Lethes.
nec Cereri terra indocilis nec inhospita Baccho,
nullaque Palladia sese magis arbore tollit.

Pero las causas de sus crímenes cubre un dios. El ávido astur
en las entrañas profundas de la lacerada tierra se sumerge
y vuelve infeliz, del mismo color que el oro desenterrado.
Aquí, te disputan, Pactolo, tanto el Duero como el Tajo,
y el que sobre los gravios las brillantes arenas hace rodar,
a los pueblos haciendo recordar del infernal Leteo el olvido.
Una tierra tanto dócil a Ceres como hospitalaria a Baco es,
y ninguna otra el árbol de Palas más puede elevar.


Hae postquam Tyrio gentes cessere tyranno,
utque dati rerum freni, tunc arte paterna 240
conciliare uiros, armis consulta senatus
uertere, nunc donis. primus sumpsisse laborem,
primus iter carpsisse pedes partemque subire,
si ualli festinet opus. nec cetera segnis
quaecumque ad laudem stimulant, somnumque negabat 245
naturae noctemque uigil ducebat in armis.

  Después de que estos pueblos ante el soberano tirio cedieron,
y cuando las riendas del poder entregadas le fueron, entonces con la habilidad de su padre
une a los guerreros y, ya por medio de las armas, ya por medio de regalos, los decretos del Senado
hace girar. Fue el primero que asumió la fatiga,
el primero que emprendió el viaje y en ofrecerse participante
si el trabajo de la empalizada aceleraba. Y, no inactivo,
cualquier cosa restante hacia la alabanza lo aguijoneaba; de la naturaleza el sueño rechazaba
y, despierto, la noche en armas pasaba.


interdum proiectus humi turbaeque Libyssae
insignis sagulo duris certare maniplis;
celsus et in magno praecedens agmine ductor
imperium perferre suum; tum uertice nudo 250
excipere insanos imbris caelique ruinam.
spectarunt Poeni, tremuitque exterritus Astur,
torquentem cum tela Iouem permixtaque nimbis
fulmina et excussos uentorum flatibus ignes
turbato transiret equo, nec puluere fessum 255
agminis ardenti labefecit Sirius astro.

De vez en cuando tumbado en el suelo y
distinguido por su sayo, disputaba en dureza con los manípulos de la tropa libia.
Como excelso jefe, también al frente de un gran escuadrón,
su propia orden llevaba a término; entonces, con su cabeza al descubierto,
la furia de las lluvias y la borrasca soportaba.
Lo contemplaron los cartagineses, y se estremeció el amedrentado astur
cuando los dardos que Júpiter lanzaba, rayos unidos a lluvias torrenciales,
y fuegos que los soplos de los vientos hacían caer sacudiendo,
en su desbocado caballo atravesaba; y no con el polvo, por si se cansaba
de la marcha, por efecto del ardor de la estrella, Sirio vacilar lo hacía.


flammiferis tellus radiis cum exusta dehiscit,
candentique globo medius coquit aethera feruor,
femineum putat umenti iacuisse sub umbra
exercetque sitim et spectato fonte recedit. 260
idem correptis sternacem ad proelia frenis
frangere ecum et famam letalis amare lacerti
ignotique amnis tranare sonantia saxa
atque e diuersa socios accersere ripa.

Cuando, quemada por flamígeros rayos, la tierra se abre
y, con su candente esfera, cuece el éter la efervescencia del mediodía,
valora Aníbal que era propio del afeminado estar echado bajo la húmeda sombra;
y no deja en reposo su sed y, nada más mirar el agua, retrocede.
Él mismo, tras coger las riendas, domaba para las batallas el caballo que tiraba a su jinete;
la fama de su mortífero brazo amaba,
de un desconocido río pasaba a nado las sonoras rocas,
y desde la otra ribera a sus compañeros llamaba.


idem expugnati primus stetit aggere muri, 265
et quotiens campo rapidus fera proelia miscet,
qua sparsit ferrum, latus rubet aequore limes.
ergo instat fatis, et rumpere foedera certus,
quo datur, interea Romam comprendere bello
gaudet et extremis pulsat Capitolia terris. 270

Él mismo era el primero que estaba de pie sobre el terraplén de una recién expugnada muralla
y siempre que, impetuoso, al campo abierto feroces combates mezclaba,
por donde hubo esparcido el hierro, un ancho sendero de sangre se ruborizaba.
Así pues, los hados desafía y, decidido a romper los tratados de alianza,
entretanto a Roma, en cuanto se le permite, aprisionar en una guerra
le seduce la idea y, desde las extremas tierras, al Capitolio llegar.


Prima Saguntinas turbarunt classica portas,
bellaque sumpta uiro belli maioris amore.
haud procul Herculei tollunt se litore muri,
clementer crescente iugo, quis nobile nomen
conditus excelso sacrauit colle Zacynthos. 275
hic comes Alcidae remeabat in agmine Thebas
Geryone extincto caeloque ea facta ferebat.
tris animas namque id monstrum, tris corpore dextras
armarat ternaque caput ceruice gerebat.

  Los primeros toques de trompeta de guerra las puertas de Sagunto agitaron,
y Aníbal, con deseo de una guerra mayor, las armas tomó.
No lejos de la costa sus hercúleas murallas se elevan,
en crecimiento suave hasta la cima, cuyo ilustre nombre
consagró Zacinto, enterrado en lo alto de la colina.
Éste, compañero del Alcida, a Tebas durante la marcha regresaba
y, tras la muerte de Gerión, al cielo estas hazañas llevaba.
Y es que tres vidas había armado este monstruo, tres diestras en su cuerpo,
y sobre cada uno de sus tres cuellos una cabeza tenía.


haud alium uidit tellus, cui ponere finem 280
non posset mors una uiro, duraeque sorores
tertia bis rupto torquerent stamina filo.
hinc spolia ostentabat ouans captiuaque uictor
armenta ad fontis medio feruore uocabat,
cum tumidas fauces accensis sole uenenis 285
calcatus rupit letali uulnere serpens
Inachiumque uirum terris prostrauit Hiberis.

No otro ser vio la Tierra al que poner fin
no pudiera una sola muerte, y para quien las implacables hermanas
hilaran por tercera vez su hilo ya dos veces cortado.

  De aquí, su botín hacía ver triunfante Zacinto y, vencedor,
al ganado mayor cautivo hacia las aguas, en la efervescencia del mediodía, llamaba;
cuando, al pisar una serpiente, ésta sus hinchadas fauces con veneno encendido por el sol
abrió, provocándole una herida letal,
y al héroe inaquio en las tierras de Iberia por tierra echó.


mox profugi ducente Noto aduertere coloni,
insula quos genuit Graio circumflua ponto
et, quae auxit quondam Laertia regna, Zacynthos. 290
firmauit tenues ortus mox Daunia pubes
sedis inops, misit largo quam diues alumno
magnanimis regnata uiris, nunc Ardea nomen.
libertas populis pacto seruata decusque
maiorum, et Poenis u<r>bi imperitare negatum. 295

Luego, con el Noto de guía, vinieron campesinos fugitivos
que una isla, la de Zacinto, bañada por el mar griego, engendró,
la que, en otro tiempo, el reino de Laertes acrecentó.
Luego dio firmeza a sus oscuros orígenes la juventud daunia,
pobre de asiento, a la que hizo salir con abundante niño su rica patria,
porque eran los hombres magnánimos quienes la habían gobernado; ahora Árdea su nombre es.
La libertad para sus gentes y la dignidad de sus antepasados se observaban en un pacto,
y a los cartagineses ejercer el mando en la ciudad era negado.


Admouet abrupto flagrantia foedere ductor
Sidonius castra et latos quatit agmine campos.
ipse caput quassans circumlustrauit anhelo
muros saeuus equo, mensusque pauentia tecta
pandere iamdudum portas et cedere uallo 300
imperat et longe clausis sua foedera, longe
Ausoniam fore, nec ueniae spem Marte subactis:
scita patrum et leges et iura fidemque deosque
in dextra nunc esse sua. uerba ocius acer
intorto sancit iaculo figitque per arma 305
stantem pro muro et minitantem uana Caicum.

  Tras separar rompiendo el tratado de alianza, acerca su ardiente
campamento el jefe sidonio y las anchas llanuras con su escuadrón sacude.
Él en persona, meneando su cabeza, recorría enfurecido en su jadeante
caballo las murallas y, tras medir el terror de la ciudad,
abrir al instante las puertas y retirarse de la empalizada
ordena; diciéndoles que, cerrados como estaban, lejos sus propios tratados de alianza estaban;
que lejos Ausonia estaba, y que no habría esperanza de perdón si en el combate sometidos eran:
los decretos del Senado, tanto las leyes como los derechos, tanto la lealtad como los dioses,
en su propia diestra ahora estaban. Pronto, fogoso, sus palabras
blandiendo su lanza consagra, y la clava a través de la armadura
al que está de pie en lo alto de la muralla, el que amenaza constantemente con vanidades, Caico.


concidit exacti medius per uiscera teli,
effusisque simul praerupto ex aggere membris
uictori moriens tepefactam ret<t>ulit hastam.
at multo ducis exemplum clamore secuti 310
inuoluunt atra telorum moenia nube.
clara nec in numero uirtus latet: obuia quisque
ora duci portans ceu solus bella capessit.
hic crebram fundit Baliari uerbere glandem
terque leui ducta circum caput altus habena 315
permissum uentis ascondit in aera telum,
hic ualido librat stridentia saxa lacerto,
huic impulsa leui torquetur lancea nodo.

Atravesándole las entrañas, al hacer salir el arma arrojadiza, cayó de una vez
y, al mismo tiempo que se dejaban caer sus miembros desde el escarpado terraplén,
ya moribundo, al vencedor su entibiada lanza devolvió.

  Por su parte, con mucho clamor, siguiendo el ejemplo del caudillo,
los soldados envuelven las murallas con una negra nube de dardos.
Y no en una unidad de tropas está escondido su reconocido valor:
cada cual dirigía su rostro al encuentro del general como si cada uno solo afrontara la guerra.
Uno numerosa bala de plomo dispersa con su honda balear
y, de pie, tras conducir la ligera correa tres veces alrededor de su cabeza,
esconde hacia el aire, permitido por los vientos, el proyectil.
Otro, con su vigoroso brazo, rocas estridentes lanza.
Un tercero una lanza empujada por el ligero amiento dispara.


ante omnis ductor patriis insignis in armis
nunc picea iactat fumantem lampada flamma, 320
nunc sude, nunc iaculo, nunc saxis impiger instat
aut hydro imbutas, bis noxia tela, sagittas
contendit neruo atque insultat fraude pharetrae,
Dacus ut armiferis Geticae telluris in oris
spicula quae patrio gaudens acuisse ueneno 325
fundit apud ripas inopina binominis Histri.

  Delante de todos, el general Aníbal, distinguido en armas de su padre,
ahora arroja una antorcha humeante con llama negra como la pez,
ahora con estaca, con lanza o rocas incansable amenaza;
o bien, flechas emponzoñadas por la Hidra (proyectiles doblemente nocivos)
pone tensas con la cuerda de su arco y alardea del engaño de su aljaba,
como el dacio que, en los belicosos confines del país de los getas,
se regocija en afilar con el veneno tradicional las puntas de sus flechas que
luego dispersa inesperadas junto a las orillas del Istro de doble nombre.


     Cura subit, collem turrita cingere fronte
castelloque urbem circumuallare frequenti.
heu priscis numen populis, at nomine solo
in terris iam nota Fides! stat dura iuuentus 330
ereptamque fugam et claudi uidet aggere muros,
sed dignam Ausonia mortem putat esse Sagunto
seruata cecidisse fide. iamque acrius omnis
intendunt uires: adductis stridula neruis
Phocais effundit uastos balista molaris; 335
atque eadem ingentis mutato pondere teli
ferratam excutiens ornum media agmina rumpit.

  Una cuita aparece: circundar la colina con una primera fila provista de torres
y circunvalar la ciudad con numeroso fortín.
¡Ay de ti, numen para los pueblos antiguos, pero con un solo nombre
ya en las tierras, la célebre Lealtad! Se mantiene firme la juventud guerrera,
huye de la huida y ve que están cerradas por terraplén sus murallas,
pero valora que una muerte digna de Ausonia es que Sagunto
haya caído guardando la lealtad. Y ya, más fogosamente, todas
las fuerzas armadas aumentan: una vez tensadas las cuerdas,
la estridente ballesta focea da salida a vastas piedras;
y ella misma, cambiado el peso de ingente proyectil,
haciendo caer sacudiendo tronco de olmo provisto de hierro, el centro de las líneas del ejército enemigo rompe.


alternus resonat clangor. certamine tanto
conseruere acies, ueluti circumdata uallo
Roma foret, clamantque super: 'Tot milia, gentes 340
inter tela satae, iam capto stamus in hoste?
nonne pudet coepti, pudet ominis? en bona uirtus
primitiaeque ducis! taline implere paramus
Italiam fama, talis praemittere pugnas?'

Recíproco el son de trompeta de guerra resuena. En tan grande combate
enlazaron los ejércitos, por decirlo así, que la rodeada por empalizada
Roma fuese, y Aníbal grita además: "Tantos miles como somos, una nación
entre armas arrojadizas nacida, ¿vamos a estar inmóviles ante un enemigo que ya hemos dominado?
¿Nos avergüenza acaso esta empresa? ¿Nos avergüenza cumplir el augurio? Pues ¡qué buen valor
y estreno para un general! ¿Y con tal fama aspiramos llenar
Italia? ¿Aspiramos a anunciar de antemano tales pugnas?"


     Accensae exultant mentes, haustusque medullis 345
Hannibal exagitat, stimulantque sequentia bella.
inuadunt manibus uallum caesasque relincunt
deiecti muris dextras. subit arduus agger
imponitque globos pugnantum desuper urbi.
armauit clausos ac portis arcuit hostem 350
librari multa consueta phalarica dextra,
horrendum uisu robur celsisque niuosae
Pyrenes trabs lecta iugis, cui plurima cuspis,
uix muris toleranda lues, sed cetera pingui
uncta pice atque atro circumlita sulphure fumant. 355

  Encendidos sus ánimos brincan y, consumido en las entrañas,
Aníbal hostiga, y las guerras que se avecinan lo aguijonean.
Atacan la empalizada y, al descolgarse, dejan tras sí las manos cortadas
en las murallas. Sube un elevado terraplén
y dispone pelotones de combatientes desde arriba a la ciudad.
A los asediados armó y de sus puertas al enemigo apartó
la falárica, acostumbrada a ser disparada por mucha diestra,
un objeto de madera horrendo de ver y
una viga selecta en las excelsas cimas del nevoso Pirineo que tiene la mayor punta
-una calamidad pública que apenas pueden soportar las murallas-, pero el resto,
untado de grasienta pez y revestido de negro azufre, humea.


fulminis haec ritu summis e moenibus arcis
incita, sulcatum tremula secat aera flamma,
qualis sanguineo praestringit lumina crine
ad terram caelo decurrens ignea lampas.
haec ictu rapido pugnantum saepe per auras, 360
attonito ductore, tulit fumantia membra;
haec uastae lateri turris cum turbine fixa,
dum penitus pluteis Vulcanum exercet adesis,
arma uirosque simul pressit flagrante ruina.

Ésta, con uso de rayo, desde las más elevadas murallas de la fortaleza
acelerada, corta el aire, hendido por su trémula llama,
como deslumbra los ojos con su cola de color de sangre,
al precipitarse desde el cielo a la tierra, un meteoro de fuego.
Ésta, con su violento impacto, a menudo por los aires,
ante el asombro de su general, ha llevado los miembros humeantes de los combatientes;
ésta, con su movimiento circular, en el costado de una vasta torre clavada,
mientras no deja en reposo a Vulcano a consumir enteramente de fuego los parapetos,
armas y guerreros al mismo tiempo bajo ardientes escombros ha ocultado.


tandem condensis artae testudinis armis 365
subducti Poeni uallo caecaque latebra
pandunt prolapsam suffossis moenibus urbem.
terribilem in sonitum procumbens aggere uicto
Herculeus labor atque immania saxa resoluens
mugitum ingentem caeli dedit. Alpibus altis 370
aeriae rupes scopulorum mole reuulsa
haud aliter scindunt resonanti fragmine montem.
surgebat cumulis etiam tum prorutus agger,
obstabatque iacens uallum, ni protinus instent
hinc atque hinc acies media pugnare ruina. 375

  Finalmente, apretando sus escudos en compacta testudo,
los cartagineses, retirándose de la empalizada y del oculto escondrijo,
abren, tras socavarlas, una brecha en las murallas que se desliza a la ciudad.

  Al inclinarse hacia delante, causando un sonido terrible, una vez vencido el terraplén,
el trabajo de Hércules, y al desligar las desmesuradas piedras,
un enorme retumbo en el cielo dio. De los altos Alpes
peñascos al aire, al arrancarse una masa considerable de rocas,
no de otro modo desgarran con resonantes ruinas la montaña.
Se levantaba con montones de escombros todavía entonces el terraplén derrumbado,
y era un obstáculo la empalizada que yacía, si no fuera porque hacia adelante apresuran
de uno y otro bando los ejércitos a luchar sin más en medio de los escombros.




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