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Hacia una educación neohumanística

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ANTONIO DOMÍNGUEZ HIDALGO

HACIA UNA EDUCACIÓN NEOHUMANÍSTICA
En veinticinco ensayos.

EDICIONES DEL TEATRINO

  Primera edición 1988.

Antonio Domínguez Hidalgo. Insurgentes Norte 1917, México, D.F.

IMPRESO EN MÉXICO PRINTED IN MÉXICO

CONTENIDO


HACIA UNA EDUCACIÓN NEOHUMANÍSTICA

UNO


Repetir antológicamente las perpetuas definiciones cuasi burocráticas de educación, sería proseguir tautologías y continuismos neonominalistas inútiles, pues en su sistema léxico semántico, educación, educar, educando, educativo, educado y otras voces del mismo campo, hoy sólo perfilan procesos espurios, ideologizados como progreso para las nuevas generaciones, aunque sin pergeños de la gran cultura humana, que suele ser considerada como simple enciclopedismo proclive a la memorización inútil. “¿De qué le sirve- dicen los pedagogos de escritorio, a un estudiante o a un profesionista los cursos de literatura o filosofía, por ejemplo?” Los aprendizajes conceptuales se han reducido al mínimo y lo importante es la actitud pragmática del beneficio “utilitario”. El disfrute de la sabiduría se ve despreciado por los tecnócratas y los teóricos acomodaticios. Sólo se piensa en el desarrollo y progreso personal como acciones procedimentales, con lo cual el individualismo exacerbado por la ideología burguesa, alcanza las más grandes frustraciones en una sociedad despiadada que no permite destacar a todos los jóvenes. Sólo ciertos elegidos por la herencia económica o la belleza genética.
Ante el fracaso educativo de los alucinados por la publicidad con el avasallamiento de sus anuncios, los resultados educacionales los vemos transcurrir, de modo frecuente, en la evidencia inobjetable de muchachos y muchachas inconscientes que en las esquinas de cada ciudad de cualquier mundo, primero o último, desde fines del siglo XX, exhiben algunos de los rasgos de los malogrados actos que la escuela y sus funcionarios, incluidos los maestros, les falseó:
a) Abandono: Decepcionados por un sistema social que les exige máximos esfuerzos sin retribuciones justas, ni materiales ni psíquicas, los individuos desertan de sus ideales de ser algo, alguien, y se dejan arrastrar por el acaso aleatorio. Abandonan escuela, responsabilidades, futuros, creencias; lo peor, se abandonan a sí mismos y nada les importa, en ocasiones, ni ellos mismos. Existencialistas inconscientes navegan sin velas y sin anclas.
b) Abulia: Si no hay valoración justa, sensible e inteligente, no hay motivo para hacer de modo adecuado los compromisos. Todo se va dejando a la rémora del tiempo que los conduce a lo mismo. ¿Para qué…? Si al final…
c) Nihilismo: Se desconfía de todo; en nada se cree. Las promesas sólo son palabras que se pierden en las ondas de los micrófonos o de las noticias. Si no hay ejemplos de lo que se pregona, ¿por qué hacer caso? No creo en lo políticos, porque cobran…“Me vale… lo que digan, todos son iguales. ¡Puras promesas!”
d) Libertinaje: Si la vida es breve y corta, por qué no se ha de hacer lo que les viene en gana. Así se abusa de actos cuyo final deviene autodestrucción que por consecuencia incluye poco a poco, la de su colectividad. La libertad va más allá de fronteras previstas y sucumbe en cigarros, alcoholismo, drogas; en antros y en sexualidades al garete.
e) Irresponsabilidad: No hay compromiso solidario para mejorar el entorno y se deja que se vaya destruyendo sin ningún aspaviento ni intervención para evitar su caída. “Eso lo han hecho los adultos, a mí qué me importa.” Suelen decir los “vagos” del vecindario.
f) Drogadicción: Si la realidad absorbe con su brutalidad y no bastan los placeres tradicionales, se escapan de ella refugiándose en artificios químicos que exigen cada día más cantidad para alcanzar estados de contemplación y éxtasis ante la impotencia psíquica de vencer su cobardía frente a los retos de una sociedad hipócrita. “Es mi gusto y qué… De algo se tiene uno que morir.”
g) Pandillerismo: La soledad del individuo aislado en un mundo impío que lo desprecia le hace buscar a aquellos con los que comparte su debilidad desolada en pos de encontrar la solidaridad que lo fortifica en la destrucción de los causantes de su desamparo y la encuentran falsamente en vicios y en delincuencia. “¡La banda es lo chido!”
h) Consumismo alienado: La inhumana sociedad capitalista hipnotiza a los individuos con su supermercado comercial de anuncios que les prometen el ascenso a la élite de la felicidad comprada. El consumo se vuelve apariencia de aristocracia donde el que tiene más compra más y se cree que vale más. Y el que no tiene, se vuelve resentido hasta el delito. Vales por el coche que traes o lo tenis que calzas. “Por tu auto o tus tenis, te matan!
i) Ignorancia de tradiciones culturales: El exceso publicitario de la actualidad de lo vendible, eclipsa y va borrando la valoración de siglos que todos los pueblos del mundo tienen. El pasado no importa; estar a la moda es lo trascendente y cambiar en cuanto ésta cambia, resulta lo de vanguardia. Lo viejo ya fue. En dialéctica inconsciente no se valora la herencia de nuestros antepasados, aunque late su hilo negro entre despropósitos: la cara joven sin sabiduría, es la que importa: “Lo guapo te hará triunfar.”
j) Desolación: Todos los rasgos anteriores van pergeñando en los jóvenes, estados de peligroso aislamiento donde se van rompiendo los lazos solidarios hasta hacer que los individuos se conviertan en seres sin esperanza y suicidas latentes. Sofocados en su propio infierno no encuentran el apoyo sincero para proseguir.
k) Envidia: La tristeza por el bien ajeno explota en la infelicidad de no ser como el que tiene fama y dinero. No se da cuenta que cada quien posee capacidades distintas y que puede acrecerlas con trabajo creativo, en vez de odiar al que las ha ido desarrollando, sea por azar o por conciencia. No se centran en lo que pueden ser, sino en lo que han podido ser los otros y esto los paraliza en una existencia lóbrega que rematan los medios al realzar el triunfo de los “stars” que convienen al incremento de las riquezas empresariales.
l) Egoísmo: Se olvida que sólo somos en función de los demás y que el otro es también compromiso mío. Es común escuchar el primero yo, luego yo y al último yo, en vez de nosotros. El yo, se desmesura y sucumbe con el tiempo en el abandono. Ningún egoísta logra conservar la amistad que es intercambio de acciones solidarias.
ll) Destructividad: La desesperación total ante la impotencia de no rebasar la incomprensión y la injusticia, incita a acabar con lo que se opone a lo que se cree felicidad humana. El odio crece y las agresiones también; así se va produciendo el embrión de los asesinatos y las guerras.
M ) Ausencia de referentes ubicadores: El ser humano, joven, o ya viejo, deambula en la nada y sin tomar conciencia, o ignorante de los lazos que lo unen a la humanidad, se siente perdido en un vacío que no le da el apoyo de saberse heredero de una cultura, de una sociedad, de una naturaleza, cual si fuera producto de una generación espontánea: ignora heroicidades, vidas ejemplares, espacios históricos, obras magistrales, seres de excepción. Se ahoga en un océano de vacíos: miseria espiritual, imitación comercializada, violencia absurda, cerrazones de desesperanza globalizadas. ¿Qué podemos esperar, se preguntan muchos jóvenes? ¿Ser empleados excelentes y ganar sueldos burocráticos que enriquezcan a los emperadores o perdernos en el lumpen proletario que parece vivir sin más preocupaciones que satisfacer sus vicios?
Y ante todo esto, ¿cómo ha cumplido su compromiso la escuela con sus pregones educativos? Sólo paliar con remiendos las malévolas intenciones de los manipuladores. Acobardada no da el paso transformador, pues sus propios telares se lo impiden. El sujeto por educar tiene otro destino previsto por el poder y no el que debía construir él mismo en solidaridad con los demás para alcanzar el bien común. En vez de dirigirse a la construcción de un neo humano, consciente del compromiso de la humanidad con la naturaleza y la cultura, solidario de la totalidad, lleno de voluntad continua, creativo y rebosante de acciones transformadoras, se estanca en la proliferación de seres mecanizados que ya no piensan por sí mismos y lo que hacen, legal o corruptamente, es sólo por ganar dinero.
Por lo leído hasta aquí, durante los finales del siglo XX, parece propiciarse este distanciamiento al promover más las intenciones económicas y políticas de la educación que fomentar el derecho al saber coherente que todo ser humano destila desde que nace y que curiosamente la escuela se ocupa en disminuirlo, en vez de fomentarlo. Ese mundo sin referentes al pasado que se le suele dar y en el que se le va sembrando un desprecio hacia la tradición, hace que los jóvenes no sientan los cimientos de donde proceden y por tanto, poco valoran. La propia educación ha sacado de sus cauces humanísticos al alumnado y lo ha ido convirtiendo en mano de obra, cara o barata, que no sirve a la humanidad, sino a los detentadores del poder, de cualquier tipo, que se la dan de benefactores.
Tales actitudes finiseculares que algunos críticos e investigadores comenzaron a denominar post-modernidad y que ahora se destila ya como transmodernidad, constituyen el obvio resultado de las sociedades donde lo primero ha sido el yo monologal y no el nosotros dialogal y comunicativo que busca establecer acuerdos de progreso para todos los que se esfuerzan en pos de ello. Jurgen Habermas, en sus obras, ha planteado la necesidad de una acción comunicativa para construir una nueva fase de la evolución humana, crítica y humanística.
Ese enfoque comunicativo que él propone, intenta la comprensión entre todos los seres humanos por medio de los acuerdos a los cuales las comunidades implicadas lleguen y de este modo, alcanzar una práctica sociocultural justa. Ante esto, hoy se requiere que el magisterio vuelva a comprender el placer de ser maestro al asumir una innovante actitud epistemológica que rompa con las conceptuaciones y prácticas de un sistema escolar pervertido que sigue anclando en lo más nefasto de lo presente, su acción educativa, sin importar volverla en verdad, profunda; por su intensa conexión con la vida de cada estudiante y por la potencialidad transformadora que genere en su mente y en su praxis creadora.
El compromiso de educar no es un simple y facilón enunciado hipócrita; constituye algo tan trascendental que va en ello el destino de la humanidad. El magisterio ha de renovar su labor preparándose con el propósito de construir una nueva colectividad mejorada en su conciencia y en su voluntad de ser creativa y que, unida como los dedos de la mano, desde el diálogo inteligente, argumentativo y democrático, crezca en logros de creatividad y en madurez cognitiva y ética que la lleve a los acuerdos adecuados con la felicidad comunitaria.
Acostumbrado el magisterio a entender la educación como una simple transmisión de los bienes culturales de las viejas generaciones a las nuevas, sin basamentos humanísticos, sin motivaciones significativas, simple vaciado informativo, aunque se hable incluso de comunicación, sólo ha contribuido a mantener estatus de comodidad para ciertas clases sociales en el poder, que adornadas de enciclopedismos tecnócratas, desde los currícula escolares y sus libros de texto, pretenden avasallar los destinos de los educandos para convertirlos en trabajadores maquinales, despojados de su autenticidad humana, de su conciencia de servir para el bien de todos, sin importarles el grado de salud mental y física que se deteriore.
Se requiere por tanto, una concepción en verdad neo moderna, al modo del siglo XXI, que rompa con los esquematismos de lo estructurado inamovible, aunque parezca dinámico, de los relativismos comodinos y de los trasnochamientos ideológicos postmodernos y neoliberales o falsamente liberales, porque subyace en ellos la demagogia como pretexto para disfrazar la explotación de los seres humanos y de la Naturaleza.
Hoy, una sociedad que se erige desde los abusos de la información, aunque se le designe sociedad del conocimiento, requiere de la contrapartida del diálogo para no caer víctima de la maquinaria consumista y cerrada, aludida anteriormente. Urge para ella, una educación que contribuya activa a la transformación de la entidad biológica que somos, en el ser humano que debemos ser, aunque los egoístas convenencieros no quieran e intenten impedirlo. Una sociedad que sepa argumentar, dialogar y a través de la acción comunicativa en todos sus ámbitos, logre esos acuerdos que permitan los hechos de justo equilibrio entre los individuos y sus comunidades y evite el panorama desolador en el cual se asfixian millones de jóvenes. Esto es el compromiso de educar. Hacerlo es una labor de conjunto; de una sociedad que se convierte en la gran escuela de la vida para la vida y donde ninguno deja de asumir tal compromiso. Y los maestros deben ser los puntales de la nueva hazaña educadora, pero muchos de ellos deben principiar por reeducarse. Así recuperarán su valiosa y reconocida función de siglos.
Ante ello, y heredado acaso de la angustia educativa de José Joaquín Fernández de Lizardi, nuestro famoso Pensador Mexicano, a quien le preocupaba el destino de un pueblo que pronto iba a ser libre, y que rugía de impuesta ignorancia, no podemos seguir entendiendo la educación como simples buenas costumbres nada más y menos como hábitos refinados y otras modosidades ni como formación erudita en los esquemas inútiles de una aparente información tan desarticulada, aunque se hable de articulación, que semeja ocurrencias falsamente funcionales de prácticas falsarias, pues algunas de las propuestas nunca las harán los educandos en la vida real.
Por eso, ha llegado el momento, no de comprender solamente, sino de aplicar el sentido de educación como un acto cotidiano y consciente de transformación creativa y no como muestrario de futuros obreros y ejecutivos nada más. Diario debemos estar educándonos y aprendiendo. El cerebro humano nunca deja de crecer y perfeccionarse y la escuela debe fomentar ese progreso que exige la actual sociedad de la informática para el conocimiento.
Educar no es, desde este punto de vista, ni formar muñequitos recortados por el mismo molde ni informar a receptáculos mecánicos, sino transformar, como arriba lo hemos adelantado, las capacidades innatas de hombres y mujeres en un perfeccionante futuro. Transformar la entidad biológica que somos en el humano que debemos tomar conciencia de saber ser, y que sólo unos cuantos han sido en la historia de la humanidad, esto es, sabedores de nuestra fugacidad biológica, pero conscientes de los signos que la cultura nos ha heredado y de sus manipulaciones y por tanto, intensamente creativos en bien del grupo donde vivamos; deseosos de saber, responsablemente libres; fortificadores de la voluntad y solidarios de lo que cada quien puede ser para el perfeccionamiento social.
El educando, así, educado en un pensar y actuar neohumanístico como el que venimos proponiendo, sabrá compartir y repartir sus logros más allá de sus semejantes, simplemente por la espléndida magnificencia de dar; pues si comprendemos que amar es dar lo mejor de cada uno, sin esperar nada a cambio, quien haya sido así educado, sabrá que continuar el eslabón de la plenitud humana es contribuir a la plenitud personal de los demás, pues en última instancia, educar es amar a la humanidad que crece para dotarla de excelencias para todos.
Si como profesores sólo informamos mecánicamente, hacemos títeres repetitivos y esclavizados; producimos loros maquinísticos; pero si guiamos a nuestros alumnos para que “florezcan”, como diría poética y filosóficamente nuestro mundo prehispánico; se transformen y transformen su medio enaltecedoramente, crearemos seres humanos conscientes de su responsabilidad en el trabajo creador para el mejoramiento de la colectividad; esto es, seres humanos nuevos; o acaso en una regresión cualitativa, aunque parezca algo de ficción científica, seres humanos prístinos que eliminen cinco mil años de egoísmos y egolatrías y retomen la dirección olvidada por los individualistas descendientes de los cromañones: sólo somos en relación dialógica con los demás en pos de superar diferencias destructivas y generar acuerdos de evolución socio-cultural justa que se proyecten en productos y hechos evidentes y tangibles.
La senda que los australopitecos extraviaron, pero que en el siglo XXI podremos recuperar, si hay la intención de hacerlo para no sucumbir a las ambiciones mega monopólicas de unos cuantos, que al final serán la pérdida de todos, incluso de los que hoy se sienten poderosos, constituye uno de los grandes retos de la educación; si no, pocos quedarán para contarlo.
En este país donde hemos nacido y donde aún suelen pregonarse distingos, para bien o para mal; sea para mostrarse paternalistas o lucirse socio-antropológicos, requerimos comprender de inmediato que todos somos humanos, sean de Chihuahua, de Chiapas, de Baja California, de Yucatán o de cualquier región, y la educación neohumanística que propongo, debe comenzar por otorgarnos identidad, más allá de lo nacional, como humanos plenos: creativos, conscientes, llenos de voluntad para magnificar la humanidad total en el bien, en la verdad y en la belleza.
Antes de ser muestras de un divisionismo geográfico, requerimos descubrir nuestro ser como humanos que nos identifique con todos los reales seres humanos del mundo y podamos entender que no obstante la diversidad, somos semejantes en nuestros sistemas cognitivos y nuestros rasgos de homo sapiens sapiens, nos dan la unidad inquebrantable de evolucionar.

DOS


Discurrir en torno a la necesidad urgente de instalar una educación neohumanística apoyada en armas semióticas (las de captación cognitiva y metacognitiva de la semiosis) para desconstruir las viejas intenciones escolares de mera reproducción de modelos culturales e ideológicos y cimentar nuevas propuestas divergentes, creativas y solidarias, deviene un reto de primer orden; una diseminación clarificadora.
Los estereotipos de la educación individualista tienen que ser desenmascarados por la naciente concepción de lo humano que ya se pergeña en muchos países en la curva final del siglo XX; aunque mejor sería decir, el descubrimiento de lo olvidado por el ser humano; el propio olvido de su función ecosistémica como ser consciente.
Ello me ha llevado a efectuar un doble proceso crítico; por un lado de regresión diacrónica a lo que cuasi-humorísticamente denominaríamos educación cavernícola, o mejor, estadios cavernícolas de la educación, aunque hayan producido grandes representantes individualistas, desde el siglo V antes de Cristo hasta el siglo XX después del mismo, y por otro, un gran salto cualitativo a lo futuro inmediato, del cual el siglo XXI puede constituir la base (si los educandos cavernícolas nos lo permiten) de una educación revalorada de proyectividad creadora con intenciones cósmicas, esto es, de preparación para cuando llegue el momento de tener que abandonar a este planeta Tierra, por sobrepoblación o por agotamiento, aunque, suene a fantaciencia.
Esto es, el desarrollo armónico de los seres humanos que enfrentarán los compromisos de saber integrarse a los procesos de la evolución del cosmos, sin más prejuicios individualistas, populistas y mesiánicos; sino siempre contribuyentes al equilibrio de las fuerzas naturales, sociales y culturales que vayan emergiendo.
El campo noemático de lo que he llamado neohumanístico, por tanto, y se hace necesario dejarlo muy claro, no se refiere a una reinstauración del humanismo clásico-renacentista-neoclásico, sino a una reconsideración analítica de lo humano como elemento de la totalidad sistémica y holística que es el Universo, y cuyos antecedentes se han ido descubriendo, de manera sorpresiva, en el mundo prehispánico, de modo fundamental náhuatl*, aunque estudiosos de otras etnias de México van encontrando coincidencias tanto en sus respectivos imaginarios como en sus específicas realidades colectivas.
Por ello, ha de buscarse una nueva interpretación semiótica, o recodificación sígnica de tales ideologías y praxis. Los lenguajes, los sistemas sígnicos, que resistieron la conquista, contienen huellas de lo recuperable de la original cultura preamericana para el devenir humano futuro, esto es, saber vivir con la naturaleza: convivir respetuoso con ella. El sistema cognitivo que subyace en ellos, sistemas sígnicos de semiosis latentes, demuestra profundas e insospechadas sabidurías.
En el transcurso de este capítulo haremos referencia actualizada a tales replanteamientos que ahora, para asombro de muchos, resultan propuestas notables que en nuestros pueblos prehispánicos se encontraban muy bien pergeñadas y que hoy pueden conducir, como se está viendo, a soluciones ecosistémicas inmediatas. A esto me refiero cuando hablo de una regresión cualitativa. Por ejemplo, la Ecología cada vez tiene una mayor penetración a través de sus descubrimientos y sus propuestas, así como la Neurociencia, el cognoscitivismo, el enfoque sociocultural y la psicología interaccional o sistémica.
Por otra parte, las fuentes documentales y arqueológicas, casi siempre se encuentran incomprendidas, deformadas, transcodificadas o falseadas (inconsciente o conscientemente) por los cronistas europeos, e incluso mestizos americanos, quienes sólo reacomodaron su semántica a nuestros lenguajes, sin adentrarse, por dogmatismos obvios en ellos, a las significaciones de nuestras antiguas organizaciones socioculturales y nos han dado versiones absurdas. Todo ello comprensible en un pueblo invasor e interesado en el control oligárquico de los recursos naturales de su tiempo y de la producción de los mismos.
Por ejemplo, cuando se asienta los miles de niños que eran sacrificados cada veinte días en sus fiestas, o mitotes, en gratitud a los ciclos de la naturaleza, se sobre interpreta, pues “niños” era el nombre de cariño o reverencial con el que se designaba a los teonanacatl u hongos “alucinantes”, por lo cual, lo ingerido en esta comunión prehispánica eran los vegetales así nombrados y no seres humanos: carnita de energía; afectivamente “pipiltzin”: reverendos niños y mejor: teopiltzin: hijo del Teotl. ¿Qué pueblo resistiría tal cantidad de infanticidios? ¿Cómo lograría su supervivencia? Uno sonríe al descubrir los entretejidos ideológicos de los interpretadores. De esta manera, los recovecos de la lengua náhuatl fueron resultando para mí, un fértil venero de diseminaciones impresionantes. Aclaro: siempre me frené ante las sobreinterpretaciones o los chovinismos.
De aquí que en nuestra acción epistemológica, antes de precisar lo referente a una pedagogía neohumanística, se requiere constreñir con antelación el concepto aparentemente nuevo, de lo humano, en oposición a lo que no consideramos como tal, dentro de nuestras interpretaciones semióticas (morfológicas, sintácticas, semánticas, pragmáticas y hermenéuticas).
Todo ello nos lleva, por tanto, a una obligada redefinición, también previa, de lo que ha de comprenderse como educación, centrada en el equilibrio de la relación dinámica: escuela, sociedad y naturaleza. Afinando ahora y precisando también, tal proceso, la educación, constituye la transformación de la entidad biológica que somos en el humano, concreto y dialéctico, que estamos obligados a ser para asumir nuestra responsabilidad socio histórico-cultural desde la propia voluntad del educando en beneficio de la colectividad; siempre en beneficio de la colectividad, reitero.
De ahí que el aprendizaje, como es lógico, se conciba y se dirija como autorrealización pragmática del alumnado, praxis de la actividad reflexiva y de sus metanecesidades, aunque siempre con la motivación de su modelo cultural, el maestro, quien dotado de los rasgos humanísticos que más adelante menciono, ejerza la interacción transformativa y las prácticas para que sus educandos aprendan a pensar, aprendan a aprender y a controlar sus respectivos procesos de saber y hacer, además de reflexionar y aplicar sus logros socioculturales en el bienestar colectivo.
Ahora bien, ¿qué entendemos por ser humano concreto y dialéctico? Si nos detenemos a revisar los rasgos comunes a los animales y vegetales, resulta evidente que la cadena vital: nacer, crecer, nutrirse, reproducirse y morir, no hace diferentes a hombres y mujeres en relación con todos los seres vivos. Rodeados de la indiferencia de la naturaleza, deambulamos creídos de nuestra inteligencia y al darnos cuenta muy tarde de esta realidad, se descubre la inutilidad de los esfuerzos individualistas humanos. Ni el más rico ni el más pobre; ni el más sabio ni el más ignaro; ni el más bello ni el más feo; ni el más fuerte ni el más débil; ni el más poderoso ni el pobre diablo; todos sucumbimos ante la naturaleza a la hora de la muerte.
Intuitiva y experimentalmente observable, ningún individuo zoológico o botánico, escapa a este encadenamiento de “esclavitud” biológica. Las individualidades acaban más rápidamente que la totalidad de sus congéneres ante la indiferencia del universo. A la organización biológica no le importa sacrificar la especie; y cuando los especímenes se estancan o aíslan, el todo sucumbe: Así desaparecieron muchas especies; pensemos en los grandes vegetales o en los dinosaurios.
La Naturaleza es perpetua materia-energía creadora en incesante perfeccionamiento; impasible ante sus individualidades. Todo tiende a evolucionar mejorándose si desea subsistir; de no ser así, la involución lo destruye. La física contemporánea lo viene confirmando. El universo se encuentra en constante expansión; nada hay definitivo en el conocimiento y en las transformaciones incesantes del cosmos; hemos de estar conscientes de esta incertidumbre y de la relatividad de los sistemas.
A esa perpetua materia-energía creadora en incesante perfeccionamiento el mundo náhuatl lo llamó Teotl. El sema “Dios” que se le ha otorgado, no corresponde estrictamente al concepto paternalista del “Dios” euroasiático-africano. Constituye para el mundo preamericano un concepto eminentemente holístico y materialista, aunque a esto se le designe con cierto nivel peyorativo como pensamiento precientífico. No obstante, sobre todas las ciencias fugaces e idas, In Teotl, el Teotl constituye la energía creadora eterna, infinita y en constante transformación perfeccionante. Es la potencia latente; el poder total y sacro. Aterrante constructor y destructor que siempre reconstruye y es vida eterna nutrida de lo perecedero.
El Teotl avanza y arrasa todo en su infinita evolución. El ser humano en esta concepción naturalicista se convierte en un puntículo insignificante; si se autodestruye, el Teotl proseguirá, a pesar de la ególatra humanidad. Sin embargo, posee algo que por evolución, así mismo natural, lo distingue de lo que los demás seres vivos no tienen aún: la toma de conciencia. ¿Acaso un cerdo será consciente de que lo harán embutidos? Si así lo fuera, lucharían por escapar y defenderían su libertad.


TRES


El ser humano, por obra y gracia del Teotl como energía creadora en constante evolución, ha podido alcanzar esa conciencia sígnica, la semiosis, que los demás seres vivos no tienen todavía y que es capaz de volverse memoria, recuerdo, subconsciente y aún inconsciente. Esta primera diferencia producida por el impacto sensoperceptivo de los entornos que rodean al ser humano es el inicio de la libertad humana frente al determinismo biológico, que como dijera Aristóteles: Sabemos que somos mortales como todo lo mortal, pero no nos comportemos como mortales. Los signos manifiestan el pensar y el sentir humano; lo eternizan más allá de su acabóse físico.
El hombre euroasiático africano y sus herederos de América, alienado en su conciencia por intereses particulares ha llegado a perderse en ello y piensa que el progreso industrial, urbano y consumista lo es todo. Por eso, sus modos de producción y de distribución de su trabajo han girado en concepciones individualistas y clasistas irracionales.
Ignoran, o les conviene callarlo, que el Teotl, la Naturaleza, avanza y arrasa todo en su infinita evolución. (Qué razón tenía Engels.) El ser humano en esta concepción naturalicista prehispánica, y común a muchas sociedades, despectivamente denominadas “primitivas o salvajes”, sabe que es un puntículo insignificante dentro del cosmos sin fin; si se autodestruye, el Teotl proseguirá, a pesar de la ególatra humanidad.
Cuando Bertolt Brecht en su famosa canción del Moldavia dice

Al fondo del Moldavia
sólo quedan las piedras;
sepultos en Praga
quedaron los reyes.
En este mundo nada
igual permanece;
la noche más larga
eterna no es...
Se mudan los tiempos;
la inútil batalla
de gallos violentos
no perdurará.
Los locos proyectos
de los potentados
se oponen en vano
al tiempo que va...

en su mentalidad dotada de una capacidad de semiosis materialista-dialéctica, habla de esa inutilidad de los esfuerzos humanos egoístas, que ya el mundo prehispánico, tanto en su poemática como en sus ensayos, huehuetlatolli (charlas de los ancianos, hombres de conocimientos), se ha delineado.
Una toma de conciencia de la fugacidad de la existencia de hombres y mujeres rige el goce de vivir y a la vez, la angustia de saber lo breve de ello: “sólo vinimos a soñar”, dice el poeta náhuatl; pero su decepción no es por el abuso del poder humano que se vuelve solidario con todos en la flor y el canto, en el trabajo colectivo para el bien común, sino por ese mayor poder que constituye el impredecible Teotl ipalnemohuani, aquello por lo cual todos vivimos, pero que a su vez nos da una mínima oportunidad de vida. La muerte asecha, el cese de nuestra energía, por todos lados y el ser humano no ha de olvidar esta tragedia cósmica o acaso comedia, pues la vida sigue, el todo, el sistema incesante creador del movimiento físico-químico. La constante calavera en el mundo prehispánico no es más que esa incesante advertencia: Sé lo mejor para los demás y crea algo para la colectividad; así no te olvidarán. Por eso, como advertencia, aviso o señal, el mundo prehispánico distribuía cráneos en sus tzompantlis y en sus códices: en esto vas a terminar; mejor florece hoy para los demás, pues la comunidad, la hermandad (in tloque nahuaque), es la única que puede recordar y aprovechar tu acción creativa. Una educación neohumanística, vital, de modo paradójico, debe recordar a los educandos nuestro carácter fugaz, con el fin de intensificar nuestra acción intensa de vida para la sociedad y la cultura.

Como consecuencia, dentro de esa gran “maquinaria cósmica”, infinita y eternamente móvil, ¿qué lugar tienen los vanidosos homo sapiens sapiens que centraron su conciencia en su individualismo ególatra? Sin duda que olvidaron la conciencia de que sólo constituimos un mínimo punto, un elemento tan pequeño que en una visión totalizante se reduce a nada. Pensemos en las enormes distancias existentes entre los astros y los siglos que se necesitarían para un traslado espacial que los conectara. Apenas si podemos físicamente desplazarnos unos cuantos kilómetros por la Tierra, a pesar de los ostentosos viajes a la luna o alguno que otro experimento astronáutico. Aún nos queda mucho por volar.
¿Y este ser tan “insignificante” ha pretendido en otros tiempos ser el “centro del universo” por los falseamientos de su conciencia? Por eso es que el humanismo tradicional, “clásico”, europeo se asentó en bases yoístas ingenuas y el concepto educación pervertido que se derivó de ello, como conducción y perpetuación de “su” cultura, mera reproducción, sólo ha producido el peligroso desastre contemporáneo de tales ideologías.
El ser humano no constituye el centro del universo, sino sólo un elemento más en el mismo, aunque es, y he aquí la importancia subrayada de una propuesta neohumanística para la educación: dentro de otros seres, que aún no sabemos dónde están ni quiénes son, distribuidos en el Universo, (aunque parezca ficción científica) quien posee rasgos que le permiten ser una especie de guías cósmicos, un reflejo en miniatura del Teotl, seres que hemos adquirido una conciencia semiótica, un sistema cognitivo de sistemas cognitivos de signos, que día con día avanza en pos de nuestro perfeccionamiento, aunque se dude; y que siempre, por medio de signos desarrolla sus procesos mentales superiores. El cerebro sigue creciendo y la mente fortificándose.
La adquisición de una conciencia semiótica por medio de la acción instrumental que ejerció la propia debilidad zoológica de los protoantrópidos, difusa, borrosa, desorientada quizá, resultó, tanto en la filogenia como en la ontogenia y viceversa, el primer paso de la diferencia, como lo hemos asentado ya, entre todos los seres biológicos y el ser humano. Piaget y Vygotski, a pesar de sus oposiciones ideológicas detectadas por los analistas, alumbraron con su pionería, estos descubrimientos.
A esa conciencia el mundo náhuatl le denominó Tezcatlipoca, símbolo de la misma, manifestado artísticamente en iconemas y en objetos que los españoles confundieron con un demonio ¿Acaso la conciencia no se convierte en nuestro propio demonio, o en ángel, también? Conglomerado de metáforas, imagen, visión y mito, con las que se explicaban una realidad humana en el proceso de su desarrollo cognitivo y sensible. (Tezcalli: espejo; popoca: ahumar: Espejo ahumeante. Recuerdo, memoria, indagación meditadora. ¿Metacognición?).
Hombres y mujeres, a través de las funciones del cerebro pueden explicar dialógicamente el mundo en combinación con sus experiencias y van creando su modelo mental como resultado de esa interacción senso-perceptivo-cognitivo-procedimental incesante del individuo, la Naturaleza, su sociedad y su cultura. Así va naciendo la mente como una combinación de experiencias y multiplicidad de procesos adaptativos, cual la imaginación, la fantasía, la reflexión, la autorreflexión, etcétera. Por ello, a mayor acrecentamiento de nuestro mundo de experiencias naturales, sociales y culturales, la mente humana, se hace más potente en su capacidad sígnica y logra el gran rasgo equivalente al Teotl: la creatividad, tan admirada y ejercitada por filósofos, científicos y artistas. La creatividad que produjo la veneración de los grandes conscientes de sus épocas y que la bifurcó en la divinización religiosa de la mayoría de las culturas o en el humanismo ingenuo griego: Dioses y hombres; hombres y dioses.
Así, tanto el Prometeo de Esquilo como el Hamlet de Shakespeare, se admiran de la grandeza del hombre.

“Oíd los males de los hombres, y cómo, de rudos que antes eran, hícelos avisados y cuerdos... De esta semilla brotará un hombre arrojado, famoso por sus flechas, que me liberará de estos tormentos... Nada me doblará para que declare a cuyas manos ha de caer Zeus de su tiranía.”
Esquilo. Prometo encadenado.

“¡Qué obra maestra es el hombre! ¡Cuán noble por su razón! ¡Cuán infinito en facultades!
En su forma y movimiento, ¡cuán expresivo y maravilloso! En sus acciones, ¡qué parecido a un ángel! En su inteligencia ¡qué semejante a un dios¡ ¡La maravilla del mundo! El arquetipo de los seres.”
William Shakespeare. Hamlet.

La conciencia individualista los ciega y no les permite ver más allá de la hominidad, como aún suelen admirar los críticos literarios ante tanto saber sobre lo humano de estos autores y muchos más, de semejante importancia por su fuerza creadora.
Conciencia y creatividad, he aquí dos rasgos exclusivos del ser humano, dentro de otros que veremos. El mundo náhuatl le llamó Quetzalcóatl a ese estadio de la realización mental humana (Quetzal: ave de precioso plumaje y coatl, serpiente; simbolización de nuestra energía animal que se vuelve creadora luego de la experiencia vital.) Al efectuar la semiótica de sus iconos y de sus objetualidades se descubre la organización de los recorridos de sus semas o significaciones que al interpretarlos y comprenderlos nos hace sentir el flujo irradiador de la creatividad. La serpiente de nuestro cerebro (experiencias sensoriales) que al convertirse en mente (lo psíquico), irradia plumajes de conceptos, de creaciones, de fantasías, de imaginación, de inventos, de creencias, de mitos.
La lógica continuidad e interrelación de la conciencia y la creatividad da por consecuencia: el deseo de saber. A mayor ampliación de nuestra semiósfera, como dice Lotman, más posibilidades de combinatoria creativa. Por tanto, mientras más sepamos, vamos ahondando en este otro rasgo distintivo y auténtico del ser humano hasta llegar a lo que hoy se denomina sociedad del conocimiento o de la información, con todos sus avances y peligros.
Ahondando en los rasgos distintivos y auténticos del ser humano, descubrimos la presencia del deseo de saber. El único animal que explora más allá de su entorno nativo, lo constituye el ser humano; su afán de explorar y comprender para mejorar el entorno natural y social y hacerlo más cómodo o pertinente, siempre lo ha distinguido en todos los tiempos. Conocer, investigar, descubrir, aclarar dudas, curiosear. Todo ello envuelve al rasgo humanístico arriba mencionado: deseo de saber que al unirse a la conciencia y a la creatividad, impulsa los desarrollos culturales de la humanidad. Su afán cognoscitivo o su necesidad cognitiva para navegar de manera adecuada por su existencia y darle o descubrir sentidos a los significados: significaciones referenciales que le den solidaridad con sus congéneres.
Pero de nada serviría todo lo anterior, sin la presencia de una fuerza impulsora que insista en los logros. Ese estadio exclusivo de la mente humana lo constituye la voluntad para vencer problemas, que el saber anahuaca designaban con el nombre de Huitzilopochtli (No “dios” de la guerra, sino designación del férreo control de nuestra mente en pos del Tloque-Nahuaque: la hermandad, la colectividad, lo que está junto y cercano. Colibrí zurdo que ve hacia el sur, símbolo a su vez de fertilidad creadora. Allí hay que ir para huir del Míctlan, lugar de los descarnados, ubicado en zonas del norte gélido y árido, sin más fuerza creativa).
Si reflexionamos, de nada sirve una conciencia enorme y una combinatoria creadora, si no existe la voluntad de realizarlo. Sin la subjetividad del propósito no hay movimiento que alcance el objeto, la meta, el logro.
Ahora bien, también debemos considerar otro rasgo distintivo, que se intensifica en el maestro de vocación, y que se refiere al poder de guiar, o como decían nuestros antiguos anahuacas, el de ser yacatecuhtli (Yacatl: nariz, símbolo solar de guía; tecuhtli: persona), muy conectado con el deseo de saber. Si no hay una mediación dirigida por el experto, la adquisición de saberes conceptuales, procedimentales o de valoración, puede ser derrumbada por el desorden o el esfuerzo malgastado. Más que enseñar, hoy se ha dicho, el docente debe guiar reflexivamente hacia los aprendizajes por medio de acciones o tareas contextualizadas.
Un buen magisterio constituye una guía ejemplar. El modelado es su mayor arma. “Educar es contagiar entusiasmos.” decía nuestro filósofo Antonio Caso. De aquí la importancia de construir también, virtuosos mentores. Y como conclusión, la enorme responsabilidad de serlo y saber actuar como poseedores de la superación discipular.

CUATRO


Denomino, por tanto, una educación neohumanística, cual lo he anticipado en líneas anteriores, a aquella que se encuentre fundamentada en el concepto de transformación de la entidad biológica que somos, en los seres humanos que debemos ser: Trascendencia del mono desnudo y del zoo humano. Y en términos, acaso más “rigurosos”, la guía transformadora de nuestra biósfera rumbo a una semiósfera metacognitiva hasta hacerla más competente para la persona y para la sociedad.
Voluntad, conciencia, afán de saber, creatividad, capacidad de guiar, esos son, entre otros que por ahora no menciono, rasgos reales y específicos de la humanidad, más allá de sus parcialidades geográficas y étnicas, que la escuela y el profesorado tienen la obligación de desarrollar dentro de la libertad responsable que otorga la búsqueda y adquisición de tales metas neo-humanísticas. Todo lo demás, son mitos del individualismo: igualdad, fraternidad, libertad, derechos. Si bien funcionaron en la revolución francesa para instalar a la burguesía en el poder, no han trascendido en la realidad de toda la humanidad, pues la igualdad pregonada, sólo era petición de los que se sentían inferiores a los nobles de esa época, que por cierto, nada tenían de superiores. La diferencia la da la creatividad, la solidaridad y la voluntad de ser para los demás.
No somos libres totalmente, dependemos de la biologicidad; tampoco somos iguales, cada ser, aunque pueda ser parecido a otro, es diferente y diverso por su entorno natural y sociocultural; la fraternidad puede ser un convenenciero engaño para evitar la verdadera solidaridad y sólo tenemos derechos, cuando cumplimos obligaciones con el grupo y el grupo total, es la humanidad entera.
Así, la fraternidad era como un anhelo místico de una hermandad que encerraba en el fondo, el deseo de ser cada quien el dirigente y con mucha demagogia, promover el triunfo de la concordia y el perdón amoroso a los señores feudales. Los ojos misericordiosos de los ricos burgueses se conmovían mirando a los vencidos y a los miserables, pero desde lejos.
Libertad fue entendiéndose como hacer lo que plazca a los individuos aún a costa de los demás con el propósito escondido de enriquecerse y levantar sus poderes económicos sobre sus rivales. Si la libertad biológica no existe, la fantasía de la libertad humana, sólo es un fantasma que se pasea en las cárceles del egoísmo. Diario dependemos de todos.
Una educación neohumanística trasciende las miopías sectaristas de los convencionalismos y conveniencias sociales feudales y burguesas, y más allá del poder, de los intereses creados y los lucimientos personales enmascarados, avanza en su consideración holística de los grandes valores de la humanidad para desenvolverlos al máximo, sean quienes sean los educandos, en bien de nuestras colectividades estancadas en la ignorancia, en la abulia, en la irresponsabilidad, en la vulgaridad comercial del “rating”, en los detentadores de los poderes fugaces o en el paternalismo o maternalismo castrantes.
Una educación neohumanística para el siglo XXI tiene ese desafío: lograr la tan buscada y esperada mutación entre el sub-humano estancado y el humano pleno en una sociedad donde exista lo que tantas veces he repetido: la mayor felicidad individual dentro de la mayor felicidad colectiva.
Por esto, nuestra obligación como maestros, como maestras, es contribuir a alcanzarla; no importan nuestros derechos que peleamos como individualizados, sino el bien que podamos dar sin esperar nada más que lo que amamos: niños, adolescentes, jóvenes, sea; sean neo-humanos limpiados (en metáfora; no en magia retrógrada) por Ehecatl (viento) de la basuridad (Tlazoltéotl) de tantos siglos de extravío en nuestra misión como terrícolas-guías.
De no ser así, en algún milenio, seres superavanzados en su sabiduría, aunque hoy parezca locura de Casandra, estudiarán las causas por las cuales desaparecimos, como los dinosaurios.
Sin embargo, las escuelas seguidoras de una educación burocrática parecen empeñadas en destruir al ser humano que germina en cada educando; arrasa parejo con todos; no permite el florecimiento personal en función de las interacciones socio-histórico-culturales. O la vuelven tan pragmaticista que se hace obvia e inútil. (Piénsese en las críticas de Ilich o de Freire) o tan erudita que se convierte en bizantina y neo escolástica. De ahí los fracasos educativos, aunque se hable de innovación, de nuevos planes de estudio, de currículos al día, de reformas, revoluciones o modernizaciones educativas; de funcionalismos o integralizaciones. Mientras no centren la educación en lo realmente humano, sino en la construcción de receptáculos hábiles para propósitos puramente económicos de unos cuantos detentadores que al final terminan siendo sólo los más ricos del panteón, todo devendrá estancamiento y fracaso, además de las obvias y tremendas consecuencias: la frustración de las esperanzas jóvenes.
Y si ese ser humano en crecimiento, se ve malogrado por imposiciones curriculares que ciertos programadores “mesiánicos”, creen interesantes para “todos” los niños y jóvenes, lo que resulta es lo analizado al principio de este ensayo.
El principio prehispánico del Tloque Nahuaque debe ser tomado en cuenta, conocerlo y difundirlo en la práctica sociocultural de las escuelas: cada uno somos como los dedos de la mano; semejantes, pero distintos en nuestras funciones; la educación del meñique será distinta para el pulgar y sin embargo complementaria. La heterogeneidad es más productiva que la homogeneidad. El logro de auto aprendizajes es mayor. Hemos de estar juntos como los dedos de la mano en diálogo incesante e inteligente para el perfeccionamiento de la colectividad y la protección de la Naturaleza. La discusión, cuando no es bizantina, abre caminos de sabiduría. Por más que quiera el meñique nunca será pulgar, pero sí, un hábil cooperador de la acción manual. ¿Determinismo dictatorial? No, realidades de la totalidad creativa que constituye el Universo: El aprendizaje en comunidad en una comunidad de aprendizajes.
El sol será siempre sol y no luna, pero ambos pueden dejar de ser lo que son y desaparecer. Las predeterminaciones naturales son distintas, esto sí, a las falacias sociales: Quien nacía aristócrata debía tener los privilegios de su clase a costa de los no-aristócratas. Cada ser humano debe recuperar la conciencia de las potencias naturales; asumir aquellas con las cuales se encuentre dotado y fundirse al grupo con el mayor perfeccionamiento de sus capacidades de realización. Así se alcanzaría el equilibrio generador de felicidad individual dentro de la felicidad colectiva.
El artista debe desarrollar en conjunción con los artistas sus lenguajes estéticos al máximo. Cumplen una función social. El científico también. Quien ha nacido con rasgos magníficos para labores técnicas, ha de acrecentarlos a plenitud y el fortalecimiento y cuidado del cuerpo, templo del cerebro y de la mente, requiere de una hábil y disciplinada conducción. Quien se sale de sus funciones potenciales o capacidades sólo transgrede el orden natural de la colectividad humana. Los rasgos individuales han de embonarse voluntariamente en el constructo social con el propósito del perfeccionamiento integral donde cada quien se sienta pleno de su colaboración y se despoje de los nefastos “stars systems”. Éstos sólo elevan generalmente a individuos falseados, “blofeados”, cuyo valor sólo se reduce a la utilidad comercial de quienes los contratan y al término del interés que despierten, se arrumban en el tambo de los desechos. Una pedagogía neohumanística debe evitar continuar con tales esquemas, para dotar a niños, adolescentes y jóvenes con la conciencia de nuestra responsabilidad como salvaguardas, no sólo de nuestra especie, sino del mayor número de ecosistemas posibles.
Otra cosa será si la educación mexicana intenta revitalizarse en la pedagogía de nuestros ancestros prehispánicos y comienza en el “Calpulli”, la casa de todos, la casa familiar, la vecindad, el vecindario, donde todas las familias educan a los niños desde que nacen hasta los cinco años; prosigue en el “Cuicacalli”, la casa de la sensibilización, del canto, de la danza, del asomo a la naturaleza y a la sociedad; continúa en el “Tepochcalli”, la casa de los adolescentes que se educan para la responsabilidad y la solidaridad rodeados de adultos de conocimiento y gracias a su voluntad puedan llegar al “Calmecac”, la casa de la máxima creatividad que une, que enlaza y disciplina para el bien común. Ni sueños ni Chauvin, sólo habría que hacerlo y llevar el seguimiento investigativo adecuado. Y no es cuestión de seis años ni de once, sino de toda una generación.
Con la verborrea individualista de los currícula que no dan margen al surgimiento de la conciencia, la creatividad y el deseo de saber, ¿qué entusiasmo pueden despertarse en los educandos para desenvolver sus potenciales humanos? ¿Y dónde queda el máximo motor de transformaciones que tenemos: la voluntad?

CINCO


Hablar de una educación que revalore la esencia de los rasgos humanos considerados como plenos valores potenciales de nuestra especie para impulsar su desarrollo y perfeccionamiento, es referirnos a una Educación Neohumanística que constituye la base para una verdadera pedagogía actual de las acciones comunicativas, pues a fin de cuentas, todo es comunicación. Se comunican las investigaciones, se comunican los saberes, los conocimientos, las técnicas, las ideologías, las invenciones y el lenguaje queda en el centro de todo.
Quede claro entonces que, referirnos a una Educación Neohumanística no es referirnos a la reinstalación del:
-Humanismo ingenuo griego: donde el centro del universo se cree que es el hombre; todopoderoso a quien hay que admirar y moldear anónimo en esculturas, pinturas, literatura, filosofía. Sus tipos Aquiles o Ulises son arrogantes y egocéntricos. Tanto Zeus y Prometeo luchan por el triunfo de su individualidad como Electra o Edipo por su pérdida. Su yo herido los mueve trágicamente. Los héroes griegos son constructos superhumanos del individualismo preególatra en el que deambulan como herederos, la clase en el poder. Ello aseguraba su status.
-Humanismo ególatra romano: La anonimia de admiración a la especie humana de los ingenuos griegos, se convierte en auto adoración de los poderosos políticos, o de los adinerados. Los detentadores del poder se deifican y se vuelven estatuas a la crueldad hasta en los cementerios. Nerón o Calígula, entre otros césares, son sus despiadados logros.
-Humanismo mágico del Renacimiento: El hombre cree en poder manejar el mundo mágicamente y conquistarlo con economías mercantilistas que prostituyen a sabios y artistas como cortesanos; sirvientes del “gusto” del señor. Y sin embargo se mueven un Leonardo, un Michelangelo, un Macchiavello. El yo en su afán de ser mago, divino, poderoso y elevado, se desarrolla entre conflictos de inferioridad sobre sus mecenas.
-Humanismo angustiado de los tiempos barrocos y manieristas. El ser humano no sabe decidir su destino y se revuelca en los conflictos de un individualismo atormentado por el miedo de una ideología represora y las ansias de ser un liberado del sistema social hipócrita que suele condenarlo. Un renacentista hundido en la oscuridad de sus razonamientos y en el pánico a caer en el vacío. Ni siquiera sabe ser él; huye en la manera del que ya fue: polvo, cenizas, nada.
-Humanismo acartonado del Neoclasicismo: El poderío económico-político de Francia instaura la razón fanática y la vuelve moda de los selectos. Obviamente la masa sólo cuenta para el servicio, inclusive los sabios y los artistas. “El Estado soy yo.” constituye el grito de la egolatría y se excede tanto que termina en el hartazgo de los explotados. Y por supuesto la erudición enciclopédica sin evidencia creadora para la sociedad. Sólo para lucirse en grupúsculos, con frecuencia pedantes.
-Humanismo superindividualista del Romanticismo: El hombre, creyéndose libre y único, se individualiza en su soledad; se basta solo y se siente desprendido de los poderosos, contra los cuales, mesiánicamente, quiere luchar aislado. El suicidio es común, o la muerte temprana, de estos grandes insatisfechos de su individualidad exuberante y rebelde. Quieren un mundo de individuos que construyan un mundo ideal de bellas individualidades. El “espíritu fáustico” desmesura el yo hasta engreírse en un Byron heroico, en un Tenorio edípico, en un Rimbaud caprichoso o aterrarse, ya en el siglo XX, en un Hitler y dictadores epígonos.
-Humanismo decadentista de los ismos: La individualidad vanidosa y egotista naufraga en despedazamiento de búsquedas y objetivos; se pierde la visión de la totalidad humana. Tantas filosofías como individuos. Cada uno quiere imponer la suya. El remedio existencialista parece ser la inercia de que todo transcurra como transcurre: La nada, el vacío y la destrucción bélica. La mujer comienza a contaminarse del individualismo machista-biológico.
-Humanismo consumista del fin del siglo XX: Como nunca antes el individuo se vuelve esclavo de los objetos y de la industria. Ya no es su individualidad; sino lo que las cosas hacen de él. Y hasta las cosas se vuelven su lenguaje. La personalidad se cosifica y la angustia de la intrascendencia lo lanzan al miedo y a la droga; o a la sesudez bizantinista de multitud de angustiadas escuelas que quieren explicar el mundo, considerado como “su” mundo. La desolación individual intenta un retorno a magias y esoterismos que lo salven de la pérdida de lazos con los demás seres humanos, aún los que se creen científicos, y se refugian en un falso concepto de lo divino, porque han perdido los verdaderos valores humanos y ha frustrado sus capacidades innatas de realización creativa. La sociedad parece agotada en sus recursos filosóficos y estéticos y sólo da vueltas a las definiciones con nuevos nombres que en el fondo son los conceptos eternos, barajados por pensadores de antaño.

Resulta evidente que la educación ejercida por estos sistemas “humanistas” haya producido en sus generaciones respectivas una serie de rasgos nefastos que al acumularse en nuestro tiempo hacen obligatoria una propuesta de cambio. Y han sido tantas las reformas educativas, aunque la mayoría sólo han evidenciado su fracaso porque su infraestructura es errónea.
El individuo desolado que describimos en los inicios de este ensayo, es común en tales sociedades. El yo ha sido tan fuertemente envanecido, soliviantado, libertinado, que de pronto se rompen los lazos con los demás y el “yoizado” cae en el pozo del abatimiento que lo lleva a la autodestrucción, como ser agresivo, neurótico, alcohólico, drogadicto y otros escapes, a veces intelectualistas o de demagogia política, a una sed de refugio que se generó en los conceptos iniciales del humanismo ingenuo de los griegos, hoy, en el acabóse, por no aceptar que la dignidad y la libertad sólo se dan en función del grupo dialogante y solidario en pos de acuerdos benefactores realmente del grupo o, repito, Tloque Nahuaque (Juntos y cercanos como los dedos de la mano: la hermandad, la amistad), según lo consideraban nuestros abuelos prehispánicos.
Así, en el deambular de cualquier persona por escuelas, fábricas, talleres, comercios, oficinas, centros de diversión, etcétera, se observa que la gente se mueve, no por la cultura que la escuela debía haberle proporcionado, sino por el abanico de rasgos destructivos mencionados, consecuencias educativas de esa pedagogía que considera al hombre como centro del universo: egoísmo, egolatría, narcisismo, vanidad, envidia, ambición, crítica dilapidante sin ejemplo, vacuidad, desolación, agresión, nadismo, existencialismo, miseria espiritual. Y todo se globaliza, se mundializa; Bombay es Oaxaca o un barrio neoyorkino o de Egipto se identifican semejantes.
Mas como bien sabemos, esto que hoy, grosso modo, analizamos, ya fue detectado desde hace tiempo por grandes pedagogos que intuían los resultados negativos, vistos hoy tan claramente.
Hacia el siglo XVII, Juan Amos Comenio (1592-1670) ya sostenía la teoría de que el educador habría de partir siempre de la experiencia y de la intuición para que los niños colaboraran entre sí, tras la “construcción de una comunidad sana y feliz”.
Otros como él, se preocuparon por la realidad educativa de su tiempo; y no por la escuela en sí, sino por el ser humano concreto. Recordemos algunos: Rousseau, Pestalozzi, Fröebel, Decroly, Montessori, Makarenko, Freinet, Ilich, etcétera, hasta un Summerhill que “angustiado con la angustia” de jóvenes despedazados, quería re-integrarlos a su humanidad.
Al lado de los “humanismos” mencionados, la presencia de las ideologías religiosas va haciendo su contrapeso, y aparecen de época en época, como para contrarrestar con la ilusión normativa de las religiones, los fracasos individualistas y los excesos “yoístas” de los poderosos a costa de los demás.
Las religiones orientales ofrecen karmas y nirvanas; taos y montañas sagradas. Las religiones de origen judeo-cristiano hacen polvo al hombre y lo reducen a la promesa de una gloria eterna o al temor de un castigo infinito. Lo único que puede salvar a los seres humanos de la desolación es Dios, metáfora del abandono, refugio de la desesperación individualista que no alcanza a comprender la fortaleza que da a la humanidad tal imago de energía amorosa. Acaso por ello, las ideologías religiosas despueblan el mundo en guerras brutales aún a fines del siglo XX: Irlanda, Pakistán, Kosovo, Indonesia, Sudán, se debaten en ambiciones que toman de pretexto a la divinidad para usufructuar economías, como si a la entidad divina le interesara el dinero o el triunfo político.
Y ante el avance de la neurosis, los psicólogos, psiquiatras, psicoanalistas, intentan restaurar la destruida arquitectura humana y han propuesto una educación centrada en las necesidades básicas del ser humano que lo lleve al descubrimiento y satisfacción de metanecesidades. Esta postura ha sido aplicada por mí en la práctica pedagógica, y he descubierto que con ello, algo se contribuye a evitar en el alumnado, los riesgos neuróticos tan comunes en la gente de hoy y ya manifestados desde el siglo XIX. No en balde se ha propuesto educar la inteligencia emocional, dentro de otras inteligencias o líneas del pensamiento.
Diversas escuelas psicológicas han intentado aportar soluciones y aunque han encontrado algunas, casi siempre han resultado parciales, aproximación apenas. Allí está las obras de Segismundo Freud, Alfred Adler, Carl Gustav Jung, Jacques Lacan, Henri Wallon, Jean Piaget, Sem S. Vygotski, Jerome Bruner, Mead, Karen Harney, Erich Fromm, Abraham Maslow, Carl Roger, Howard Gardner y un amplio otros.
También los filósofos se han preocupado por el destino de la humanidad y lo han externado en párrafos de sus obras. De Viena, de Stuttgart, de Londres o de Estados Unidos: Karl Marx, Federico Engels, Ludwig Wittgenstein, Rudolph Carnap, Herbert Marcuse, Theodoro Adorno, Karl Popper, Bertrand Russell, Charles Sanders Peirce, Paul Goodman, Hans George Gadamer, Paul Ricoeur, Hannah Arendt y tantas inteligencias brillantísimas del individualismo, proponen alternativas.
Múltiples pedagogos de las llamadas, aunque ya encanecidas, escuelas nuevas han buscado solucionar el problema de una educación plena para el hombre y nos hablan de la libertad como base de la educación. Los citados Ilich o Freire, entre otros, han elaborado críticas certeras y propuestas para un cambio en ella. Y sin embargo, la escuela sigue como espacio de mera reproducción para la producción de reproducciones. Centrada en la enseñanza descuida las capacidades de aprendizaje de los educandos y no los guía para que por sí mismos reflexionen y aprendan tanto lo que les agrada como aquello que parecía fuera de su gusto y que con estrategias creativas cambiaron de opinión, pues con ellas les descubrieron atractivos imprevisibles.
Es claro entonces, por lo expuesto, que el individualismo heredado del humanismo ingenuo de los griegos al introducir una concepción orgullosa del hombre como centro del universo, medida de todas las cosas, sentó las bases de una creencia falaz: nada hay más que él y la educación debe tener sus individuos elegidos.
A partir de las ocurrencias o creencias de algún pensador en particular, en la admirable búsqueda del saber y explorar el interno y el entorno, se fueron formulando hipótesis, teorías, sistemas conceptuales que pretendían encontrar la verdad total. Por ello, lógico es entender que sus pensamientos, sus discursos, sus escritos, en los orígenes, no tenían mayor difusión que la de un círculo vecinal de discípulos; grupúsculos que tomando como eje a su maestro, repetían las “iluminaciones” de éste, acertadas o erróneas. No existía el libro aún.
Así, de manera aislada, por aquellas regiones aparecía el hermetismo, el pitagorismo, el sofismo, el platonismo, el aristotelismo, el estoicismo, el epicureísmo, el cinismo, el escepticismo, el neoplatonismo, el cristianismo. Todos estos ismos iniciales de Eurasia, aunque algunos derivados de culturas asiático-africanas (influencias del taoísmo, del confucionismo, del budismo, del gnosticismo, del judaísmo, etc.) se difundieron por obra y gracia de manuscritos hechos en rollos, como es bien sabido, centralmente escritos en griego, y se instalaron en las esferas del ágora o de los monasterios y su difusión se limitó a estos lugares. Para trascender tuvieron que transcurrir mil años hasta el instante en que aparece la imprenta. El libro logra entonces una mayor expansión de diversas “ideologías magistrales” diluidas en las discusiones de los morosos y amorosos del saber, hasta la encrucijada de la inutilidad: el bizantinismo.
Las masas, como es obvio, quedaban sin ningún conocimiento de ello. Acaso rumores que se incrustaban en los corrillos del folclor. Tuvieron que pasar otros quinientos años para que se difundieran otras aproximaciones al conocimiento de las realidades: El tomismo, el escolasticismo, el neo aristotelismo, el lulismo, etc.
La llegada de Gutenberg a su era agilizó escrituras en los distintos individuos que se habían liberado de la horma feudal-medieval y pudieron con su libertad interior proponer sus observaciones innovantes a lo ya discutido, a veces superado, a veces olvidado; a ratos confundido. El libro redujo la difusión milenaria y la volvió centenaria ante el escándalo de los que presagiaban su perversidad. Parecería entonces que cien años bastaban para difundir el pensamiento de alguien que dominaba una época y un espacio.
Del Renacimiento hasta el siglo XIX brotaron más ismos: el iluminismo, el historicismo, el romanticismo, el realismo, el naturalismo, el simbolismo, etc. Sistemas ideológicos de carácter tanto científico como artístico y filosófico, encontraron sus cauces unitarios en el ismo que los distinguía y en los grupos fanáticos que los defendían. La cultura decimonónica iniciaba la apertura de múltiples caminos a la investigación y al pensamiento que llegaba hasta las utopías. Los filósofos prodigaron sus sistemas y desde el empirismo hasta el positivismo disertaron sus aproximaciones a la verdad. Cada uno aseguraba ser el dueño de ella y en el eterno mesianismo defendían sus posturas en vastas y admirables obras que a su vez desencadenaban otros ismos: el cartesianismo, el criticismo, el kantismo, el hegelianismo, el marxismo y muchos más. Entonces bastaron ya, sólo decenios para ser conocidos: Treinta, cuarenta años.
Este inmenso y atrevido intento de hacer un panorama del desarrollo y evolución del pensamiento individualista resulta francamente aterrador para el estudioso al llegar el siglo ísmico: el siglo XX. Nunca han existido en la historia de la humanidad tantos ismos como en él. La sociedad modernista, el triunfo de las denominadas ideas democráticas, el establecimiento de sistemas económico–políticos, cual más obligado a sentirse el único y perfecto, generó en muchos más individuos el afán de arreglar el mundo y hasta el universo según su entusiasmo creador.
Algunos ismos, como el fisicismo o el relativismo, del siglo XX han arrasado con las concepciones antiguas, y la explosión ísmica que se ha producido durante todo el transcurso vigésimo secular, al nacer la galaxia de Marconi y los mass-media, ha producido tantos ismos como cabezas hay. Hoy, la internet lo encierra todo y dirige esta sociedad del conocimiento. Las nuevas tecnologías de la información y comunicación arrasan con sus mecanizados tecnicismos.
No es raro, por tanto, ver que hoy se está llegando a un cerrado yoísmo brutal, donde cada quien cree tener la verdad y la violencia que esto suele producir, se comprueba cotidiana desde las guerras internacionales hasta los pleitos de barrio o los dimes y diretes de políticos y comadres de vecindad.
Si antes un conocimiento o descubrimiento de alguien tardaba años en difundirse, hoy la internet lo tiene tan al día, que el clásico esquema evolutivo: inicio/ plenitud/ descenso, transcurrido antes por lo menos en cincuenta años, ahora se llega a pensar que no dura ni una semana.
El saber se convierte en moda y en presunción de estar “in”. Aunque la moda sea ya demodé en otros sitios. Sin embargo, ojalá que en el siglo XXI todos los ismos confluyeran en uno solo: el neohumanismo, donde no se excluye a nadie ni por su sexo, ni por su color, ni por las apariencias, pues su rasgo nuclear, lo ha de constituir el nosotros seres humanos, no el yo.
Sin embargo, los ismos han deambulado por todos los rincones de la cultura y su paso ha sido, por fortuna, provechosas aproximaciones a las verdades científicas y a las ideologías. La fusión integradora aguarda. Y una educación neohumanística será el gran desafío para nuestro nuevo milenio.
Mis propuestas didácticas van por ese camino: la construcción del verdadero ser humano que la escuela ha de lograr: consciente, solidario, responsable, lleno de voluntad para saber, indagador crítico y creativo. La verdadera libertad humana, la elección de lo mejor para los demás, se matizará con el cumplimiento de estos rasgos. El individualismo se convertirá en el más grande error de un mito. Las capacidades desarrolladas en los jóvenes resultarán de la acción solidaria y colaborativa aunque a los adultos individualistas y decrépitos llegue a causarles miedo o indignación.
Una educación neohumanística se propondría crear y recrear la conciencia colectiva para el bien de todos: seres humanos y Naturaleza. El principio del amor, como dar lo mejor de nosotros a los demás sin esperar nada más que estos continúen la donación a los demás, será su foco rector (No el degradado telenovelesco y amarillento). Por eso, sólo a través de acciones o actividades proyectivas que despierten las potencias humanas en el alumnado para hacer algo benéfico para la colectividad, puede decirse que se incrementarán las capacidades cognitivo-creativas de los mismos en un marco interaccional dialógico, respetuoso e inteligente, con sus semejantes y con la diversidad intercultural y multicultural.
Al convivir con los problemas cotidianos de la comunicación y de lo que se necesita aprender para ello, los educandos podrán desarrollarse plena y holísticamente, pues todos los retos de aprendizaje responderán a su propia voluntad y a sus deseos de contribuir a la satisfacción de los saberes socializados y concretados en logros visibles: productos de sus conocimientos que desde hace tiempo he venido denominando objetos-lenguaje y que circularán libremente por las comunidades.
Tales producciones son los frutos que hablarán de lo que los estudiantes aprendieron, de lo que saben, de lo que pueden hacer para sí y para los demás. Los proyectos para efectuarlos, verdaderos centros de interés expansivos, pueden vertebrar los aprendizajes de los educandos e integrarlos en un producto de su creatividad que requirió múltiples procesos estratégicos y un procesamiento y control de la información.
Imaginemos entonces (la imaginación siempre se ha adelantado a los logros de la ciencia; en realidad de ella procede), que los libros de texto que se desarrollen en algunos años más, deberán ser obras que detonen múltiples irradiaciones hacia la sociedad del conocimiento, que hagan crecer el cerebro de nuestros educandos en sus capacidades de aprendizaje y permitan salirse de ellos para conectarse con el mundo globalizado que nos rodea y se vaya desprendiendo el neo-humanismo que configure a las futuras generaciones que acaso puedan vivir en un hábitat más justo y equilibrado.
La educación del siglo XXI tiene este enorme reto, si no comprender, sí fomentar estos rasgos que pueden lograr la realización de la frase tantas veces citada, una mayor felicidad individual dentro de la mayor felicidad colectiva. Acaso sean éstos los valores que debemos construir desde la escuela.

SEIS


La teoría de las necesidades básicas humanas como un fundamento psicopedagógico para una educación neohumanística, discutida por serios investigadores, ha demostrado que cuando la práctica educativa las toma en cuenta, el alumnado, los seres humanos que laten en ellos, transforma la fugacidad de la instrucción escolarizada común, en un permanente movimiento hacia su propia superación creadora; motivación que nace de lo más profundo de los anhelos de ser de los humanos; motivación intrínseca se ha dicho recientemente por los descubridores del hilo negro (aunque toda motivación siempre surge del yo profundo); no la de simples incentivos ni la disfrazada de gusto por llenarse de erudiciones para concurso y envanecerse; la incentivación tratada en los “antiguos” manuales didácticos: premios y castigos.
La motivación profunda suele conducir a los educandos de manera voluntaria al perfeccionamiento de sus rasgos humanísticos, implícitos en cada hombre, en cada mujer, y los hace tomar conciencia de la necesidad de su autorrealización por medio de acciones dirigidas por propósitos concretos y mejor, si éstos son creativos.
Por eso, impulsar al educando a reconocer sus motivaciones profundas en la edificación de su mundo personal constituye el primer paso a la trascendencia de modificar el mundo socio-cultural en otro mejor. Así deviene gestión fundamental de la educación y del magisterio, centrar a los estudiantes en el esfuerzo auto reflexivo para que, a través de la construcción de sus propios conocimientos proyectados en realizaciones evidentes que, como he advertido, he denominado desde hace tiempo, objetos-lenguaje, proyecten sus necesidades de comprender, sentir y vivir los grandes valores de la vida, de la sociedad y de la cultura y lograr con ello, seguridad, amor, pertenencia, aprecio, saber; necesidades de plenitud humana.
Sólo así será posible conducirlos desde una práctica integradora, cognitivo-lingüística, social, cultural y creativa, hacia necesidades de orden superior, o meta necesidades, según son llamadas por los estudiosos y que fortifican las funciones mentales superiores que enlisto enseguida:
-Percepción mediada por signos y no por simples sensaciones animales. Los lenguajes son los puntos de arranque y su constante práctica múltiple.
-Atención dirigida y no la provocada por reacciones instintivas. Se necesita atender a la voluntad.
-Memoria deliberada y no memorización asociativa nada más. Se demanda la reflexión sistemática para aprehender los fenómenos y sus componentes.
- Pensamiento lógico, sobre todo y no una rústica inteligencia sensorio motriz. Va más allá de manipular maquinarias u obrar manualmente.
Atender al desarrollo de estas funciones superiores, dentro de otras más, constituye uno de los compromisos más importantes de la escuela y junto con ello, fortalecer las meta necesidades que cualquier currículo de excelencia debía poseer como contenidos laterales obligatorios o imbricados con los propósitos de las asignaturas. Me refiero a:
-La autoestima: si no se propicia que el alumnado enfrente retos cognitivos apropiados y los venza, los educandos no descubrirán su capacidad de hacer y ser. Esta meta necesidad es importante para adquirir seguridad en los comportamientos socioculturales de los estudiantes.
-La autosuficiencia: la guía eficaz del maestro bien preparado debe procurar ir dejando al educando a su libre acción para que éste perciba el nivel de lo que es posible realizar y lo que debe hacer para superar los obstáculos.
-El aprecio de los demás: al vencer dudas y retos cognitivos que parecían imposibles de enfrentar, se robustece la valoración social que aprecia el esfuerzo del individuo y causa satisfacción alentadora.
-La significación social: el tomar conciencia de lo que se representa para el grupo, permite una mayor contribución en la toma de decisiones. El magisterio debe impulsar a su alumnado para que se “signifiquen” por algo adecuado social y creativamente.
-La facilitación de desarrollos personales: sentir el apoyo del educador o de cualquier persona apropiada, impulsa la búsqueda de plenitud en los sujetos. El ejemplo académico y personal del maestro es vital para esto.
-La recreación: el gusto por crear y recrearse en ello constituye uno de los más estimulantes momentos del aprendizaje, pues nada hay más agradable para el educando que llegar al conocimiento con el gran gusto de saber algo.
-El sentimiento de esplendor de ser: conquistar esto en nuestro alumnado constituye uno de los grandes retos psicopedagógicos cuando logramos que nuestros educandos se sientan plenos en sus logros. El propio magisterio, como humano que es, resulta lleno de satisfacción con los, acaso, pequeños triunfos docentes cotidianos.
-La simplicidad: sentir la sencillez de los actos de la vida y darles la valoración, no por su fugacidad, sino por esa estabilidad que logran en nuestra psique como lo pregona la Oda a la vida retirada del clásico Luis de León.
-El orden: dotar a los educandos con la práctica del orden constituye la siembra del equilibrio que evita el caos y la pérdida de esfuerzos.
-La justicia: tener la claridad de lo que es justo y de lo que cada quien merece de acuerdo con sus esfuerzos personales impulsa a la confianza en los actos sociales y refuerza la valoración personal y la de los demás.
-La conciencia de los logros: conocer el éxito o el fracaso de nuestras acciones permite elaborar una guía auto evaluativa y coevaluativa de los avances o retrocesos que se enfrenten. Si se sabe lo que ignoramos, seremos capaces de emprender el esfuerzo para allanar esa ignorancia y estar mejor preparados para la comunidad donde colaboramos.
-La auto exigencia: la conciencia de nuestras obligaciones como personas y como integrantes de un grupo dotan a las personas de disciplina personal necesaria y de compromiso firme. La voluntad es la base para llegar a los propósitos que enaltezcan nuestra acción en el entorno. Siempre buscar lo óptimo.
-El perfeccionamiento: la idea de que lo que hacemos siempre puede efectuarse de mejor manera, impulsa a la búsqueda de excelencia en todo aquello que se haga. Perfeccionar siempre nuestra acción es el camino a los mejores rendimientos sociales y culturales.
-La individualidad comprometida con los demás: el saber que nuestras acciones pueden ayudar o perjudicar a los demás, impulsa a cumplir con responsabilidad y orgullo lo que se haga.
-La vitalidad: dar la fuerza de la existencia a cada una de nuestras acciones promueve en las personas la satisfacción de la energía creadora. Energía en lo que hacemos hace profunda nuestra vida interior y la expande a los demás como motivación ejemplar.
-La búsqueda de los valores eternos: la belleza, el bien, la verdad son motivadores esenciales de nuestra actuación sociocultural como personas y como ciudadanos. Dejarse guiar por su búsqueda se vuelve uno de los retos humanos más elevados. Descubrir y crear lo estético, lo justo o lo razonado permite elevar al ser humano como un virtuoso ejemplar que puede modelar a las nuevas generaciones en sus propios desarrollos.
La realización de estas meta necesidades motiva existencialmente a los seres humanos y por ello, la escuela debe incorporarlas a su acción transversal diaria, con un fuerte rango de importancia para tener éxito en sus procesos educadores. Si solo se atiende a los contenidos temáticos de las asignaturas en los niveles de educación básica, acaso se creen eruditos o máquinas sabias, hacedores de textos, pero no seres humanos comprometidos con la transformación solidaria de la sociedad. Sólo así, atendiendo a las meta necesidades en su relación con los procesos mentales superiores de los educandos, el salto cualitativo hacia zonas próximas de maduración se puede ir dando con fluidez en ellos, pues se apoya lo que el intrínseco ser humano exige para vivir mejor como persona.
Esto, la escuela puede aplicarlo, si el magisterio se lo propone, si logra despertar en sus estudiantes la voluntad de ser un humano pleno, integral, holístico, que constituye un concepto diferente de la humanidad: no como centro del universo, que sólo la ha llenado, como lo hemos analizado, de egoísmos, vanidades, egocentrismos, conveniencias, envidias, ambiciones, guerras, sino con la conciencia de que si sólo somos elementos en la totalidad cósmica indetenible del universo en su incesante transformación, nuestro compromiso más elevado debe llegar a ser, dirigir tal energía. Si hombres y mujeres, neo humanos, se lo proponen, el beneficio para la humanidad y los ecosistemas estará sembrándose en las aulas.
Desde Aristóteles a Maslow; desde Platón a Popper; desde Protágoras a Marx; desde Pitágoras a Rogers, el buen concepto de la vida ha sido siempre, vivirla de acuerdo con la verdadera naturaleza del homo sapiens sapiens, esto es, la constituida, según lo hemos asentado en el primer ensayo de este libro, por:
a) su conciencia semiótica
b) su afán de saber
c) su libertad creadora
d) su responsabilidad social
e) su voluntad de acción.
Por ello, nuestra misión como humanos radica en perfeccionarnos y contribuir a perfeccionar el Universo, junto con otros seres, acaso existentes en el cosmos, que quizá tienen el mismo destino de creatividad. Obvio que como educadores, el profesorado tiene la obligación ética de dar el ejemplo de lo dicho y prepararse para ello. No como simple compromiso de empleado de aula, sino como responsable solidaridad a la nueva humanidad que crece o que viene.
Esta propuesta pedagógica, desde nuestro sencillo rincón de profesor de español, constituye un intento, apoyado en la práctica personal, y de cientos de maestros y maestras ya, para incrementar esa concientización irrefutable de nuestras funciones humanas, a través de una educación semiótico-lingüística y sociocultural que acreciente las habilidades cognitivas de nuestros educandos.
Si una clase de lenguaje, de lengua o literatura, o taller de lectura y redacción (inclusive de cualquier asignatura) se despoja de la proyectividad neohumanística que puede ser desencadenada del alumno hacia ella y viceversa, sin duda pasará como algo que a fuerza de rutina ha de ser cursado; pero si el estudiante descubre que lo que en esa clase va manejando, significando, mediando, aprendiendo, meditando, reconstruyendo, reflexionando, corresponde a las necesidades básicas de su edad que a su vez, corresponden sin duda a las grandes motivaciones del ser humano y las toma como un instrumento para su propia maduración, para la satisfacción de sus meta necesidades, entonces, el profesorado podrá escuchar espléndidas opiniones de los estudiantes, como algunas de las que se citan, surgidas de mini entrevistas cuasi espontáneas:
-Me gusta porque me enseña a expresar lo que yo siento.
-Responde a mis dudas.
-Me permite encontrar en lo que leo, las respuestas a lo que me pasa.
-Me da una como fuerza interior para continuar avanzando.
-Cada vez me doy cuenta de lo que me había perdido.

SIETE


Con suma frecuencia aparecen como noticias del día los proyectos de reforma, de innovación, de cambio en el orden educativo del nuestro País, sin embargo, a pesar de los pregones entusiastas de quienes hacen gala de actuación y aparentan verdaderas mejoras, la realidad continúa siendo la misma porque no se ha llegado profundamente a los auténticos problemas que marcan la necesidad de una respuesta pronta, eficaz y precisa: preparar a maestros de vocación, acaso pocos, pero más competentes como educadores neohumanísticos.
Día con día se pone de manifiesto el inmenso fracaso de las falsas ideas renovadoras; se aumenta la cantidad de maestros y escuelas, lo cual enorgullece a los gobiernos, pero no la calidad; cada instante aumenta la cultura de esponjamiento, sin bases siquiera firmes y llegan a ser dotados de profesionalismo, quienes apenas debían ser estudiantes.
La crisis generacional, el abismo que separa en unos cuantos años la ideología de juventud y más, de juventud a madurez y superior de juventud a vejez, obligan a las instituciones a buscar la manera de evitar catástrofes que perjudican el logro de una sociedad basada en el esfuerzo común para el bienestar colectivo y que hoy navega entre la informática y la globalización económica, política y cultural.
Así, se desviven los pedagogos de escritorio en mal traducir libros de diversos idiomas, en viajar para observar cómo funcionan los sistemas educativos en otros países y sin decir nada más, regresar para aplicarlos en nuestro medio en el momento en que algún político requiere sorprender al repartidor de puestos. Como otros países, dicen, están más adelantados que el nuestro, el éxito está asegurado. No obstante, al contrario de sus suposiciones, año tras año empeoran los resultados de sus brillantes experiencias.
Y no cabe preguntar más el por qué, caeríamos en la palabrería de siempre. Todo se debe a que hasta ahora no ha habido una verdadera educación para los mexicanos basada en principio neohumanísticos y con maestros cultivados en ello, lo cual es de lamentar, ya que nuestro pasado histórico nos da muestras de nuestra autenticidad pedagógica: el Calpulli, el Cuicacalli, el Tepochcalli, el Calmécac, como instituciones educativas de nuestro mundo náhuatl; las referencias de Sahagún, Las Casas, Motolinía; o la presencia de la primera universidad de América en activo; los magisterios vitales de Hidalgo, Morelos, El Pensador Mexicano, Ignacio Ramírez, Ignacio Manuel Altamirano, Justo Sierra, Torres Quintero, Rébsamen, Daniel Delgadillo, Gabino Barreda, José Vasconcelos, Rafael Ramírez, son algunos de los que han configurado el perfil de la educación en México.
Entonces, ¿qué es lo que acontece? No podemos decir que nuestro país está en decadencia, puesto que para ello es necesario haber llegado a una plenitud que hasta ahora no hemos alcanzado. Probablemente Europa y otros países lo estén por la lógica evolución social que ellos han atravesado desde sus modelos económico-políticos, ¿pero el nuestro? La razón probablemente está en que jamás hemos realizado un cambio profundamente integral que abarque todos los años de la vida educable del ser humano y ha faltado la planificación psicopedagógica necesaria apoyada en la evolución educativa promovida por los grandes educadores arriba mencionados y muchos anónimos más.
Aunque se hable de secuencia e integración de los niveles escolares, se llega a la conclusión de que ninguno es antecedente del otro en la realidad, aunque en el escrutinio de libros no haya uno solo que presente visible tal dislocación.
Se teoriza con pedantería y se fundamenta magníficamente, pero no se practica por multitud de factores a cual más problemático. Uno de ellos, ya pergeñado arriba, no hay vocación magisterial y a algunos miembros del profesorado nunca les ha importado el gran compromiso de educar, sino solo la chamba. Es por eso que impulsado con la intensidad de mi vocación desmenuzo en este ensayo, una parte de mi ideología educativa, surgida de mi trabajo con mi alumnado, con el solo fin de sacudir empolvamientos y neblinas y hacer meditar en la auténtica estructuración que el sistema de educación en México requiere y que coincide en muchos puntos, por paralelismo cultural, diría la Antropología, con otros países, pero acorde con la realidad mexicana, ya que no es imitación, sino los efectos resultantes del fondo común humano del cual hablan los filósofos, pues más allá de nacionalidades, somos parte de la especie llamada homo sapiens; ahora sapiens sapiens.
Además, si no hablamos de la Revolución Mexicana, es porque la respetamos y no queremos continuar la rutina de los oligarcas que la ponen de pretexto para satisfacción de sus sentimientos egoístas. Amamos a México y a su eterna grandeza y como el que ama también sufre, en expresión unamuniana, nos duele México, nos duele, porque hemos comprendido que nuestra Patria nos queda muy grande a los mexicanos que persistimos en el conflicto de inferioridad mestiza y que no es otra cosa que la abulia, la desorganización, la apariencia, la pereza y el esnobismo de los ignorantes que se fingen cultos.
¿Qué otro país tan pleno, tan contrastado, tan intenso como el nuestro en su historia, en su naturaleza? Muy pocos. Y los mexicanos ¿qué hacemos para merecerlo? Los niños del mañana, los niños del presente, los jóvenes futuros, los jóvenes actuales son los que han de alcanzarlo y en la educación se encuentra la realización de esta verdad, porque cuando todos los seres humanos sean educados y estén conscientes de sus propios valores; de lo que pueden hacer y lo que no es factible realizar por características individuales; de la verdad y de la comprensión, la convivencia social será más digna de vivirse.
Como es innegable que un esfuerzo solitario no subsiste, este ensayo intenta contribuir al caudal de ideas que gesten una verdadera reestructuración educativa basada en la personalidad de los educados, adaptada a la realidad de nuestro pueblo, sin patrioterías demagógicas. Es más, hoy quisiéramos despertar en nuestros compañeros profesores, el amor adormecido hacia la más admirable y eterna de las ocupaciones: la de maestro. Y así, unidos, puesta nuestra fe en la humanidad joven, en el mexicano nuevo, en el habitante de una no lejana época de esplendor, luchar por la transformación de lo rutinario en acción de vida, de lo abyecto en sublimidad, de lo oscuro en clara certeza de verdades.
Por último, en nadie más que en nosotros los maestros está el poder de sembrar ideales y realidades. En nuestras manos se encuentra la más potente arma para liberar al mexicano verdadero, al ser humano auténtico, que late en cada uno de nuestros educandos: la conciencia sígnica de nuestro verdadero ser humano: responsable, solidario, pleno de voluntad y creatividad en pos del mejoramiento colectivo desde nuestras aportaciones individuales.
Y ojalá que algún día podamos responder con la mirada firme y la frente levantada cuando alguien nos pregunte: Maestro, ¿qué has hecho de tus alumnos?

OCHO


Ninguna renovación educativa tendrá éxito si no parte del conocimiento del educando y de sus necesidades e intereses positivos. Mientras las autoridades y los profesores construyan planes y programas de estudio en función de las materias y no en función del educando y de su psicología, se continuará falsificando resultados y destruyendo posibilidades. Mientras la implantación de sistemas, de métodos, de procedimientos, de enfoques no se realice con los antecedentes experimentales necesarios, se frustrarán los intentos y se defraudará la educación de los niños y de los jóvenes.
Estos razonamientos son aplicables a una renovación integral que principiara desde la época preescolar de los niños y terminara con la iniciación profesional de los jóvenes, esto es, la totalidad abarcada por el jardín de niños, la escuela primaria, la secundaria y la ante profesional, nombre unificador que propongo para la preparatoria y la vocacional, con grado de bachillerato y punto de partida a la enseñanza profesional en cuatro ramas: científica, técnica y humanística y docente. Alguna vez expondremos una doctrina integral para una auténtica innovación educativa de México, basada en lo nuestro y en las posibles aportaciones adaptables de otros pueblos.
Por ello no hay que olvidar que la Nueva Escuela hace del alumnado el eje alrededor del cual giran planes de estudio, programas, asignaturas, actividades y el Maestro contemporáneo, Maestro Nuevo, requiere del absoluto conocimiento del sujeto a quien ha de guiar hacia la armonía afectiva, intelectual y social. De aquí la importancia de nuestro esbozo para cimentar la posición didáctica de este ensayo en torno de una educación neohumanística.
Generalmente se han considerado en la vida humana cinco grandes edades: infancia, adolescencia, juventud, adultez y vejez. De acuerdo con este ciclo la escuela, institución social, como encargada de conducir al individuo para el goce pleno de cada una de las etapas mencionadas en pos de madurez, debe adaptarse a ellas.
Después de la educación proporcionada por el hogar durante la primera infancia, al jardín de niños y a la escuela primaria corresponde exclusivamente la educación de la segunda y tercer infancias respectivamente. A la secundaria, el período de la adolescencia; a las escuelas que llamamos ante profesionales, con preparación específica a una carrera determinada, el de la juventud y la especialización para quienes integran ya, el grupo de profesionales adultos. A cada nivel escolar que se atienda, ha de corresponder un tratamiento psicopedagógico específico.
No obstante, por diversas circunstancias, sobre todo económicas, no se cumple el proceso antes mencionado y en ocasiones la escuela creada para determinada edad tiene que adaptarse a otras, y así, por descuido técnico y administrativo, la enseñanza se imparte a adultos con las mismas bases y conocimientos que la destinada a niños. Igual sucede con la secundaria, la vocacional y la preparatoria; no se atiende a las características psíquicas del educando ni a los intereses positivos de los mismos. Y esto es el primer paso que se requiere atender en los futuros cambios educacionales: la escuela es para el alumnado y no éste para la escuela.
Si no se atiende a las necesidades humanas de los educandos y a los intereses de su edad para superar los estadios psicosociales y culturales por los que atraviesan, la educación sólo será imposición de las creencias adultas sobre lo que los chicos requieren; en ello subyace sin duda una simple reproducción de lo que quienes tienen el poder de las instituciones, desean para evitar el triunfo de las refrescantes ideas de la juventud. Los niños y los jóvenes son muy creativos y hay que guiarlos hacia la responsabilidad y solidaridad de sus realizaciones. Y la escuela debe ser el marco propiciatorio para el desarrollo pleno de las capacidades humanas que laten en cada alumno. Las escuelas reclusorios deben desaparecer para dar paso a las escuelas de la acción creadora, donde la libertad de ser lo mejor para la colectividad sea el detonador de las prácticas socioculturales que los educandos realicen responsable y conscientemente.
Centremos pues a la escuela en el alumnado y no en las creencias de los currículos diseñados para domesticar al ser humano y volverlo máquina que como no se deja, termina por desertar y suele llegar a ser violento subhumano; rebelde, pernicioso y fácil presa de los explotadores del espíritu y del cuerpo. Una escuela fuerte atiende a sus jóvenes y los guía hacia la plenitud de sus vocaciones, sin interferir en el proceso, sino alentándolo con los recursos necesarios.

Nueve


Cada hombre ha nacido para cumplir un cometido en la existencia: perfeccionar su propio mundo y el que le rodea, a través de la acción creativa y constante hasta lograr un mejor desenvolvimiento social y cultural.
Los animales nacen, crecen, se reproducen y mueren, sólo el hombre posee algo que va más allá del simple y común trayecto por los ineludibles estadios biológicos: la creatividad. En ella se cifra la más notable diferencia entre el hombre y la bestia; en ella, inteligencia y sensibilidad, se fundamenta la superioridad humana y su grandeza.
La juventud, fogata vigorosa y arrebatadora, en ocasiones no percibe con claridad la misión edificante del hombre sobre la tierra y divaga en sueños irrealizables, sin precisar los fines para los que ella misma ha sido destinada. Por ello, si se requiere que todo joven obtenga los rasgos necesarios y características del ser humano en el amplio y único del vocablo: creativo, solidario, responsablemente libre y deseoso de saber a fuerza de voluntad, es indispensable que desde el instante de tomar conciencia de su importancia como integrante de un conglomerado social, sepa cuáles son sus funciones dentro del mismo y surja así a la vida con la convicción plena de que solamente mediante la superación y el perfeccionamiento de nuestra personalidad han de obtenerse los frutos regios de la felicidad tanto individual como colectiva.
En una época difícil, como la que nos ha tocado vivir; en una etapa de lucha entre las ideas que sucumben y las que emergen; en un momento de cruce, donde los sistemas socioeconómicos se estremecen acosados por la vehemencia de destruir los privilegios y las desigualdades (aún no desterrados a pesar de los siglos y de las contiendas), la juventud tiene que alistarse en la definición precisa del destino que le aguarda para cimentar las bases firmes sobre las que se levanten infatigables y lumínicas las generaciones venideras: siglo XXI; esto es, tomar conciencia de su responsabilidad como humano del futuro. Una educación neohumanística ha de pretender lograrlo.
Aunque con frecuencia se piensa que un joven no puede opinar sobre los problemas fundamentales y trascendentes de la sociedad y se le niega la oportunidad de expresar sus ideas renovantes, quizá sin experiencias, es cierto, pero que constituyen nobles fragancias del entusiasmo juvenil, la juventud no debe cesar en sus intentos por tomar parte inteligente en la vida activa de los grupos sociales ni rehuir la obligación que tiene para con lo humano, ya que debe encauzar cada una de sus inquietudes innovantes tras la búsqueda positiva del bien común.
La juventud, símbolo de vigor, de diafanidad, de belleza y de arrogancia ha de ser la sementera donde germinen las nuevas concepciones de lo que ha de cambiar la estructura de la sociedad. En ella, simiente sana, deben fertilizarse las lozanías de sus espíritus para que con la claridad de la inteligencia juvenil, con la potencia dinámica de los jóvenes, con el optimismo moral, cristalino e intenso, sin mancha alguna aún, de quienes emergen apenas a la existencia, pueda fructificar en los logros de un mundo nuevo, diferente al conocido. Un mundo en cuyas superficies se levanten soberanas, no como simples estatuas, sino en la objetivación de los hechos, la verdad, la razón, la justicia, la comprensión y los valores eternos del hombre: bondad, lealtad, amor, creación, voluntad, solidaridad.
Para ello, la juventud es la indicada, porque lleva implícito el deseo potente de renovación, de transmutación de lo arcaico deleznable en lo futuro esplendente: la neohumanidad. La juventud, energía, ansia viva, entrega sin límites hacia una idea, hacia una acción, debe continuar propulsando los afanes cuyos destellos han sido los impulsos de tantos hombres magníficos en sus grandezas.
Y si la juventud, floresta de la humanidad, la más cultivable, porque es fecunda; se propone darle vigorosidad y fragancia a la praxis que desde centurias anteriores ha sido manifestada por el pensamiento humano y deposita en la vida cotidiana la intensidad fortificante de sus sueños, con ímpetus reestructurados ha de proseguir la lucha por la consecución de lo que el hombre, desde sus orígenes, ha anhelado: triunfo de la dignidad y de la magnanimidad humanas sobre la predeterminación de ser una mera entidad biológica, domeñable por las fuerzas oscuras de los ególatras ambiciosos.

DIEZ


Los soñadores han imaginado la época en la cual la humanidad entera tenga una sola patria y cada hombre se convierta en ciudadano del mundo: una neohumanidad es su esperanza. Pero mientras, cuando apenas está en cierne ese tiempo, ¿Cómo podremos olvidar que hemos nacido en una región que, metafóricamente, en maternal actitud, nos ha cubierto con las caricias de sus vientos y de su sol, que nos ha deleitado con la claridad de su atmósfera, con el esplendor de sus paisajes, con la presencia de sus montañas, con la inmensidad de sus campos con la euforia de sus ríos y el vaivén de sus mares? ¿Cómo podremos arrancarnos estos milenios que llevamos flotando en la sangre y latiendo en el corazón? ¿Cómo podremos desprendernos de nuestros orígenes ancestrales y de las huellas que la dignidad de nuestro pueblo ha tatuado en nuestra carne y en nuestra conciencia? Nunca, porque late en lo más profundo de nosotros esta fuerza inconmensurable que nos hace vibrar y conmover cuando escuchamos las arrogantes marcialidades del himno que nos invita a defender nuestra tierra; cuando contemplamos estremecida por los aires la presencia del mayor símbolo de nuestras etnias, águila que devora una serpiente plasmada en un lienzo de tres colores: verde como el empuje ilusionado de los jóvenes; blanco como el alma sin laceria de la juventud; rojo como la pasión impetuosamente juvenil. ¿Cómo podremos desprendernos de esta fuerza infinita que nos nubla la mirada y nos agita el corazón? ¿De esta fuerza misteriosa que nos consume y nos fecunda el espíritu? De esta fuerza misteriosa que nos consume y nos fecunda y que en una sola palabra, sonora y melódica, confluye sus armonías: Patria.
Patria que ha sabido darles a sus hijos el vigor de sus sueños y la sabiduría de su historia. Patria que no necesita de oropeles ni de algarabías fingidas porque desde sus génesis, en el horizonte inmemorial de los siglos, ha sido inmensa, como inmensa puede ser la grandeza. ¡Patria! Tierra soleada y fecunda que encierra en ti misma la majestad de la gloria. Tierra que ha sabido fructificar el sudor de sus hombres esclavizados por la opresión y el fulgor de la sangre derramada por aquéllos que la soñaron tal cual siempre se ha erguido, aunque a los tránsfugas no les parezca así: magnánima, augusta, orgullosa de su pasado, consciente de su presente y sin temores ante lo futuro.
México, patria nuestra que vuelves a ser la eterna grandeza y que despojando la alegre tristeza de tu pueblo, lo conduces hacia la meta aguardada: triunfo de la razón y de la verdad humanas.
¡Patria! Escucha el ideario de mi magisterio, nutrido de tus siglos, de tus vehemencias, de tus anhelos. Escucha la palabra estremecida de quien no sólo piensa, sino realiza; quien no sólo intenta, sino concluye; quien no sólo sueña; sino vive con el único pensamiento de no defraudarte jamás y ser acción creativa responsable y solidaria que contribuya a que tú trasciendas más allá de tu geografía y deposites en otras tierras los joyeles nacidos de ti para la nueva alianza terrenal: la patria total de lo humano, sin fronteras ni separaciones; tiempo de solidaridad cósmica. Génesis de la neohumanidad.

ONCE


Antes de iniciar la búsqueda por la realización de nuestros ideales, nuestro alumnado necesita poseer la convicción de lo que significa ser humano, concepto de hombres y mujeres plenos, y así fincar las sólidas bases que conformen cada una de sus actividades como integrantes activos del sistema social en el que nos desarrollamos para perfeccionarlo.
Y para compenetrarse con aciertos en las actividades dignificadoras de la patria, nuestros jóvenes requieren, antes que nada, aniquilar el juicio que confunde al ser humano con el macho o con la hembra, propio de mentes insulsas y conflictivas, jamás dueñas de sublimaciones culturales, y adentrarse en otro más amplio, más profundo, más objetivo.
Ser humano, hombre o mujer, encierra un contenido que va más allá de la absurda creencia conocida, limitante de explicaciones precisas. Ser humano es algo más complejo que la egolatría narcisista de tener la figura de hombre o de mujer o la soberbia psicópata de sentirse exterminador de los demás, de saberse temido y respetado con base en violencias.
Ser humano no es construirse en presuntuoso sexual, machista o hembrista que piensa que con ello la hace de triunfador o triunfadora; tampoco es erigirse agresivo en detractor de los débiles y humillarlos con dinero; ser humano es edificarse como un ser íntegro, leal, impasible ante la hipocresía, baluarte de la verdad. Ser humano, es arrostrar valerosamente los hechos más arduos y difíciles sin temer a los posibles resultados, hasta vencer y logrado el triunfo, desplegar el deseo infinito de ayudar a nuestros semejantes, en parecidas situaciones, y de tal manera evitar el erguimiento altivo, fatuo y despreciable de aquéllos que al verse en la cúspide se envanecen con su vacua gloria y encerrándose en sus palacios de vanidades, niegan a quienes los rodean la compresión necesaria, la palabra de aliento, la sonrisa de estímulo o la caricia de aprobación y se transforman en los explotadores humillantes, bestias humanas, subanimales.
El ser humano verdadero, hombres o mujeres, está modelado por la creatividad, por el cultivo sereno de la inteligencia, de la sensibilidad, de la justicia, del deber; de ahí su magnitud como ser superior de la naturaleza en constante perfeccionamiento.
Ser humano es vencer nuestras debilidades y fortalecernos en la potencia de la voluntad que nos hará libres; afán de saber, responsabilidad ante la libertad y compromiso solidario con la sociedad para enaltecerla en el bien colectivo, la verdad y la belleza.
Por eso, los jóvenes deben desenvolver sus potencias auténticamente humanísticas: creatividad, voluntad, solidaridad. Y combatir con inteligencia por su perduración, sin permitir nunca que se degraden, porque el hombre y la mujer plenos son diferentes a los irracionales: sólo el ser humano es capaz de transformar los desiertos en vergeles y llegar a sendas siderales. El ser humano es la fuerza mutante de la energía creadora y los jóvenes deben forjar su calidad humana bajo esa inspiración. Ser humano de verdad es estar consciente de nosotros mismos, de nuestras posibilidades, de nuestras limitaciones y nunca caer en marionetas despersonalizadas y exhibicionistas.
Quitemos de nuestra mente los falsos axiomas alienantes que hasta ahora nos han regido y luchemos, no entre retrógradas barbaries, pero sí con la acción convincente y diáfana; con la palabra clarificadora por conseguir una sociedad plenamente madura y desprovista de falsedades y de calumnias, de envidias y de ambiciones insanas; de represiones y de odios. Una sociedad en la que únicamente triunfe el deseo ferviente de ser útil a los demás porque está integrada por nada menos que SERES HUMANOS: conscientes, creativos, solidarios, responsables y henchidos de voluntad propositiva.

DOCE


La sociedad siempre enaltece, tarde o temprano, a aquéllos que han sabido luchar por la consecución de aspiraciones justas y los toma como muestra para las nuevas generaciones. México ha tenido hombres y mujeres notables que por su constancia y sacrificio han dado a nuestra Nación intenso prestigio. Ellos, aun con su propia vida, supieron entregarse al solo ideal de constituir un sistema social en el que reinara esa felicidad individual dentro de la mayor felicidad colectiva que aún perseguimos.
Es indudable que existen algunos que niegan el valor de nuestros sabios y héroes y solazándose en su actitud despectiva detractan cada una de las glorias a las que se han hecho merecedores quienes a costa de su existencia nos legaron el México presente. Y es que así como también algunos exageran sus virtudes, otros incrementan sus defectos hasta el fanatismo.
No se puede negar que ha habido multitud de fallas en nuestra organización social, pero también debe reconocerse, en imparcial juicio, producto de mentes cultivadas, que la vida actual de nuestro pueblo resulta diferente a la pasada, si no mejor, tampoco peor. Los medios masivos de la información lo han estropeado con frecuencia, pero también, dialécticamente han impulsado una evolución en su forma de apreciar el mundo. Tal evolución se ha permeado por esfuerzos personales y quien ha logrado superar sus orígenes, de modo general lo ha hecho ante la inconsciencia de los demás que se fueron quedando en el camino. Alienados; sin un maestro neohumanista que los hiciera reflexionar. No todos tuvieron apoyo o voluntad. Sin embargo, hoy casi todos saben leer y han podido estudiar algo. Tal vez se diga que el progreso así lo ha exigido, que el nivel socioeconómico de nuestra gente ha sido impulsado por las propias características de la época, aunque aún subsisten multitudes carentes de los beneficios sociales. Mas si todavía hay pobreza, miseria, abandono, he aquí uno de los primordiales deberes de un maestro neohumanista: lograr que las aspiraciones de tantos hombres sacrificados en aras del ideal se cumplan y construir sobre los aspectos negativos de nuestra historia, aquéllos que garanticen la plena armonía. Para esto, el único camino se encuentra en el esfuerzo propio embonado con el colectivo, dignificador del hombre y conservador de la grandeza humana, llamado voluntad de ser para los demás y junto con los demás.
Los buenos maestros, quienes lleven centrada en la conciencia la energía del conocimiento a sí mismos y la plena seguridad de su misión en la vida, deben tomar la esencia de lo que significa el esfuerzo en su concepción neohumanística; no aquél que degrada y torna al hombre en bestia de carga, ni el que se realiza con el disgusto de quien lo efectúa, sino el que se finca en la responsabilidad y en el auto convencimiento, en el deber y en la inteligencia y sobre todo, el que edifica la esperanza de construir un mundo mejor; un mundo surgido de la mente sin demagogias, un mundo producto del esfuerzo conjunto de sus hombres verdaderamente revolucionarios y humanos, en una voz: real solidaridad en su acción educadora
Los seres que con responsabilidad social, día tras día, año tras año, van modelando sus caracteres y sus talentos con el estudio y la superación, a costa de sí mismos, siempre llegan a adquirir lo que se proponían, si no para ellos, sí para la colectividad, y nosotros los maestros neohumanistas debemos formarnos el amparo de esta magna praxis.
Es cierto que han de afrontarse mil y una dificultades, mas habremos de tener en cuenta que los contratiempos jamás han de vencer al individuo, porque el ser humano ha nacido para levantarse soberano sobre lo que se contraponga a la noble dimensión de sus acciones.
Los maestros siempre necesitamos tener presente que sólo por medio del trabajo creador, talentoso y esforzado, se podrá alcanzar la realización de nuestras aspiraciones; sólo mediante esfuerzos llevados a extremos admirables, vocación de perfeccionamiento, podremos aspirar cada uno de nosotros al logro de nuestras búsquedas: ser cada quien lo que desea ser para cumplir con acierto las funciones que le corresponden como integrante de un sistema socio-cultural altamente desarrollado a partir del brío solidario y la voluntad transformadora. Asumamos el compromiso del eterno buen magisterio: transformar la entidad biológica que somos en el ser humano que debemos ser: el neohumano.

TRECE


Si la moral es característica humana, hacer el bien individual y colectivo, de nada serviría que la juventud luchara y persiguiera un ideal si éste no estuviera fundamentado en un concepto preciso de lo que ella significa. No la que es participe del dogma impuesto, de la mojigatería o del hipócrita puritanismo, sino la que es búsqueda del ser humano, de su calidad, de su esencia y ante todo de su digno puesto como guiador de la Naturaleza, pues ni es polvo como pretenden ciertas ideologías minimizadoras ni centro del Universo como ostentan los ideólogos de la vanidad fugaz de lo biológico.
La juventud requiere ser la impulsora de la moral verdadera, la única, la eternamente concebida. Esa moral diversa hasta la ahora practicada o falsamente aceptada; una moral sin convencionalismos ni estultez; una moral cuya sola base, firme, sólida, neohumanística, sea su propia defensora: la que se apoya y se ejerce en bien de la colectividad a partir del individuo que se sabe responsable de sus aportes creadores para el todo.
Partiendo del principio de que nada existe sobre la tierra que posea características innatas de maldad y fundamentándose en el respeto a los demás, sería posible impulsar la moral eterna: limpia, diáfana, serena, atenta al progreso de la sociedad y a la verdad rotunda: Dar lo mejor de nosotros mismos a los demás, sin esperar nada egoísta a cambio, sólo que los demás sean a su vez, donadores de sí, a quienes prosigan en pos de la grandeza humana, pues lo que se ama se anhela que sea y la base e impulso de la moral es el amor trascendental, sin confundirlo con el simplemente hormonal e instintivo. Ser para la felicidad colectiva.
Así, ser moral es ser creativo, responsable, consciente, solidario, respetuoso, comprensivo y deseoso de saber. Quien no se comporta como tal, está siendo un inmoralista que nada aporta al perfeccionamiento de la humanidad, sino por lo contrario, diariamente mina, cual microbio, la grandeza de la misión neohumanista: ayudar a la energía creadora natural hacía su evolución transformadora.
El hombre bestia se ha encargado de corromper los hechos más hermosos y nobles de la vida para levantar sobre ellos las más abominables calumnias y lacerias. Él es el único culpable de lo que ha hecho sufrir a la humanidad; él es el único causante de los odios latentes porque ha fomentado los divisionismos; él es el único engendrador de la miseria humana porque llevado de su ambición patológica ha querido poseer para sí solo, todo aquello que bien hubiera podido compartir con los demás. Jamás acertó a pensar en la fugacidad egoísta de su biología.
La juventud, simiente sana, ha de empeñarse en destruir al hombre bestia y nutrirse ella misma con las detonantes ideas del hombre pleno; el nuevo hombre, hombre eterno y para ello, debe iniciar una lid que transforme la falsa moralidad, porque una juventud que se cimienta en la verdadera potencia moral, tiene en su haber la potencia misma.
Los jóvenes, que sí lleven la interna rebeldía de la transformación y que no estén desorientados ni confundidos ante la falta de verdaderos maestros, deben aclarar su propio panorama a los demás, tanto de su edad como a los menores, con la convicción (aunque haya sido discutida por filósofos individualistas) de que el hombre es bueno, y la humanidad generosa, sólo las circunstancias, los sistemas, son los que lo convierten en indigno: no creador, irresponsable, egoísta, ignaro.
Los jóvenes están así, obligados a propulsar una moral neohumanística para asegurar la existencia sana del hombre y a defender el concepto de que los humanos pueden realizar lo que deseen, siempre y cuando no perjudiquen los derechos de quienes les rodean, porque sólo así, mediante la inteligencia y la compresión, la amistad y la belleza, se podrá superar el agotado camino de las inopias del hombre, encarcelado en un moral convenenciera y por tanto falsa, estancadora e inútil. Usemos nuestro libre albedrío y volquémonos en la fineza que representa una moral fincada en los principios neohumanísticos que hemos venido pergeñando en estas páginas.

CATORCE


Todo hombre al nacer es libre en sí mismo y en cuerpo, aunque su libertad dependa del albedrío de la Naturaleza, sin embargo, comienza a ser modelado por la sociedad donde crece y ésta parece ir minando esa libertad hasta convertirlo en un mortal prisionero, si no, esclavo de la comunicación o las ideologías explotadoras en todos los sentidos egoístas.
Durante siglos, el pueblo mexicano, nuestro pueblo, ha luchado infatigablemente por perpetuar la nobleza de la libertad. La sangre de nuestros héroes ha sido derramada por las campiñas de nuestros suelos. Desde la heroicidad de Cuitláhuac hasta nuestros tiempos, los más desconcertantes hombres han ofrendado sus vidas para el bienestar de los mexicanos: Cuauhtémoc, Hidalgo, Morelos, Guerrero, Juárez, Madero, Zapata, Villa.
El magisterio nacional debe estar atento a la gran responsabilidad que se le ha conferido, porque en ella se cifran las esperanzas por lograr cada vez más, una patria que indague y practique el verdadero significado de ser libre. Los maestros no debemos defraudar los ideales que propulsaron a tantos mexicanos para legarnos la amada libertad. Mas no por ello confundamos la libertad con el libertinaje, el abuso o el abandono de nuestras responsabilidades solidarias, porque entonces, tal confusión será nuestro propio fracaso. La libertad es social. Somos libres en función de los demás.
Sabemos que hay muchos disconformes, porque les parece que en nuestro país sólo abundan los defectos y que la opresión nos está destruyendo. Pero si analizamos con serenidad, veremos que aunque nadie tiene derecho a privar de ser libre a un hombre, si éste falta a las obligaciones que tiene con los miembros de la sociedad, respeto, colaboración, merece el castigo acorde con el grado de su falta. Luego, necesitamos buscar de la manera más inteligente, los elementos primigenios de lo que será el grado primero de un sistema social armónico; construido y regido por la propia comunidad: edificado en la libertad social de los seres y fundamentado en las ideas propulsoras de las luchas libertarias de México y el mundo, sin imitaciones innecesarias.
Fácil es decir, pero muy difícil realizar. Cuántos hay que nos conmueven con su oratoria y en la realidad prostituyen sus ideales. Dicen ser lo que no son. Y nosotros, como ciudadanos participes y testigos de esta situación, debemos evitar tales actitudes. Descubrir los gritos de la traición y de la falsedad. Meditar, antes de acometer. Así, basándonos en nuestra gran tradición histórica de milenios, reestructurar el sistema que nos rige; tomar, si es necesario, lo útil de otras experiencias humanas para forjar un ambiente libre de hipocresías, de corrupciones, de convencionalismo, de ambiciones y de intereses creados; la patria soñada por nuestros héroes.
Los maestros neohumanistas hemos de defender la libertad porque dentro de ella se han de producir las más elevadas muestras del pensamiento y hemos de compenetrarnos siempre en el principio de que sin libertad no hay vida creadora, pues la verdadera libertad debe ser utilizada para el perfeccionamiento creativo del ser humano. La libertad es nuestra capacidad de elegir el mejor camino neohumanístico: consciente, responsable, solidario, afanoso por saber para mejorar la sociedad y la cultura. Todo para los demás y lo que se aparte de ello, no es más que esclavitud, aunque se tenga algún poderío físico, económico, religioso, militar o político.

QUINCE


La única forma de salvarnos de la indignidad humana está en el fomento de una educación neohumanística, porque con ella se borran las huellas de la bestialidad y los errores del individualismo europeo.
Una nación, mientras mayor número de sus habitantes tenga los fundamentos de la cultura, la conciencia de ellos y la voluntad de creación, más acrecentará su magnitud y estará en vías de lograr la responsabilidad de contribuir a que en todas las regiones de nuestra Patria, aun en las más apartadas, llegue la luminosa tarea de educar, ya que la patria, no son solamente las ciudades que la adornan, sino es cada lugar donde palpite un corazón mexicano y aún más, humano. La patria somos todos los habitantes de la tierra.
A nosotros los maestros nos toca luchar porque la cultura se extienda hasta los lugares más escondidos de la Nación (y del mundo) y penetre con su concepción universal en las mentes de todos los integrantes de la sociedad. Para ello, debemos impulsar las actividades científicas, técnicas y artísticas; enardecer el amor hacia el conocimiento, hacia la belleza, hacia la verdad. Sólo así, mediante la educación, armonía interior con proyección externa, edificamos una sociedad sin privilegios, esplendente, luminosa: Modelo para el mundo.
Si la juventud se une en el ideal neohumanístico, la fuerza pujante de la educación redundará en beneficio, no sólo de la comunidad, sino en el mejoramiento de la fraternidad humana.
Los maestros jóvenes tienen la obligación de salvaguardar la grandeza del ser humano y para ello, han de contribuir con el propio ejemplo; cultivar su intelecto, desarrollar su capacidad al máximo y sobre todo, crear, porque el magisterio joven no sólo debe ser un muestrario de vigor, ni un escaparate de audacias y sonrisas, sino ha de obrar inmediatamente y demostrar que la única forma de lograr el bienestar común, no está en las promesas demagógicas ni en los insultos gratuitos o inútiles, ni en las imitaciones traidoras, sino en la acción, y ser maestro es nada menos que eso: Acción continua, hechos precisos, no sólo manoteos y palabras. Conscientes de una misión neohumanística, los jóvenes maestros pueden transformar el mundo. Enajenados, sin juicio crítico, sólo serán presas fáciles de los detentadores de la miseria subhumana, e incluso, subanimal, seremos y la educación tiene los preventivos.
Demos los maestros a la humanidad lo mejor de nuestra inteligencia y de nuestra sensibilidad para que nunca tengamos que lamentar lo que hubiéramos podido hacer y que por apatía, por descuido, por negligencia, por inercia, no realizamos. Y si de esta manera obramos, si mediante la educación podemos formarnos una personalidad propia, sin exhibicionismos psicópatas, estaremos plenamente convencidos de que México, tierra de luz y de sol, continuará acrecentado su magnanimidad para el mundo.
Si educar es redimir, fomentemos las actividades educativas para el logro pleno de la justicia, sólo así, haremos más humanos a hombres y mujeres; en una palabra: neohumanos.

DIECISÉIS


Generalmente aquello que los individuos realizan tiene como meta primordial, la propia satisfacción y los maestros neohumanistas hemos de derruir este espíritu de conveniencias, colindante del egoísmo, para traducirlo en entrega hacia los ideales manados de todas las luchas que el pueblo mexicano, desde sus orígenes ha tenido. La conciencia nueva de nuestra juventud debe erigirse con bases firmes y tomar en cuenta el papel que se ha reservado a los jóvenes para el cumplimiento de las metas que tantos mexicanos anhelamos para el tiempo en que vivieron, pero por las circunstancias detestables de algunos seres indignos no pudieron cumplirse.
A los maestros neohumanistas nos corresponde alcanzar aquello que nuestros compatriotas desearon para que así cada uno de nuestros pensamientos, convertidos en filosofía neohumanística nos impulse hacia el logro de los beneficios que produce la vida colectiva. Pensemos en el afán solidario de nuestros abuelos Olmecas, Toltecas, Mayas, Purépechas, Mixteco zapotecas, Otomíes, Mazahuas, Tenochcas y tantas etnias más, todas a una, formando la Mexicayotl, mexicanidad. Hecho que no pudo llegar a una plenitud ante la llegada de los invasores europeos, pero que hoy podemos rescatar.
Guiados por esa ideología y los sueños de Hidalgo, de Morelos, de Juárez, de Zapata y de Villa, finquemos la nueva estructura política de nuestra Nación: que la riqueza sea distribuida sin privilegios, que cada mexicano disfrute de lo que su esfuerzo merece y que sus doctrinas no se pierdan, sino que lleguen hasta la consecución de los fines señalados por quienes determinaron su vida en la búsqueda de su realización.
Los maestros neohumanistas debemos meditar profundamente en los beneficios que se alcanzarían con tal o cual doctrina política, pero nunca admitirla sin pensarla siquiera. Si en ella existen aciertos, veamos cómo van a ayudar o a mejorar los ya cimentados por la tradición histórica de México, mas no los aceptemos ciegamente, sean de donde sean. Nosotros tenemos una propia identidad que bien pueden ser modelo para otros pueblos del mundo, que se han debatido por llegar a la cristalización de sus propias alas y salir de su capullo para el reencuentro con lo humano, neohumano, que somos.
Y si la política debe entenderse como la acción filosófica, científica, técnica y cultural encauzada hacia la conquista del bienestar colectivo, luchemos, pues, por lograr que nuestro pensamiento político se nutra con la savia generosa que ha producido nuestra historia prehispánica y post-hispánica y fundamentados en una doctrina neohumanística, abierta al mejor pensamiento universal, hagamos de nuestra Patria el lugar en el que todos y cada uno de sus habitantes, sean atendidos y vistos como seres integrantes de un pueblo esforzado, soberano, libre, justo, neohumanístico y universal.
La juventud neohumanista tiene obligación de combatir abierta y valerosamente al amparo de la legalidad para obtener el cumplimiento de los ideales que nuestros pensadores y los de otros pueblos forjaron. Así, podremos transformar las miserias sociales en beneficios positivos, y México continuará proyectando su esencia refulgente hacia las demás naciones del orbe, no como imitador servil, sino como paradigma edificante.

DIECISIETE


Los maestros neohumanistas de México hemos de tener presente el recuerdo de nuestra historia, tanto indígena como mestiza, a cada paso de la existencia, para dar a la Patria la alegría que sólo sus hijos podremos restituirle; esa felicidad que durante mucho tiempo ha deseado y que perdió de pronto, desgarradoramente, aquel día de agosto en Tenochtítlan.
Fue como si de improviso le arrancaran la pujanza con la que avanzaba hacia la región de la solidaridad. Hombres blancos y barbados, de turbias miradas y armas de trueno invadieron con su poderío la tranquilidad del Anáhuac y la destruyeron junto con las ilusiones de un pueblo que había emergido deseoso de alcanzar su plenitud solidaria con los demás y que solamente quedó hundido en el lastre feudal del Virreinato.
Una madrugada, la tierra mexicana conmovióse y cansada de sufrir la humillación del tirano, se rebeló con doloroso grito de protesta y el pueblo se lanzó a la lucha por conseguir la libertad perdida. La sangre se derramó por las campiñas y por los poblados y aunque el invasor trataba de apaciguar aquella sublevación, nada lograba contener los ímpetus desencadenados de los oprimidos que sentían en carne propia las huellas de la injusticia y la llegada esplendente de la liberación. Los verdaderos héroes cayeron anónimos.
Mas con la sangre derramada, el pueblo consiguió nuevamente su soberanía, aunque su tristeza de antaño no cesó. Parecía sumergido en un profundo dolor, dolor eterno del hombre opreso durante siglos. Y cuando apenas reiniciaba sus pasos hacia la región del sol perdido, nuevos hombres blancos y de ojos claros llegaron a invadir la limpidez mexicana. Pero el pueblo agonizante, sacando de lo más hondo de su ser, recién sangrado y apenas supurante, fuerzas insólitas, se enfrentó valeroso al invasor del norte y hasta sus niños dieron la vida por la Patria recién recobrada. Aunque algunos digan que esto es fantasía. Sin embargo, en la realidad muchos niños murieron.
La paz pareció volver a reinar, no obstante dentro de las almas mexicanas latía el temor por lo que algunos pensaban: realezas imperiales de un príncipe extranjero, traído por los nostalgiosos y despistados mestizos.
Y el pueblo nuevamente se levantó en armas para la defensa de su suelo que otra vez era pisoteado por hombres de tez clara y ojos azules. Y en hazaña ciclópea los venció. Mas el pueblo seguía triste, doliente, como herido por no habérsele permitido colmar la inquietud de sus anhelos.
Poco a poco la tierra mexicana pareció tornarse alegre y volvió a ser para los mexicanos, pero en lugar de fomentar la ayuda a quienes habían nacido en estas tierras, algunos adoptaron posturas indignas y se impregnaron de la esencia extranjera para pisotear al débil y proseguir con la traición.
El pueblo en su alegre tristeza contemplaba la fastuosidad de los tránsfugas a la Nación y a los ideales de Hidalgo, de Morelos y de Juárez hasta que no resistió más y se levantó en contra de la opresión y el abuso. Por todas las regiones de aquel México, herido nuevamente, surgió con cabalgaduras de sangre el estruendoso pánico de una revolución.
Y las mujeres, cananas al pecho y la valentía en el corazón, se lanzaron tras de sus hombres que iban a pelear por la justicia y la dignidad humana, con la ilusión del mejoramiento de su comunidad. Aunque a veces no tenían claro el porqué. Y al grito revolucionario fueron cayendo los pedestales de un fingido progreso y al impacto de la metralla el pueblo moría con el deseo de dejar para sus descendientes una patria justa, como aquellas tantas veces deseada desde tiempos Tenochcas.
Hoy, cierta tranquilidad vuelve a reinar sobre la tierra mexicana. Los sueños de aquéllos que dieron su existencia por hacer un México inmortal, van transformándose en realidad. Sin embargo, tal parece que el pueblo continúa tristemente alegre, pensando quizás en que ha sido traicionado como siempre y que ya será difícil conseguir la esperanza de la transformación social. Y aunque el tiempo ha rodado en agitados pasos desde aquel 1910, a pesar de las sospechas que se yerguen sobre un probable fracaso de aquella Revolución que se ha acomodado en las artimañas de unos pocos acomodaticios astutos, los anhelos de grandeza colectiva no han cesado, porque allí donde haya un alma y un cuerpo juvenil existirá la ufanía de la renovación, porque allí donde vibre el fuego de una juventud verdaderamente capacitada, dominante de sí misma, esforzada; altiva con los soberbios y humilde con los humildes, neohumanista, estarán fructificando los ideales sembrados por nuestros héroes, sabios y santos.
Y si la escoria ha derruido el espíritu de ciertos mexicanos que se devanan en conquistar privilegios y egoísmos; si ha logrado corromper la grandeza Mexicana; si ha lacerado en ambiciones su lucha humanista, aquí estamos los nuevos maestros para estremecer las falsedades y arrojar ante sus faces-máscaras, los despojos de su decadencia. Aquí estamos en la lucha, unidos en el mismo pensamiento, en el mismo sentimiento, en el mismo ideal: respeto, compresión, amor; porque del respeto surge la justicia; de la compresión nace la igualdad y del amor, la paz, que nos conduce a la energía creadora.
Y en nuestra lid, apoyados en la verdad y en la razón, no en el pretexto para exhibicionismos vanos, jamás retrocedamos en nuestros afanes hasta realizar la transformación anhelada: Un mundo sin miserias ni prebendas mal habidas. Un mundo educado neo humanísticamente. La constancia siempre vence, y venceremos sobre los que les gusta una patria fragmentaria.

DIECIOCHO


Los maestros de México, y más los jóvenes neohumanistas, estamos obligados a restituir a esta tierra que nos vio nacer, la armonía que se le quitó desde hace siglos. La juventud, simiente sana, con su fuerza renovadora y pujante, no ha de permanecer en el silencio, porque siempre tendrá presente a quienes cayeron en los campos de batalla y murieron confiados en que las próximas generaciones no cederían al infortunio de saberse esclavos, sujetos a la injusticia de sociedades animalizadas.
Nosotros, los maestros neohumanistas de México, tenemos una misión por cumplir en la vida y un credo para seguir, el único, el emanado del esfuerzo cotidiano del trabajo edificante, de la justicia indomable y de la educación redentora, un solo credo: La grandeza neohumana. Para ello, cada uno de nosotros debe prepararse y fincarse una personalidad propia, mas no para el beneficio particular, sino para lograr que el sacrificio de los hombres que nos precedieron no haya resultado infructuoso.

DIECINUEVE


La integración de una personalidad armónicamente desarrollada ha sido siempre uno de los más altos propósitos que todo sistema educativo consciente de las necesidades del desenvolvimiento humano ha tenido presente para efectuar cualquier transformación en sus planes educacionales.
Por fortuna y por voluntad histórica, tales fines se encuentran contenidos desde hace mucho tiempo, tanto en el Artículo Tercero de nuestra Constitución como en la Ley Federal de Educación, sin embargo, a pesar de múltiples esfuerzos realizados en pasados regímenes, los resultados de acciones educacionistas anteriores que se observan en la realidad nacional, distan mucho de ufanarse por los logros concretos obtenidos.
Las críticas incesantes a la educación que de todos los sectores sociales y culturales de México se dejan oír y leer en los medios de difusión masiva de la información, subrayan con ejemplos obvios la ineficiencia de todo un aparato pedagógico que parece sustentarse en bases endebles, o por lo menos confusas.
Tal desarticulación entre propuesta educativa, realidad escolar y práctica socio-cultural han motivado el imponer un análisis profundo de tales fallas y a intentar efectuar una reactualización educativa más coherente con los hechos de nuestro tiempo, la tradición pedagógica de México, los avances de la cultura mundial y las exigencias impostergables de una educación neohumanística.
De tales reflexiones hemos extraído como consecuencia fundamental, la necesidad de retomar los destinos de niños, adolescentes y jóvenes mexicanos y guiarlos desde renovados y confirmados puntos de vista que la experiencia inmediata de los maestros que han existido y existen en el país puede proporcionar, enriquecida por una psicología neohumanística y una semiótica instrumental, hacia una praxis de creatividad, responsabilidad y solidaridad; esto es, atentos a sólidos fundamentos pedagógicos, científicos, técnicos y artísticos, apoyados en las bases legales que marca nuestra Constitución y la Ley Federal de la Educación, estructurar y sistematizar un nuevo plan de estudios para la ya definida concepción de una más actualizada y articulada educación básica que abarque las más importantes edades del ser humano: segunda y tercera infancias y adolescencia, es decir, de los 4 a 15 años aproximadamente.
Por razones anteriores, presentamos ahora el urgente requerimiento de una transformación educativa que genere mayores posibilidades de desarrollo personal y social en los educandos que han de recibirla y que serán sin duda los responsables de nuestro destino universal desde principios del siglo XXI. Una educación que se afiance en los rasgos neohumanísticos que cada alumno presente, con el propósito de una integración social productiva, responsable de la solidaridad creativa que debe existir en la colectividad.
Así, nuestra propuesta se encontrará orientada siempre en las siguientes premisas:

1. Educar es transformar la entidad biológica que somos en la entidad neohumanística que debemos ser.
2. Un ser humano biológica e históricamente se caracteriza, más allá de espacios y tiempo, por ser creativo; desenvolverse en la libertad personal y social; demostrar una curiosidad innata por saber y hacer transformaciones en su entorno; llevar su voluntad a logros formidables; sentir la responsabilidad de formar parte solidaria de una colectividad para contribuir a su perpetuación.
3. La Educación Básica debe fomentar el desenvolvimiento pluridimensional e integrado de las capacidades humanas para que a partir de los rasgos mencionados satisfagan las necesidades físicas, psíquicas, sociales y culturales que la humanidad futura requiera para constituirse en una colectividad donde se genere la mayor felicidad individual dentro de la mayor felicidad colectiva.
4. Para la mejor realización de un plan y sus programas de estudio en la Educación Básica se requiere la aplicación de una psicopedagogía neohumanística que conduzca a la profunda satisfacción de las necesidades básicas del ser humano como motivación para un crecimiento físico, psíquico, social y cultural armónicamente equilibrado.
5. Los propósitos instrumentales de la Educación Básica tenderán así, a establecer una relación entre los contenidos programáticos por enseñar y aquello que el educando hace en su mundo extraescolar. Se desterrarán así los paralelismos entre lo que en verdad se sabe para vivir y lo que la escuela ha deformado para saber, sin vivir. Los recursos de esa escuela paralela, el decurso vital y los medios de difusión masiva de la información, deberán ser utilizados creativamente en la escuela institucionalizada para darle a ésta, la dinámica dialéctica que hace falta a su praxis.
6. Si el plan y los programas de estudio de la educación básica atienden realmente a las necesidades básicas de la infancia y de la adolescencia como partes de la evolución general del ser humano hacia su plenitud creadora en cualquier actividad física, social y cultural, ninguna situación económica-política podrá destruir o refrenar el éxito escolar.
7. La motivación para el aprendizaje debe encontrar su respuesta, su guía, sus satisfacciones y sus estímulos, por tanto, en un diseño curricular que sintetice las propuestas anteriores en una estructura idónea: Asignaturas autónomas, pero en correlatos integrados en sus respectivos ámbitos de conocimiento en pos de producir evidencias de los aprendizajes logrados por los educandos y reflejados en objetos lenguaje y sus actos de realización sociocultural.
8. Con tal organización curricular se intentará la creación de una conciencia de potencialidad neohumanística que conduzca al alumno hacia el auto desenvolvimiento, donde la escuela y el maestro sean apoyos y guías, pero también modelos y ejemplos de responsabilidad, libertad, voluntad, creatividad y solidaridad.
9. Sin una labor intensa y sin disciplina personal, tanto por parte de autoridades, magisterio y alumnado, se corre el riesgo de fracasar, pese a lo mucho que mejoremos nuestro sistema educativo. Los propios alumnos deben comprender que ellos son responsables del trabajo creador que contribuya a satisfacer sus propias necesidades. Los maestros han de tener la clara conciencia de su función como guías de transformación, no como simples informadores o formadores unidireccionales, sino en la acción dialéctica de su preparación psicopedagógica donde ellos mismos den el ejemplo con sus aportaciones creativas. La autoridades y el Estado requieren brindar el apoyo total a este gran cambio de los enfoques educativos y presionar desde todos los medios de difusión masiva de la información para hacer que la escuela no se reduzca a un mero recinto material, sino que toda la sociedad ejerza desde sus centros de trabajo una retroinformación y formación incesantes de lo que el educando aprende en su mundo escolar.
10. Admiramos y respetamos los logros parciales de la educación en su sentido tradicionalista, inclusive es posible retomar algunas de sus aportaciones valederas para el diario trabajo en la escuela, pero rechazamos definitivamente cualquier determinismo que condene al ser humano a reducirlo a simple entidad animal o cibernética.
11. La educación es la base generadora de la plenitud de los individuos y por tanto, de las sociedades. Una sociedad enferma es una sociedad mal educada. Educar para la salud física y psíquica a través de las necesidades básicas del ser humano, es educar para la armonía social y cultural.
12. A mayor individualismo animal, mayor egoísmo frustrante e insano; a mejor conciencia de solidaridad humanística, estimulante de creatividad, libertad, responsabilidad, mejor aceptación de nuestro compromiso para colaborar en la evolución trascendental del nuevo humano pleno; esos hombres y mujeres que realizarán el avance técnico del campo y las ciudades y disfrutarán con los logros de la cultura en sus más altos valores: el trabajo creador, la justicia, el amor, la comprensión, la verdad y la belleza.

El siglo XIX se encuentra muy distante ya; los romanticismos trasnochados de nacionalismos inútiles deben desaparecer para abrirnos al universalista siglo XXI, aún con riesgo de los imperialismos de todo tipo que hoy luchan por dominar el mundo. Un siglo XXI donde lo culminante sea la humanidad total y no los parciales fragmentos egoístamente segmentados por conveniencias vanas, que dividen al hombre para vencerlo a costa del hambre, el vicio, la degradación, el odio, la violencia, la guerra y la explotación.
Si cambiamos con estos cimientos nuestros planes y programas de estudio para una nueva educación básica acorde con el neohumanismo que se avecina, marcaremos un esfuerzo de alto precedente en la historia. Por primera vez en México el ser humano será educado para integrarse en un humano pleno: solidario, responsable, libre, creativo; amoroso colaborador, dentro de su fugacidad biológica, de la eternidad neohumana.

VEINTE


Los psicólogos del conductismo, desde Watson hasta Skiner, sin dejar de mencionar, aunque con rango aparte a Pavlov, han estudiado sistemáticamente el ser humano de manera coherente. No subjetiva y con resultados observables, sin embargo sus investigaciones siempre se han efectuado en el nivel de pertinencia que considera al hombre como una mera entidad biológica.
Así resulta innegable que los conductistas, y los denominados neo conductistas, han tenido razón en sus observaciones y en sus experimentos por lo que atañe a lo animal del hombre; no obstante sus éxitos con simios, ratas o perros, jamás han podido aprehender con sus metodologías esos determinados rasgos que la humanidad ha demostrado poseer como característicos y que le dan su diferencia entre los seres de la Naturaleza. Tal “sustancia humana” ha escapado a los principios experimentalistas que reducen todo a un esquema de estímulo-respuesta-refuerzo-retroalimentación; cuando más, sólo han hecho esfuerzos por explicar los procesos que resultan de la esfera de la abstracción.
Por otro lado, las tendencias de la psicología profunda y todos sus psicoanálisis, sólo se han dedicado a intentar resolver los problemas mentales que con frecuencia social se dan entre la humanidad. Les ha interesado más curar los insólitos mundos enfermizos de la psique humana, que descubrir caminos de prevención y de auto superación creativa. Claro es que los conductistas le dan poca seriedad a las “subjetividades” de los psicoanálisis y todo lo resuelven con cambios en la “programación de reflejos”.
Así, resulta paradójico que lo que ha distinguido a esa entidad biológica denominada ser humano, no han sido específicamente sus rasgos comunes con otros seres vivientes (nacer, nutrirse, crecer, reproducirse y morir), sino una alienación mental que los animales, por ejemplo, distan mucho de padecer.
Falacia total pues, constituye pensar que lo que difiere al hombre de los demás seres naturales, es la posibilidad de la locura, de la enfermedad psíquica y por tanto de las neurosis, las violencias, las esquizofrenias, la paranoia, etcétera.
Sin embargo el ser humano no es un simple animal perecedero ni un animal que enloquece, es un ser dotado biológicamente por el funcionamiento extraordinario de sus potencialidades y capacidades creativas que se registran en sus cerebro, infinitas con respeto a la totalidad de propósitos simplemente prácticos y cotidianos. Una pedagogía en verdad neohumanística debe sustentarse en el fomento del desarrollo potencial de la mente; de todas sus capacidades racionales y creadoras.
Recientes investigaciones dedicadas a descubrir la estructura del cerebro humano y de sus funciones demuestran de modo impresionante, las altas, pero descuidadas reservas de su capacidad. “El hombre, en condiciones promedio de vida y trabajo, utiliza solamente una pequeña parte de su equipo mental. Si fuésemos capaces de forzar nuestro cerebro para que trabajase a sólo la mitad de su verdadera potencia, podríamos, sin dificultad alguna, aprender cuarenta idiomas, memorizar un extensa enciclopedia de principio a fin, y aún concluir variados cursos.” Tal vez parezca exagerado el contenido de esta cita, pero representa el punto de vista técnico y generalmente aceptado acerca del potencial humano.
El ser humano se diferencia de los demás seres vivos por su gigantesco potencial creativo que cuando rebasa los esquemas convencionales suele parecer genial. Y si la CREATIVIDAD es lo innato en todas las generaciones humanas, todo plan y programas de estudios deben girar en torno de esta base que indudablemente requiere para su desarrollo de los principios de libertad, disciplina personal o voluntad y conciencia de grupo; comprensión, respeto y solidaridad.
Esto no quiere decir que la escuela deba producir genios, sino proporcionar a los educandos el entorno adecuado y estimulante para que cumpla con esa necesidad primaria de lo humano: dar salida a su mundo creativo, sea en lo manual, en lo técnico, en lo artístico, en lo social, en lo científico. De no hacerlo, de no fomentar la escuela tal desenvolvimiento, los productos educativos logrados serán seres frustrados que en una conducción unidireccional se convertirán en mano de obra resentida que en cualquier momento estallará en violencia, agresión, vicio, creatividad negativa, que pondrá en riesgo la subsistencia humana y entonces sí, como consecuencia, enfermedad mental.
Y si a esta necesidad básica de lo humano, le agregamos otras que responden a los rasgos exclusivos del homo sapiens (no incluimos, por tanto, las necesidades fisiológicas y de seguridad por ser comunes a la parte animal del hombre: alimento, líquido, refugio, sexo, sueño, oxígeno, resguardo): necesidad de amor y pertenencia, de arreglo, de actualización del yo, de saber y comprender, de lo estético, de crecimiento en los valores del ser (autorrealización, significación social, autosuficiencia, recreación, sencillez, orden, auto exigencia, perfección, vitalidad, belleza), la consecuencia inmediata es pensar en lo tremendo que resulta efectuar un verdadero giro de ciento ochenta grados en los planes educativos.
Cómo llevar al cabo esta urgencia de educar para el desarrollo de las potencialidades humanas que laten en cada uno de nuestros niños, adolescentes, jóvenes, cuando cotidianamente, año tras año, observamos la lenta labor de decepción que realiza la escuela concebida a la manera simplemente biológica. Por experiencia, ¿cuántos niños, adolescentes y jóvenes hemos visto sucumbir en su entusiasmo por aprender, por ser, ante la rutina impositiva de muchos esquemas tradicionales barnizados de modernos?
Ya en otro estudio que presenté por invitación del H. Consejo Nacional Técnico de la Educación de la SEP, en 1986, relacionado con la enseñanza y el aprendizaje del español en las escuelas primarias y secundarias de nuestro país, insistimos en que el proceso de enseñanza-aprendizaje debe partir de las propias vivencias del alumnado y derivar conceptos, abstracciones y definiciones necesarias, de su experiencias concretas y de las necesidades, fines y valores humanos eternos, no de los que una sociedad reducida a su tiempo y espacio históricas cree determinar.
Por ello se ha de buscar la real motivación humanística, esto es, despertar los motivos innatos en el ser humano para responder a seguimientos superiores, no comunes a los animales, luego de resolver inteligente y justamente estos últimos, o por lo menos de modo paralelo a su transformación educativa. Tales seguimientos han sido apenas señalados en líneas anteriores.
La escuela tiene que procurar no matar ese afán humanístico innato de sus capacidades y ayudar al alumnado a aprender lo que quiere por corresponder a su mundo de autorrealización, porque se le ha motivado para ello a partir de una guía programática acorde con sus niveles de maduración cognoscitiva, afectiva y sensorial motriz; y jamás a través de conocimientos aislados, sino siempre en función crítica de la cultura y de la sociedad que lo rodea.
El papel del maestro será el de despertar motivos, al ofrecer retos cognitivos a sus dudas, apoyado en un adecuado plan de estudios para los educandos que no descuide la información, pero que tampoco exagere totalitariamente en ella; que plantee un atractivo panorama del hacer, del saber y del para qué hacer y para qué saber.
El profesor no ha de ser, por tanto, ni un simple terapeuta ni un mecánico de la conducta, sino un guía del aprendizaje que provoque a partir de procedimientos adecuados la realización efectiva y práctica de las operaciones mentales que son el fundamento del conocimiento.
Los fines educacionales, por tanto, han de reflejarse en la toma de conciencia de las necesidades básicas y de desarrollo del ser humano y tenderán a desarrollar todas las potencialidades latentes o capacidades innatas en cada una de las líneas del pensamiento y en multiplicidad de su inteligencia.
Y para iniciar la marcha de estos propósitos de una Educación neohumanística, se requiere de un tiempo que abarque, por lo menos, las edades de mayor receptividad en el ser humano, que las englobe, que considere la evolución psicológica de los alumnos y no haga rompimientos convencionales ni de artificio. Segunda y tercera infancias; adolescencia y juventud son fragmentaciones que en nada rompen con los rasgos humanísticos: Un niño de cuatro años será tan creativo en su nivel, como uno de nueve o un adolescente de quince años; sólo la experiencia y la maduración, la calidad de los conocimientos obtenidos establecerán la diferencia. El requisito de la libertad como necesidad, la búsqueda de sentirse solidario con los demás, la disciplina creativa como voluntad constituyen la estructura genética de cualquier humano, sin importar tanto la edad. Hasta un anciano, condenado a la inutilidad por las sociedades de consumo, es capaz de aprovechar todo el cúmulo de su experiencia vital y sentirse pleno en su talante creador.
Así, la Educación Básica debe afrontar a su sujeto educativo con un plan y unos programas de estudios adecuados a los propósitos de despliegue de las potencialidades humanísticas que harán adquirir los conocimientos, las habilidades y las valoraciones de manera integrada y coherente, sin destazar temarios, pero tampoco sin resolver asignaturas.
Un plan y unos programas de estudios que abarquen por lo menos doce años y que hagan crecer gradualmente las potencialidades humanísticas sobre todo, donde las informaciones se conviertan en respuestas a los problemas que motivan al alumno a su acción de constantes autorrealizaciones; y en los cuales se enseñe al niño o al adolescente a valorar histórica y socialmente su entorno para tomar conciencia de cómo será posible resolver las situaciones conflictivas de nuestro tiempo, de nuestro país y de los demás pueblos del mundo.
Un plan y unos programas de estudios que lleven al niño desde sus cuatro años de edad hasta el término de su adolescencia a una incesante potencialización de sus capacidades sensorio-motrices, afectivo-emocionales y cognoscitivo-creativas.
Un plan y unos programas de estudios que al tomar en cuenta los ya tantas veces mencionados rasgos humanísticos reales, superen las diferencias superestructurales de las ideologías, pues al adquirir el educando el nivel de valoración que se busca en todo este proceso de educación neohumanística, comprenderá la importancia de su mundo personal, cultural, social e intentará colaborar solidariamente al engrandecimiento colectivo logrado por acuerdos y consenso.
Considerando la estructura pluricultural y multiétnica de la sociedad mexicana intentará conformar la fisonomía sin sectarismo de los mexicanos, pues los rasgos humanísticos se dan sin importar creencias, economías, etnias. El nuevo mexicano o nuevo humano que se pretende educar, en el sentido estricto de “conducir a”, ha de ser un individuo autorrealizado y consciente de su responsabilidad social. Un hombre pleno para el siglo XXI, liberado de sus traumas de la conquista, de su eterno y sumiso “mande”; seguro de sus aportaciones para la comunidad universal, firme en el satisfactorio resultado de nuestra cultura de siglos, lejano de fobias irracionales o de manías egoístas. En síntesis, un nuevo mexicano a la altura del tiempo que le toque vivir y que pueda servir de modelo al mundo.
Por eso, el plan único, continuo de doce años debe reunir las características que los especialistas señalan:
a) Pertinente con las características, necesidades y expectativas del educando y su entorno.
b) Congruente con las demandas de la unidad nacional y las peculiaridades regionales y locales.
c) Articulado vertical y horizontal para dar unidad pedagógica y de contenido a los doce años de su duración.
d) Vertebrado en espiral por cuanto a sus propósitos, contenidos y actividades de aprendizaje.
e) Actualizado permanentemente de acuerdo con los avances de las ciencias de la educación y del progreso humanístico, científico y tecnológico.
f) Centrado en el carácter eminentemente formativo del proceso, enseñanza y aprendizaje, para transformarse en sí y al entorno con los productos de su creatividad, tanto en lo técnico como en lo científico, filosófico y artístico.
g) Estructurado de acuerdo con las características de perfectibilidad, flexibilidad, adaptabilidad, seriación, graduación y dosificación.

Y los programas se han de diseñar a partir del establecimiento de problemas humanísticos acordes con la edad de los estudiantes en pos de desencadenar los propósitos de aprendizaje que los alumnos deben lograr para resolver el problema humanístico inicial a través de sugerencias metodológicas, donde la participación creativa de los alumnos sea de primer rango para convertirlo en un pequeño científico, técnico, artista, pensador, dirigente, sumergido en un proyecto educador.
También han de ser señalados los recursos de evaluación, así como la proposición de los materiales educativos y otros apoyos didácticos y la provisión de materiales de consulta para los maestros.
Dentro de los apoyos didácticos se requiere la participación envolvente de los medios de difusión masiva de la información para que de manera espontánea y sin disfraz didáctico se proporcione al alumno fuentes enriquecedoras de experiencias sensibles y cognoscitivas. Esa escuela paralela que tanto daña a la sociedad con sus manipulaciones ideológicas, bien puede ser empleada para difundir los altos valores de la humanidad. La internet y toda la tecnología de la información son recursos formidables. La escuela debe asaltar esos medios y ponerlos al servicio de la nueva humanidad.

Veintiuno


No podemos negar que en nuestra época, la cultura ha crecido en sus logros y tampoco descuidar la interrelación que se da entre las ciencias, la técnica, las artes y la filosofía. Estamos llegando a ser una sociedad globalizada, tecnológica y de conocimiento. Quien no se encuentra a la altura de estos procesos, corre el riesgo de ser un nuevo analfabeto.
Más que nunca la mente del hombre necesita alcanzar las estaturas aristotélicas del conocimiento multidisciplinario que día con día se nos presenta. Hoy nadie puede aprender Física si no tiene buenas bases Matemáticas, Lógicas, Biológicas, Mineralógicas o Químicas. Un deseo de saber cómo se traslada la tierra alrededor del sol, implica muchas disciplinas del saber, aunque la Astronomía lo explique.
Sin Geología, sin Geografía, sin Ecología será inútil comprender en toda su dimensión la estructura social, económica, política de un pueblo histórico determinado. Sin conocer Hidrografía se evitará entender la importancia de los ríos o de los lagos en la dialéctica de la vida humana.
En tal grado se han descubierto dependencias y relaciones en los sistemas de los conocimientos que se ha llegado a pensar en una ciencia unificada por los pensadores del Círculo de Viena y los pragmaticistas estadounidenses. Y tanta ha sido la reflexión de lógicos, matemáticos y lingüistas que una ciencia instrumental como la naciente Semiótica, denominada por otras escuelas Semiología, la ciencia de los signos y de los discursos que se forman con ellos y los textos que los reflejan, se encuentra constituyéndose como la ciencia multidisciplinaria por excelencia, pues nada de lo que hace, toca o sabe el ser humano, deja de manifestarse en los lenguajes, y los lenguajes humanos son productos de la creatividad innata como necesidad básica de comunicación.
Es por eso que elaborar un currículo para la educación básica de doce años requiere tomar en cuenta tales características de los estados culturales actuales y de acuerdo con la psicología particular de las edades del educando; la de la segunda infancia, la de la tercera infancia y de la adolescencia, diseñarlo en una combinación dialéctica que arranque de la globalización de la enseñanza hacia la integración de las asignaturas por ámbitos de conocimiento y sus correlatos.
Los niños de cuatro a siete años aproximadamente revelan un predominio de la captación sincrética del mundo y por tanto, la globalización que presenta todos unitarios y que después el niño analiza para distribuirlos de acuerdo con su pensamiento operativo constituye la vía más adecuada en los inicios del plan. Los primeros cuatro grados trabajarán con técnicas globalizadoras graduando el proceso evolutivo del pensamiento infantil hacia la individuación de los seres y objetos del mundo social, cultural y natural.
Los niños de ocho a doce años, al ir perdiendo el predominio sincrético y dar paso al pensamiento abstracto requieren un trato con base en correlaciones integradoras donde vayan apareciendo los conocimientos en sus ubicaciones taxonómicas culturales. (Esto será de Matemáticas, esto es Español, esto es Ciencias Naturales, esto Ciencias Sociales, esto Educación Tecnológica; esto Educación Artística, etc.)
Los alumnos pre-adolescentes o adolescentes entre los trece y quince años han madurado suficiente su captación analítica del mundo y pueden estudiar por asignaturas, pero siempre integradas en ámbitos temáticos de conocimiento; jamás un conocimiento visto exclusivamente con el criterio de un especialista en una materia, sino atacado por la complementación de sus correlatos. Si el alumno estudia en Historia Universal, Egipto, el maestro de Geografía hablará de Egipto y el Civismo de la conducta social de los egipcios. Correlatos que puede trasladar en lo posible a nuestra época de modo comparativo: Así era entonces, ¿cómo es hoy?
Posteriormente a la educación básica los alumnos habrán quedado facultados para comprender analítica e interrelacionadamente los fenómenos naturales, sociales e históricos concebidos como sistemas que se dan dialécticamente en cualquier tiempo y lugar. De la comprensión de un signo se desprende la compresión del sistema de donde forma parte. No sólo se entiende el signo sino el funcionamiento del sistema sígnico. Así se pueden inferir las causas de su generatividad, las transformaciones dadas, las estructuras de base, las supra estructuras dadas o por darse, siempre entendido esto dialécticamente.
Esta estructura sistémica que proponemos para la organización curricular de la educación básica, libera de cargas politizadas a los defensores de áreas o asignaturas y a sus impugnadores respectivamente.

Los fundamentos para la organización curricular de la educación básica continua de doce años son irrebatibles, si ésta se efectúa atenta a lo que hemos denominado rasgos diferenciadores de la estructura genética humana. Ellos generan todo un sistema de necesidades básicas y de desarrollo humanístico que requieren una conducción pedagógica revolucionaria, donde se imbrique ámbitos de conocimiento integrados por asignaturas en correlatos temáticos con el propósito de contribuir estimuladoramente a que el alumno resuelva problemas cognitivos, afectivo emocionales o físicos de la misma índole básica y de acuerdo con el nivel de experiencias, vivencias, conocimientos, habilidades que haya desarrollado en determinada edad.
Las leyes del aprendizaje afirman que aquello que no surge de la propia motivación de los individuos y no resuelve las necesidades apremiantes de ellos, llega a la mente con mayor dificultad y siempre se encuentra en peligro de desaparecer. El aprendizaje satisfactorio sólo se consigue mediante una actividad con significado y propósito de autorrealización humanística. Sólo así será transferible, consistente, duradero y de beneficio social. Fuera de estos aprendizajes auténticos, los demás son espurios; simples hábitos reflejos, fríos y sin trascendencia; maquinizaciones que se encierran en rutinas destructivas. Los resultados educativos de nuestro tiempo lo están probando.
La escuela hace que los alumnos aprendan incoherencias que para ellos resultan sin sentido. Se les pregona moralinas utilitaristas, y ellos o no logran encontrar ni pies ni cabeza a listas de palabras de nombres, de fórmulas, de títulos, etc. Y he así como las instituciones educativas se han convertido en escuelas donde se odia la lectura, la literatura, la cultura. Día con día los alumnos leen menos y escriben peor y no porque no lean; ellos leen lo que la escuela paralela les presenta con un subrayado interés para ellos.
De este modo, los estudiantes ignoran las evidencias históricas de la grandeza de nuestro país y las de la humanidad. No les interesa más que las vacuidades que la sociedad de consumo les ofrece como un falso paliativo a las necesidades básicas tantas veces citadas y que corresponden a los rasgos Humanísticos innatos. Consecuencias: falsa liberación (sexual, femenina, social, económica, etc.) auto destructividad (vicios, violencia, abulia, etc.), información irrelevante (fama, vanidades, modas, lujos, etc.), manipulación ideológica, etc.
Un ejemplo concreto de la estructura que podría adoptar el currículo de educación básica podría contener los siguientes elementos:

PRIMER GRADO (4 a 5 años)
Problema: ¿Cómo soy?
Asignaturas en Correlato Temático: Anatomía, Fisiología, Higiene.
Ámbito de Conocimiento Integrado: Ciencias Naturales-Ciencias sociales-Educación artística-Educación Física.
Propósitos desprendidos del problema:
-Conocer las partes de mi cuerpo.
-Saber para qué sirven las partes de mi cuerpo.
-Cuidar las partes de mi cuerpo.
-Usar adecuadamente las partes de mi cuerpo en actividades tecnológicas y en actividades artísticas.

Si una organización curricular se desarrolla con base en asignaturas, se corre el riesgo de darles a los alumnos una visión incoherente de la cultura que después olvidará, como ha sucedido. Hasta los alumnos más brillantes no recuerdan después de un tiempo, las listas enormes de fechas históricas, títulos de obras o nombres de ríos en lo que obtuvieron notas muy altas.
Si una organización curricular se diseña a través de áreas, los conocimientos se dispersan tanto, que lo que en verdad se aprende se reduce a muy poco. Se abarca mucho, pero se convierte en un todo tan confuso que un solo maestro no puede desarrollar la totalidad de los conocimientos que se le piden y que se refieren a disciplinas científicas, aunque semejantes, no fáciles de dominar sin la participación de otros especialistas. Un historiador puede manejar perfectamente sus temas, pero no los de geografía o derecho.
Por eso, la fusión de ambos diseños de organización curricular en uno solo que atienda a la edad del educando y que oscile de acuerdo con ella en correlatos temáticos integrados, sería la novedosa manera de ir transformando la educación actual en pos del desarrollo humanístico de los educandos y con la participación desde sus ángulos de saber de los especialistas. Estos, en cada asignatura han de establecer los correlatos temáticos que los programas por grados deberán tener y la manera de balancearlos a través de los doce años de educación básica. Sólo recordarían que no van a hacer eruditos en este nivel educativo, sino proporcionar los puntos de conocimiento que sus disciplinas pueden aportar a la solución de los problemas humanísticos rectores que los alumnos van a resolver de acuerdo con esas necesidades básicas que todos tienen: Fisiológicas, de seguridad y de resguardo, de desarrollo valorativo. Lo cognoscitivo en esta educación neohumanista se convierte en una motivación que impulse lo más importante de lograr en la infancia y en la adolescencia: la maduración sensorio motriz y afectivo emocional que lo conduzca a la plenitud creadora del adulto autorrealizado: libre, responsable, solidario.

Veintidós


Al haber presentado estos ensayos, lo he hecho con la convicción de que ésta es la primera vez que una transformación en la conducción educativa arranca en nuestro país sintetizando, o por lo menos intentando sintetizar, logros de lo que las variadas tendencias de la llamada Escuela Nueva o Escuela Activa ha propuesto casi desde principios del siglo XX, y aún más allá desde Comenio a Pestalozzi: el alumno, aunque nuestra propuesta lo trasciende, al ubicarlo en su rango de simiente humana con todas sus potencialidades latentes y ahora bien definidas por las corrientes humanísticas de psicología; esas potencialidades o capacidades innatas latentes, prestas a ser activadas para su desenvolvimiento armónico e integral que en nada contradice ni se opone al visionario Artículo tercero de la Constitución Mexicana que lo enuncia desde 1917 y mucho menos a la Ley Federal de Educación.
Una verdadera Transformación Educativa tan innovante y trascendente, sin afrentar la labor heroica y pionera de grandes maestros mexicanos: Don Carlos A. Carrillo o Don Rafael Ramírez, por sólo mencionar dos nombres de la pléyade nacional de educadores, requiere de muchos esfuerzos unificados para llevarla a cabo.
Tiempo es ya de poner en acción una tradición pedagógica nuestra que yace oculta en los archivos de la historia y que buscaba las formas adecuadas para manifestarse, pues, aunque parezca exagerado, la educación de nuestros abuelos tenochcas y todo el sistema prehispánico ponían énfasis en el desarrollo de la potencialidad humana que reflejaba la potencialidad de la Naturaleza; es decir, lo que ellos denominaban Teotl ipalnemohuani, no “dios” en su desafortunada traducción al español, sino “Energía Creadora, Aquello por lo cual todos vivimos”.
El ser humano había nacido para continuar con el proceso creador del cosmos y ayudar a su eterna manifestación en todos los seres que la conforman. Desde el concepto de la primera energía creadora: Huehueteotl (La vieja energía creadora: el fuego abuelo; hoy serían electrones), hasta Huitzilopochtli (La energía incesante que guía hacia el sur de la plenitud: colibrí incansable, la voluntad, que nos dice adelante) un mundo simbólico constituye la interpretación de todo lo viviente en la Tierra y en el Universo.
El nefasto descifrado hispánico acomodó todo un filosofar naturalista y materialista a sus propios códigos feudales y nos lanzó a una pérdida de identidad que aún hoy es evidente en los mexicanos.
La organización escolar prehispánica hacía pues, énfasis en educar para el desarrollo de las potencialidades humanísticas que hoy las tendencias psicológicas ya mencionadas están poniendo apenas al descubierto, luego de tantos ensayos por encontrar la verdadera motivación humana, tantas veces frustrada en la historia de la humanidad.
El Calpulli (la casa de todos) era el primer activador de la educación de los niños desde su nacimiento hasta los cinco años aproximadamente; posteriormente los Huehuetlatolli (plática de los sabios ancianos) les iba presentando la realidad escueta de la fugacidad biológica e intentando fomentar en ellos la creatividad, dependiendo de las características personales, para cumplir su función social y cultural prevista por sus rasgos calculados en el Tonalpouxqui por los tlamatinimes (sabios).
Tres grandes instituciones educativas destacaban en este socializado sistema: el Cuicacalli (la casa del arte: canto, danza, poesía), el Tepochcalli (la casa de los ejercicios para los jóvenes: educación gimnasta y física de la voluntad) y el Calmécac (La casa donde la unión solidaria nos vuelve sabios: casa del mecate en sentido literal o mecate de casas; casa de la más fuerte disciplina) que constituía el máximo centro de cultura y al que se llegaba luego de arduos testimonios de potencialidad creadora y voluntad.
Estos indicios, tan estudiados superficialmente y con la condena de una deformación semántica a lo que en realidad hacían referencia, de una educación sistematizada para cumplir una función humanística comprometida con los propósitos de ayudar a la evolución del cosmos; de la cual el hombre era la muestra máxima, aunque solo un elemento más de la inmensidad natural y sus poderes (Tonantzin-Nonantzin: tu-nuestra y reverenda-reverendo madrecita-padrecito; la dualidad creadora Ometeotl, ipalnemohuani, aquello por lo cual vivimos) resultan muy actualizados con nuestra propuesta enriquecida por los aportes de las ciencias semiótica y psicológica.
Integrar el pasado que constituye nuestra real identidad con la modernidad de las experiencias de la nueva educación neohumanística es el atrevimiento, valga la expresión inclusiva, que un Estado firme, respetuoso y consciente puede hacer.
Hasta ahora el magisterio nacional y el público en general se han encontrado habituados a cambios aparentes que popularmente devienen en irónicas expresiones: “Nomás cambian los nombres” “en el fondo es lo mismo”, “la misma gata pero revolcada”.
Lo que se intenta es que la educación asuma como responsabilidad, no un mero plan de instrucción o actualización científica ni de poner al día nomenclatura o contribuir a totalitarismos.
Este plan de educación básica para doce años que propongo, no intenta únicamente transformar la naturaleza del educando, sino por vez primera, hacerlo consciente de su verdadera naturaleza humana. Tiende a la expresión del individuo en todas sus potencialidades y no a condicionarlo, creando en él mecanismos automáticos con el fin tenebroso de controlar y dirigir su comportamiento social. Constituye un acto sistémico que impulse el logro de una libertad responsable y alentadora para solidarizarse creativamente con una más justa y equilibrada sociedad. Fortifica la educación democrática y a la vez realza la importancia de tener presentes nuestras propias posibilidades y limitaciones. Y si se propone adecuar los medios de difusión masiva de la información a los contenidos programáticos, no es por un totalitarismo retrógrado ni un atentado a la libertad de expresión, sino porque tales canales han tenido la máxima responsabilidad en la distorsión de los grandes fines educativos que han fracasado hasta ahora y se hace necesario dominarlos para que no conduzcan el plan propuesto a un estancamiento neutralizante como tantas investigaciones lo han probado con la inutilización de los cometidos de la escuela, donde se dice que los maestros son los culpables.
Por todo lo anterior los políticos responsables de la educación pública deben facilitar la participación, el análisis e intercambio de ideas en los integrantes de la comunidad educativa al presentarle ya diseñado el plan y los programas de estudio de la educación básica y continua de doce años.
Con ello se hace indispensable también, como lo señalan sus reglamentos “establecer criterios que orienten la normatividad, coordinación, supervisión y evaluación” del plan y los programas de estudio propuestos para esta transformación educacional.

Veintitrés


Dentro de la labor en conjunto que la marcha del plan y programas de estudio de la educación básica continua de doce años resulta inadmisible que su puesta en acción se efectuara sin los preparativos técnicos adecuados, por eso estamos de acuerdo en proponer lo que ya muchos investigadores han creído pertinente y obvio:
 Cursos de Psicopedagogía Humanística a todos los maestros de preescolar, primaria y secundaria.
 Cursos de Explicación y Manejo de programas, así como de metodologías globalizadoras, personalizadoras, activas e integradoras de relaciones humanas.
 Sensibilización a los padres de familia, organismos y sectores interesados.
 Provisión de apoyos informativos documentos y materiales educativos necesarios.
 Promoción de apoyos a través de los medios de difusión masiva de la información.
 Coordinar las actividades de la escuela paralela en que se convertirán parcialmente muchos medios de difusión masiva de la información: internet, periódicos, revistas, televisión, cine, música, canciones, cómics, carteles, publicidad, radionovelas, fotonovelas, etc.
 Habilitación y actualización del personal de supervisión y directivo a través de manuales e instructivos adecuados, además de cursos anuales para la constante actualización del magisterio nacional.

Veinticuatro


1. Los innegables avances de las más recientes investigaciones en Psicología, Semiótica, Antropología y Sociología, entre otras ciencias, demuestran que la educación no ha fomentado radicalmente y de manera total, las verdaderas potencialidades humanísticas que distinguen al hombre de los demás seres vivos y la escuela se ha convertido en una simple intermediaria entre los conocimientos dispersos de parcialidades culturales pasivas y la espera viciada para ingresar al trabajo enajenado.
2. El rebase que los medios de difusión masiva de la información ha logrado sobre la institución escolar, al punto de volverla inútil, ridícula y en constante fracaso, a pesar de sus apariencias fugaces de éxito, hace meditar en la urgencia de que esa “escuela paralela” (Internet, televisión, cine, discos, revistas, propaganda, “stars system”, radio, fotonovelas, “comics”, etc.) se ponga al servicio responsable y efectivo, con alto contenido estético, de la escuela institucionalizada. Niños y jóvenes de hoy saben más por la publicidad de la tele, por ejemplo, que por la escuela.
3. Una verdadera Transformación Educativa, con aspiraciones de trascender, debe tratar de aprovechar los dos puntos críticos señalados anteriormente y unificarlos al servicio de la comunidad en un Plan y Programas de estudios que abarquen las etapas fundamentales, por lo influibles, en el proceso dialéctico del vivir humano: infancia y adolescencia; sólo así tendrá un renovado sentido la educación, pues el maestro neohumanista recuperaría el orgullo y el entusiasmo de enseñar y su labor no se reducirá a un mero presentador burocrático de informaciones, sino a un transformador neohumanístico; y para el alumno, se fortificarían las respuestas a sus búsquedas de satisfacer sus necesidades básicas y de desarrollo en pos de su autorrealización. Antes que robotes condicionados, máquinas eruditas o mano de obra enajenada, se generarían seres humanos responsables de su libertad para crear a través de su disciplina personal la solidaridad de un mundo más justo.
4. El Plan y Programas de Estudios han de ofrecer continuidad al abarcar los niveles tradicionales de preescolar, primaria y secundaria y esto se podrá lograr al atender el natural proceso de desarrollo psicológico, físico, social y cultural de los educandos. Tal continuidad deberá quedar planificada en la articulación de un currículo flexible y coherente con las necesidades básicas del ser humano que vayan satisfaciéndose dialécticamente en el decurso de la práctica escolar, pues los alumnos se verán motivados a ello ante el apoyo programático que corresponda a su maduración. De nada sirve que se le hable de filosofías existencialistas a los siete años o que se memorice un poema que no equivalga sensiblemente a su mundo. Todo puede aprenderse, indudablemente; pero también puede olvidarse en definitivo, y sobre todo, lo peor, cicatrizarse en un rechazo por incomprensión hacia algo que en otro momento de nuestras motivaciones quedaría integrado plenamente a nuestra madurez intelectiva y afectiva.
5. La organización curricular atenderá, pues, a los rasgos psicológicos que los educandos presentan en sus respectivas edades para coadyuvarles en el proceso de su transformación neohumanística con toda la firmeza del aprendizaje logrado por propia motivación.
6. Los programas deberán ser diseñados a través de problemas humanísticos que correspondan a las necesidades básicas, fisiológicas y de desarrollo, de los educandos y los fines por alcanzar será la propia satisfacción de tales necesidades, evaluables por objetos lenguaje que den muestra de su creatividad.
7. La participación interdisciplinaria y de maestros, autoridades y padres de familia tendrá que ser incesante y sobre todo, ejemplar. De nada servirán planes y programas, si todo se convierte en comunicación unidireccional donde el maestro y el alumno sean meras entidades repetitivas y artificiosas, abandonadas a su propia inercia, distantes de la realidad educativa que se pretende crear para contribuir a mejorar la mexicanidad con vocación universalista de siglo XXI.
8. La herencia educativa de nuestros abuelos prehispánicos, puede servir de antecedente nacionalista a la propuesta de una educación básica neohumanística, continua y de doce años, donde lo importante ha de ser generar la conciencia del desarrollo de nuestras potencialidades en todas las líneas del pensamiento y en todas las esferas mentales del hombre con el fin de lograr la autorrealización individual que será a su vez la autorrealización colectiva.

Veinticinco


En conclusión, por medio de estos ensayos he propuesto:

1. Diseñar un Plan de Estudio Continuo e Integrado en correlatos temáticos de Doce Años para una Educación Básica Neohumanística que siga coherentemente las edades fundamentales del ser humano: infancia y adolescencia y responda a las inquietudes de los educandos nacidos en ellas.

2. Establecer una Organización Curricular acorde con el proceso de evolución psicológica de los educandos, cuya dinámica arranque de la globalización de la enseñanza, atraviese la integración de asignaturas por ámbitos de conocimientos y culmine en correlatos temáticos por asignaturas.
3. Vertebrar los Programas de Estudio de tal manera que puedan ser apoyados extraescolarmente por los Medios de Difusión Masiva de la Información y toda la tecnología que representan y permitir el ingreso graduado de contenidos científicos que hasta ahora no se han proveído, por ejemplo: Semiótica, Pragmática, Hermenéutica, Sociología, Antropología, etcétera.

4. Organizar cursos para maestros, autoridades y padres de familia con el propósito de explicar el sentido de la nueva organización neohumanística y el porqué de los contenidos y las nuevas metodologías didácticas.

5. Elaborar los materiales de enseñanza que el Plan de Estudio y los programas requieren para el mejor cumplimiento de la Educación Básica Continua de Doce Años, dentro de las técnicas más revolucionarias de la cultura de nuestro tiempo: sociedad del conocimiento y de la informática.