Historia III:Conquista del Perú
El Inca podía reunir gran número de guerreros. Pero en aquel momento el reino era disputado entre dos hermanos que acababan de hacerse la guerra. El vencedor, Atahualpa, tenía a su hermano prisionero. Pizarro, con su pequeña tropa, fué directamente al campamento del Inca. Le encontró con su ejército cerca de una ciudad que se había dejado desierta. Los españoles llegaron y se instalaron en la ciudad. Pizarro envió unos cuantos jinetes al campamento para rogar al Inca que fuese a visitar a los españoles. Atahualpa, sorprendido de ver caballos, prometió su visita para el día siguiente.
Pizarro preparó una emboscada. Mandó esconderse a todos sus hombres en las grandes salas que rodeaban la plaza del mercado, y no conservó a su lado más que veinte de ellos. El Inca, llevado en una litera, salió de su campamento con gran escolta, entró en la ciudad desierta y llegó a la plaza del mercado. Un monje español se adelantó, el Evangelio en la mano, con dos indígenas que servían de intérpretes. Dijo al Inca que el Papa, representante de Dios en la tierra, había dado al rey de España todo el país, y le indujo a convertirse y a someterse al rey. El Inca preguntó al fraile en nombre de quién hablaba. El fraile respondió: "En nombre de este libro". El Inca cogió el Evangelio, le hojeó y, no comprendiendo nada, le arrojó al suelo. El fraile lanzó un grito, que era una señal. Los dos cañones colocados en el mercado dispararon. Los jinetes, ocultos cerca de sus caballos, saltaron a la silla y se lanzaron sobre la escolta del Inca. Mataron a los portadores de la litera, el Inca cayó y fué hecho prisionero. Después de lo cual los españoles atacaron el campamento, dispersaron a los guerreros sorprendidos y se llevaron rebaños de llamas y mucho oro y piedras preciosas. Pizarro era dueño del reino de los Incas.
Atahualpa, viendo a los españoles ávidos de oro, intentó pagarles rescate. Les ofreció, si querían dejarle libre, hacer llenar de oro hasta donde alcanzaba su mano la habitación en que estaba recluído. Pizarro se avino. El Inca ordenó traer de todas partes el oro de los palacios y de los templos. Los españoles se repartieron aquellos tesoros, obteniendo Pizarro más de 300.000 ducados, y cada caballero cerca de 12.000. Pero Atahualpa no fué libertado. Para impedir que los españoles se sirvieran contra el de su hermano prisionero, había ordenado darle muerte. Pizarro aprovechó la circunstancia para hacer juzgar a Atahualpa como asesino y le mandó ejecutar. Fué virrey del Perú y fundó una ciudad nueva, que pronto se llamó Lima.
Almagro, llegado más tarde, reclamó su parte, obteniendo una negativa. Fuese al Sur y sometió al país que se denominó más tarde Bolivia. Pero aquel país era frío y no tenía alimentos. Atravesó la cadena de los Andes, bajó a la costa, la bordeó y descubrió el país que se denominó Chile. Pero en él no encontró oro y volvió al Perú (1535). Fué nombrado gobernador de una provincia. Se indispuso entonces con Pizarro y los dos asociados se batieron. Almagro hizo prisionero a Pizarro y a su hermano. Cuando Pizarro recobró la libertad atacó a Almagro, le hizo prisionero y le mandó ejecutar. El hijo de Almagro sorprendió a Pizarro y le dió muerte.
Una expedición, enviada desde el Perú a través de las montañas, descendió por la vertiente oriental de los Andes y descubrió un afluente del río de las Amazonas. Se hizo una gran barca, en la que un destacamento siguió adelante. Pero, en lugar de esperar a los expedicionarios, el jefe del destacamento, Orellana, bajó hasta el río, luego se aventuró por el río mismo de las Amazonas y le siguió hasta el océano Atlántico, cruzando de esta suerte todo el continente.