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Historia IV:Los humanistas del Renacimiento

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Capítulo 4 – El Renacimiento
Los humanistas del Renacimiento

de Charles Seignobos


El movimiento humanista, iniciado en el siglo XV en Italia se continuó en Europa durante todo el siglo XVI.

En Italia se empezaron a publicar colecciones impresas de obras literarias en latín. En las ceremonias solemnes, fué costumbre pronunciar un discurso en latín. Los poetas escribían poemas épicos, elegías, epígramas en latín.

Pero en el siglo XVI, los principales humanistas fueron los de Alemania y Francia. El más célebre de todos, un holandés, Didier —que, según costumbre de la época, había traducido su nombre al griego y se llamaba Erasmo—, publicó una edición del Nuevo Testamento en griego, que le hizo admirar en toda Europa. Fué llamado a Inglaterra por el arzobispo de Cantorbéry, jefe de la Iglesia de Inglaterra. Publicó en latín el Elogio de la esculticia, sátira contra la ignorancia y la superstición de los monjes y la pedantería de los doctores de las Universidades.

En Alemania, los humanistas fueron sobre todo profesores de Universidad. Admiraban a los antiguos y menospreciaban su lengua materna. Traducían sus nombres alemanes al latín o al griego: Schwarzerde se hacía llamar "Melanchton"; Hausschein, "Ecolampadio". Se burlaban de los escolásticos y de sus discusiones en mal latín, se llamaban ellos mismos poetas y manifestaban no querer seguir más que a los antiguos.

El más conocido de los humanistas alemanes, Reuchlin, había estudiado la Biblia en hebreo, lo cual le valió una acusación de herejía, pero el Papa se puso de su parte. Fué sostenido también por los "poetas" que escribían versos latinos. Dió el ejemplo de que se estudiase el griego en las Universidades alemanas. Hizo un diccionario griego y tradujo algunos autores griegos al latín.

En Francia, los humanistas fueron eruditos. Trabajaron menos en imitar a los autores antiguos que en comprenderlos. Francisco I se dejó convencer para la creación en París de una escuela dedicada al estudio de los antiguos, de otro modo que lo hacían los escolásticos de las Universidades. La llamó "Colegio real", más tarde Colegio de Francia. Los profesores tenían el título de "lector real". Pero como no supo encontrar dinero, no creó más que algunas cátedras. Cuando murió sólo quedaban tres profesores de hebreo, tres de griego, dos de matemáticas, uno de latín, uno de Filosofía; la mayor parte franceses. Dieron el ejemplo de estudiar los escritores clásicos para conocerlos más que para imitarlos.

Los eruditos franceses trabajaron para hacer ediciones de los autores latinos y griegos, y diccionarios de las lenguas antiguas.

Los libros ya no fueron solamente incómodos infolios. Se empezó a imprimir libros en tamaños pequeños, y comenzaron a ser leídos en otros lugares que en las Universidades. Se tradujeron los autores latinos y griegos. Las obras de los clásicos fueron leídas desde este momento, no ya solamente por los profesores, sino por los nobles, los burgueses instruídos y aun por algunas señoras. Se leía, sobre todo, la traducción hecha por Amyot de Las vidas paralelas de Plutarco.