Historia IX:Minoría de Luis XIII
Enrique IV, como Francisco I, había sido todopoderoso porque nadie osaba desobedecerle; pero, para ser obedecido, el rey de Francia había de dar aún sus órdenes directamente. El poder del rey estaba en su persona.
El sucesor de Enrique IV, su hijo Luis XIII, era niño de nueve años y no podía gobernar. Su madre, María de Médicis, se hizo nombrar regente y tomo el poder. Era una italiana ignorante, dominada por su camarera Leonora Galigai. Enrique IV la había detenido apartada de los negocios, la reina no conocía Francia. Dejó que en su lugar gobernara el marido de Leonora, un aventurero italiano, Concini, a quien hizo marqués de Ancre y nombró mariscal.
María de Médicis abandonó los proyectos de Enrique IV e hizo la paz con España. Luego Luis XIII se casó con la hija del rey de España. El príncipe heredero de España contrajo matrimonio con la hermana de Luis XIII.
Los príncipes dejaron hacer al principio. Aprovecharon la debilidad de la regente para hacerse dar gobiernos y pensiones cuantiosas. Se les pagó con el Tesoro de Enrique IV. Cuando se agotó el dinero obligaron a la reina a reunir los Estados Generales (1614). Aquella asamblea no fué casi más que una comedia. El clero y la nobleza disputaron con los diputados de la burguesía. Un día la corte mandó cerrar la sala de reunión, so pretexto de que se necesitaba para dar un baile. Los diputados aguardaron algún tiempo a que se quisiera reunirlos, luego se resignaron a volver a sus casas.
Los calvinistas de Mediodía tuvieron miedo de que la reina, dirigida por consejeros católicos, prohibiera su culto. Tuvieron reuniones y se entendieron con los príncipes, que se sublevaron.
Luis XIII había sido declarado mayor de edad; pero; como su madre conservaba el mando, vivía retirado en el Louvre y se divertía cazando con halcón. Su halconero, un hidalgo pobre llamado Alberto de Luynes, se captó las simpatías del joven rey y le excitó contra el favorito de su madre. Mostróle el mariscal de Ancre, dueño del reino, viviendo entre lujo, rodeado de cortesanos, en tanto él, el verdadero rey, no recibía siquiera el dinero que deseaba para sus diversiones.
Luis XIII se decidió a desembarazarse del mariscal de Ancre, pero no se atrevió a hacerle juzgar, un capitán de los guardias del rey le prendió en el momento que entraba en el Louvre y le mató de un pistoletazo. Su mujer Leonora fué detenida, juzgada y condenada a muerte como hechicera. Se la acusó de haber logrado influjo sobre la reina valiéndose de sortilegios. María de Médicis fué despedida de la Corte. Luynes gobernó entonces en lugar de Luis XIII, y se aprovechó para hacerse nombrar duque y para que se dieran títulos a sus hermanos.
Los descontentos se sublevaron. Los había de dos clases.
Los príncipes y los señores, que habían sido nombrados gobernadores, se consideraban cada uno dueño de su provincia. Los capitanes que mandaban las plazas fuertes del país eran nombrados por ellos y les obedecían. El gobernador mantenía junto a su persona una tropa numerosa de nobles sin fortuna que comían a su mesa y cazaban con él. Aquellas gentes iban armadas y constituían un pequeño ejército siempre dispuesto a batirse.
Los protestantes del Mediodía habían conservado sus plazas fuertes y elegían las guarniciones. Enviaban diputados a una asamblea general que marcaba la conducta que había de observarse. La asamblea decidió imponer tributos y alistar soldados para defender la religión protestante.
Ni los gobernadores ni los protestantes habrían pedido sostener mucho tiempo una guerra; pero el rey no disponía más que de unos cuantos regimientos y no tenía dinero para alistar un ejército.
Luis XIII tenía aficiones guerreras, y gustoso se dejó llevar al Mediodía para combatir a los protestantes. Hizo en tres años tres expediciones contra ellos (1620 - 1622). Su ejército era demasiado reducido y su artillería poco potente para tomar por fuerza una ciudad rodeada de murallas. No se apoderó más que de poblados y se vió detenido ante Montauban (1621) y ante Montpellier (1622).
En tanto el rey de Francia fracasaba ante dos plazas fuertes, el emperador y el rey de España comenzaban la guerra de Treinta años y dominaban Alemania e Italia.
Fué entonces cuando Luis XIII tomó como consejo al cardenal de Richelieu.