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Historia V:Concilio de Trento

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Desde el siglo XV, los pueblos cristianos pedían la reunión de un Concilio para reformar la Iglesia; pero el Papa era el único que podía hacer la convocatoria y vacilaba. Carlos V, que deseaba el Concilio para contener la reforma de Lutero, estaba en guerra con el rey de Francia. Por fin, el Papa Paulo III prometió reunir el Concilio. Se convocó en Italia, en Mantua, el año 1536. Pero el Papa se indispuso con el emperador, y por tres veces aplazó la reunión. Mientras tanto, los príncipes alemanes hicieron la reforma luterana, y el rey de Inglaterra comenzó la reforma anglicana.

El Concilio no se reunió hasta 1545, en Trento, ciudad italiana que dependía del Imperio. No acudieron a él casi más que obispos italianos y españoles. Contendieron unos con otros, pero estuvieron de acuerdo en condenar las doctrinas de los luteranos.

Pronto el Papa estuvo a mal con el emperador y trasladó el concilio a Italia, a Bolonia. Sólo los italianos acudieron, y el Concilio fué interrumpido (1547). Hubo de esta suerte tres reuniones, separadas por largos intervalos, la primera de 1545 a 1547, la segunda de 1551 a 1552, la tercera de 1562 a 1563.

El año 1551, Carlos V obtuvo de un nuevo Papa la reunión del Concilio para atraer a los príncipes luteranos que acababa de vencer; pero estaba en guerra con el rey de Francia y no acudieron más que los obispos súbditos del emperador. Cuando el ejército de los príncipes alemanes llegó al Tirol para sorprender a Carlos V, el Concilio se disolvió (1552). En seguida aumentó rápidamente en Francia y en los Países Bajos el número de calvinistas.

El Papa Pío IV, para contener la Reforma calvinista, volvió a abrir el Concilio en enero de 1562. Convocó a todos los príncipes cristianos, pero ni Inglaterra ni los príncipes luteranos respondieron, y sólo hubo obispos de cuatro naciones, Italia, España, Francia y Alemania.

Los italianos por sí solos estaban en mayoría, pero no se habría osado adoptar una resolución sin el consentimiento del rey de España, del de Francia y del emperador, cada uno de los cuales estaba representado por enviados (que se llamaban oradores).

El Papa y los soberanos no consiguieron en un principio ponerse de acuerdo. El emperador Fernando y el cardenal de Lorena, enviado del rey de Francia, pedían reformas en el culto para satisfacer a los descontentos; los franceses querían la liturgia en francés, los alemanes pedían el matrimonio de los sacerdotes y el derecho de dar la comunión a los seglares con el cáliz. Así trascurrieron diez meses sin adoptar ninguna decisión.

Por último, los italianos convencieron al cardenal de Lorena para que cediera, y prometieron al emperador conceder la comunión con el cáliz una ver terminado el Concilio. Este aprobó entonces con rapidez las decisiones que se habían preparado y se separó (diciembre de 1563).