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Historia VIII:Enrique III

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Carlos IX murió pronto (1574) sin dejar ningún hijo. Su hermano, el duque de Anjou, fué rey de Francia con el nombre de Enrique III. Era a la sazón rey de Polonia, y sin avisar a sus súbditos salió de noche de su palacio y regresó a Francia.

A su vuelta pasó algún tiempo en Avignon, ingreso en una cofradía de penitentes blancos y apareció en las procesiones. Tenía a veces así accesos de devoción. Remonto luego en barca el Ródano y el Saona, para no tomarse el trabajo de hacer el camino a caballo.

Enrique III tenía la cara y los gustos de un italiano. Hablaba con felicidad e ingenio, pero no era activo. Disimulaba y mentía y no inspiraba confianza. Se divertía de una manera que escandalizaba a sus súbditos. Hizo su entrada en París rodeado de monos, de loros y de perrillos. Tenía a su alrededor jóvenes favoritas muy insolentes, apellidados los miñones, siempre dispuestos a batirse en duelo. Le gustaba jugar con ellos, danzar, correr de noche por las calles, hacer mascaradas. Adoptaron una moda nueva, el pelo rizado, llevando anillos en las orejas, collar de oro, enorme gorguera almidonada de la que salía la cabeza, lo cual, decían, la hacía parecer a la de San Juan Bautista en una fuente.

Formóse un partido de descontentos católicos que ya no querían la guerra, y proponían restablecer la paz asegurando la tolerancia a los calvinistas. Se les apellidó los políticos, pues se interesaban poco por la religión. Sus jefes eran los hijos de Montmorency. Uno de ellos, Montmorency- Damville, gobernador del Languedoc, era un guerrero feroz y rudo. Apenas sabía firmar, y en su habitación tenía, por la noche, un lobo y un capitán de estatura gigantesca. Los políticos, por odio a Catalina y los Guisas, se aliaron con los calvinistas.

Como el rey no tenía hijos, su heredero había de ser su hermano Francisco de Alençon, duque de Anjou en aquel momento. Se le tenía en la Corte para vigilarle; pero se escapó y los descontentos le reconocieron por jefe.

Enrique, rey de Navarra, llevaba tres años y medio prisionero en la Corte. Salió con pretexto de ir a cazar a Saint-Germain, luego huyó y atravesó el Loire, diciendo: "¡Loado sea Dios que me ha libertado!" Permaneció con una tropa de caballeros, cerca del Loire, no yendo a misa, pero sin haberse declarado aún protestante, y vivió tres meses sin religión. Luego los protestantes, le reconocieron jefe y fué nombrado "protector de las iglesias reformadas y de los católicos asociados".

Un ejército de reitres llegó de Alemania en auxilio de los protestantes. El duque de Guisa, Enrique, gobernador de Champaña, fué a atacar la vanguardia y la derrotó. Resultó herido de un tiro de arcabuz en la cara, lo cual hizo que se le llamara Enrique el de la Cicatriz (1575).

Como Enrique III no tenía ejército, no se atrevió a resistir, y concedió a los descontentos todo cuanto quisieron. Dió a su hermano tres provincias, nombró al rey de Navarra gobernador de la Guyena, y al príncipe de Condé gobernador de Picardía. Por el edicto de Beaulieu, concedió a los calvinistas lo que no habían tenido nunca, el derecho de celebrar su culto en toda Francia (excepto París), y de tener en ocho Parlamentos jueces protestantes para juzgar sus pleitos (1576).