Historia Verdadera del México Profundo/11

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​Historia Verdadera del México Profundo​ de Guillermo Marín Ruiz
La Filosofía

11. LA FILOSOFIA.

La filosofía es la base de cualquier civilización. La estructura fundamental de la sociedad se encuentra en una compleja explicación, que le da significado y sentido a la vida y al mundo. Para el caso de la civilización del Anáhuac, es el punto en el que existe la mayor intolerancia y cerrazón del colonizador de ayer y de hoy. Pocos son los autores que en nuestros días se han planteado la existencia de un complejo y profundo sistema de ideas del mundo y de la vida, que expliquen cabalmente la existencia del ser humano, la vinculación con la naturaleza, el cosmos y sus creaciones materiales, y fundamentalmente, el camino para encontrar la trascendencia espiritual de su existencia a partir de la conciencia. Carlos Lenkersdorf es uno de esos pocos investigadores que ha ido humildemente a aprender de los pueblos anahuacas, en este caso de los tojolablaes:

“La lengua, pues, toma el lugar del discurso o tratado filosófico. Tenemos que profundizar en el idioma, igual que profundizamos en un tratado. La explicación tiene que seguir las veredas estrechas, sinuosas, a veces apenas visibles o interrumpidas a veces para descubrir el filosofar de una cultura, de un pensar y actuar no-occidentales. Lo llamamos FILOSOFAR, porque Grecia no ha sido la cuna de toda clase de filosofía, ni tampoco el manantial de la cultura universal. El filosofar a la griega, que de maneras diferentes ha conformado el filosofar occidental, tiene que reconocer que hay muchas maneras de ser “amigo de la sabiduría”, que se traduce al tojolabal como “tener corazón ya” (´ayxa sk´ujol). Es una filosofía corazonada, tal vez mejor dicho cordial, y no tan intelectualizada, sin que se rechace el pensar.” (Lenkersdorf. 2005. p28)

Hoy en día, el Dr. Carlos Lenkersdorf enseña a los jóvenes en la UNAM la Toltecáyotl a “la manera tojolabal” en pleno siglo XXI y como él, algunas otras personas luchan en contra de la colonización intelectual que niega a la civilización del Anáhuac, la posibilidad de tener una filosofía propia. Sin embargo, la forma de “sentir, ver y escuchar al mundo” que se desarrolló durante siete milenios y medio en el Cem Anáhuac no ha desaparecido ni remotamente. Sigue viva y se manifiesta en muchas actitudes y sentimientos de los ahora llamados “mexicanos”. Pero ahí están los textos que se han podido preservar de este milenario pensamiento que es nuestro totalmente.

"Me siento fuera de sentido,
lloro, me aflijo y pienso,
digo y recuerdo:
Oh, si nunca muriera,
Si nunca desapareciera...
¡Vaya yo donde no hay muerte,
donde se alcanza victoria!
Oh, si nunca yo muriera,
Si nunca desapareciera...”
(Ms. Cantares Mexicanos.)

Una filosofía que explique e integre en un todo congruente, el desarrollo humano a lo largo de siete mil quinientos años. Un planteamiento filosófico que interprete y vincule la creación material, (pirámides, estelas, esculturas, códices, cerámica, frescos, etc.), con los ritos, leyendas, ceremonias, mitos, poseía, tradiciones y costumbres, así como con la aspiración suprema de todo ser consciente, que se encuentra en el vértice superior de su civilización. Es decir, la trascendencia espiritual de la vida.

¿A dónde iré?
¿A dónde iré?
El camino del Dios dual.
¿Por ventura es tu casa en el lugar de los descarnados?
¿Acaso en el interior del cielo?
¿O solamente aquí en la tierra es el lugar de los descarnados?”
(Ms. Cantares Mexicanos)

El problema ontológico del ser.

Cuando un ser humano o un pueblo llegan a un estadio superior de conciencia, trata de responder al planteamiento otológico[1] del Ser.

“Quién soy yo, de dónde vengo y adónde voy”. Hurgar en el tiempo mítico para darse una respuesta convincente, que los afirme en el presente, que explique su devenir satisfactoriamente. Que defina su responsabilidad, su ser y su estar en un momento dado, su vinculación con la naturaleza, con el universo y con lo inconmensurable. Y como todos los pueblos, que escudriñe la realidad que existe más allá de la muerte.

“Sólo venimos a dormir,
sólo venimos a soñar:
¡No es verdad. No es verdad
que venimos a vivir a la tierra!
Como hierba en cada primavera
Nos vamos convirtiendo:
Están reverdeciendo, echa sus brotes,
Nuestro corazón.
Algunas flores producen nuestro cuerpo
Y por allá queda marchito.”
(Ms. Cantares Mexicanos.)

De esta manera, los seres humanos crean la filosofía al dar respuesta a estas preguntas básicas de la existencia. Todos los pueblos del mundo, cuando han logrado satisfacer sus necesidades básicas de subsistencia, inmediatamente buscan encontrar el significado de su existencia.

“¿He de irme como las flores que perecieron?
¿Nada quedará de mi nombre?
¿Nada de mi fama aquí en la tierra?
¡Al menos mis flores, al menos mis cantos!
Aquí en la tierra es la región del momento fugaz.
¿También es así en el lugar
donde de algún modo se vive?
¿Hay allá alegría, hay amistad?
¿O sólo aquí en la tierra
hemos venido a conocer nuestro rostro?”
(Ms. de Cantares Mexicanos)

Una vez que cuentan con un “marco teórico básico” de ideas, los pueblos empiezan a buscar sus respuestas en el mundo cotidiano y crean “la cultura”, al darle significados a sus actos. Cada cultura está sustentada en un grupo de ideas, muy desarrolladas y complejas o poco desarrolladas y sencillas, pero que todas dan respuesta satisfactoriamente al problema ontológico. [2]

“¿Adónde iremos?
Sólo a nacer venimos.
Qué allá es nuestra casa:
Donde es el lugar de los descarnados

Sufro: nunca llegó a mí alegría, dicha.
¿Aquí he venido sólo a obrar en vano?
No es ésta la región donde se hacen las cosas.
Ciertamente nada verdea aquí:
Abre sus flores de desdicha.”
(Ms. Cantares Mexicanos)

En la historia de la humanidad todos los pueblos han elaborado un complejo sistema de ideas, que generalmente están profundamente vinculadas a la vida familiar y comunitaria. Por lo que comúnmente podemos encontrar las respuestas filosóficas de la vida, íntimamente entretejidas con su religión, su educación, sus tradiciones y sus costumbres. Solamente la cultura europea, que ha parcializado el conocimiento, ha hecho de la filosofía una “ciencia del pensamiento”, abstracta y “pura”, que siempre encuentra enormes dificultades para ser aplicada por el común del pueblo en la vida cotidiana. Esta es la razón, además de ser la cultura dominante, por la que los investigadores europeos y norteamericanos nieguen la existencia de una filosofía en el Anáhuac. Hasta la fecha “No han podido encontrar –ni encontrarán- en la historia antigua del Anáhuac”, una filosofía europeizada.

“¿Acaso allá somos verdaderos?


¿Vivimos donde sólo hay tristeza?
¿Acaso es verdad, acaso no es verdad como dicen?
No se aflijan nuestros corazones.
¿Cuántos de cierto dicen
que es verdad o qué no es verdad allí?
Tú sólo te muestras inexorable, dador de la vida.
No se aflijan nuestros corazones.”
(Ms. Cantares Mexicanos)

La falacia colonizadora, de ayer y de hoy, de que los Viejos Abuelos no tenían una filosofía, es parte del desprecio y desvalorización con el que han “estudiado” nuestra civilización Madre y que hasta nuestros días desconocen verdaderamente a la civilización invadida. El primer punto fundamental para recuperar la –historia propia nuestra- indiscutiblemente es conocer la filosofía antigua, para entender el proceso de desarrollo humano de siete mil quinientos años en el Anáhuac. Comprender cómo nuestra cultura se ha “encubierto” para protegerse y sobrevivir a su destrucción estos cinco siglos.

“¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?
No para siempre en la tierra
sólo un poco aquí.
Aunque sea oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal
se desgarra.
No para siempre en la tierra,
sólo un poco aquí”.
(Ms. Cantares Mexicanos)

Niveles filosóficos.

Es también importante visualizar que el máximo desarrollo de la filosofía del México antiguo se dio durante el Período Clásico (200 a. C. a 850 d. C). Lo que implica que los habitantes del Anáhuac habían pasado casi siete siglos de decadencia al momento de la invasión europea. Por lo que se desconoce mucho a aquella filosofía que se llevaron los toltecas. Lo poco que ahora tenemos fue lo que se mantuvo en la cultura y la educación durante el Período Postclásico. Fue lo que sobrevivió a las reformas ideológicas, filosóficas y religiosos que hicieron los mexicas ordenadas por Tlacaelel, y finalmente, fue a lo que salvaron los tlamatinimes de la implacable destrucción que realizaron los españoles. Incursionar en la recuperación de la filosofía del México antiguo, es la búsqueda de valores y principios que están presentes y fraccionados en casi todos los aspectos de su forma de entender la vida y el mundo, es una tarea ineludible para reconocer nuestro propio rostro. Para ello necesitamos dejar de vernos a nosotros mismos con los “ojos del colonizador” y buscar recuperar el “espejo humeante” de Tezcatlipoca, para reconocer nuestro propio rostro y nuestro corazón verdadero.

Uno de los pilares de la colonización es, aceptar sin cuestionar que por decreto, “todo lo antiguo es primitivo”. La visión occidental de la evolución de la humanidad es lineal. En esa visión, ellos se ponen a la cabeza y todo lo pasado resulta primitivo sin ningún cuestionamiento. El ser humano ha ido “progresando” de menos a más y los países del primer mundo, abanderan “la evolución y el progreso de la humanidad”. Sin embargo, esto es muy cuestionable y existen muchos conocimientos científicos modernos, que occidente a “encontrado” recientemente “en las civilizaciones del pasado”. El eterno retorno.

Creemos seriamente, sin entrar a elucubraciones fantásticas, que el conocimiento que tenían los Viejos Abuelos sobre la percepción de: la energía, del universo como un sistema de campos energéticos, del ser humano como un preceptor y generador de energía, así como de los fenómenos que emanan de su vibración, resultan casi totalmente desconocidos para “la ciencia oficial” de la cultura occidental. Por eso les resulta a los arqueólogos tan difícil explicar el uso “lógico occidental” de las llamadas “zonas arqueológicas”, del período Clásico, que por la prepotencia e ignorancia colonizadora las han tratado de convertir en “ciudades, palacios, fortalezas y centros ceremoniales”. Muy poco se sabe del período Clásico y los mínimos datos que se obtienen, son “interpretados” por los arqueólogos extranjeros y sus ayudantes mexicanos, en la concepción occidental de la “evolución”. Tratan de “calzar a fuerza” a una civilización totalmente diferente, que no han entendido en lo más mínimo en estos 500 años, y que la siguen comparando tercamente de acuerdo a los procesos de desarrollo de la

cultura europea. Es decir, la evolución de la materia (piedra, bronce, hierro, acero), en el desarrollo tecnológico de las armas y en el grado de complejidad de los mercados y las relaciones comerciales y de producción.

Pero el pensamiento filosófico de los Viejos Abuelos del Anáhuac, aunque diferente, es parecido en su esencia a los de India y China. Los parecidos que hoy podemos observar en los pueblos de acuerdo a sus tradiciones, temperamentos, fiestas, usos, costumbres, comidas, vestidos, construcciones, nos confirman que la raíz de su concepción filosófica del mundo y de la vida, tiene muchas similitudes y en algunos casos, asombrosas semejanzas.

Como en todo pensamiento filosófico antiguo existían tres niveles de conocimiento. El más puro y sofisticado que manejaban los llamados hombres y mujeres de conocimiento, en lo que hoy conocemos como zonas arqueológicas y que debieron ser centros de investigación y de estudio, donde los niveles de la “filosofía del conocimiento” debieron alcanzar su máximo esplendor, mismo que, hasta el día de hoy desconocemos. El concepto filosófico de los toltecas tenía que ver, como hemos dicho ya, con los niveles de “percepción” de la energía.

El segundo nivel, que está representado en las maravillosas creaciones materiales, desde las pirámides hasta los códices. Donde de forma artística siempre está presente el pensamiento filosófico. Como ejemplo, podríamos mencionar el “quincunce” o la “cruz de Quetzalcóatl”.

Todas las plantas arquitectónicas, especialmente del Período Clásico, están compuestas de una serie de patios rodeados de cuatro habitaciones en sus cuatro lados que, siempre están rigurosamente orientados a los puntos cardinales, mantienen medidas proporcionales a la mecánica celeste y que encuentran un centro unificador o quinto punto en el centro del patio con una pequeña construcción como base de pirámide, estela o monolito esculpido.

El concepto dialéctico de los dos perfiles de serpiente que se convierten en un rostro humano y que, simbólicamente, humanizan la

materia (serpiente). O los dos rostros de quetzal que se miran de perfil y que producen un tercer rostro con aspecto humano. El quetzal simboliza el cielo o el espíritu, y este símbolo nos habla de la necesidad de “humanizar la parte espiritual” del mundo y de la vida. La repetitiva imagen integrada por un felino (jaguar, puma, ocelote), un reptil (serpiente de cascabel) y un ave (águila, quetzal, búho), que forman un rostro humanizado. Las mismas grecas, los colores y los diseños que están presentes, lo mismo en códices, estelas, monolitos, cerámica, lienzos, madera y metal. Un universo de formas y diseños que implican un lenguaje filosófico, que hasta ahora, poco se conoce y casi no se ha decodificado, pero está ahí, esperando el momento revelador en el que los hijos de los hijos, tengamos la capacidad para entender o decodificar el mensaje.

El tercer nivel de conocimiento filosófico está explícito en la religión. Dentro de los mitos, ritos y las parábolas, siempre subyace un doble fondo filosófico y humanizador. Las antiguas religiones de la humanidad, contienen en su punto central, una clara estructura filosófica, que permite a los seres humanos comunes, resolver el problema ontológico del Ser, sin entrar a complejidades de carácter filosófico que, requieren mucho mayor grado de conocimiento, especialización y abstracción. La filosofía como la religión permite al ser humano, en diferentes niveles, enfrentar el desafío de la trascendencia de la existencia.

Para penetrar al mundo filosófico del Anáhuac debemos de tomar en cuenta: Que los maestros toltecas, los creadores de “la tinta negra y roja”, desaparecieron literalmente en el llamado colapso del Período Clásico Superior. Que destruyendo piedra sobre piedra sus majestuosos centros de conocimiento ocultando sus saberes. Que los mexicas cien años antes de la llegada de los invasores europeos mandaron destruir todos los códices antiguos que habían logrado conservarse de la época clásica, donde se recordaba la historia y la sabiduría de los toltecas y la Toltecáyotl, creando su propia historia, donde los mexicas ocupaban el sitio preponderante, aunque se sabía que habían llegado al Valle del Anáhuac en el siglo XII, con una escasa cultura, pues eran nómadas-cazadores. Finalmente, debemos de tomar en cuenta las reformas filosóficas-religiosas que realizó Tlacaelel, el Cihuacoátl más longevo de los mexicas. Estas reformas transgredieron totalmente las normas espirituales que quedaban de la enseñanza de Quetzalcóatl e impusieron a los pueblos sojuzgados la ideología mística, materialista, guerrera de su dios tribal llamado Huitzilopochtli.[3]

“Cuando morimos.
No en verdad morimos,
Porque vivimos, resucitamos,
 Seguimos viviendo, despertamos.
Esto nos hace felices”.
(Ms. Cantares Mexicanos)

Flor y Canto.

La filosofía del Anáhuac, entendida como el conjunto de ideas que le dan significado a la vida. La podemos encontrar en dos formas, de una manera implícita y de una forma explícita. La primera la encontramos en el concepto de “Flor y canto”, entendida como belleza y sabiduría.

“No es verdad que vivimos,
no es verdad que duramos
en la tierra.
¡Yo tengo que dejar las bellas flores,
tengo que ir en busca del sitio misterioso!
Pero por breve tiempo,
Hagamos nuestros los hermosos cantos.”
(Ms. Cantares Mexicanos)

En efecto, la belleza del mundo interior y exterior del ser humano se basaba en el equilibrio. La búsqueda del equilibrio, personal, social, con la naturaleza y con el universo. Era la mayor aspiración y desafío de los Viejos Abuelos en la vida. Lo que es bello al espíritu es bello al mundo y, lo que es bello al mundo, es bello al espíritu. La metáfora de la belleza estaba consagrada en las flores. Los antiguos mexicanos veneraban las flores como símbolo de la belleza filosófica que deseaban alcanzar.

“Por esto en todos los órdenes de la cultura náhuatl hallamos siempre presente el arte: Comprendemos ahora que siendo la belleza, lo divino, y esto a su vez, lo verdadero, lo auténticamente enraizado, todo el pensamiento filosófico náhuatl giró alrededor de una concepción estética del universo y la vida. Conocer la verdad fue para los tlamatinimes expresar con flores y cantos el sentido oculto de las cosas, tal como su propio corazón endiosado les permitía intuir.
Cultura y filosofía de metáforas, no aspiró a develar por completo el misterio, pero hizo sentir al hombre que lo bello es tal vez lo único real.” (Miguel León Portilla. 1956.)

En efecto, los cantos y las flores eran el símbolo de la sabiduría y la belleza que aspiraban los Viejos Abuelos en su pensamiento filosófico. Debemos de recordar que la misma divinidad suprema no tenía nombre y que se le llamaba a través de diversas metáforas poéticas. De la misma forma, al entrar al mundo filosófico del pensamiento abstracto, las figuras metafóricas saturarán los espacios de la reflexión de los misterios de la vida. Las flores y los cantos ocupan un lugar relevante en la filosofía del Anáhuac.

“¿Yo quién soy?
Volando me vivo, cantor de flores,
Compongo cantares,
Mariposas de canto:
¡broten de mi alma,
saboréelos mi corazón!”
(Ms. Cantares Mexicanos)

Al leer las traducciones fragmentadas de los Manuscritos de los Cantares Mexicanos, no cabe la menor duda de que los Viejos Abuelos estructuraron parte de su filosofía (la que actualmente conocemos) a través de las metáforas poéticas. El problema ontológico del Ser está presente en cada uno de los poemas.

“Brotan las flores, están frescas, medran,
abren su corola.
De su interior salen las flores del canto:
Tú, oh poeta, las derramas sobre los demás.”
(Ms. Cantares mexicanos)

Es el ser humano consciente, ante los dilemas universales del existir, del morir y del trascender. En efecto, el cantor clama a cada momento la angustia incierta de la razón de la vida y la trascendencia de la existencia a partir de su muerte. Filosofa poéticamente sobre la validez de esta vida y se pregunta sí en el lugar de los descarnados, se encuentra la verdad de la vida.

“¿Acaso de verdad se vive en la tierra?
No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí.
Aunque sea jade se quiebra,
Aunque sea oro se rompe,
Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra,
no para siempre en la tierra aquí”.
(Ms. Cantares Mexicanos)

Los antiguos mexicanos desde los más arcaicos tiempos, acaso cuando inventaron la agricultura, la milpa y el maíz. Comenzaron a crear todo el complejo y profundo sistema de pensamiento. Son cuatro mil quinientos años, desde la invención de la agricultura hasta la irrupción de la cultura olmeca entre Veracruz, Tabasco y Oaxaca. Tiempo suficiente para crear y decantar las bases de su pensamiento filosófico.

La filosofía explícita del Anáhuac, de momento se encuentra oculta. Como las filosofías de las “civilizaciones madres” que a excepción de la India, para sobrevivir han tenido que mantenerse en absoluto y riguroso hermetismo. Pero además, en la mítica del Anáhuac se asegura “del regreso de Quetzalcóatl” y su sabiduría. También debemos de recordar que cuando Tlacaelel mandó destruir los códices antiguos, ordenó que “los más importantes” fueran guardados en secretas cuevas, por lo que no se ha perdido. De modo que el pensamiento filosófico “explícito” del Anáhuac está esperando su momento para ser difundido. El origen.

Los Viejos Abuelos, se debe recordar, por más culturas diferentes en tiempo y espacio, tienen una misma matriz filosófico-cultural. De modo que a la luz de la historia “recuperada” hasta el día de hoy, podemos decir que cada una de las culturas estudiadas, tiene una parte del conocimiento general. En algunos casos coinciden, en otros existen variantes, pero todas comparten la misma raíz. Por ejemplo, en la Leyenda de los Soles, existen variantes en cuanto al orden de los Soles, los alimentos que se produjeron y la transformación que sufrieron los seres humanos. Pero en general, entendemos que tienen todas las historias un origen y un significado común. El mito del origen y la creación del mundo[4] son comunes en todas las culturas del mundo. Cada cultura tiene su propia concepción de la creación de la Tierra y del ser humano, lo cual es indiscutiblemente un planteamiento filosófico. Si recurrimos al Popol Vuh,[5] encontraremos una reveladora concepción de la creación:

“Al principio, todo estaba en suspenso, en calma y en silencio. Todo estaba sin movimiento porque toda la extensión del cielo estaba vacía. No había gente, animales, pájaros, peces, cangrejos, piedras, barrancos ni montañas; solamente el cielo estaba allí, sin nada. La tierra aún no existía y no había nada que pudiera hacer ruido. Todo estaba en silencio y solamente el mar estaba allí. Quieto en la oscuridad. Solamente los Creadores y Formadores, Tepew y Q´uk´umatz, estaban sobre las aguas, rodeados de luz y cubiertos con plumas verdes y azules. Ellos eran sabios y grandes pensadores, porque eran los ayudantes de Corazón del Cielo, que es el nombre de Dios. Entonces decidieron crear los árboles y los bejucos. Por voluntad de Corazón del Cielo, que también es llamado Juraqan, ellos crearon las plantas de la oscuridad y dieron vida al ser humano.” (Víctor Montejo. 1999)[6]

Pero también encontramos en el Chilam Balam[7] de Chumayel otra variante maya de la creación. Seguramente, si pudiéramos tener los mitos de creación de todas las culturas del México antiguo, encontraríamos en su diversidad una matriz filosófica, que nos habla de un origen compartido.


“Dominus vobisculum decían todos cuando allí donde no había cielos ni tierras.
Del abismo nació la tierra, cuando no había cielos ni tierra.
El que es la Divinidad y el Poder, labró la gran Piedra de la Gracia, allí donde antiguamente no había cielo. Y allí nacieron Siete piedras sagradas, Siete Guerreros suspendidos en el espíritu del viento, siete llamas elegidas.
Y se movieron. Y siete fueron sus gracias también, y siete sus santos.
Y sucedió que incontables gracias nacieron de una piedra de gracia. Y fue la inmensidad de las noches, allí donde antiguamente no había Dios, porque no había recibido a su Dios, que sólo por sí mismo estaba dentro de la Gracia, dentro de las tinieblas, allí donde no había cielos ni tierra.” (Chilam Balam de Chumayel)

Las preguntas ontológicas: de dónde venimos, cómo se creó el mundo, cómo se crearon los seres humanos, encuentra respuesta en los fragmentos que han podido sobrevivir al colapso del período Clásico, a la decadencia del Período Postclásico, a las transgresiones de los mexicas, a las equivocaciones e ignorancia de los escritos europeos del siglo XVI, al dolo de los investigadores norteamericanos del siglo XX, a lo que se ha podido encontrar o se ha dejado ver hasta ahora, y a la “Historia oficial”. Estos fragmentos, son como partes de un valioso rompecabezas, en donde la imagen total representa la esencia de nuestra civilización, es decir, su filosofía.

La leyenda de los Soles.

La Leyenda náhuatl de los Cinco Soles es fundamental para entender la evolución humana de manera simbólica. Con todas las variantes que existen refiere que en el principio de los tiempos no existía nada y fue entonces que el Señor de la Dualidad Divina, Ometecutli, creó a Tonacatcihuatl, la Señora de Nuestra Carne y a Tonacatecutli el Señor de Nuestra Carne para que poblaran la tierra. Ellos se reprodujeron y tuvieron a cuatro hijos llamados: Tezcatlipoca Rojo, Tezcatlipoca Negro, Tezcatlipoca Blanco y Tezcatlipoca Azul. Luego los Tezcatlipocas pensaron que deberían crear una obra para que los veneraran como dioses. Tezcatlipoca Azul hizo una gran hoguera y los hermanos se centraron a su alrededor para crear a los seres humanos. Así nació el hombre y lo llamaron Huehuecoyotl y le crearon a su mujer. Les ordenaron tener hijos y les crearon a los animales, las montañas, los mares, los lagos y les dejaron como misión adorar a los cuatro dioses. Sin embargo, la obra no era perfecta porque Tlatipac[8] estaba en tinieblas, dado que no existía el Sol.

Fue entonces, que Tezcatlipoca Blanco Quetzalcóatl convirtió la hoguera en un débil Sol, lo que hizo que Tezcatlipoca Negro molesto se convirtiera en un potente Sol, que destruye la vida y marchita las plantas. Los gigantes que habitaban el mundo en aquella época llamados Tzoculiceque se alimentaban de los piñones. Fue Tezcatlipoca Blanco Quetzalcóatl el que derribó de un bastonazo a ese inclemente sol y Tezcatlipoca Negro cayó en el fondo de un lago y emergió transformado en un inmenso jaguar, al que lo seguían muchos jaguares que devoraron a los gigantes. Este fue el Sol de Tierra o Tlaltipactonantiuh.

El siguiente Sol se creó porque Quetzalcóatl se transformó en Sol, pero fue un Sol menos intenso, lo que provocó que la agricultura prosperara y que los seres humanos se alimentaran de una fruta silvestre llamada acotzintli. Pero un día Tezcatlipoca Negro convertido en jaguar trepó a los cielos y de un zarpazo derribó a su hermano Tezcatlipoca Blanco Quetzalcóatl, lo que provocó un vendaval que desgarraba los cerros, sembrando destrucción. Por la fuerza del viento los seres humanos tenían que caminar encorvados, por lo que se convirtieron en monos. Este Sol se le llamó Sol de Viento o Ehécatl Tonatiuh.

El tercer Sol se creó cuando Tláloc toma el lugar de Quetzalcóatl y se convierte en Sol. Tlatipac se vuelve a poblar y los seres humanos ahora se alimentan de maíz de agua. Al tiempo los seres humanos empezaron a corromperse con prácticas inmorales y a desatender sus obligaciones con los dioses. La tierra se convirtió en un páramo, de modo que Quetzalcóatl le ordena a Xiuhtecuhtli, Señor del Fuego, que destruya a la humanidad. Del cielo empezó a llover fuego y los seres humanos se convirtieron en aves. Este Sol se llamó Xiuhtonatiuh.

El siguiente Sol se creó por órdenes de Tezcatlipoca Azul Huitzilopochtli (para los mexicas), quién ordenó a Chalchuiuhcueye, La Señora de las Faldas de Esmeraldas convertirse en Sol. El alimento de los seres humanos fue Nahui xochitl. Pero en la lucha cósmica de los contrarios,

Tezcatlipoca obliga a Chalchuiuhcueye a destruir a la humanidad, por lo cual empieza a llover de manera permanente hasta que los seres humanos se convierten en peces y los cielos perdieron el equilibrio y cayeron sobre la tierra. Este Sol se llamó Atonatiuh.

Entonces, los dioses apenados por sus errores se reunieron de nuevo en Teotihuacán y rectificar, decidieron crear a cuatro hombres llamados: Atemoc, Itzacoatl, Itzamaliza y Tenoch. Los cuatro emergieron por los cuatro puntos cardinales convertidos en frondosos árboles. Levantaron los 13 cielos y reconstruyeron los 9 estratos del Mictlán.[9] Los dioses ordenaron a Tezcatlipoca Blanco-Quetzalcóatl que viajara al Mictlán y le pidiera al Mictlantecuhtli, el Señor de la Muerte, que le diera los huesos de los seres humanos de que habían muerto en el Sol anterior. El Señor de la Muerte le puso unas pruebas que Quetzalcóatl pudo superar con ayuda de los insectos y su nagual Xólotl para rescatar a las “reliquias divinas” a las que dio vida al sangrarse su miembro sobre los huesos. Faltaba el alimento de los seres humanos del nuevo Sol. De modo que los dioses decidieron que nuevamente Tezcatlipoca Blanco-Quetzalcóatl, ahora convertido en una hormiga localizara el Monte del Sustento llamado en náhuatl Tonacaltepetl y que trajera el maíz y las semillas para la nueva alimentación de los seres humanos.

Los dioses se volvieron reunir en Teotihuacán y decidieron crear el Quinto Sol, pues Tlatipac estaba a obscuras. Acordaron que uno de ellos se convertiría en Sol, para lo cual hicieron una gran hoguera y escogieron a Tecucciztecatl y a Nanahuatzin para que ayunaran por 13 días y purificaran su cuerpo y su espíritu. Mientras el primero evitó el sacrificio ofrendado joyas y piedras preciosas, el segundo se entregó con devoción a sacrificarse para lograr la purificación.

Cuando los dioses ordenaron a Tecucciztecatl saltar a la gran hoguera, no encontró el valor y la fuerza interna para hacerlo. Después de varios intentos fallidos, los dioses ordenaron a Nanahuatzin que saltara, lo cual hizo de inmediato. Poco tiempo después, en el horizonte apreció Nanahuatzin convertido en el Quinto Sol, pero enseguida, apareció por el Oriente Tecucciztecatl también convertido en Sol. Los dioses dialogaron y concluyeron que no podía haber dos Soles, de modo que tomaron a un conejo que pasaba y lo arrojaron sobre la cara de Tecucciztecatl, para opacar su luz y éste se convirtió en la Luna.

A pesar de todo lo hecho por los dioses el Sol no tenía movimiento. Nuevamente los dioses dialogaron y concluyeron que todos ellos debían sacrificarse, arrojándose también a la hoguera, para darle vida y movimiento al Quinto Sol. El único que no quiso saltar fue Xólotl, pero fue perseguido por Quetzalcóatl y aun cuando pretendía evadir su destino convirtiéndose en maíz, maguey y ajolote. El sacrificio de los dioses dio como resultado la creación y la vida del Quinto Sol. Las divinidades se tuvieron que sacrificarse para que los seres humanos pudieran vivir. Por eso el nombre que le dieron al pueblo fue de macehualli o macehual, que significa en náhuatl “Merecido del sacrificio de los dioses”. Esto explica, filosóficamente, el profundo sentido de sacrificio que tenía la vida para los anahuacas y en los mexicanos contemporáneos. Los dioses se sacrificaron para darles la vida y los seres humanos “alimentaban” a los dioses a través de sacrificarles “espiritualmente”. Este concepto es del período Clásico, pues Tlacaelel el Cihuacóatl mexica cambió el sacrificio espiritual por el sacrificio material, al final del período Posclásico. Pero eso lo trataremos más adelante.

“Confirmando los mitos, éstas imágenes subrayan el papel esencial que juega el hombre en el mantenimiento de la armonía cósmica asegurada únicamente por la constante regeneración espiritual.” (Laurette Séjourné. 1957)

Podemos encontrar en la Leyenda de los Cinco Soles, cómo los antiguos mexicanos de una manera metafórica, nos hablan de una evolución y una serie de procesos en la búsqueda de mejores estadios de desarrollo humano. Esta conciencia no lineal de la evolución, en la que intervienen las fuerzas opuestas y complementarias del universo y los seres humanos, nos indica una visión más científica que los mitos de origen de la cultura judeocristiana. El aspecto filosófico está presente en la historia y explica las actitudes que han tenido y tienen los mexicanos de ayer y de hoy, con respecto a lo divino y lo sagrado, con la vida y con la muerte.

“Ninguna otra cultura de la antigüedad llegó a formular, como ellos (los mayas) tal número de módulos y categorías calendáricas ni tantas relaciones matemáticas para enmarcar, con infatigable anhelo de exactitud, la realidad cíclica del tiempo desde los más variados puntos de vista. Al mencionar algunos de sus logros en el campo de la astronomía, la cronología y las matemáticas, nuestro propósito ha sido destacar lo más conocido de la sabiduría acerca de las medidas del tiempo.” (Miguel León portilla. 1968)

El Tiempo.

Otro aspecto interesante, para acercarse un poco más a la visión filosófica que tenían del mundo los antiguos mexicanos, es sin lugar a dudas, la concepción del tiempo y del espacio. En efecto, el tiempo es producto del movimiento. De hecho, a la medida del movimiento le hemos dado la categoría de “tiempo”. Pero es sólo una abstracción, el tiempo no existe, lo que existe es el movimiento. Por ello, del movimiento de la Tierra sobre su propio eje, del movimiento de la Tierra en torno al Sol y del movimiento del Sistema Solar en torno al grupo de estrellas que llamamos Pléyades[10] y del movimiento del planeta Venus en tono al Sol, los Viejos Abuelos dedujeron a partir de la rigurosa observación y de los exactos cálculos matemáticos la cuenta perfecta del tiempo, como pocos pueblos en el mundo lo lograron en la antigüedad.

“Si la moderna astronomía, nos dice que el año trópico tiene una duración de 365.2422 días, con asombro podemos enterarnos que los sabios mayas habían logrado una aproximación ciertamente extraordinaria, la de asignarle un periodo de 365.2420 días.” (Miguel León Portilla. 1968)

El tiempo era cíclico y no lineal. La medida exacta en que dividían los tiempos de luz y de oscuridad en 22 unidades, mientras la Tierra gira sobre su propio eje. La concepción vigesimal[11] hace perfectos sus guarismos. Donde el 5, 13, 18, 20, encontrarán asombrosas combinaciones. Sus semanas de 5 días, sus meses de 20 días y sus 18 meses que conformaban un año, más los cinco días “nemontemi” y sus “atados de años” de 52 años. Los calendarios pueden verse muy bien como una serie de círculos que embonan perfectamente unos sobre otros. Es decir, el calendario lunar o Tonalpohualli de 260 días, embona exactamente dentro del calendario solar de 365 días y éste a su vez, de manera perfecta con el atado de años de 52 años o Xiuhmolpilli y los tres con el calendario venusino de 584 días. Sin embargo, la cuenta maya nos deja sin aliento, pues registran fechas, pasadas y futuras, que nos admira por su exactitud y tamaño.

“Pero era en la obsesión de los Mayas por los ciclos donde residía en gran parte la importancia de Venus: 5 ciclos sinódicos de este planeta corresponden casi exactamente a 8 años de 365 días (5 X 584 días = 8 X 365 días = 2920 días). La conexión con el "año ritual" de 260 días se daba después de un Huehuetiliztli, período de 104 años que corresponde a 65 ciclos sinódicos venusinos y 146 "años rituales". Estos números están redondeados, ya que el ciclo sinódico de Venus es en realidad de 583.92 días mientras que el año dura 365.24 días. Los Mayas hicieron elaboradas tablas para corregir las pequeñas discrepancias entre el periodo sinódico de Venus, el año y otros ciclos. Así, al haber transcurrido 301 ciclos de 584 días, los Mayas habían restado en total 24 días (en forma análoga a nuestra costumbre de agregar un día cada cuatro años) y con esta corrección podían predecir la posición de Venus con un error de tan sólo ¡2 horas en 481 años! El

conocimiento de esta última corrección por los Mayas es sin duda uno de los descubrimientos más sobresalientes de la astronomía antigua.” (Esperanza Carrasco Licea y Alberto Carramiñana Alonso)[12]

Al considerar el tiempo como una abstracción resultado de la medición del movimiento y de que éste, era circular y por ende cíclico, los Viejos Abuelos pudieron “evadir” la visión lineal del tiempo y por ello pudieron “escudriñar” el pasado y el futuro, como la civilización occidental no ha podido hacerlo nunca. Sin embargo, existe una fecha encontrada por los arqueólogos en el tiempo lineal, que se remonta más allá del año 1500 a.C. en el que los especialistas dan como surgimiento de la cultura olmeca. Este fechamiento paradójicamente es maya:

“Un tercer tipo de registro del tiempo fue conocido con el nombre de cuenta larga. Este cómputo del tiempo se inició en el periodo Formativo, en algún lugar del Istmo de Tehuantepec, y fue perfeccionado por los mayas en la época Clásica (300-900 d. C.). La cuenta larga registraba el número de días transcurridos desde un mitológico punto de partida, un principio imaginario del tiempo que los mayas situaron en el año 3114 a. c.” (Enrique Florescano. 1987)

El tiempo para nuestros Viejos Abuelos era algo muy diferente que el tiempo de los europeos. De la misma manera que lo es hoy, para los indígenas y campesinos, en referencia a las personas urbanas. Esta percepción filosófica del tiempo, nos hace ser de una manera diferente, ya que el tiempo se alarga y se acorta, y aún deja de existir. El tiempo cíclico, sagrado, social y familiar, tiene en los mexicanos un sentido filosófico, sagrado y festivo.

“Los sacerdotes mayas computaban en sus estelas “veintenas de soles” que se remontaban cientos de millones de años hacia el pasado y prevén así mismo los ciclos futuros. Si el día es para ellos una presencia solar, el tiempo es la sucesión sin límites de todos los ciclos del sol.” (Miguel León Portilla. 1968) Una de las grandes preocupaciones y fuente de información de los Viejos Abuelos fue el tiempo. Pocos pueblos en el mundo han contabilizado el tiempo como los antiguos mexicanos. Se ha especulado mucho sobre la capacidad que tenían los sabios del Anáhuac de, no sólo medir con extraordinaria exactitud el tiempo, sino la posibilidad que pudieron tener de prever el futuro. En efecto, algunas de las antiguas profecías que hoy se conocen, se han ido cumpliendo rigurosamente.

El Espacio.

La percepción filosófica del espacio es llevada por los Viejos Abuelos a una exactitud admirable. Existían tres niveles espaciales: el terrestre o humano (Tlatipac) todo lo que está sobre la tierra. El celestial o de las entidades divinas (Ilhuícatl) desde la nubes hasta el infinito y el inframundo o el lugar de los descarnados (Mictlán) lo que está debajo de la tierra.

El espacio terrestre tenía un centro energético que era “el ombligo de la tierra”. En lengua náhuatl el prefijo “co” es más que centro geográfico, es una representación del centro energético. El punto central donde se inician los cuatro rumbos de la existencia. Cada uno apuntará a los cuatro puntos cardinales y fija su punto convergencia en el centro del mundo. Cada uno tendrá su propio color y será representado por un animal u objeto simbólicamente, en una referencia totalmente filosófica. Era el centro el lugar donde habitaba el dios viejo o del fuego, llamado Huehuetéotl-Xiuhtecuhtli y de donde partían los cuatro rumbos del universo, su color era el verde: al Oriente, lugar por donde sale el Sol, identificado por el color rojo y el glifo "caña", regido por Xipe-Tópec; representaba la parte masculina del universo. EL Poniente, de color blanco y con el glifo "casa", regido por Quetzalcóatl; era la región de las mujeres conocida como Cihuatlampa. El Norte, de color negro, cuyo glifo era el "cuchillo de sacrificio", estaba regido por el Tezcatlipoca Negro; era la región del frío y de los muertos. El Sur, el que correspondían el color azul y el glifo "conejo", regido por Tezcatlipoca Azul, lugar del sacrificio conocido como Huitztlampa; era la región relacionada con lo húmedo. Debemos de recordar que el concepto, “la tinta roja y la tinta negra” significaban simbólicamente la sabiduría. De la misma manera, los cuatro Tezcatlipocas poseerán cada uno un color, que tendrá un significado filosófico. Los puntos cardinales y los colores tenían un significado filosófico para los Viejos Abuelos.

“La superficie de la tierra (Tlatípac) es un gran disco situado en el centro del universo que se prolonga horizontalmente y verticalmente. Alrededor de la tierra está el agua inmensa (Teo-atl) que extendiéndose por todas partes como un anillo, hace del mundo, “lo-eternamente-rodeado-por-agua” (cen-a-náhuac). Pero, tanto la tierra, como su anillo inmenso de agua, no son algo amorfo e indiferenciado. Porque, el universo se distribuye en cuatro grandes cuadrantes o rumbos, que se abren en el ombligo de la tierra y se prolongan hasta donde las aguas que rodean al mundo se juntan con el cielo y reciben el nombre de agua celeste (Ilhuica-atl). Los cuatro rumbos del mundo implican enjambres de símbolos.” (Miguel León Portilla. 1956)

Otra forma de representar el espacio, los Viejos Abuelos lo hacían con un enorme árbol, que podía ser una ceiba, un ahuehuete o sabino y un nopal. Los trece cielos se representaban en la fronda, los nueve niveles del inframundo con la raíz y el plano humano la superficie de tierra donde está el árbol.

Los trece cielos.

El universo espacial de los Viejos Abuelos, es el inmenso escenario filosófico-religioso en el que en 13 niveles o cielos ocuparan la parte superior de su mundo. El espacio celestial para los antiguos mexicanos estaba totalmente identificado. El primer cielo o “cielo inferior” es el que los seres humanos ven, en él se encuentra la Luna y las nubes, este cielo es llamado Ilhuícatl Metztli. El segundo cielo era el lugar de las estrellas o Citlalco. El tercer cielo era el lugar del Sol o Ilhuícatl Tonatiuh. El cuarto cielo en el que habita el planeta Venus, conocido como Ilhuícatl huitzlan. El quinto cielo es donde se encuentran los cometas o estrellas humeantes, llamado Citlalin Popoca. El sexto y séptimo cielos son lugares donde sólo se ven los colores negro y azul, conocidos como Yayauhco y Xocouhco. El octavo cielo es el lugar de las tempestades. Los siguientes tres cielos están reservados para la morada de los dioses y se nombran Teteocan. Los siguientes dos cielos constituían el Omeyocan, mansión de la dualidad donde habita Ometeótl.

El Inframundo.

Debajo del espacio humano o Tlatipac, se encuentra el inframundo o Mictlán. Lugar donde gobierna Mictlantecuhtli y Micltlantecíuhuatl, el Señor y la Señora de la Muerte. Los seres humanos que morían y no iban al Tlatócan, porque su muerte no estaba relacionada con el agua. Los que no iban al Chichihuacuahco, el paraíso reservado sólo para los niños. Los que no iban al Ilhuicatltonantiuh, el lugar reservado para las guerreras y los guerreros que morían luchando su Batalla florida.[13] Las personas que morían de manera común y que su vida había sido intrascendente, ellas iban en un penoso viaje al Mictlán, el cual duraba cuatro años. Los lugares que recorrería la persona para llegar al Mictlán eran: la tierra, el pasadero de agua (Apanohuaya), el lugar en donde se encuentran los cerros (Tépetlmonamicita), el cerro de obsidiana (Cehuecáyan), lugar del viento de obsidiana lugar donde tremolan las banderas, lugar en donde es flechada la gente, lugar donde se comen los corazones (Teocoyleualoyan), lugar de la obsidiana de los muertos y por último el Mictlán o sitio sin orificio para el humo. Al término de esos cuatro años de sufrimiento se presentaban ante el Señor Mictlatecuhtli, quien les decía, -Han terminado tus penas, vete, pues, a dormir tú sueño mortal y se convertían en nada-, desaparecían.

En el mundo filosófico del Anáhuac, también existían espacios intangibles que se entremezclaban con la mítica, la religión, la historia y la realidad cultural de los Viejos Abuelos. En su conjunto podemos apreciar la profundidad del pensamiento complejo de nuestros antepasados que, penetraban en sus planteamientos a niveles muy elevados de la concepción del mundo y de la vida. Entre otros podemos mencionar: Ximoyan, el lugar de los descarnados. Topan in Mictlán, lo que nos sobrepasa, la región de los muertos. Tlallamanac, lo que sostiene al mundo. Tlamanitiliztli, lo que debe permanecer. Tlaxicco, en el obligo de la Tierra. Tlaltipac, lo que está sobre la Tierra. Tomanchan, el lugar mítico, literalmente: la casa de donde bajamos. Cem Anáhuac, el continente. Tlalocan, el paraíso de Tláloc. Aztlán, lugar mítico: literalmente, el lugar de las garzas. Omeyocan, lugar de la dualidad divina. Chicomostoc, lugar de las siete cuevas. Tilan Tlalpan, perímetro de la sabiduría. Ayauhcalli, casa de la niebla. Centzon Huiznahua, las estrellas del hemisferio Sur, literalmente: 400 surianos. Cihuatlampa, rumbo de las mujeres. Ilhuicaatl, el océano. Ilhuicatitlán, en el cielo. Mictlampa, del rumbo de la región de la muerte.

La Muerte.

La percepción filosófica de la muerte y la vida es un punto muy rico, que nos proporciona mucha luz para aproximarse al pensamiento de los Viejos Abuelos. La vida y la muerte eran un par de opuestos complementarios. Si no existe la muerte, no puede existir la vida y viceversa. Para tener conciencia de la vida se requiere tener conciencia de la muerte. Pocos pueblos como el egipcio y el mexicano han incorporado a la muerte como la parte más viva de su cultura. Los Viejos Abuelos tenían un día muerte, al Señor y la Señora de la Muerte y el lugar de los muertos.

"Tu corazón por entero se acerca
a las artes y creaciones de los toltecas: La Toltecáyotl.
Yo tampoco viviré aquí para siempre.
¿Quién de mí se adueñará?
¿A dónde tendré que marcharme?
Soy un cantor:
Allí estaré de pie, allá voy a recogerlos,
Mis flores, mis cantos, llevo a cuestas,
Los pongo ante el rostro de la gente".
(Ms. Cantares Mexicanos)

Es importante apuntar que en general, para la iconografía del Anáhuac, cualquier representación de una osamenta significa filosóficamente la vida eterna o espiritual. En efecto, la osamenta representa la parte "imperecedera" del cuerpo humano. El cráneo es la última parte en desintegrarse de una osamenta y es tomada como un símbolo para referirse a la presencia eterna del espíritu. De modo que los Viejos Abuelos cuando usaban un cráneo, se referían filosóficamente a la vida eterna espiritual.

"Cuando morimos,
no en verdad morimos,
porque vivimos, resucitamos,
seguimos viviendo, despertamos.
Esto nos hace felices"
(Ms. Cantares mexicanos)

Para los antiguos mexicanos la vida en la tierra era de carácter temporal. La vida eterna se encontraba después de la muerte. Ya sea en el Chichihuacuahco para los niños, lugar a donde iban los infantes que morían a edad temprana. Un paraíso donde existía un inmenso árbol del que brotaban gotitas de leche de sus ramas. Esos niños esperarían en ese paraíso la creación del Sexto Sol para volver a nacer. El Tlatócan era el lugar reservado para las personas que morían por causas relacionadas con el agua. Un concepto muy cercano a la idea judeocristiana del paraíso.

El lugar para los guerreros y las guerreras de La Batalla florida. El Ilhuicatonantiuh era el cielo donde los guerreros acompañaban al Sol en su cotidiano camino, desde el amanecer hasta el cenit, y las guerreras desde el cenit hasta el atardecer. El lugar luminoso por excelencia. Y el Mictlán, el lugar para aquellas personas que morían de muerte común. En el Mictlán sufrirían para llegar ante el Señor de la Muerte y desaparecer.

"¿A dónde iremos que muerte no haya?
Por eso llora mi corazón.
¡Tened esfuerzo: nadie va a vivir aquí!
Aun los príncipes son llevados a la muerte:
Así desolado está mi corazón.
¡Tened esfuerzo: nadie va a vivir aquí!"
(Ms. Cantares Mexicanos.)

Todos los seres humanos cuando llegan a un estadio de desarrollo,

desde el origen de los tiempos hasta nuestros días, se enfrentan a la pregunta obligatoria. ¿Existe vida después de la muerte? ¿Vivo para morir y renacer a la vida eterna? ¿Cuál es la razón de la vida?, porque ahí estará la razón de la muerte.

La Batalla Florida.

El concepto de "La Batalla florida" es muy revelador de la concepción filosófica del Anáhuac. Primeramente debemos de observar que la guerra para los antiguos mexicanos, probablemente desde las primeras sociedades que hoy llamamos olmecas, fue de carácter "simbólico-ritual". Como hemos apuntado ya, no existe un avance proporcional entre las matemáticas, la medicina y la arquitectura, por citar sólo tres aspectos de la cultura, con la evolución de las armas. En efecto, las armas que encontramos en la iconografía del período Preclásico, serán las mismas que veremos en el período Postclásico con los mexicas. La pregunta es obvia; por qué existieron avances en otras áreas del conocimiento y en la tecnología militar se mantuvo igual, a excepción del átlatl,[14] que fue inventado para cazar aves al vuelo por los toltecas. Esto demuestra que los anahuacas nunca fueron una civilización guerrera, como lo han querido sustentar los invasores-colonizadores. A su defensa le llamaron "hostilidad" y al exterminio hispano le llamaron "pacificación" en los textos del siglo XVI.

Los "guerreros de la muerte florecida" de estirpe tolteca en el periodo Clásico buscaban librar sus "batallas floridas" en su interior y sus armas fueron "flor y canto", su victoria, hacer florecer su corazón para dárselo como alimento a sus seres queridos. Aún los trasgresores de la Toltecáyotl, los guerreros mexicas en el periodo Postclásico, en sus “batallas floridas” no tenían como objetivo matar a su adversario, sino solo tomarlo prisionero.

“Es entonces probable que el trofeo que perseguía el guerrero de la “batalla florida” no era otro que su propia alma.” (Laurette Séjourné. 1957)

Lo anterior no es “incapacidad o inferioridad” cultural o tecnológica. Por el contrario, nos revela que los Viejos Abuelos no enfocaron su desarrollo en las armas y en la guerra. Ésta siempre fue, más de carácter simbólico-religioso, que una “industria” de expansión, explotación y aniquilamiento”, como la han usado hasta nuestros días la cultura occidental. La guerra desde la primera presencia de Quetzalcóatl en las tallas olmecas, se refiere al símbolo espiritual de la guerra interior, que los toltecas llamaron, en el período Clásico, “La Batalla florida”.

“Hemos visto ya en varias oportunidades que la existencia humana debe tender a la trascendencia del mundo de las formas que esconde la realidad última. Esta realidad reside en el corazón, y es necesario obligar a éste a liberarlo cueste lo que cueste: he aquí la meta suprema de la “guerra florida”. Alcanzar, a apoderarse de su corazón significa entonces penetrar en la vida espiritual.” (Laurette Séjourné. 1957)

A pesar de que en el período de expansión mexica, la guerra fue usada como nunca se había visto en el Cem Anáhuac, la belicosidad de los mexicas, no tuvo el carácter de “guerra de exterminio”, como los europeos la aplicaron en su conquista en América. La guerra en el último período del Postclásico fue un ejercicio de poder entre los Señoríos, eminentemente ritual y con un alto sentido religioso.

“Los cholultecas, que nunca se habían visto con los mexicanos en campo (nunca se había enfrentado militarmente), quisieron probar su ventura y valor. Los cuales enviaron sus mensajeros a Cuauhquecholan y a Atzitziuacan –que eran las fronteras- a decirles que de su parte avisasen a Moctecuhzoma cómo ellos querían holgarse y regocijarse con ellos en aquel campo y regocijar al dios de la tierra y dar contento al señor de las batallas y al sol; que le suplicaban enviasen a sus gentes, que ellos estarían en el campo esperándolos a tercero día.”... “Pero, sintiendo su daño (los cholultecas), despacharon luego un mensajero a Moctecuhzoma, dándole cuenta de lo que aquel día habían hecho y de la mucha pérdida de su gente. Y esperando otro día, para ver si los cholultecas pedían más batalla, o quisiesen vengar a sus gentes, aparejados los mexicanos para vengar la pérdida suya, los cholultecas enviaron sus mensajeros al general del ejército mexicano, diciéndole que ya se habían holgado y regocijado y pasado tiempo un poco con ellos; que bastaba, que se fuesen con Dios.” (Fray Diego Durán.)

Los mexicas hacían una guerra sagrada y luchaban, según ellos, para mantener vivo al Quinto Sol que estaba amenazado en su existencia, según las reformas religiosas e ideológicas que realizó Tlacaelel y, además, extendían su dominio e incrementaban el número de pueblos tributarios. Los guerreros que morían o eran hechos prisioneros en estas batallas encontraban la más alta aspiración social en la piedra de los sacrificios.

“Que no tuviesen pena en ello, y que la muerte de su hermano (Moctezuma) le pesaba, por perder hombres tan valientes, pero que morir en honra y defensa de la patria iban matizados y esmaltados con el matiz y esmalte de su alta sangre y valor, adornados de piedras preciosas y de precisos plumajes de su grandeza y hechos valerosos y que aquel era el fin que él y todos habían de desear, pues no murieron como mujeres tras los tizones y fogones, sino con la espada en la mano, matizando con el de su sangre y de la ajena las yerbas del campo y los rayos del sol que por ellos se extienden, y que de esto se gloriaba y estaba muy ufano. Y así mando luego se hiciesen las exequias de todos los señores que en aquella batalla habían muerto...” (Fray Diego Durán.)

Las guerras de los mexicas se hacían para conseguir prisioneros y llevarlos a Tenochtitlán y sacrificarlos. Los prisioneros eran tratados con mucho respeto, pues eran para ellos, “alimento del águila”. Se consideraba una torpeza que un guerrero matara en el campo de batalla a su adversario, pues el objetivo era tomarlo cautivo. Los mismos prisioneros de un bando y otro se sentían honrados por su destino final.

Lejos de ser una guerra de exterminio y rapiña, como las europeas, las guerras floridas de los mexicas, aunque habían sufrido un cambio grotesco, pues cambiaron el sacrificio espiritual por el material. La Batalla florida dejó de ser una lucha interior, para pasar a ser una lucha por tomar prisioneros para la piedra de los sacrificios, mantenía un sentido de grandeza espiritual, aunque trastocada.

Los guerreros que iban a las guerras floridas llevaban sobre sus hombros la inmensa responsabilidad social y religiosa de “mantener con vida al Quinto Sol”. No existía ninguna actividad en la cultura mexica que tuviera más alto honor, pues se “servía”, no sólo al pueblo, sino fundamentalmente al universo.

“La causa porque se movían así tantos a la guerra, aunque la principal era su propio interés y ganancia de honra y bienes; lo segundo era no tener su vida en nada y tener por bienaventurados a los que en la guerra morían y así llamaban a la guerra xochiyaoyotl, que quiere decir “guerra florida”, y por el consiguiente, llamaban a la muerte del que moría en guerra xuchimiquiztli, que quiere decir “muerte rosada, dichosa y bienaventurada.” (Fray Diego Durán.)

Precisamente fue el cambio de los simbolismos toltecas de carácter espiritual, que Tlacaelel implantó, lo que les dio a los mexicas una doctrina materialista-mística-guerrera. La batalla florida de carácter interior y espiritual de los toltecas, fue cambiada por una batalla florida en contra de los vecinos y hecha con armas “relativamente inofensivas”. Estas guerras del período Postclásico se intensificaron en los últimos doscientos años antes de la llegada de los españoles, durante la formación de la Triple Alianza y la consolidación del Imperio Azteca. Estas guerras generalmente fueron más de carácter simbólico y ritual; aunque los mexicas llegaron a “castigar” excepcionalmente a algún pueblo, comúnmente no se destruían las ciudades y no se aniquilaba a la población civil. “Las flechas, atributo principal de este guerrero celeste, no pueden evidentemente simbolizar más que los relámpagos interiores que descubren la existencia de una condición divina”... “De la inmersión en esta conciencia superior que disuelve la suya, Quetzalcóatl sale armado de las flechas que le permiten, convertirse en Señor de la Aurora, “disparar sus rayos” que revelan a los humanos la salvación que cada cual debe intentar por sí mismo.” (Laurette Séjourné. 1957)

La batalla florida de los toltecas implicaba la lucha más difícil que un ser humano puede enfrentar. Hombres y mujeres se preparaban para esta “guerra interior” y por tal, se convertían en “guerreros”. La disciplina, la frugalidad y la austeridad en que formaban a estos guerreros eran rigurosas y muy estrictas. Las armas eran “flor y canto” y el campo de batalla era su propio corazón. Vencer la inercia que destruye la materia. Los vicios, la pereza, la ignorancia personal. Estos guerreros de la muerte florecida, eran impecables cazadores de conocimiento y forjadores de su templanza espiritual.

“¡Esmeraldas son: turquesas
tu greda y tus plumas,
oh dador de la vida!
Dicha y riqueza de los príncipes
Es la muerte al filo de la obsidiana,
La muerte en la guerra.”
(Romances de los Señores de la Nueva España.)

Los toltecas desarrollaron una escuela hermética de conocimientos filosóficos, igual que las otras antiguas civilizaciones con origen autónomo. Los conceptos de: el guerrero, la batalla florida, flor y canto, el rostro propio y el corazón verdadero. Nos hablan en su conjunto de una visión filosófica de las posibilidades espirituales que tenían la existencia humana y la capacidad para trascender los limitados espacios de la existencia material. La batalla florida es una de las expresiones más vigorosas de la concepción filosófica que tienen los toltecas del mundo y de la vida.

La responsabilidad existencial. Para nuestros Viejos Abuelos el ser humano tenía dos tareas muy importantes en el mundo. Mantener el equilibrio de las fuerzas que sostienen al universo y humanizar al mundo. Estos compromisos eran la más alta responsabilidad de nuestra civilización. No existe ningún camino hacia fuera que no se haya recorrido hacia dentro. Por lo cual, el “equilibrio” se tiene que lograr primero adentro del individuo y después en su entorno y orientado en “las cuatro direcciones”. Los Viejos Abuelos dividían al ser humano y al universo en las cuatro partes a través de dos ejes imaginarios, uno longitudinal y el otro transversal, haciendo en el ombligo su centro y la cruz. Estas cuatro partes o rumbos de la existencia humana y del universo, interactúan como pares de opuestos y complementarios. El logro del equilibrio entre el par de opuestos complementarios, significa la elevación. La pérdida del equilibrio significa, por consiguiente, la degradación.

“La armonía” era el logro fundamental en la filosofía de los Viejos Abuelos. La armonía se lograba por medio de “el equilibrio” y éste a su vez se construía a través de “la medida”. Armonía, equilibrio y medida, eran el logro más elevado de la civilización del Anáhuac. Tanto en el plano interior del ser humano, para lograr forjar “un rostro propio y un corazón verdadero”. Como en el plano exterior, para “humanizar” el mundo.

La responsabilidad social e individual de la existencia, estaba fundamentada en estos valores y principios. Podemos observar en las culturas del México antiguo, como la armonía está asociada a la belleza y ésta a su vez a los divino y lo sagrado. El equilibrio está presente de manera constante y reiterada a partir del concepto del “par de opuestos complementarios”, que al equilibrase se humanizan. Y la medida que está asociada al concepto de “mecatl” o mecate, “con el que se mide el mundo y sus cosas”. Por ello, el calmécac, literalmente es “la casa de la medida” y olmeca es “la medida del movimiento”.

De alguna manera estos conceptos siguen presentes en el “ser” más íntimo de la cultura que hoy llamamos “mexicana”, especialmente en las comunidades indígenas y campesinas, pues es nuestro legado más importante que nos han heredado los Viejos Abuelos. La cruz de Quetzalcóatl.

Existe en la iconografía del Anáhuac un símbolo que es constante desde los olmecas hasta los mexicas. Una cruz o equis que se encuentra presente en la mayoría de las llamadas “obras de arte” del México antiguo. Esta cruz generalmente se ubica en la frente, en el pecho o en el plexo solar, si se trata de una figura humana. Si es un diseño geométrico, generalmente se encontrará en los puntos fundamentales. Esta cruz se conforma por dos ejes que dividen al espacio y al cuerpo humano a través de dos líneas que se cruzan en el “ombligo de la tierra” o en el ombligo humano.

“Esta Cruz, llamada de Quetzalcóatl, tiene el valor de punto central y, como simboliza el recuentro del cielo y de la tierra. Bajo este aspecto, el quincunce está abundantemente representado.” (Laurette Séjourné. 1957)

La primera línea imaginaria dividía al cuerpo humano en dos mitades. Del ombligo a la cabeza era la representación del cielo y se simbolizaba con un ave. Simbólicamente tenía dos órganos que representaban la aspiración de la elevación, encarnado la máxima aspiración espiritual: el cerebro y el corazón. La segunda parte del ombligo a los pies, representando la tierra y siendo simbolizado por una serpiente. Tenía dos órganos que encarnaban la energía que une al ser humano con la tierra y el mundo material: los riñones y los genitales.

De modo que el ser humano, filosóficamente es el puente que une a los opuestos complementarios. Como lo decían los Viejos Abuelos poéticamente, “donde se besaban la tierra y el cielo”. Al ave la representaron generalmente a través de un quetzal, un águila o una guacamaya. Al animal que representaba a la tierra se le simbolizó con una serpiente, que en lengua náhuatl se nombra Cóatl. De modo que El “Quetzal-cóatl”, representa una figura filosófica espiritual, que está en nuestro ser y que podemos llegar a encarnarla a través del equilibrio de nuestra parte espiritual con nuestra parte material. El ser humano es punto de contacto entre lo divino y lo mundano, entre la materia y el espíritu, entre el cielo y la tierra. Pero al mismo tiempo, los Viejos Abuelos dividen al ser humano en dos mitades longitudinales, también a partir del ombligo. De lo que resulta que tenemos una parte derecha o “tonal”, que está asociada al mundo conocido, la parte masculina, al día, el sol, lo caliente y específicamente a la racionalidad. La parte izquierda se llama “nagual” y está asociada al mundo desconocido, a la parte femenina, a la noche, a lo frío, a la luna y a la parte intuitiva.

“La primera gran sección del cuerpo humano se produce a la altura del obligo... Es posible la existencia de una antigua equiparación entre esta división del cuerpo en dos partes y algunos elementos míticos. Partamos de una triple correspondencia entre cosmología, la organización política y la división corporal. Según el mito, el monstruo cósmico originario fue segmentado por el centro de su cuerpo para con ello dividir los sectores que constituían el cielo y la tierra... La segunda sección del cuerpo lo divide en parte derecha y parte izquierda... No debe extrañar que en algunos casos la fuerza sobrenatural de los seres humanos señalados por los dioses se creyera ubicada en el lado izquierdo del cuerpo... Lo anterior sugiere que, así como el uso de la mano derecha estaba más ligado a las actividades cotidianas, sobre todo a las que exigían destreza, la izquierda se ligaba en forma más estrecha al mundo de lo sobrenatural... Por último, es necesario mencionar que el punto central del cuerpo, la región del ombligo, es uno de los más importantes en el pensamiento mágico, ligado a la idea del punto central de la superficie de la tierra, la casa del dios del fuego, sitio por el que el eje cósmico permitía la comunicación con el cielo y con el inframundo.” (Alfredo López Austin. 1980)


El ser humano queda dividido en cuatro partes y representan los cuatro puntos cardinales o rumbos de la existencia. Sin embargo, existe un quinto punto, una quinta dirección: EL ARRIBA Y EL ABAJO. Lo que se eleva trascendiendo el plano humano si se logran unificar en equilibrio el par de opuestos complementarios. Y lo que se degrada y cae, si se pondera con exceso cualquiera de los cuatro elementos sobre los restantes.

La Ley del Centro o Quincunce. “La Ley del Centro” de los Viejos Abuelos nos habla de que el ser humano debe tratar de equilibrar los cuatro rumbos de la existencia en su centro, para lograr la trascendencia. El dilema de estar en medio de dos pares de opuestos complementarios y el desafío existencial de buscar su equilibrio para trascender.

No se puede ser en la vida, totalmente espiritual, ni totalmente material; ni totalmente racional, ni totalmente intuitivo. Cada uno de estos cuatro opuestos complementarios debe estar en equilibrio. Si el Equilibrio se logra (que se da en el centro) el individuo logra ascender y evolucionar; pero si el equilibrio se pierde y se pondera más uno de los cuatro opuestos, el ser humano cae en los degradados abismos de su estupidez, pues es arrastrado por la “inercia de la materia” que lo lleva a su destrucción o corrupción. Perdiendo la maravillosa oportunidad de trascender su existencia.

“El jeroglífico náhuatl más familiar es una figura que, bajo infinitas variantes, está formada siempre por cuatro puntos unificados por un centro, disposición llamada quincunce. Como lo demostró Eduardo Seler, el cinco es la cifra del centro y éste a su vez, constituye el punto de contacto del cielo y la tierra. Para mayor exactitud, el quincunce designa además, la piedra preciosa que simboliza el corazón, lugar de encuentro de los principios opuestos. He aquí entonces reunidos en un signo todas las características del Quinto Sol –Corazón del Cielo-, expresadas por la mitología... Todo está admirablemente estructurado. ¿No es, en efecto, el Quinto Sol el del hombre-dios cuyo corazón se convirtió en el planeta Venus? ¿y no es justamente Quetzalcóatl quien inauguró la Era del Centro revelando la existencia de una fuerza capaz de salvar de la inercia?
Pero hay más. El quincunce acompaña también al dios del fuego –igualmente dios del centro y llamado por este hecho “ombligo de la tierra”-,... la Ley del Centro ha abolido la fragmentación de los contrarios. Basados sobre las revoluciones de los astros y sobre arduos cálculos estos ciclos van, partiendo del más simple –el de la muerte y resurrección de la Naturaleza-, hasta englobar unidades inmensas que tienen por fin la búsqueda mística de los momentos de liberación suprema, es decir, las concordancias entre el alma individual y el alma cósmica, el tiempo y la eternidad, lo limitado y lo infinito.” (Laurette Séjourné.

“La ley del Centro”, los Viejos Abuelos la expresaron de manera reiterativa en todo cuanto consistió su mundo material e iconográfico. Lo expresaron en la arquitectura, pues las pirámides y recintos de investigación y estudio son una clara expresión de esta filosofía. Basta observar que la mayoría tienen un patio central y cuatro habitaciones o cuatro pirámides en cada punto cardinal. Las pirámides tienen en general cuatro niveles, cuatro caras y en la cúspide una base que las unifica. Otra forma muy recurrente era señalarlo a través de una flor con cuatro pétalos y un centro unificador Macuilxochitl (cinco flor). También a través de la llamada Cruz de Quetzalcóatl o sencillamente con una equis, un circulo con dos líneas cruzadas en sus grabados, con cinco círculos.

El “quincunce” como lo llama la maestra Séjourné se encuentra como motivo fundamental en los diseños arquitectónicos y artísticos que los Viejos Abuelos construyeron, pintaron, grabaron y bordaron, en pirámides, códices, estelas, textiles, frescos. Bástenos ver con respeto y detenimiento este mensaje filosófico-espiritual, en los vestigios materiales de esta maravillosa civilización. La aspiración fundamental de los Viejos Abuelos, como la de todas las grandes y antiguas civilizaciones, es la TRASCENDENCIA ESPIRITUAL DE LA EXISTENCIA.

“La Unión de los Contrarios en la Religión Náhuatl. La dinámica de la unión de los contrarios está en la base de toda creación, tanto espiritual como material.
Si el cuerpo “brota y florece” su alma, solamente si es traspasado por el fuego del sacrificio, la tierra, a su vez, nos da sus frutos más que penetrada por el calor solar transmitido por las lluvias. Es decir, que el elemento generador no es el calor ni el agua simple, sino una combinación equilibrada de los dos.” (Laurette Séjourné. 1957)

Los Viejos Abuelos se propusieron a través de lograr el equilibrio un camino, similar al budismo, al cristianismo o al islamismo. Pero este camino es diferente para nosotros, en tanto “es el propio- nuestro”, el que nació en nuestras tierras, con nuestra gente y sus experiencias y conocimientos. La filosofía que engendró el esplendor del México Antiguo sigue viva, presente, vigente y vibrante; y por ahora, nosotros somos parte inconsciente de ella. Como la grecolatina de la civilización occidental en nuestros días, que la separa más de dos mil años y sigue viva en su esencia en Europa. El problema es que debido a la colonización mental, no la podemos hacer consciente.

La pregunta es: por qué los países colonizadores pueden tener conexión directa su pasado filosófico, como los europeos del pensamiento grecolatino o los chinos y japoneses del pensamiento budista y, nosotros los mexicanos según nuestros colonizadores, no tenemos ninguna relación con los siete mil quinientos años de desarrollo de un pensamiento filosófico.

Los Tres Círculos del Conocimiento.

Como hemos dicho, el conocimiento en el México antiguo se manejaba en tres círculos excéntricos.[15] La palabra, que estaba en el centro del primer círculo. Era sólo conocida por un reducido grupo de personas. La sabiduría se trasmite de labio a oído. Al igual que en el Tíbet o en Egipto, los hombres y mujeres de conocimiento vivían en aquellas construcciones milenarias que hoy se les nombra zonas arqueológicas. Eran centros de conocimiento reservado sólo a una élite de personas especializadas en conocimientos herméticos ancestrales. Estos maestros vivían apartados del mundo y eran respetados por las personas comunes o maceguales que vivían en las aldeas.[16]

Los hombres y mujeres de conocimiento habían desarrollado un complejo y abstracto lenguaje de su sabiduría, en el que se transmitía y perpetuaba su milenario conocimiento a través de símbolos y representaciones gráficas, grabadas en piedra, madera, metales; pintado en códices, frescos y cerámica; bordado en telas con piedras y plumas. Este segundo círculo de conocimiento se trasmitió a través del lenguaje iconográfico, el cual contiene la esencia del pensamiento filosófico de los Viejos Abuelos y éste conocimiento queda enmarcado en los diversos materiales que trabajaron los Viejos Abuelos. Conocimiento al que podían acceder sólo los iniciados y algunos de los dirigentes y sacerdotes más importantes de las aldeas en el período Clásico. Para acceder a él se requiere decodificarlo. Está ahí, pero no es para todos.

En el tercer círculo de conocimiento se encontraba básicamente en la religión y las normas morales y éticas de la civilización del Anáhuac. Estos principios básicos filosóficos que encarnaban la religión de los Viejos Abuelos, les permitía a los seres humanos comunes: los campesinos, amas de casa, artistas, maestros, artesanos, constructores, burócratas, etcétera; contar con las bases necesarias para ordenar una vida armónica personal, familiar y en sociedad. Por ello, durante más de mil años, en el período conocido como Clásico o del esplendor, existió un deslumbrante y luminoso desarrollo humano, siendo el centro palpitante de este período clásico “la ciudad” donde los hombres aprendían a ser dioses, Teotihuacán.

“Por otro lado, si Teotihuacán se hubiera mantenido cuando menos 800 años como ciudad predominante sin ningún poderío militar, esta Pax Augusta sería un caso de tal manera único en la historia, que es difícil de creer que haya sucedido.
No conocemos en toda la historia universal un solo imperio que no se haya podido formar sin recurrir, aunque sea indirectamente, a las armas, y en realidad en casi todos los casos se basa principalmente en ellas, aun cuando es evidente que por encima existe una ideología que las dirige. Hay también la posibilidad de que la expansión se basara en una religión preponderante o más prestigiosa que las demás, y que por ello no necesitara recurrir a la fuerza. El cristianismo y el budismo, por ejemplo, se han extendido inmensamente sin que las armas hayan jugado un papel importante en su difusión.... Pero más bien indica que la raíz de todas las religiones mesoamericanas es la misma, y no que Teotihuacán haya impuesto sus dioses sobre los dioses de otras naciones.” (Ignacio Bernal. 1965)

Este Desarrollo Cultural fue el más importante y la cúspide de todo un proyecto civilizatorio del Cem Anáhuac. Sin embargo, éste desarrollo no fue como el de los pueblos europeos. Sus principios y objetivos fueron tan diferentes como hoy en día son los principios de bienestar y desarrollo de una comunidad indígena tarahumara de Chihuahua, comparados con la de los habitantes de la colonia Polanco de la ciudad de México. Como ejemplo diremos que los Viejos Abuelos habían inventado la rueda y no la usaron como los europeos; también habían desarrollado el átlatl o lanzador de dardos, que multiplicaba la velocidad de un dardo, mucho más rápido que una flecha impulsada por un arco y jamás desarrollaron esta tecnología en el aspecto militar. El lanzador siempre se mantuvo como un instrumento de caza. Se supone que en el Periodo Clásico no hubo guerras y en el Postclásico las que hubo, se mantenían en un ceremonial místico y religioso, más simbólico que de guerra de exterminio.[17] En efecto, para los mexicas degradadores de las enseñanzas de Quetzalcóatl, la lucha espiritual con uno mismo, la “batalla florida” de los toltecas, la convirtieron en una batalla para tomar vivos a los guerreros vencidos y ofrendarlos en sacrificio mortal a Huitzilopochtli y mantener con ello vivo al amenazado Quinto Sol, además de imponer grandes tributos a los pueblos vencidos.

La filosofía de la civilización del Anáhuac, la Toltecáyotl, es la obra más decantada de sus creaciones. El pensamiento filosófico que no sólo explica el mundo y la vida; si no le da significado a la vida humana, permitiéndole la trascendencia de la existencia en el plano espiritual.

Todo cuanto podemos ver y sentir de la inconmensurable herencia de los Viejos Abuelos, encuentra sus cimientos y estructuras más sólidas, en la filosofía anahuaca. El mundo tangible e intangible de sus creaciones. Desde las impresionantes construcciones hasta las más finas creaciones artísticas. Desde los principios y valores individuales que se transmitían de una generación a otra en la familia o en las escuelas, hasta las grandes instituciones comunitarias como el calpulli, el tequio, la fiesta de día de muertos o la fiesta a Tonatzin, estuvieron sustentados sobre la base del pensamiento filosófico.

Agua Quemada.

Esta es otra de las metáforas filosóficas más interesantes del Anáhuac. Su compleja estructura nos revela un pensamiento muy profundo y dialéctico. Nuevamente estamos frente al drama cósmico de la lucha de los contrarios, El agua y el fuego. En efecto, el agua es el símbolo de la energía luminosa, como hemos apuntado con anterioridad. Todo cuanto nos rodea está constituido de la energía luminosa, y el agua multiplica con la acción de la luz a través de la fotosíntesis, el mundo que nos rodea. Gracias al agua y la luz, el mundo se reproduce y llena de vida.

El fuego es la representación divina de la liberación del Espíritu de la materia. Con el fuego se purifica la materia y trasciende. Lo mismo en la gran hoguera en Teotihuacán, en donde se arrojaron los dioses para que el Quinto Sol tenga vida, como la hoguera en la que se arroja Quetzalcóatl cuando se va del Anáhuac. La serpiente de fuego es el símbolo liberador por excelencia y el fuego también es el símbolo del sacrificio espiritual. De esta manera ÎAgua Quemada representa filosóficamente la vida espiritual.

“Este principio espiritual es tan básico que le fue dedicado el Templo Mayor de Tenochtitlán: la circunstancia de que el dios de las lluvias y el del fuego celeste hayan sido colocados uno al lado del otro, en la cima de la misma pirámide, no puede seriamente interpretarse de otra manera. Sabiendo, además, que el templo fue construido sobre el emplazamiento de la fuente donde brotaban las aguas azules y rojas, se hace patente que las divinidades que lo regían simbolizaban la fórmula mítica del agua quemada.” (Laurette Séjourné. 1957)

El concepto de “agua quemada” implica la lucha de contrarios, fuego y agua, que trasciende en un tercero, diferente a los dos que le crearon. De esta manera el encuentro en equilibrio del agua y el fuego, produce el vapor, que se eleva y se desprende simbólicamente de esta realidad material. Agua Quemada simboliza lucha interna de los opuestos complementarios, igual que la batalla florida. Pero de una manera más universal y cósmica. No así la batalla florida, que es una acción íntima y personal de cada guerrero, que tiene que ver con su “micro universo”, en donde la inercia de la materia conduce a la destrucción o corrupción del ser humano, en la medida que no pueda vencer los elementos que lo degradan o corrompen.

El mundo y el universo están regidos por las leyes universales del Espíritu. La lucha dialéctica del par de opuestos complementarios se vive todos los días y segundo a segundo en todo el universo. El día y la noche, la muerte y la vida, el ciclo cósmico de Venus,[18] el mismo drama universal. En este sentido el universo y el ser humano están compartiendo el mismo desafío existencial. Razón por la cual se entiende la misión que los “macehuales”, los merecidos del sacrifico de los dioses, tienen que coadyuvar no sólo para el sostenimiento del Quinto Sol, sino también para su humanización. Agua Quemada es fundamentalmente un símbolo filosófico.

La Toltecáyotl.

Los antiguos mexicanos llamaron Toltecáyotl, al conjunto de saberes y conocimientos de los toltecas. La Toltecáyotl seguramente se inició con la domesticación de las plantas, la agricultura y la invención del maíz hace ocho mil años y ha venido evolucionado y decantándose con los siglos. A pesar de que los conquistadores de ayer y los colonizadores de hoy, han querido negarle toda capacidad y valor intelectual a los pueblos originarios y a los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos, la sabiduría sigue viva y se ha sabido mantener agazapada estos últimos cinco siglos en la cultura popular. Mucha de esta sabiduría tiene orígenes remotos y aunque no la entendamos, vivimos con ella y es ésta sutil cualidad, que nos hace ser diferentes a otros pueblos y nos da ese “toque” del ser mexicano. Es lo que nos da “Rostro y corazón propio”. “Lo más elevado de las que se nombran “instituciones” de un pueblo, las creaciones, que dan apoyo a la estructuración de una cultura, todo eso y probablemente también otras realidades, se incluían en el significado de Toltecáyotl.” (Miguel León Portilla. 1980)

Existe un acervo riquísimo de sabiduría antigua en los pueblos indígenas y campesinos del México contemporáneo. En la cultura oral de algunos pueblos se sigue manteniendo en la memoria histórica a la llamada “Hermandad Blanca”. Herencia ancestral de los toltecas y la Toltecáyotl que no desapareció en el colapso del periodo clásico superior y que todavía Cortés registra su existencia en las cartas de relación.[19] En efecto, Cortés relata que cuando llegaron los españoles a las costas de Veracruz, Moctezuma mandó pedir consejo a los sabios de la Hermandad Blanca que vivían en el calmécac de Cholula en donde estaban educando a los hijos de los “píltin” o principales, es decir, la nobleza que gobernaría a los pueblos de la Triple Alianza.

“Toltecáyotl, traducida a la letra, significa toltequidad: esencia y conjunto de creaciones de los toltecas. Pero cabe desentrañar mejor la riqueza de sus connotaciones. De sentido abstracto y también colectivo es este vocablo derivado de toltéca-tl. Los antiguos mexicanos lo empleaban para abarcar lo que consideraban herencia suya, semilla de inspiración y condicionante de ulteriores logros. La Toltecáyotl, el legado de Quetzalcóatl y los toltecas abarca la tinta negra y roja, -la sabiduría-, escritura y calendario, libro de pinturas, conocimiento de los caminos que siguen los astros, las artes, entre ellas la música de flautas, bondad y rectitud en el trato de los seres humanos, el arte del buen comer, la antigua palabra, el culto a los dioses, dialogar con ellos y con uno mismo...” (Miguel León Portilla. 1980) No podremos comprender a profundidad la historia y la cultura del Anáhuac sin conocer la base filosófica que estructuró esta civilización a lo largo de miles de años y que en los últimos cinco siglos, sólo se ha “encubierto”, pero que sigue representando la esencia verdadera de nuestra identidad de manera inconsciente.

Todas las grandiosas obras materiales e inmateriales de esta civilización, que fueron transformadas por las mentes, almas y manos de nuestros Viejos Abuelos, provienen de una línea de pensamiento muy claro y definido desde sus mismos orígenes. Fue esta “energía creadora” la que sacó a la materia de su estado natural y le dio forma, color y sentimiento. Fueron los hombres y mujeres que aprendieron “a hacer mentir” al barro, los metales, los textiles, la madera, las piedras preciosas, las fibras vegetales y un sin número de materiales sacados de la naturaleza y humanizados al incorporarlos con un alto sentido estético y místico al mundo milenario del Anáhuac. Fue la sabiduría de estos hombres y mujeres que aprendieron de la naturaleza, la bóveda celeste y del Espíritu, a formar “rostros propios y corazones verdaderos” en sus niños y jóvenes.

Todo este vasto e inconmensurable tesoro artístico que está vivo en las llamadas zonas arqueológicas y que satura los museos de México y el mundo, surge inevitablemente de una estructura de pensamiento. Significa que la creación más elevada de la civilización del Anáhuac es el conjunto de conocimientos que explican el mundo, la vida y ubican a la existencia humana con una alta responsabilidad por contribuir con las fuerzas generadoras a la humanización del mundo y su mantenimiento a través de la armonía, el equilibrio y la medida. La filosofía del Anáhuac o Toltecáyotl, es el lenguaje en el que se expresa el Espíritu, cada una de sus maravillosas creaciones representan palabras que sostienen un dialogo eterno entre los seres humanos y lo inconmensurable, lo divino y lo sagrado.

No podemos seguir condenado a la civilización del Anáhuac al desprecio intelectual que ha sido sometida por el eurocentrismo y la colonización. La Toltecáyotl representa el patrimonio más importante y menos reconocido de los antiguos mexicanos. Es desde la Toltecáyotl, la creación más importante de los toltecas, donde debemos de partir para conocer e interpretar el pasado y en consecuencia, entender nuestro presente. Es imprescindible la descolonización intelectual y cultural para poder construir un futuro “propio-nuestro”. La Toltecáyotl deberá ser la línea de pensamiento que nos permita “recuperarnos a nosotros mismos”. El desafío es llevar esa sabiduría que existe en nuestro interior a planos conscientes del mundo cotidiano y con ella construir nuestro presente y diseñar nuestro futuro.

Cinco elementos son la herencia filosófica de los Viejos Abuelos. Aparentemente están escondidos y camuflajeados en el inmenso sincretismo cultural de nuestros días. Parecen elementos inconexos e intrascendentes cuando los apreciamos sin integrarlos a un todo. Sin embargo, son “la esencia” que distingue a nuestro pueblo milenario y la herencia del pensamiento filosófico en la vida diaria. Los elementos culturales que hemos heredado de nuestra antigua filosofía son: “la alta vocación espiritual y mística por la vida, la defensa de la familia y sus valores, el inconmensurable amor por la naturaleza, el infatigable espíritu constructor y el permanente optimismo por la vida”.

En efecto, la herencia más importante y valiosa de los Viejos Abuelos no se encuentra en la materia. No está en las zonas arqueológicas, los museos o en los metales precisos. Se encuentra en cambio en la percepción espiritual del mundo y de la vida. En los valores, principios, sentimientos, actitudes, tradiciones, usos y costumbres, que han ido cambiando y amoldándose en estos cinco siglos de colonización, pero que mantienen viva la esencia de una civilización que no ha muerto. Está viva en el conglomerado de pueblos y culturas del Anáhuac de nuestros días. Entre el sincretismo y las apropiaciones, no sólo de la cultura occidental, sino de África y Asia que también la han enriquecido.


  1. En filosofía, la ontología (del griego οντος, genitivo del participio del verbo εἰμί, ser, estar; y λóγος, ciencia, estudio, teoría) es una parte de la metafísica que estudia lo que hay, es decir cuáles entidades existen y cuáles no. Muchas preguntas tradicionales de la filosofía pueden ser entendidas como preguntas de ontología: ¿existe Dios? ¿Existen entidades mentales, como ideas y pensamientos? ¿Existen entidades abstractas, como los números? ¿Existen los universales?
  2. Quién soy yo, de dónde vengo y adónde voy.
  3. Huitzilopochtli (en náhuatl Huītzilōpōchtli; AFI [wiːtsiloːˈpoːtʃtɬi]:'colibrí zurdo' o 'colibrí del sur'), fue la principal deidad de los mexicas. También fue conocido como Ilhuicatl Xoxouhqui y ha sido asociado con el sol. Al arribo de los españoles a Mesoamérica, era la deidad más adorada en el Altiplano Central por imposición de los mexicas. Los conquistadores lo llamaron Huichilobos.
  4. Cosmogonía (del griego κοσμογονία [kosmogonía] o κοσμογενία [kosmogenía], éste derivado de κόσμος [kosmos] ‘mundo’ y la raíz γί (γ)νομαι [gi(g)nomai] / γέγονα [gégona], ‘nacer’) es una narración mítica que pretende dar respuesta al origen del universo y de la propia humanidad. Generalmente, en ella se nos remonta a un momento de preexistencia o de caos originario, en el cual el mundo no estaba formado, pues los elementos que habían de constituirlo se hallaban en desorden; en este sentido, el relato mítico cosmogónico presenta el agrupamiento —paulatino o repentino— de estos elementos, en un lenguaje altamente simbólico, con la participación de elementos divinos que pueden poseer o no atributos antropomorfos. La cosmogonía pretende establecer una realidad, ayudando a construir activamente la percepción del universo (espacio) y del origen de dioses, hombres y elementos naturales. A su vez, permite apreciar la necesidad del ser humano de concebir un orden físico y metafísico que permita conjurar el caos y la incertidumbre.
  5. El Popol Vuh o Popol Wuj (El nombre quiché se traduciría como: "Libro del Consejo" o "Libro de la Comunidad"), es una recopilación de varias leyendas de los quiché, un pueblo de la cultura maya que ocupó partes de Guatemala y de Honduras. Más que un sentido histórico, el libro tiene valor e importancia en el plano religioso; de hecho, se le ha llamado el Libro Sagrado o la Biblia de los mayas k'iche's. Es una narración que trata de explicar o contar de alguna manera el origen del mundo, la civilización y los diversos fenómenos que ocurren en la naturaleza.
  6. Victor Dionisio Montejo nació en Jacaltenango, Huehuetenango, Guatemala, en 1951, habla el idioma Maya (popb' al ti). Su vida tomó un brusco cambio en 1980 cuando era profesor de primaria. Una compañía del ejército llegó y les confundió con un grupo de auto-defensa civil y abrieron fuego sobre ellos. Se fue y con dificultades completó estudios universitarios. Obtuvo becas y logró una maestría de la Universidad de Albany en el estado de Nueva York y posteriormente obtuvo un grado doctoral de la Universidad de Connecticut. Ha escrito varios libros.
  7. Chilam Balam es el nombre de varios libros que relatan la historia de la civilización maya escritos en lengua maya, por personajes anónimos, durante los siglos XVII y XVIII, en la Península de Yucatán y que tomaron el nombre de la población en donde fueron, cada uno de ellos, escritos. Son fuente importante para el conocimiento de la religión, historia, folklore, medicina, y astronomía maya. Se estima que originalmente existieron una cantidad mayor de libros (designados por el nombre del pueblo en los cuales fueron escritos) en la colección de Chilam Balam, aunque solamente unos cuantos han llegado hasta nuestros días. Al principio de la época colonial, la mayor parte de los escritos y vestigios de la mitología maya fueron destruidos por los misioneros, al considerar que tales vestigios representaban influencias paganas y por tanto nocivas para la catequización de los mayas. Los libros del Chilam Balam fueron escritos después de la conquista por los descendientes de los mayas, por lo que en su redacción se nota ya la influencia de la cultura española, sobre todo en materia religiosa. Los libros en su conjunto relatan acontecimientos de relevancia histórica consignados conforme a los katunes (períodos de 20 años) del calendario maya. Los relatos dejan constancia de las tradiciones religiosas del pueblo original, así como de su devenir histórico. Algunos historiadores piensan que los libros contienen cierta información que habría provenido, a través de la memoria colectiva, de los escritos destruidos en el auto de fe de Diego de Landa.
  8. La superficie de la Tierra.
  9. Mictlán o Mitlán (del náhuatl mic- 'muerte' y -tlan 'lugar de'), en la mitología mexica era el Inframundo o nivel inferior de la tierra de los muertos, y se encontraba muy al norte. Los guerreros que morían en el campo de batalla y las mujeres que morían en el parto no iban al Mictlan después de la muerte, estos iban al Ilhuicatl Tonatiuh (Camino del Sol); los "muertos por agua" (ahogados, tocados por un rayo o de hidropesía) iban al Tlalocan y los pequeños muertos antes de nacer regresaban al Chichihuacauhco (Lugar del árbol amamantador).
  10. Las Pléyades (que significa "palomas" en griego), también conocidas como Objeto Messier 45, Messier 45, M45, Las Siete Hermanas o Cabrillas, Los Siete Cabritos, es un objeto visible a simple vista en el cielo nocturno con un prominente lugar en la mitología antigua, situado a un costado de la constelación Tauro. Las Pléyades son un grupo de estrellas muy jóvenes las cuales se sitúan a una distancia aproximada de 450 años luz de la Tierra y están contenidas en un espacio de treinta años luz. Se formaron hace apenas unos 100 millones de años aproximadamente, durante la era Mesozoica en la Tierra, a partir del colapso de una nube de gas interestelar. Las estrellas más grandes y brillantes del cúmulo son de color blanco-azulado y cerca de cinco veces más grandes que el Sol.
  11. Un sistema vigesimal es un sistema numérico, para nombrar los números y contar, basado en el número veinte. Este sistema de numeración, junto con el sistema decimal, se halla extendido por todo el planeta.
  12. El Dr. Alberto Carramiñana Alonso es coordinador del área de Astrofísica en el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE) del Instituto Mexicano de investigación y ciencia ubicado en Tonantzintla, Puebla. Página: [www.inaoep.mx Instituto Mexicano de investigación y ciencia]
  13. La lucha ritual y simbólica por vencer la inercia de la materia, es decir, los vicios y debilidades humanas, para trascender la existencia material de la vida y penetrar a los insondables misterios del Espíritu.
  14. El átlatl es un arma propulsora muy utilizada por los aborígenes precolombinos mesoamericanos, especialmente los mexicas y los mayas en Guatemala y México, así como los indígenas de Perú y Colombia. En náhuatl se le llamó átlatl, aunque en español también se le conoce como lanza dardos y estólica. Es una corta, delgada y estrecha plataforma hecha de madera flexible y correosa que se sujetaba de unos agujeros con los dedos medio e índice. En su parte superior se colocaba un venablo. Proporciona un impulso tan potente al venablo (el proyectil), que es capaz de perforar la piel gruesa de algunos animales, y cotas de malla de acero, como lo experimentaron los soldados españoles.
  15. Del centro hacia fuera.
  16. Generalmente los macehuales no accedían a lo que hoy llamamos zonas arqueológicas. Representaron siempre lugares sagrados. Esta milenaria tradición de respeto a los vestigios de estas construcciones se mantuvo viva todavía hasta la primera parte del siglo XX. Por eso se explica que, los buscadores de fortuna del siglo XIX “descubrieran” las zonas arqueológicas para la cultura dominante, pero las comunidades indígenas, siempre habían sabido de su existencia y se les trató de mantener lejos de los colonizadores y su permanente impulso de saqueo.
  17. Las armas que encontraron los españoles en 1519 eran más simbólicas que ofensivas. Es interesante observar que los anahuacas llegaron a niveles muy altos de conocimiento en las matemáticas, la astronomía y la ingeniería; y sin embargo, en la tecnología militar se mantuvieron con las mismas armas del inicio de la civilización miles de años atrás.
  18. Una época del año Venus aparece como el lucero de la mañana, en otra época aparece como el lucero de la tarde y finalmente hay un tiempo en que Venus no aparece en el firmamento.
  19. Las Cartas de relación escritas por Hernán Cortés, fueron dirigidas al emperador Carlos V. En estas cartas, Cortés describe su viaje a México, su llegada a Tenochtitlán, capital del imperio azteca, y algunos de los eventos que resultarían en la conquista de México. Hernán Cortés era de linaje noble y estudió durante algún tiempo latín, gramática y leyes en la Universidad de Salamanca, aunque sin graduarse, obtuvo los conocimientos y habilidades necesarias de buen escritor, sus cartas tienen verdadero valor literario e histórico, pues las descripciones en ellas plasmadas figuran en primer término de las crónicas de la conquista del Imperio Azteca. Así como otros españoles que describieron la gran ciudad de Tenochtitlán, Cortés describe éste lugar con un tono de asombro y de maravilla: La ubicación de la ciudad en medio de un lago rodeado de montañas, la arquitectura espléndida, y evidentemente la riqueza material.