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Historia Verdadera del México Profundo/20

De Wikisource, la biblioteca libre.
Historia Verdadera del México Profundo
de Guillermo Marín Ruiz
Una historia propia nuestra

20. UNA HISTORIA PROPIA NUESTRA.

Estamos iniciando un nuevo siglo y muchos mexicanos están inconformes con lo que está sucediendo en el país. Los valores y principios que siempre han sostenido a la sociedad se están deslavando. El modelo económico neoliberal y la docilidad ante las instituciones financieras supra nacionales han limitado la capacidad del Estado. La injusticia y la pobreza avanzan furiosamente sobre amplios sectores de la sociedad. Las instituciones públicas y sociales se están fracturando alarmantemente. La destrucción y contaminación del patrimonio natural está llegando a niveles insostenibles. El sistema político ha entrado en descomposición. La narco política y el crimen organizado están ganando muchos espacios de poder de la vida nacional. La sociedad mexicana se torna cada día más violenta y se desquicia.

Los mexicanos creyeron que el cambio del partido político en el poder era la solución a todos los males de la nación. En poco tiempo se comprueba que se cambió de colores pero que el sistema corrupto, no sólo se mantiene, sino que ha incrementado sus tentáculos. Pareciera que el futuro es cada vez más oscuro e incierto.

¿Cómo es que hemos llegado hasta aquí?

El colonialismo cultural.

A partir del siglo XVI, los europeos invadieron América, África, Asia y Oceanía. Con la tecnología oriental pero con la ideología europea de la guerra, el comercio y el culto a la tecnología. Los españoles, portugueses, ingleses, holandeses, entre otros pueblos, surcaron los mares para llegar a “descubrir”, conquistar, explotar y extraer las riquezas naturales en favor del desarrollo de los mercaderes afincados en Europa. Para ello argumentaron una supuesta superioridad racial, religiosa y cultural, que les permitía tomar de los hombres y las tierras invadidas todo cuanto ellos desearán. Hegel[1] afirmó que “América pertenece al porvenir, y por eso carece de historia. La historia universal comienza en Asia, pero sólo en Europa adquiere plenitud espiritual.” Hegel niega la milenaria historia de América, pero, además, la adjudica al futuro de los europeos. El concepto de la “universalidad” de la cultura europea ha sido uno de los argumentos de sometimiento de los colonizadores. En efecto, los pueblos europeos han desarrollado un sincretismo a partir de la cultura judeocristiana, la cultura grecolatina y la cultura germánica. La férrea voluntad de dominio y explotación en que han sometido a todos los pueblos del mundo y sus recursos naturales, ha hundido a la humanidad en una de las más severas crisis de la historia planetaria. Aristóteles pilar del pensamiento occidental señala en su obra, La Política que:

“…la guerra... es, en cierto modo, un medio natural de adquirir, puesto que comprende la caza de los animales bravíos y de aquellos hombres que nacidos para obedecer se niegan a someterse, es una guerra que la naturaleza misma ha hecho legítima”. Aristóteles también sostiene que “los vencidos estén sometidos a los vencedores” a esto llamó “derecho legal” y afirmó “que los vencidos deben ser movidos al trabajo servil, y esto es justo según la naturaleza.” (Aristóteles)

Los conquistadores en México impusieron el sistema colonial, que implica la explotación inhumana de los vencidos y la depredación de sus recursos naturales y la destrucción de su cultura, en favor de los vencedores. Para lograr esto, inmediatamente sometieron a los vencidos a la perdida de: “el lenguaje, la memoria histórica, los conocimientos y tecnologías, los espacios físicos y sagrados y finalmente los sometieron a la pérdida de su religión. El último espacio de su existencia, para dejarlos completamente indefensos y con ello lograr, que en el fondo de sus corazones naciera la aspiración, no de liberarse del invasor explotador, sino a ser exactamente igual que él, de convertirse en otro conquistador explotador.

Durante cinco siglos se nos obligó a olvidar todo cuanto fuimos y es nuestro orgullo; se nos enseñó con suma perfección a despreciar lo propio y a exaltar lo ajeno. Hemos vivido estos cinco siglos en un “laberinto de soledades”, siempre buscando nuestro rostro, nuestras ideas, nuestro corazón, nuestras soluciones, en el extranjero. Durante tres siglos fue un modelo español, después durante el siglo XIX el modelo fue francés y en el siglo XX el modelo es estadounidense. Para que la explotación deshumanizada de nuestros pueblos y la depredación irracional de nuestros recursos naturales se mantengan “por los siglos de los siglos” en favor de nuestros colonizadores, es necesario que el pueblo pierda su Identidad Cultural y su memoria histórica.

Que no se reconozca a sí mismo, que se niegue, que se menosprecie. Cuando a un pueblo le han amputado estos cinco Elementos Culturales, queda silente, amnésico, ignorante, impotente e insensible y se ha realizado el colonialismo cultural, cimiento fundamental del colonialismo económico. El pueblo colonizado no deseará expulsar y liberarse de su colonizador. En cambio, deseará convertirse en otro colonizador de su propio pueblo.

Los españoles en cambio, sufrieron la invasión de los árabes ochocientos años, pero nunca se destruyó su cultura. Por el contrario, durante este período, España vivió una pluralidad cultural enriquecedora. Los árabes, judíos y españoles vivieron en armonía y realizaron a través de los siglos, un gran intercambio cultural. Los españoles seguían siendo españoles por medio de su cultura y, cuando lograron expulsar a los árabes ocho siglos después, siguieron siendo españoles y no ven en los árabes a “la madre patria musulmana”, aunque muchas de las costumbres, tradiciones, palabras, cocina y arte, está íntimamente ligada con la cultura musulmana. Los árabes no les quitaron a los españoles la lengua, la memoria histórica, los conocimientos y las tecnologías, los espacios y su religión, por lo cual sólo invadieron, pero no colonizaron. Para mantener un sistema permanente de extracción de la riqueza de un pueblo, se requiere destruir su Cultura y su memoria histórica. El elemento para que un pueblo no piense en acabar la explotación y él se convierta en un explotador de sí mismo en favor de su colonizador, es colonizarlo culturalmente. Hacer que los colonizados ignoren su cultura y la desprecien. La educación que se da en México, en la casa, en la escuela y en la sociedad, es una educación colonizada. No busca que nuestros niños y jóvenes se eduquen para liberar a su pueblo, sino por el contrario, se educan para someter, enajenar y explotar al más débil. Triunfar en una sociedad colonizada implica convertirse en un despiadado explotador de sus propios hermanos.

Los hijos de los hijos de los viejos Abuelos.

Los descendientes de los Antiguos Mexicanos somos todos nosotros. Somos los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos. Es bien cierto que poseemos una herencia occidental pero, debemos analizar que, por una parte tenemos una “Cultura Madre”, la indígena o anahuaca; ella nos ha dado la forma de sentir y relacionarnos con los seres humanos, la naturaleza, el universo y con lo divino y lo sagrado. Nos ha dado también el alimento, los valores éticos y morales de la familia. Que no tengamos “conciencia” de ella, no quiere decir que no exista. Hemos sido educados durante cinco siglos para no ver, no valorar y despreciar lo mejor de nosotros mismos.

Por otra parte tenemos una “Cultura Padre”, que nos ha dado el idioma, la religión y el sentido material de la existencia y la supuesta “pertenencia” a la cultura occidental. Sin embargo, Europa y Estados Unidos, siempre nos desvaloran y marginan. Somos producto de una mezcla de culturas. No lo podemos negar y lo debemos de potenciar. Tenemos de una y de otra, somos mestizos. Sin embargo, debemos de tomar en cuenta que la civilización del Anáhuac está viva, presente y vigente, en cada uno de nosotros y que representa lo “único propio nuestro”. Que es la parte más fuerte y sólida de nuestra cultura, aunque nos sea por ahora muy difícil reconocerlo, aflorarlo y concientizarlo. Por lo que no podemos llegar a la plenitud negando la mitad de nuestro Ser, sea cualquiera de las dos partes, sea la occidental o la anahuaca.

El México Profundo.

Un pensador mexicano, Guillermo Bonfil Batalla, plantea que existen simbólicamente dos Méxicos. Uno Profundo, que hunde sus raíces en una milenaria civilización, que le ha dado un rostro propio y un corazón verdadero a nuestro pueblo, de una manera definitiva e imborrable.

Y que existe otro México, el Imaginario. Bonfil señala que lo nombra Imaginario, no porque no exista, sino porque su proyecto es imaginario, en tanto toma sus inspiraciones en lejanas tierras, con disímbolas culturas, todas ajenas y extrañas a la nuestra.

“La historia reciente de México, la de los últimos 500 años, es la historia del enfrentamiento permanente entre quienes pretenden encauzar el país en el proyecto de la civilización occidental y quienes resisten arraigados en formas de vida de estirpe mesoamericana.” (Guillermo Bonfil Batalla. 1987.)

Otro elemento del México Imaginario es, que mientras trata de rescatar, cristianizar, civilizar, modernizar, industrializar y globalizar al México Profundo desde 1521; nunca lo ha tomado en cuenta. El México Imaginario ha negado la civilización anahuaca sistemáticamente desde la conquista hasta nuestros días, pero paradójicamente siempre ha tratado de rescatarla. El México Profundo y el Imaginario han estado en permanente lucha desde hace quinientos años, unas veces violenta y explosiva, otras más, de manera silenciosa, resistiendo callada pero vigorosamente. Esta desgastante lucha se da también en el corazón y en la mente de todos los mexicanos, las más de las veces inconscientemente, hundiéndonos en los obscuros pantanos de nuestro laberinto de soledades.

“Los pueblos del México profundo crean y recrean continuamente su cultura, la ajustan a las presiones cambiantes, refuerzan sus ámbitos propios y privados, hacen suyos elementos culturales ajenos para ponerlos a su servicio, reiteran cíclicamente los actos colectivos que son una manera de expresar y renovar su identidad propia; callan o se rebelan, según una estrategia afinada por siglos de resistencia.” (Guillermo Bonfil Batalla. 1987)

Es necesario reconocer la parte negada de nuestro ser y asumirnos como mexicanos de primera y no, como gringos del tercer mundo o como españoles de segunda. Apropiándonos de todas las tecnologías y de todas las ideas modernas del mundo, pero usándolas para nuestro propio proyecto y desarrollo civilizador. No se trata de vivir en un “museo”, ni en el pasado; por el contrario, el desafío es seguir siendo tradicionales y fieles a nuestra identidad, pero al mismo tiempo, punta de lanza de la modernidad y el progreso, como lo hace Japón o Inglaterra. Construir el futuro con los cimientos del pasado. No existe ninguna posibilidad de futuro, sin la plena conciencia del pasado.

Los indios desindianizados[2].

Sin la prodigiosa lengua madre, sólo con limitados “dialectos”. Sin la memoria histórica, sólo con dudosos mitos y confusas leyendas. Sin los milenarios conocimientos, en medio de la ignorancia, sólo con la perversa brujería y el sórdido atraso. Sin espacios físicos, sociales y sagrados, sólo en criminales desiertos, desoladas montañas o en los paupérrimos cinturones de miseria. Sin un lenguaje artístico, tan solo con insignificantes artesanías. Sin la antiquísima religión, en medio de un confuso sincretismo religioso manejado por el dominador. Sin “un rostro propio, sin un corazón verdadero”, sólo como “extranjeros incultos en su propia tierra”. Despreciando lo propio y exaltando lo ajeno. Sin el recuerdo glorioso de nuestros antepasados, queriendo ser “un colonizador colonizado”, tan solo un híbrido occidental del tercer mundo, un gringo de tercera. Inseguro, violento y temeroso.

“La presencia de la cultura india es, en algunos aspectos, tan cotidiana y omnipresente, que rara vez se repara en su significado profundo y en el largo proceso histórico que hizo posible su presencia en sectores sociales que asumen hoy una identidad no india.” "...los campesinos tradicionales ya no se reconocen indios, aunque vivan una cultura predominantemente india; los grupos urbanos subalternos no son culturalmente homogéneos: algunos mantienen como cultura de referencia la de sus comunidades de origen, indias o campesinas; otros, han forjado una cultura popular urbana de vertiente india..."

"Porque lo que aquí llamamos avanzado, moderno y urbano, no es la punta de lanza de un desarrollo propio, interno, sino la resultante de la implantación de la civilización occidental desde arriba; y lo que llamamos atrasado, tradicional y rural, no es el punto de partida de aquella avanzada, sino el resultado indio de civilización mesoamericana." (Guillermo Bonfil Batalla. 1987)

Los mexicanos a pesar de los pesares, de nuestra ignorancia y orfandad de nosotros mismos, somos los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos, que esperan pacientes el momento de la luminosa conciencia y el potencial reencuentro. Somos un pueblo mestizo, debemos luchar por ser dignos herederos de Miguel de Cervantes y al mismo tiempo de Netzahualcóyotl. Debemos conocer las dos partes que nos conforman. No podemos y no debemos, hacer menos a ninguna de las civilizaciones que nos conforman.

Los mexicanos somos: Indígenas por dentro (en lo espiritual, lo místico, en lo ontológico) con rasgos occidentales por fuera; pero nunca seremos occidentales por dentro, con rasgos indígenas por fuera. Que todo mundo quiere ocultar.

Un rostro propio y un corazón verdadero.

A partir de 1521 en que Hernán Cortés mandó destruir piedra sobre piedra La Gran Tenochtitlán; metrópoli que estaba más adelantada que cualquiera ciudad europea del momento. Toda la herencia de los siete mil quinientos años de la civilización de los Viejos Abuelos, fue negada y condenada por ser para los conquistadores, primitiva y diabólica. Nada que tuviera que ver con la sabiduría de los Viejos Abuelos, podía entrar en el proyecto civilizador europeo, para crear en las tierras conquistadas "La Nueva España".
Desde 1521 se les ha inculcado a los mexicanos el sentir desprecio y pena por la herencia cultural de los Viejos Abuelos. Cada mexicano para "progresar económicamente" o "mejorar socialmente", tiene que alejarse lo más posible de sus raíces y negar su -cultura madre-. El camino es hablar, vestir, comer, trabajar, consumir; en síntesis, ser como sus conquistadores. Asumir el rostro del colonizador y maquillar el rostro milenario de nuestra propia cultura, hasta aparentemente borrarlo. Pintarse el cabello, blanquearse la piel, alisarse el cabello, ponerles nombres a los hijos en inglés. Negarse a sí mismo y sentir vergüenza por su propio fenotipo.

El supuesto problema es que los mexicanos para "ser modernos", tenemos que dejar de “ser tradicionales". Ser "moderno" implica, ser como el extranjero colonizador; ser "tradicional" implica ser como el indígena colonizado. La exaltación de lo extranjero y el desprecio por lo nacional, no solo se dio en productos y modas, sino lo que resultó aún mucho más dañino; el asumir el corazón y los sentimientos, imponiendo por encima de nuestro rostro, el rostro del conquistador-colonizador.

Los mexicanos podemos ser extremadamente tradicionales y mantener un profundo y encendido orgullo de nuestra cultura, nuestro pasado y nuestro Patrimonio Cultural; y al mismo tiempo, ser escalofriantemente modernos. Como ahora en día lo hace el pueblo japonés, quienes son defensores furibundos de sus orgullosas tradiciones y al mismo tiempo, son punta de lanza de la tecnología mundial. Los mexicanos necesitamos, desarrollar "Un rostro propio y un corazón verdadero" en el siglo XXI, que sea al mismo tiempo moderno, pero que se sostenga en nuestra milenaria tradición. Debemos de dejar de ser "extranjeros incultos en nuestra propia tierra"; y debemos luchar por ser mexicanos de primera y no, occidentales del tercer mundo. El México del siglo XXI necesariamente tendría que ser construido con nuestra Cultura Madre, no contra ella.

La Herencia Tolteca en la Matria.

Lo que hoy conforma el territorio nacional, fue la cuna de la civilización de Anáhuac. La nación mexicana cuenta con una historia de aproximadamente 8 mil años, de los cuales, los primeros 7500 fueron construidos exclusivamente con la impronta de la civilización del Anáhuac.

Las raíces y esencia más profundas de nuestro "ser", nos lo ha dado la "cultura madre". Apenas hace cinco siglos, esta inmensa estructura civilizatoria ha sido enriquecida por diversas culturas venidas de Europa, Asia y África, y hoy, como todos los pueblos del mundo, ha sufrido un intenso mestizaje, que la ha hecho más rica, más fuerte y variada, pero nunca ha perdido su raíz y esencia original. El problema es que la colonización nos impide verla, sentirla y dimensionarla en nuestra vida cotidiana. Pero sobre todo, nos impide recurrir a este inconmensurable patrimonio para construir un futuro justo y apropiado como individuos y como país.

Sin embargo, en el " Banco genético de información cultural " de cada persona, existe un tesoro de sabiduría y experiencia humana, que ha sido creado y atesorado por generaciones. Así como cada célula humana tiene la información genética que puede duplicar al individuo que le da vida, de la misma manera, cada persona tiene la información cultural de toda la civilización a la que pertenece. El desafío consiste en activar la "banco genético de información cultural" que existe en cada uno de los mexicanos, para mantener la continuidad en el "propósito social", que por la colonización se ha extraviado momentáneamente en los últimos cinco siglos.

Para las personas, familias y comunidades que "descienden espiritualmente" de la civilización Madre, el futuro se encuentra en la recuperación plena y consciente de su pasado. En tal suerte, el trabajo por recuperar la memoria histórica, el lenguaje, los conocimientos, los espacios y el sentido espiritual y sagrado del mundo y la vida, se convierte en un desafío impostergable e irrenunciable, porque; como personas, familia o comunidad "somos lo que recordamos".

No podemos seguir tercamente renunciando a lo más valioso de nuestra herencia cultural. No debemos darle la espalda y vivir en la orfandad de nuestra cultura Madre. No podemos seguir negando e ignorando la mayor parte de nuestro pasado, en donde está depositada una de las experiencias más antiguas de desarrollo humano del planeta, pletórica de sabiduría. Auto condenándonos a vivir como "extranjeros incultos en nuestra propia tierra". Siempre despreciando violentamente lo propio y exaltando indignamente lo ajeno. Perdidos en el "laberinto de la desolación". Siempre inseguros, violentos, temerosos, frustrados, enfrentados con una paupérrima autoestima.

Los mexicanos tenemos una patria que apenas nace en 1821, con la consumación de la Independencia Nacional. Que ha cambiado sucesivamente su rostro, valores y prioridades. Y también tenemos una "Matria"[3] que nace aproximadamente hace 8000 años y que se mantuvo en esencia inalterada en los primeros 7500 años y que en los últimos cinco siglos se ha "agazapado" y "encubierto" en una maravillosa e increíble "cultura de resistencia", para seguir presente en la actualidad.

La Patria ha sido dirigida por un puñado de personas. Nace como una idea venida de fuera e impuesta por intereses y presiones políticas y, ideológicas, económicas y militares. Se materializa a través de: el territorio, el escudo nacional, la Constitución, la bandera y el himno nacional. Ha tenido diferentes proyectos y los que la dirigen, muchas veces han entrado en severos conflictos y pugnas, que se han resuelto por la violencia política, social, económica y militar. En general, la "Patria" ha favorecido a pequeñas elites.

La Matria, por el contrario, es milenaria, abstracta y se manifiesta por ancestrales sentimientos, actitudes, tradiciones, fiestas, usos, y costumbres. Nació como un proyecto de desarrollo humano endógeno y autónomo. Está profundamente asociada a la espiritualidad, sus creaciones son anónimas, autónomas e históricas. En general "la Matria" siempre ha protegido a todos sus hijos en su seno amoroso.

A partir de la Teoría del Control Cultural, "de la propio y lo ajeno" del Dr. Guillermo Bonfil Batalla, podemos definir: la "Patria" resulta ajena. La "Matria" es propia. La primera la dirigen y controlan una élite política y económica. La segunda la conforma y vive todo el pueblo. Para el ciudadano común, el "control" de la "patria" es ajeno. En cambio, el "control" de la "Matria" es propio. Las decisiones sobre la "Patria" no son propias. Las decisiones sobre la "Matria" son propias. La "Patria" es un fenómeno de “cultura impuesta". La "Matria" es un fenómeno de "cultura autónoma".

La "Patria" viene de la inspiración del mundo grecolatino y se materializa con la creación del primer país del mundo, Estados Unidos de América, en 1776 y posteriormente la Revolución Francesa. La "Matria", en cambio nace en nuestra tierra y con nuestra gente, hace aproximadamente 8 milenios y es una de las seis civilizaciones más antiguas, con origen autónomo de la historia de la humanidad. Posee una sabiduría milenaria, en alimentación, la salud, la educación, la organización y mantuvo por milenios, un mismo "propósito social" dirigida a lo sagrado y divino de la vida y el mundo.

Ha tenido la trascendencia espiritual de la existencia en el vértice superior de su pirámide de desarrollo. Su propósito social ha sido concebido de manera comunitaria. El ser humano es hijo de la tierra y la tierra se entiende como una entidad viva y sagrada. El ser humano tiene como responsabilidad superior, decantar su energía espiritual y coadyuvar para mantener el equilibrio del planeta y las misteriosas fuerzas del universo.

La "Matria" basa sus fuerzas sustentadoras en la conciencia espiritual del individuo, la unión de la familia en los valores y actitudes ancestrales, el respeto absoluto a la naturaleza. La cohesión de la comunidad y el comunitarismo, por lo que rechaza la propiedad privada, el uso de armas y la violencia, así como el uso de la moneda, el atesoramiento y la explotación. La organización y dirección se basa en "el servicio a la comunidad", a través del "mandar obedeciendo".

La "Matria" nos ha legado cuatro actitudes ante la vida y el mundo: los valores acendrados que unen a la familia y a la comunidad. Un infatigable espíritu constructor. El amor y respeto a la naturaleza; una visión mística y espiritual ante el mundo y la vida.

Una cultura milenaria de calidad total.

Nuestra cultura ha sido siempre de CALIDAD TOTAL. Prueba de ello, es que han sobrevivido al tiempo nuestras pirámides, templos, monumentos, y los museos están repletos de objetos, que por estar bien hechos y tener una excelente calidad estética, han podido sobrevivir al tiempo. Esta Calidad Total en nuestra estructura familiar y espiritual, nos han permitido cruzar venturosos estos cinco siglos de negación. Todo esto, en su conjunto, los ha llevado a ser reconocido como PATRIMONIO CULTURAL DE LA HUMANIDAD.

Somos un pueblo con una sólida cultura, que ha sabido trascender su muerte histórica. La conquista, la encomienda, el progreso, la modernidad, el desarrollo, el neoliberalismo y la globalización, no han podido en estos cinco siglos de negacion, borrar el "Rostro propio y el corazón verdadero" de la cultura de nuestros Viejos Abuelos.

Los mexicanos como dignos herederos del Patrimonio Cultural del México Antiguo, debemos conocerlo y estar conscientes de estos valores, para transformar nuestra realidad, con la misma pasión de "ser y transcender", como lo hicieron nuestros sabios abuelos. La excelencia en nuestro desempeño, cualquiera que éste sea, debe estar fundamentado en la pasión que nuestros antecesores mantuvieron para crear una de las seis civilizaciones más antiguas e importantes del mundo. Esta es nuestra mejor herencia.

La excelencia no puede surgir como decreto, mandato o moda importada. La excelencia nace de la conciencia de lo que hemos sido y somos, tanto como individuos, como pueblo. La excelencia es una de las más valiosas herencias culturales que tenemos. La excelencia en un patrimonio cultural que necesariamente, como todo el patrimonio, debemos recuperarlo a partir del estudio, reconocimiento y darle un nuevo significado a los valores que conforman nuestra civilización originaria.

El México del Siglo XXI.

Los mexicanos somos herederos de una de las más antiguas civilizaciones del mundo, que sigue viva, presente y vibrante en cada uno de nosotros, "Los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos". Desde que los maestros toltecas partieron, y los aztecas primero y los españoles después, destruyeron nuestras antiguas instituciones, leyes y autoridades; hemos vivido en la orfandad de nosotros mismos. Unos y otros, transgredieron nuestra esencia civilizadora, para dominar y explotar, tanto a los seres humanos, como a los recursos naturales. Para ello, los colonizadores han pretendido que los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos pierdan el lenguaje, la memoria histórica, los conocimientos, los espacios y la profunda espiritualidad de la vida. En una palabra, todo vínculo con el pasado antes de la invasión.

Estos últimos cinco siglos, de los más de ocho mil años de existencia de nuestra civilización, son tan sólo una larga y oscura noche. Los mexicanos tenemos cinco fortalezas para construir el México que todos deseamos: "El sentido espiritual por la vida, los valores morales y éticos en torno a la familia, nuestra armoniosa relación con la naturaleza, nuestro permanente optimismo por la vida, a pesar de las más terribles adversidades y nuestro infatigable espíritu constructor."

Pero fundamentalmente tenemos vivo, en lo más profundo de nuestros misteriosos adentros, el espíritu de la filosofía, que rigió el desarrollo civilizatorio del Cem Anáhuac. En nuestro "Banco genético", en nuestra "Memoria histórica", en nuestras más vivas tradiciones, usos y costumbres, se guarda el potencial para construir una nación, en donde ya no existan más los vencedores y vencidos, en donde se clausuren los quinientos años de salvaje y deshumanizada colonización, en donde amalgamemos armoniosamente las dos civilizaciones de las que formamos parte. El México del siglo XXI, tendrá que ser construido con las mejores ideas y las más sofisticadas tecnologías de México y el mundo, pero la selección de ellas deberá de ser a partir de nuestros propios principios y criterios, sobre la base de lo que hemos sido y realmente somos, pero fundamentalmente, de acuerdo con lo que deseamos ser como individuos y como nación.

El México soberano, justo, libre y humanizado, que todos deseamos construir para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, tendrá que tener presente la sabiduría de nuestros Viejos Abuelos.

El futuro del Anáhuac es su pasado.


  1. Georg Wilhelm Friedrich Hegel (Stuttgart, 27 de agosto de 1770 – Berlín, 14 de noviembre de 1831), filósofo alemán nacido en Stuttgart, Württemberg, recibió su formación en el Tübinger Stift (seminario de la Iglesia Protestante en Württemberg), donde trabó amistad con el futuro filósofo Friedrich Schelling y el poeta Friedrich Hölderlin. Le fascinaron las obras de Platón, Aristóteles, Descartes, Spinoza, Kant, Rousseau, así como la Revolución Francesa, la cual acabó rechazando cuando ella cayó en manos del terror jacobino. Se le considera el último de los Más Grandes Metafísicos. Murió víctima de una epidemia de cólera, que hizo estragos durante el verano y el otoño de 1831.
  2. Concepto utilizado por el Dr. Guillermo Bonfil, en su libro “México Profundo”, para referirse a los indígenas que han perdido voluntariamente su cultura Madre, tradiciones, usos y costumbres.
  3. El término Matria, utilizado por escritoras como Virginia Woolf, Isabel Allende y Krista Wolf, representa la reconstrucción del término patria. Este término fue también muy utilizado por Miguel de Unamuno y mencionado un par de veces por Jorge Luis Borges. En la Antigüedad Clásica fue utilizada para hacer referencia a la propia tierra del nacimiento y del sentimiento. A lo largo del tiempo se mantiene gracias a la tradición literaria y poética, principalmente en lengua gallega y portuguesa. Edgar Morin la emplea al referirse a la matria Europa, mientras Miguel de Unamuno lo usó para referirse a la matria vasca. Julia Kristeva identifica este término con "otro espacio" que no tiene que ver con la tierra de nacimiento, ni con la legitimación de cualquier Estado, sino con un lugar interior en el que crear un "cuarto propio". También el término es utilizado con frecuencia por pueblos indígenas de América, como los mapuches, aimaras o quechuas. El antropólogo Andrés Ortiz-Osés contrapone la patria española a la matria vasca para intentar explicar el origen de la violencia etarra. La filósofa Victoria Sendón de León, en su libro del mismo nombre y desde una perspectiva feminista, lo identifica con una relectura nueva y posible de viejos conceptos como identidad, raza, lengua, religión, tradición o sexo.