Historia XIV:La obra de Colbert
Colbert, que había llegado a ser el principal consejero de Luis XIV, expuso sus ideas en Memorias que entregó al rey (1663-1664). Creía que el poderío de un Estado depende de «la abundancia del dinero». Juzgaba que había en Europa una cantidad limitada de dinero que «rodaba» de un país a otro por el comercio. No se podía aumentar la cantidad de dinero en un Estado sino disminuyendo la de los demás. Los franceses compraban entonces en el extranjero gran parte de los productos fabricados —las telas de lujo, los tapices, los espejos, el acero—, y pagaban en dinero contante, lo cual hacía salir el oro y la plata del reino. Colbert intentó que no saliesen estos metales de Francia, creando industrias que fabricasen dichos productos. Empleó tres procedimientos:
1.º Creó manufacturas reales, cuyos directores y obreros eran pagados por el rey. En el Hotel de los Gobelinos en París, Colbert estableció la Manufactura real de los muebles de la Corona, dirigida por el pintor Lebrun, en la que se fabricaron tapices para el rey (1662).
Mandó establecer otras fábricas de tapices, en Beauvais y en Aubusson. —Hizo venir de Venecia obreros para la fabricación de espejos y fundó una fábrica que fué trasladada más tarde a Saint-Gobain. —En Alençon, donde se hacían encajes desde larga fecha, Colbert estableció una fábrica real para imitar los encajes de Venecia.
A veces, en vez de pagar directamente a los obreros, el rey se entendía con un particular, le daba una prima y le concedía el monopolio, es decir, el derecho exclusivo de fabricar y vender. De este género fué la fábrica de paños finos de Abbeville. Así el Gobierno introdujo en Francia la fabricación de tapices, de paños finos, de espejos, de encajes, de hojalata, de jabón.
2.º Para permitir a los fabricantes vender sus productos más caros, Colbert estableció derechos de aduanas sobre los productos similares procedentes del extranjero. El reglamento, llamado tarifas, de 1664 impuso derechos elevados, 40 libras por pieza de paño fino, 36 libras por docena de sombreros de castor, tres libras por docena de medias. —La tarifa de 1667 elevó todavía los derechos— a 80 libras para los paños finos, a ocho libras para la docena de medias. Quedó prohibido entrar a ningún precio los espejos de Venecia. Fué lo que se llamó sistema proteccionista. Los italianos le han denominado colbertismo.
3.º Colbert quería lograr que los productos franceses tuvieran en el extranjero buena fama, para que los compradores se resolvieran a adquirirlos. Quiso obligar a los fabricantes a no producir más que artículos buenos. Hijo de pañero, le interesaba sobre todo la fabricación de paños. En las ciudades del Norte de Francia, los obreros estaban reunidos en corporaciones llamadas oficios, cada una de las cuales tenía sus reglamentos que prescribían la manera de trabajar. Colbert intentó introducir este sistema en las ciudades donde no existía. Habría querido aún que, en toda Francia, se fabricasen piezas de paño del mismo largo y de igual calidad. Mandó hacer más de 140 reglamentos.
El reglamento de 1669 fijaba exactamente la calidad de la lana, el número de hilos, el largo y el ancho que debía tener cada pieza, el tinte y la grasa que había de emplearse, que debía ser manteca de cerdo muy blanca. Ordenaba romper todos los telares antiguos que no tenían el ancho exigido.
Si un fabricante no aplicaba el reglamento, era multado y confiscadas las telas. —A la segunda contravención, la tela debía ser expuesta en un poste con un cartel en que figuraba el nombre del comerciante y el del obrero, luego había que hacerla pedazos y quemarla.- A la tercera vez, el obrero o el fabricante debía ser puesto en la picota. Pero los fabricantes se resistieron, y Colbert no logró que sus reglamentos fueran aplicados.
En aquel tiempo en que los caminos estaban empedrados o llenos de baches, se hacía poco comercio por tierra. Para facilitar el tráfico en el interior, Colbert intentó hacer los ríos más navegables. Entonces se hizo el canal de Languedoc, que permitió ir del Mediterráneo al Océano, pasando por el Aude y el Garona. Lo hizo un contratista de aduanas, Riquet, al que se dió en cambio la señoría del canal.
Colbert se ocupó sobre todo del comercio exterior. Le irritaba que los navíos holandeses llegaran a los puertos de Francia a buscar las mercancías extranjeras. Se había establecido un derecho de cincuenta sueldos (dos pesetas y media) por tonelada a los barcos extranjeros. Los holandeses pedían a Luis XIV su supresión. Colbert hizo que fuera mantenido. Esperaba que los franceses se resolvieran a construir barcos que impidieran a los extranjeros hacerles competencia.
Los armadores franceses no eran bastante ricos o bastante atrevidos para emprender solos expediciones a los países remotos. Colbert fundó Compañías de navegación, semejantes a la Compañía holandesa de las Indias (véase capítulo XI).
La Compañía de las Indias orientales, fundada en 1664, debía ser propietaria de todas las islas que ocupase en el Atlántico y el Pacífico, y tener el derecho exclusivo de comerciar en las Indias. El rey se suscribió por tres millones, la mitad del capital. Se construyó un puerto que tomó el nombre de la Compañía, se llamó L’Orient.
La Compañia de las Indias occidentales, establecida en el Havre, debía tener el comercio y el gobierno de todas las colonias de América y de la costa occidental de Africa, y una prima por cada tonelada de mercancías exportadas e importadas.
Más tarde se creó una Compañía del Norte, en Dunkerque (1669) para el tráfico del mar del Norte y del Báltico, y una Compañía del Levante, en Marsella, para el Mediterráneo. Estas Compañías no pudieron pagar dividendos y pronto quedaron arruinadas. Pero el número de barcos franceses se duplicó desde 1670 a 1683.
Colbert encontró la marina de guerra deshecha, no quedaban más que unos cuantos navíos medio podridos. Mandó construir dos flotas, una en el Mediterráneo, otra en el Océano.
En el Mediterráneo, los barcos eran galeras largas y bajas, movidas por remos enormes de 12 metros de largo. Se necesitaban cuatro o cinco hombres para cada remo.
Los remeros, condenados a galeras, iban sujetos con cadenas a los remos. Los guarda-chusma, armados de látigo, estaban en el medio y azotaban la espalda de los hombres para que remasen más fuerte. Como se necesitaban muchos remeros, Colbert recomendaba que se condenase la más gente posible a galeras. Se hacía así con los criminales, los contrabandistas, los alborotadores, los vagabundos, los mendigos. Más tarde se condenó también a los protestantes que intentaban salir de Francia. Se retenía indefinidamente a los condenados a galeras, aun cuando hubiera pasado el tiempo de la condena.
En el Oceáno, los barcos eran fragatas o navíos de línea, de puente alto, armados con dos o tres filas de cañones superpuestos. Tenían tres palos y navegaban a vela. No podían entrar más que en los grandes puertos, en Brest o en Tolón. Colbert mandó construir un puerto de guerra nuevo en Rochefort, en el Charente.
Para tener marinos, Colbert creó un servicio obligatorio. Todos los marinos de la costa de Francia, dedicados al comercio o a la pesca, fueron inscritos y divididos en cinco clases (o tres, según las regiones). Cada clase debía servir de tiempo en tiempo en los barcos del rey. Además, se podía hacer embarcar a todas en caso de necesidad. En cambio, los inscritos percibían sueldo y un pequeño retiro. Este régimen, llamado matrícula de mar se ha conservado hasta nuestros días.