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Horóscopo

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Horóscopo

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I.

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¿Quién será de los sabios de la tierra
el que rumbo señale a su destino?
¿Quién a sus pasos marcará camino
por el caos fatal del porvenir?

Al mirar de las fúlgidas estrellas
la hermosa multitud, ¿quién osaría
de ninguno decir «esa es la mía,
esa es la luz que apagaré al morir»?

II.

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Nadie: el preciado astrólogo que en vela
registrando volúmenes se afana,
lo mismo que la estúpida gitana
del hondo porvenir penetrará;
ya ufano aquél horóscopo lo llame,
llámelo ya buena-ventura aquélla,
ni él en sus libros, ni en sus rayas ella
con el futuro de los hombres da.

III.

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En vano aquél con crédula porfía
el vaticinio del conjuro indaga,
y en vano tienden a la infame maga
la abierta mano donde nada ve.

Si en el mágico círculo del sabio
o el mapa de la torpe embaucadora
un arcano hay recóndito, se ignora;
es una historia donde nadie lee.

IV.

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Si hay una estrella que al mortal arrastra
hasta dar en su fin paso tras paso,
esa estrella a su vez marchará acaso
cruzando los espacios al azar.

Y esa, cual todas las que en medio brillan
del azul con sus chispas tachonado,
cuando muere el mortal predestinado
seguirá su camino sin cesar.

V.

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No rasgues para mí tu denso velo,
¡lóbrego porvenir! –Sea cualquiera,
quiero ignorar la suerte que me espera
y a ciegas quiero hasta mi tumba ir.

No hay para mí ni oráculo ni maga
que a rumbo fijo mi existencia fuerce;
mi voluntad el vaticinio tuerce
y cualquier predicción me hace reír.

VI.

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De mi tiempo a través marcho sereno
sin mirar al futuro, cual pirata
que contempla la mar que le arrebata
sin curar de su barco a dónde va,
y si al cabo borrascas o enemigos
le sorprenden en medio de las olas,
su destreza los salva y sus pistolas,
o el agua amiga panteón le da.

VII.

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Y esa es mi fe: los sabios de la tierra
no detienen mi rumbo ni un momento,
seguro voy a la merced del viento
cuyo inconstante rumbo seguiré.

Yo, remolcando en mi barquilla débil
la indolente fortuna del poeta,
sin envidiar el astro del profeta
cantando alegre por la mar iré.

VIII.

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Tal vez me alcanzarán en mi camino
mil orgullosos barcos más veleros,
coronados sus altos masteleros
de escudos que el orgullo acumuló;
yo los veré pasar de entre las flores
que coronen mi mástil, y su gente
bogará más veloz, más insolente,
no más segura ni feliz que yo.