Huellas literarias/Historietas de Pons

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Historietas de Pons

La primera vez que le vi me figuré que era un orangután que paseaba tranquilamente por la calle, porque la cara de Pons es de mono afligido; esto es, de mono a quien ha pasado una desgracia muy grande; la desgracia quizá de nacer y vivir...

Pons no es ciertamente un caso de felicidad, sino un caso de infortunio inmerecido, a pesar del cual no debe nada a nadie... no sé si al sastre... tal vez a la patrona... Lo que aseguro terminantemente es que nadie puso los hombros para que subiera Pons la penosa cuesta del arte. Con los huesos muy duros, como decía de sí mismo el Sandoz de L'oeuvre, Pons, aunque no tan viejo como Sandoz, ha luchado y vencido. Eso es, en pocas líneas, el panegírico del autor de Historietas.

Hace ya algunos años que llegó a Madrid en situación... que no diré, porque podría pecar de indiscreto. Fernanflor le inició en la vida artística. Con ingenio para escribir, y con ingenio para pintar, dotado de excepcionales condiciones para hacer a pluma y a pelo, Pons se sentía inclinado al periodismo; es decir, se sentía inclinado al viaducto... Consultó «el caso» con el autor de Cuentos rápidos. Le enseñó detenidamente, a guisa de viajante que desdobla un muestrario, una colección de artículos y una colección de dibujos...; y Fernanflor, que tiene, entre otros méritos sobresalientes, buena vista y probada mundología, le aconsejó sin vacilar que se dedicara al dibujo y con especialidad al género caricaturesco.

Fernanflor fue, pues, artísticamente, padrino de Pons en la iglesia de los monos. Fijándose en la cara del catecúmeno, ¿querría Fernández Flórez hacer una sátira?... ¿Encontraría acaso cierta conjunción entre la fisonomía del apadrinado y sus monos del porvenir?... No lo sé; pero es probado que el consejo estuvo en su punto, y que Pons lo aprovechó inteligentemente; tanto, que hoy figura con justicia como el mejor de los dibujantes y caricaturistas de Madrid, y como dibujante, ilustrando obras que edita Lasanta con verdadero primor, me resulta más que como caricaturista en el periódico y en las mismas Historietas.

¿Hay caricatura en España?... De otro modo ¿se presta España a la caricatura? Más, mucho más que cualquier otra nación de Europa. Vivimos... en caricatura. Usos y costumbres, letras y artes, ciencias, el modo de vestir, hasta el modo de andar, todo, absolutamente todo, es triste remedo, parodia ridícula. Vamos perdiendo en absoluto el carácter nacional, típico. Adoro en Andalucía -a pesar de la gracia andaluza- porque es una provincia genuinamente española, sin desperdicio. Cádiz, Sevilla, Málaga, Granada y Córdoba, sobre todo Córdoba y Granada; aquello es árabe, o sea español neto, sin mezcla alguna de extranjerismo; los monumentos, las calles, la manera, en fin, de cada población; y luego los toldos con las casitas blancas, y los claveles encarnados en el pecho y en la cabeza de la mujer morena o rubia, de ojos grandes, luminosos y tristes, que cubren de melancolía el alma de quien los mira...

Pero en Madrid, que es en resumen una copia (muy mala) de París, podría y debería ensañarse el lápiz del caricaturista, regocijando a veces con el ridículo, despreciando otras con la burla, siempre original en la risa y en la mueca.

No sucede así, sin embargo, y el dibujante español suele ser también remedo del dibujante francés. Para tener asuntos, motivos, va a París, es decir, no va a ninguna parte, estudia el mono parisién y... se inspira. ¡Cosa fácil y triste! ¿No basta con plagiar dramas, novelas, comedias, géneros de sport, géneros... de vestir, etcétera? ¿No son suficientes los vertidos del francés? ¿No es ridículo atribuir a Cánovas, que es un monstruo de talento y de ingenio, una hermosa frase, a propósito del amor propio de Castelar, que dijo Julio Claretie en la novela El Renegado sin referirse a Castelar y sin acordarse siquiera del santo de su nombre? Pues de eso vivimos; como grajos.

Los países serios, como Inglaterra y Alemania, son por excelencia, y por ley del contraste, los más caricaturistas. Ya puede decir Pons que no es un Oberlander ni un Busch; no los hay en España. El humor del lápiz corre parejas con el humor de la pluma...

Pons, aunque original, se resiente de la costumbre de imitar; costumbre que no es suya, sino del país donde vive y trabaja. ¿Falta cerebro o sobra holgazanería? Creo que nos pasamos de Adanes. Lo difícil es pensar por cuenta propia, idear algo que sea nuevo; ¡y debe de ser tan cómodo para el artista que le den hecho el trabajo! Los Fagerolles abundan tanto como escasean los Claudios...

Sí, Pons también imita a veces. Su Robo en despoblado, por ejemplo, es realmente un robo, aunque con circunstancias atenuantes, no eximentes, porque ya dijo Hugo que el plagiario merece bien cuando mata lo plagiado, y el paisaje caricaturesco de Pons no hace olvidar que el asunto está visto en caricatura y también en cuadritos franceses.

Pons no tiene necesidad de inspirarse en París. Su ingenio es grande; asombrosa la fecundidad de su lápiz; inagotable el chiste de su propia inspiración; cualidades todas que se destacan enérgicamente en algunos trabajos del libro Historietas.

...Y ya ve Pons, a quien yo aprecio con toda sinceridad, porque después de tratado no tiene nada de orangután y tiene mucho de persona decente y distinguida, que no hay motivo para llamarme, en la dedicatoria de su chispeante libro, castigo que nos han enviado nuestras Antillas para que purguemos, nuestras culpas.

¡Si yo, por más que digan, soy todo corazón!...