Huellas literarias/Maupassant

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Maupassant

Maupassant[editar]

París, 5 (10 H. 30).
La situación del célebre escritor Guy de Maupassant, en el manicomio, es desesperada. Ha sido preciso ponerle camisa de fuerza. R. Blasco.
(De la Correspondencia.)


I[editar]

En medio de la prosa de La Correspondencia, revuelto con un elogio a la señora viuda de Cunill (que obtuvo el premio gordo en el último sorteo) y humillado por la proximidad de otro ditirambo en honor del Sr. Linares Rivas, aparece, sin comentario alguno, el fin trágico de un hombre superior, que no fue ministro de Fomento, ni fabricante de chocolates, ni agraciado con la lotería de Navidad...

Haciéndose oír a despecho del humano tráfico, y a través de las polvorientas nubes que levanta a su paso la caravana mercantil, en el mundo de la disnea del espíritu..., resulta molesto el hombre que pordiosea el pan de la poesía, llamando a las puertas de la vida, cuyo dintel no es ciertamente enramada primorosa sobre la cual revoloteen enjambres de pájaros que saluden la aparición del artista...

El escritor francés Guy de Maupassant, autor de la maravillosa página titulada Pedro y Juan, ha disparado contra sí mismo seis tiros de revólver y se ha herido en el cuello con una navaja de afeitar. -Me alegro. Se va sin haber tenido yo el honor de hablarle. Le he visto en la calle, de lejos, como a Zola, porque jamás me atreví a tutear al genio... -¿Le habría hablado usted en París?- me dijo alguien. -¡Ca!... no, señor. Estuve todo un día en la acera de su casa, haciendo el oso a Zola, por ver su cabeza, con la misma unción monárquica de algunos vecinos de Madrid cuando pasan las instituciones...


II[editar]

«En el próximo mes de septiembre se pondrá a la venta el mobiliario de la casa que ocupaba Guy de Maupassant, en la calle Boceador. -Se venderá también el célebre yate Bel-Ami del insigne novelista.»

¡El yate que sirvió a Maupassant para expatriarse de la vida!... Vivía viajando, En el mar, arrinconado bajo la toldilla de su yate, recibiendo, para no asfixiarse con emanaciones de imbéciles y esclavos, bocanadas de aire libre y sano que le enviaba el mar, misericordioso y grande. Guy de Maupassant está loco...; lo estuvo siempre, porque cuando se piensa y se siente tanto como ha pensado y sentido él, se vive en plena fiebre de locura, y la camisa de fuerza es el único traje para salir a la calle.

¡Pensar mucho y hondo, amar como amó Cristo, sentirse herido todas los días y a todas horas, en las creencias y en las esperanzas, en las ideas y en los sentimientos, y pasear como un sonámbulo por las afueras del mundo, oyendo desde lejos rebuznos. y relinchos del ganado humano!... Devuelto a la tierra, al fango de la existencia, ocupa el lugar que le corresponde: en el manicomio, con camisa de fuerza, abofeteado y herido, manando sangre como un Cristo en el Calvario de las letras que piensan y sienten. ¡Ah, le han matado!

París llora el prematuro fin de uno de sus escritores más predilectos; Maupassant era un gran talento, no por ser naturalista, puesto que no le hacía falta documentarse para brillar en la novela contemporánea. Téngole por el más eximio de los discípulos de Zola... y no me atrevo a decir que puede a veces más que el maestro. Tiene tanta ternura como él, y sabe a su igual desparramarla con arte, ternura exquisita del alma, que no han visto ni sentido, porque no pueden, a través de las abominaciones de La Terre, los lectores fríos de nacimiento; y si su corazón no es mas grande que el de Zola, ni más brillante su paleta de paisajista, suele aventajarle en la manera de hacer, que se parece a la de Flaubert. Es menos cansado en las descripciones, y por lo tanto, más sobrio y pulcro. Bien que Zola no es solamente el jefe de una cátedra de análisis, anatomía y disección a pluma, con monstruosas exageraciones, merced a las cuales acaba de decir Lombroso que Ninon de Lenclos es la única mujer que no ha mentido; Zola es, además, o lleva a cuestas, un mundo de injusticias y persecuciones sufridas con paciencia evangélica.

Es un Cristo... que se venga. No escribe en el cielo, a la diestra de Dios Padre Todopoderoso; escribe en el Sinaí -¡Cómo Rochefort escribe en el infierno, ardiendo en vida!...


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¡Lucidos han llegado...! Maupassant que ya no tiene pluma que esgrimir, es un gallo de Morón. La cara de Zola es un surco por donde ha corrido largo tiempo la tristeza de la vida.

¡Todavía no le deja en paz la traílla de envidiosos que le royeron tanto los zancajos!... ¡Todavía le mandan anónimos y le ofrecen estacazos!... Gracias a que él puede esperar tranquilo a la puerta de su cabaña de Medan, como un viejo mastín que se limita a fruncir las cejas cuando pasa ladrando al rededor suyo una jauría de perrillos falderos.


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...¡Qué bien hubiera descripto Maupassant la peregrinación de la niñita rubia con ojos azules, encontrada ayer en la calle Montparnasse vagando al azar, con el trágico equipo de las abandonadas, y dando por toda contestación: «Mamá está allá... abajo... muy abajo!...»

¡Con qué delicadeza no hubiera comentado la carta de la suicida Margarita C.: «Abandonada por mis padres y por mi amante, traicionada con él por la amiga que me inspiraba más confianza, no quiero vivir más, ¡bastante he vivido ya!... Que no se busque más lejos la causa de mi muerte.»

Mejor que Zola lo habría comentado Maupassant; porque Zola no hubiera podido eximirse de «buscar más lejos la causa del suicidio», llevándose de una dentellada la piel de muchos perrillos falderos...