Huertos Nativos
Bajo toldos de rubios naranjales
serpentea el camino polvoriento
todo lleno de aromas y de viento,
lleno de músicas primaverales.
A las primeras luces matinales
pasa el ganado con su paso lento...
y va el gañán detrás, sucio y mugriento
cabalgando en su potro a los corrales.
Junto a la vieja puerta la ubre ordeña
y la leche, aromada, y espumante,
burbujea en la jarra rebosante.
Y el sol, a su caricia lugareña
enciende el naranjal, fresco y sonoro
cual si puñadas le arrojase, de oro...
De entre el verde follaje, la cabaña
destaca el techo rústico, pajizo.
A un lado está el bambú de áureo carrizo
crujiendo entre el verdor de la maraña.
Mece a lo lejos la flexible caña
su alto penacho, por el viento rizo
y al ondular, su cálamo macizo
alza el rumor de una canción extraña.
Entre belleza tanta no hay, empero,
una que al alma inspire más dulzura
que aquella lejanía de esmeralda,
recamada de virgen espesura...
surge de ahí una loma y en su falda
ondea su abanico un cocotero...