Ir al contenido

Igualdad/Capítulo XV

De Wikisource, la biblioteca libre.
Igualdad
de Edward Bellamy
Capítulo XV: A qué estábamos llegando de no ser por la revolución

"Leemos mucho en los libros de historia," dijo la madre de Edith, "sobre el asombroso extremo hasta el cual algunos individuos particulares y familias tuvieron éxito en concentrar en sus propias manos los recursos naturales, la maquinaria industrial, y los productos de los diversos países. Julian solamente tenía un millón de dólares, pero nos han dicho que muchos individuos o familias tenían una riqueza que ascendía a cincuenta, a cien, e incluso a doscientos o trescientos millones. Ahora bien, algo que nunca he visto mencionado en los libros es el límite, porque debe de haber habido algún límite fijo, para que un individuo pudiese appropiarse de la superficie y recursos de la tierra, los medios de producción, y los productos del trabajo."

"No había límite," repliqué.

"¿Quieres decir," exclamó Edith, "que sólo con que un hombre fuese lo bastante listo y sin escrúpulos podría apropiarse, digamos, de todo el territorio de un país y dejar a la gente de hecho sin sitio alguno para estar a no ser que él lo consintiese?"

"Sin lugar a dudas," repliqué. "De hecho, en muchos países del Viejo Mundo había individuos que eran dueños de provincias enteras, y en los Estados Unidos incluso regiones más inmensas habían pasado y estaban pasando a manos privadas y corporativas. No había límite, no importa cual fuese, para la extensión de tierra que una persona pudiera poseer, y desde luego esta propiedad implicaba el derecho a expulsar a todo ser humano del territorio a no ser que el propietario optase por dejar que los individuos se quedasen bajo pago de un tributo."

"¿Y qué hay de las demás cosas, además de la tierra?" preguntó Edith.

"Era lo mismo," dije. "No había límite para el nivel al cual un individuo pudiera adquirir la exclusiva propiedad de todas las fábricas, tiendas, minas, y medios de la industria, y comercio de todas clases, de modo que ninguna persona pudiera encontrar una oportunidad para ganarse la vida excepto como siervo del propietario y en sus términos."

"Si estamos correctamente informados," dijo el doctor, "la concentración de la propiedad de la maquinaria de producción y distribución, comercio e industria, ya había sido llevada, antes de que usted se quedase dormido, hasta un punto en los Estados Unidos, a través de consorcios y coaliciones de empresas, que suscitaba la alarma general."

"Sin lugar a dudas," repliqué. "Ya entonces, una veintena de hombres de la ciudad de Nueva York tenía en su poder la posibilidad de parar a voluntad todo tren de los Estados Unidos, y la acción combinada de otros pocos grupos de capitalistas habría bastado prácticamente para detener las industrias y el comercio de todo el país, prohibir el empleo a todos, y matar de hambre a toda la población. El propio interés de estos capitalistas en que los negocios continuasen era el único fundamento de seguridad que tenía el resto de la gente para su sustento, día tras día. De hecho, cuando los capitalistas deseaban obligar a la gente a votar como ellos querían, era su costumbre habitual amenazar con parar las industrias del país y producir una crisis de negocios, si veían que el resultado de la votación no iba a convenirles.

"Suponga, Julian, que un individuo o familia o grupo de capitalistas, habiéndose convertido en el único propietario de toda la tierra y maquinaria de la nación, quisiese continuar y adquirir la exclusiva propiedad de toda la tierra y medios económicos y maquinaria de todo el mundo, ¿sería eso inconsistente con la ley de propiedad que tenían ustedes?"

"En absoluto. Si un individuo, como usted sugiere, a causa de su astucia y habilidad, combinadas con herencias, obtuviese un derecho legal a todo el orbe, sería suyo para hacer lo que quisiese con él, tan absolutamente como si fuese un jardín, de acuerdo con nuestra ley de propiedad. Ni es del todo caprichosa su suposición de que una persona o familia llegase a ser propietaria de todo el mundo. Había, cuando me quedé dormido, una familia de banqueros europeos cuyo poder mundial y recursos eran tan inmensos y aumentaban a tan prodigiosa y acelerada velocidad que ya tenían una influencia sobre los destinos de naciones, más amplia que la que quizá ningún monarca hubiese ejercido jamás."

"Y si entiendo su sistema, si ellos hubiesen continuado y alcanzado la propiedad del orbe hasta la más mínima pulgada de terreno con marea baja, habría sido el derecho legal de esa familia o individuo, en nombre del sagrado derecho de propiedad, el dar aviso legal a las personas de la humanidad para marcharse de la tierra, y en caso de incumplimiento de acatar el requerimiento del aviso, instarles en nombre de la ley a constituirse en ayudantes de alguacil y expulsarse de la superficie de la tierra?"

"Indiscutiblemente."

"Oh padre," exclamó Edith, "Julian y tú estáis intentando burlaros de nosotras. Debéis de pensar que nos lo creemos todo siempre que pongáis cara seria. Pero estáis yendo demasiado lejos."

"No me asombra que penséis así," dijo el doctor. "Pero fácilmente podéis quedaros tranquilas leyendo los libros, y ver que no hemos exagerado de ningún modo las posibilidades del viejo sistema de propiedad. Lo que bajo ese sistema se llamaba derecho de propiedad, significaba el derecho ilimitado, de cualquiera que fuese lo bastante listo, a despojar a todos los demás de cualquier propiedad fuese cual fuese."

"Parecería, entonces," dijo Edith, "que el sueño de la conquista del mundo por un individuo, si alguna vez se realizase, era más probable, bajo el viejo régimen, que se realizase por medios económicos que por militares."

"Muy cierto," dijo el doctor. "Alejandro y Napoleón se equivocaron de oficio; deberían haber sido banqueros, no soldados. Pero, de hecho, el tiempo no había madurado en su época para que hubiera una dinastía mundial del dinero, semejante a esta de la que hemos estado hablando. Los reyes tenían una ruda manera de interferir con los llamados derechos de propiedad cuando entraban en conflicto con el prestigio real o producían un peligroso descontento popular. Los mismos tiranos, no soportaban voluntariamente a tiranos rivales en sus dominios. Hasta que los reyes no vieron recortados sus poderes y fue establecido el interregno de falsa democracia, no dejando fuerza viril en el estado o el mundo para resistir el poder del dinero, no llegó la oportunidad para un despotismo plutocrático mundial. Entonces, en la parte final del siglo diecinueve, cuando las relaciones comerciales y financieras internacionales habrían roto las barreras nacionales y el mundo se había convertido en un único campo para las empresas económicas, la idea de un poder monetario universalmente dominante y centralizado no sólo se hizo posible, sino, como Julian ha dicho, se había hasta tal punto materializado, como para que se formase su sombra. Si la Revolución no hubiese ocurrido cuando ocurrió, no podemos dudar de que algo parecido a esta dinastía plutocrática universal o alguna oligarquía sumamente centralizada, basada en el completo monopolio de toda propiedad por un pequeño grupo, habría llegado a ser el gobierno del mundo mucho antes de esta época. Pero desde luego, la Revolución debía haber llegado cuando llegó, así que no hace falta que hablemos de lo que habría ocurrido si no hubiese llegado."