Informe Conadep: 010
El botín de guerra
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Los robos perpetrados en los domicilios de los secuestrados eran considerados por las fuerzas intervinientes como «BOTÍN DE GUERRA».
Estos saqueos eran efectuados generalmente durante el operativo de secuestro, pero a menudo formaban parte de un operativo posterior, en el que otra «patota» se hacía cargo de los bienes de las víctimas. Esto configuraba un trabajo «en equipo», con división de tareas bajo un mando unificado.
«Mi esposo -Jorge Eduardo Alday - fue secuestrado el día 22 de agosto de 1977, entre las 11 y las 12 horas del mediodía, cuando salía de la empresa Carlos Calvo S.R.L. de cobrar sus haberes», relata su esposa en el legajo N° 4512 y prosigue: «Fue un grupo de personas civiles fuertemente armadas, que después de golpearlo y desmayarlo lo introdujeron en un auto particular sin patente partiendo con rumbo desconocido. En la misma fecha de la desaparición de mi esposo, a las 16 hs. fueron allanados mi domicilio y el de mis padres, ambos en la localidad de Valentín Alsina, Pcia. de Bs. As., en procedimientos similares, con mal trato, gran despliegue de personas armadas, violando domicilios vecinos y rodeando totalmente las manzanas. Cuando regresé a mi domicilio, fui detenida en la puerta por esas personas, que tenían a mi madre como rehén "por si yo no llegaba". Me vendaron los ojos y me maniataron. Fui trasladada a un lugar que no puedo precisar, donde me sometieron a todo tipo de tormentos físicos y morales, a la par que me hacían un interrogatorio incoherente. Me liberaron a las cuatro horas en las inmediaciones de Villa Dominico. Cuando me detienen a mí y tenían a mi madre como rehén, vi cómo cargaban en camiones todos nuestros enseres y pertenencias, sin rastros de que hubiese vivido persona alguna en éste. Cuando fuimos a realizar la denuncia correspondiente en la subcomisaría de Villa Diamante y en la 3° de Valentín Alsina, nos informaron que habían actuado en el procedimiento las «Fuerzas Conjuntas», y que éstas habían solicitado «ÁREA».
También en estos casos la seccional de policía correspondiente había sido advertida para que no interviniera ni recibiera las correspondientes denuncias de secuestro y robo. Si bien el saqueo implica un beneficio económico para los integrantes de la «patota» y sus mandos superiores, otra de las motivaciones era el «castigar» a los familiares de los desaparecidos, extendiendo de esta manera el terror.
Así lo hicieron con los familiares de Rita Verónica Eroles Turucz, Legajo N° 3351: «El 21 de mayo de 1978 a las 13.30 hs. a la quinta que tenemos en Hornos, Pcia. de Buenos Aires, llegaron unos siete u ocho vehículos particulares y un furgón de productos alimenticios. Descendieron más de 30 personas que vestían de civil, aunque usaban camisas de fajina debajo de los sacos. Irrumpieron saltando cercos y forzando ventanas de nuestra casa. Mientras tanto habían obligado a todos los habitantes del pueblo a reunirse en la estación de ferrocarril. Todo lo hicieron por la fuerza. Los colocaron boca abajo no permitiéndoles mirar ni moverse. El trato fue brutal. Cuando se retiraron, se llevaron detenidos a mis hijos Ronaldo y Verónica, al esposo de mi hija, Daniel Bidón Chanal, y a un empleado nuestro de nacionalidad uruguaya, Luis Carvalho. Los cuatro siguen aún desaparecidos. Mientras estuvieron en nuestra casa, destruyeron montones de cosas y robaron una edición antigua del Quijote de la Mancha, una Biblia del año 1400 escrita en latín, restaurada, un diccionario bilingüe de 7000 páginas, una colección de «Caras y Caretas» del siglo XIX, una fusta inglesa antigua con virola de plata trabajada, un rifle Máuser de la Guerra Argentino-Paraguaya, artículos de electrónica como radios y grabadores y los marcos de plata de varios cuadros».