Juan Bautista Aguirre (El Comercio de Guayaquil).

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JUAN BAUTISTA DE AGUIRRE.

Aguirre nació cerca de Guayaquil, en la villa del manso y pintoresco Daule, por los años de 1725. Para seguir la carrera del sacerdocio y satisfacer su amor a la ciencia, elijió, a los quince años, el instituto de los jesuitas, que eran, en su tiempo los hombres mas sabios de América. No fue dificil conseguirlo a su bello entendimiento, ni lo fue tampoco el que se conquistara un puesto notable entre los que eran ornamento y lumbrera de su órden. Nombrado catedrático de Teolojia Moral, llamó la atencion su excelente método; y siéndolo de Filosofia, no siguió las huellas de sus antecesores, ántes bien, suprimió el Escolaticismo Aristotélico, para reemplazarlo con el sistema mas claro y preciso de los filósofos modernos. Los anales de la universidad de San Gregorio, en Quito, (hoy de Santo Tomás) guardan su nombre. Arrojado de su patria, con sus compañeros, por órden de Cárlos III, llegó a Italia y se fijó en Ferrara, en donde el renombrado Padre Ricci le hizo Rector de un colejio, convencido de sus méritos: fueron estos tantos y tan fundados, que el Arzobispo del lugar, le nombró examinador sinodal. Sus profundos conocimientos de Medicina, determinaron al médico de Clemente XIII a pedirle en todo su dictamen. Disuelta su asociacion por voluntad de la Sede Apostólica, viajó por muchas ciudades de Italia, hasta que se estableció en Roma, en donde era consultado en materias árduas y delicadas por la Congregacion de Cardenales y por los hombres de todas las condiciones sociales; porque era como un oráculo que todos veneraban. Su salud deteriorada le obligó a permanecer en el castillejo de San Gregorio, cerca de Tívoli aprovechándose de tal circunstancia el Obispo de esta diócesis, para tomarle por su teólogo consultor, como despues lo hizo Pio VII. Llamado por aquel, volvió a permanecer a su lado dictando, por cinco años, un curso de teología moral. Murio en 1786, dejando a la posteridad recuerdos indelebes de su virtud y de su saber: sus restos fueron enterrado en la iglesia de los jesuitas, allí en Tívoli, en donde hoy reposa. Escribió un tratado polémico dogmático que no hemos logrado conocer. Adornado de las dotes que caracterizan al poeta y lleno de abundante erudicion pudo ser uno de los cantores del Parnaso Ecuatoriano: pero por desgracia se dejó inficionar, muchas veces, por el gongorismo y pecó por afectado y estravagente; asi lo desmuestra el único fragmento que se conserva de la descripcion del Monserrate en el peoma que escribió sobre la vida de San Ignacio de Loyola. Sus obras están perdidas y la tradicion solo conserva la memoria de que existian consignadas en numerosos manuscritos; descubriéndolas algun dia, quizás hallaremos bellezas de primer órden en quien, si escojió formas de mala ley para espresarse, el dios de la poesía no dejó por eso de serle propicio alguna vez. Su jénio festivo y satírico, hizo que sostuviera una correspondencia rimada con Dn. Juan Larrea, a una de las cuales pertenece el fragmento que insertamos.


Fragmentos.

Guayaquil, ciudad hermosa,

De la América guirnalda,

De tierra bella esmeralda

Y del mar perla preciosa,

Cuya costa poderosa

Abriga tesoro tanto,

Que con suavísimo encanto

Entre nácares divisa

Conjelado en bella brisa

Lo que el alba vierte llanto;


Ciudad que por su esplendor,

Entre las que dora Febo,

La mejor del mundo nuevo

Y hoy del orbe la mejor,

Abunda en todo primor,

En toda riqueza abunda,

Pues es mucho mas fecunda

En injenios, de manera

Que, siendo en todo primera,

Es en todo sin segunda.


Tribútanle con desvelo

Entre singulares modos

La tierra sus frutos todos

Y sus influencias el cielo;

Hasta el mar que con anhelo

Soberbiamente levanta

Su cristalina garganta

Para tragarse esta perla,

Deponiendo su ira al verla

La besa humilde la planta

Los elementos de intento

La miran con tal agrado

Que parece se ha formado

De todos un elemento!

Ni en ráfagas brama el viento,

Ni el fuego enciende calores,

Ni en agua y tierra hay rigores,

Y así llega a dorminar

En tierra, fuego, aire y mar,

Peces, aves, frutos, flores.


Los rayos que al sol repasan

Allí sus ardores frustan,

Pues son luces que la ilustran

Y no incendios que la abrasan

Las lluvias nunca propasan

De un rocío que de prisa

Al terreno fertiliza

Y que equivale en su tanto

De la aurora al tierno llanto,

Del alba a la bella risa.


Templados de esta manera

Calor y fresco entre sí,

Hacen que floresca allí

Una eterna primavera;

Por lo cual si la alta esfera

Fuera capaz de desvelos,

Tuviera sin duda celos

De ver que en blason fecundo

Abriga en su seno el mundo

Ese trozo de los cielos

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Esta ciudad primorosa,

Manantial de jente amable,

Cortés, discreta, afable,

Advertida e injeniosa,

Es mi patria venturosa;

Pero la siempre importuna

Crueldad de mi fortuna,

Rompiendo a mi dicha el lazo,

Me arrebató del regazo

De esa mi adorada cuna.

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Bibliografía[editar]

  • El Comercio mártes 28 de Mayo de 1875. Año I. Trim I. Núm 8.