Juan Luis Vives (Retrato)
JUAN LUIS VIVES.
[editar]Complácese de tiempo en tiempo la Naturaleza en producir algunos hombres extraordinarios por lo sublime de su talento, como para que sean nuevos y constantes testimonios de su maravillosa fecundidad. De este número fue el inmortal Juan Luis Vives, ornamento singular de Valencia. Nació á 6 de Marzo de 1492 de Luis Vives y Blanca March, ambos recomendables por la nobleza de su sangre, é integridad de sús costumbres. Dedicóse al estudio de la Gramática Latina y de la Filosofía en la Universidad de su patria. No era á la verdad de esperar que en una época en que padecían las buenas Letras la mas lastimosa decadencia, no solo en España, sí también en toda la Europa, encontrase desde luego Maestros proporcionados á la viveza de su ingenio, á la rectitud de su juicio, y á lo infatigable de su aplicación. Mas estas mismas qualidades de que estaba dotado le hicieron conocer, que debía recelar cortos y miserables adelantamientos, mientras siguiese las huellas de un Amiguet, de un Sisó y otros semejantes. Determinóse en fuerza de esta consideración á buscar en otros paises la verdadera enseñanza, negada á los sequaces del bárbaro escolasticismo. Tampoco le satisfacieron en París las sutilezas de un Lax y de un Dullard; pero Lovayna, emporio á la sazón de las ciencias, colmó por último sus deseos. Estudió aquí con el mayor ardor: llenóse de excelentes máximas: hizo progresos asombrosos en las Humanidades y Ciencias: exerció el cargo de Profesor: escribió tratados utilísimos, que hicieron su nombre esclarecido. Establecióse después en Brúxas, y en 26 de Mayo de 1524 casó con Margarita Valdaura y Cervent. La fama que gozaba de sabio le elevó al magisterio de la Princesa María, hija de Henrique VIII de Inglaterra, y de Catalina de Aragón. No pudieron acomodarse su ingenuidad y christiana entereza á los perversos designios de este Monarca en orden á su lamentable divorcio. Vióse precisado á volver al retiro de su casa, sufriendo antes la penalidad de un encierro. Durante su mansión en Inglaterra había recibido en Oxford la borla de Doctor en Jurisprudencia Civil. Continuó en el seno de su familia en el estudio y composición de libros, hasta que el excesivo, y no interrumpido trabajo, origen sin duda de sus prolixas dolencias, consumiendo del todo sus débiles fuerzas, ocasionó quizá su muerte, acaecida en Brúxas á 4 de Mayo de 1540, siendo de edad de 48 años y 2 meses. No tuvo succesion; mas desando á parte sus escritos, aseguraron su memoria los discípulos á quienes había inspirado el mejor gusto. Honorato Juan, Pedro Maluenda, y Fernando Ruiz de Villegas no dexan que desear en apoyo de la doctrina de su Maestro.
Parece ciertamente increíble que un hombre de vida corta é incómoda, tanto por la gota y otros dolores, como por la pobreza que experimentó, llegase á adquirir tan opulento caudal de sabiduría; pero todos los obstáculos ceden á la feliz union del talento y deseo de saber. El eminente grado en que brillaron en Vives, hicieron que aprendiese con perfección nueve idiomas, tres muertos, y seis vivos: que fuese insigne Humanista: Político consumado: el primer Crítico de su siglo: Filósofo y Teólogo muy ilustre.
Al contemplar á este varón de tan alto mérito, tan célebre y venerado, oprimido de escasez, y en la obscuridad de una condición privada, no faltará quien se queje, bien sea de la indolencia, ó bien de la injusticia de los Magnates y Soberanos de aquellos tiempos, cuya benevolencia había procurado captarse, dedicándoles quasi todas sus obras; sin embargo debe atribuirse á otros principios. La descripción que hizo de su vida miserable en el Palacio de Inglaterra, nos evidencia que prefería la tranquilidad doméstica y dulces halagos de las Musas al estrépito y confusión que otros apetecen. La constancia con que se negó á defender ante jueces corrompidos los derechos incontestables de Catalina de Aragón, es una prueba nada equívoca de que gustaba mas de obedecer á su filosofía, la qual le dictaba no ser conveniente prestarse á ello, ni aun á esta misma Reyna infeliz, que á todos los respetos humanos. Su amistad y deferencia para con Erasmo de Roterdam, escritor tan erudito, como osado y famoso, le acarrearon contradicciones. Plugo tal vez á la Providencia separar del tumulto de los negocios al enemigo acérrimo de la barbarie, y restaurador de las Letras, para dexar á su laboriosidad exenta de todo género de estorbos. Ambos títulos le merecieron sus luminosos escritos, en los quales, al paso que un saber profundo y universal, resplandece también la mas sólida piedad. En los incomparables libros De corruptis Artibus, y De tradendis disciplinis, dió las reglas mas oportunas para ahuyentar la barbarie, restablecer y acrecentar las Letras. A ellos se debe el nuevo semblante que tomaron, y el auge á que han ascendido. En los De veritate Fidei Christianae estableció y explicó los augustos misterios de la Religión, y convenció á sus enemigos con tanta piedad como facundia, con igual ingenio que erudición. Si sus Comentarios á los libros de Civitate Dei de S. Agustín sufrieron á los principios oposiciones y menosprecios, aplacada en adelante la tempestad que habían quizá levantado el amargo resentimiento y la inconsideración, se echó de ver que eran muy preciosos y útiles para alcanzar el verdadero sentido de este santo Doctor de la Iglesia. En los De concordia et discordia procuró en quanto estubo de su parte la quietud pública. En los De institutione faminae Christianae y De officio mariti formar buenos ciudadanos. En los De subventione pauperum aliviar á la mendiguez. Escribió además otros muchos opúsculos y tratados excelentes, cuya simple enumeración formaría un largo catálogo. Vease la voluminosa y magnífica colección de sus obras, dada á luz en Valencia en el año 1782 y siguientes.