Juan de Jesús María (Retrato)
FRAY JUAN DE JESUS MARÍA.
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Fray Juan de Jesús María, Carmelita descalzo, nació en Calahorra el año de 1564, Fuéron sus padres el Doctor Diego de San Pedro, hábil profesor de Medicina, y Doña Ana Uztarroz, de familia antigua y noble en el Valle de Roncal del Reyno de Navarra. El amor del padre á la sabiduría, y el de la madre á la virtud, inspirados al hijo desde su tierna infancia, produxéron en su alma efectos maravillosos. Apénas su balbuciente lengua podia articular las voces, quando ya prorumpia en expresiones de caridad y de edificación; y apenas sus pocos años le permitían el discernimiento de las cosas, quando ya se producía con orden en sus discursos. Ayudado su ingenio de su educación, se hallaba antes de salir de la pubertad instruido en los idiomas latino y griego, en la retórica, y con excelentes principios en la filosofía.
Hubieran querido sus padres no apartarle nunca de su lado, porque le amaban en extremo; pero Calahorra presentaba pocos medios para la ilustración de un jóven, sobre cuyas luces se debía vaticinar muy lisonjeramente por los primeros ensayos de su talento. Enviáronle, pues, á la Universidad de Salamanca, y en sus escuelas dió luego testimonios claros de su mucha comprehension y viveza de espíritu, de su amor á la literatura, y de otras prendas que le hiciéron sobresalir entre sus coetáneos, y que no se hablase jamas de su mérito sin admiración.
Ni esta estimación pública, ni los aplausos con que se veía distinguir le envanecieron; la modestia y el respeto á la virtud, que su digna madre había grabado en su corazón, guiaban siempre sus pasos. Apasionado por la vida religiosa, aunque tímido en abrazarla, le determinó á ella el haber oído la historia espantosa de Udon, Obispo de Magdeburgo. Lleno de un santo temor abandonó el mundo, y tomó el hábito de Religioso Carmelita descalzo en el Convento de Pastrana, en donde profesó á los 19 años de edad, renunciando de un pingüe patrimonio que había heredado antes de ligarse con los votos.
Tratábase por entónces de extender en Italia la Reforma Carmelitana, y entre los Religiosos que la Congregación de España determinó enviar á esta empresa fué uno Fray Juan de Jesús María. Llegó á Génova al segundo año de su profesión, y establecido en el Hospicio de Santa Ana, continuó sus estudios con el mismo empeño que los había comenzado. Las obligaciones que en esta parte le prescribía su Instituto ceñían demasiado los límites de su ingenio; no satisfecho pues con ellas, ocupaba todo el tiempo que le dexaban libre en adquirir multitud de conocimientos á que le provocaba su insaciable deseo de saber.
Concluidos los estudios, y ordenado de Sacerdote, quisieron sus Maestros dar un testimonio público de su extraordinario talento y de su vasta erudición, y le llevaron á Cremona á defender unas conclusiones en el Capítulo general que celebraba la Orden en aquella Capital. Correspondió el éxito á las miras de sus Catedráticos, porque brilló de tal suerte en aquel sabio concurso, que no solo adquirió reputación para sí, sino para su nuevo Instituto, que acaso debió en este Capítulo á su virtud y admirable doctrina la confirmación é independencia de su regla.
Vuelto de Cremona á Genova Fray Juan, la Congregación, que había conocido la mucha prudencia y santidad que unia á su sabiduría, le fió el cuidado de los Novicios, creyéndo que, á pesar de su poca edad, ninguno podía ser mas á propósito para desempeñarle en un tiempo en que se debía cimentar sólidamente la Reforma. Así sucedió: no contento con la dirección que por sí daba á los Novicios que tenia baxo de su magisterio, escribió dos obras utilísimas para su perpetua instrucción, y la de los maestros que los habian de dirigir en lo sucesivo. La Descalcez Carmelitana podrá gloriarse siempre de tener en estas instrucciones los mejores modelos de disciplina monástica.
En todo aspiraba este venerable Religioso á la perfección: su estudio, su modestia, sus continuas vigilias, su vida penitente no tenían otro objeto. Amaba el retiro; pero su mérito, formado de sus mismas virtudes, no se le permitía disfrutar: le llevó á Roma á procurar la beatificación de su prodigiosa Reformadora, le mezcló en asuntos de mucha importancia, y por fin le colocó á la cabeza de su Orden en Italia. Libre no obstante, en medio de tan graves ocupaciones, ni alteró su conducta religiosa, ni lo que es mas su método en el estudio: durante ellas escribió sus muchas y sublimes obras, entre las que la Paráfrasis á los Trenos de Jeremías, y al libro de Job y la Interpretación del Cántico de los Cánticos y de varios Salmos, acaso son las mejores de su especie, y las que mas pueden compararse por su claridad, energía, y abundancia de erudicion con las de los Padres de la Iglesia.
Si Vosio felicitó, y con razón, á Calahorra por ser cuna de Marco Fabio Quintiliano, no menos se la puede felicitar por serlo de Fray Juan de Jesús María. Quintiliano se hizo acreedor á este elogio por orador y por maestro de la eloqüencia; y aunque por los mismos títulos adquiridos en su Arte de predicar, en su Compendio de retórica, y en sus Oraciones panegíricas, lo era también Fray Juan, lo es aun mucho mas por sus obras referidas, y por las muchas que compuso teológicas, místicas, políticas, filosóficas y morales, dignas todas del concepto que por ellas formáron de su autor San Francisco de Sales, Clemente VIII y Paulo V, Belarmino, Bosuet, Calmet, Caramuel, y otros muchos sabios que las han conocido. Parece increible que en los pocos años que vivió este Varón ilustre, continuamente ocupado, y casi siempre enfermo, pudiese escribir tanto y tan bien en materias inconexas y las mas delicadas.
Concluido el Generalato se habia establecido en Roma en el Seminario de S. Pablo del Monte Quirinal; pero descontento del bullicio, de que no podia huir en aquella gran Metrópoli, se retiró al Tusculano de S. Silvestre, cerca de monte Cómpatri á quatro leguas de Roma: aquí se dió con tanta intensión al estudio, á la contemplacion y á la penitencia, que no pudiendo resistir su débil naturaleza la terrible impresion de estas fatigas, cedió á sus impulsos, y cayó en una languidez, que le arrebató la vida el 28 de Mayo de 1615 á los 51 de edad.