Julieta y Romeo/Acto 3/Escena 2

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Julieta y Romeo: Tragedia en tres actos (1849)
de Víctor Balaguer
Acto 3, Escena 2

ESCENA II.
CAPULETO, TALERM.
TALERM.

Capuleto!

CAPULETO.

Capuleto! Quién es?… que se me quiere?
ya es la voz que hiere mis oidos?
quién hasta aquí llegó? quién á buscarme
a mansion de los sepulcros vino?

TALERM.

Soy yo.

CAPULETO (bajando las gradas y reconociéndole.)

Soy yo. Talerm!—Partid, partid al punto,
no sabeis que de Dios estoy maldito?

TALERM.

Fué siempre a los que sufren, mi presencia
un bienhechor y saludable alivio.
Si ayer cuando yo vine á vuestra casa,
hubierais mis ofertas atendido,
si esposa de Romeo vuestra hija
con su enlaze feliz, de Dios bendito.
de vuestros bandos apagado hubiese
el infame rencor, el odio impío,
hoy no llorarais, padre desgraciado,
en su postrero y en su eterno asilo.
Mas quién sabe!… tal vez… Dios en sus obras
es grande, es poderoso, es infinito,
es solo un grano en su reló de arena
la eternidad inmensa de los siglos.
En Dios confiad, que Dios todo lo puede.

CAPULETO.

Vuestras palabras abren un camino
á una vaga esperanza…

TALERM.

á una vaga esperanza… Atento oidme.
Si la voz del Señor eterno y pio
por un misterio impenetrable y santo,—
misterios al mortal desconocidos,—
le dijera á Julieta cual á Lázaro:
«del sepulcro levántate! lo exijo!»
y asombrado, confuso, delirante,
cual presa de un insomnio peregrino,
la vierais levantarse y dirijirse
hácia vos, y á su acento compasivo
cual vibracion perdida de una lira
oyerais murmurar: «Oh, padre mio!
«ya el sufrimiento destrozó mis fuerzas,
«tanto es, padre y señor, lo que he sufrido!»
decid, perdonariais á la hija
que sufriendo vivió cruento martirio?

CAPULETO.

De todo corazon la perdonara,
la estrecharia entre los brazos mios,
y besando sus ojos apagados,
y besando sus labios purpurinos,
por ella moriria una y mil veces
si de Dios fueran tales los designios.

TALERM.

Y si oyerais decirle á vuestra Julia:
«padre y señor, le adoro con delirio,
«es mi esposo Romeo, y á mi vida
«los sacrosantos cielos le han unido?…»

CAPULETO.

«A ese enlace renuncia, mi Julieta,—
la diria, Talerm,—estaba escrito
«que mi raza á la raza de Montecho
«odiara por los siglos de los siglos…
«Si has de amar á un Montecho que te infama
«torna á la paz de tu sepulcro frio;
«muerta te quiero ver antes que esposa!»

TALERM.
(Avanzándose, subiendo las gradas que conducen al sepulcro y quedando en pié junto á él.)

Mira esta tumba. Tu rencor inícuo
debiera aquí cesar. Pues qué, no basta.
no basta ya tan grande sacrificio?
Vuestros bandos rivales y perjuros
no te han robado ya todos tus hijos?
El sepulcro apacigua los rencores…
junto al sepulcro estamos!

CAPULETO.

junto al sepulcro estamos! Lo repito.
Si Dios le diera vida á mi Julieta,
yo anulara su enlace maldecido,
que el odio que profeso á los Montechos
hasta el sepulcro vivirá conmigo.

(Talerm toma un sudario que está arrollado junto a los pies de Julieta y lo levanta sobre esta.)

TALERM.

Veis el sudario, pobre vestidura
que al mortal que desciende á este recinto
tan solo guarda Dios? Pues bien, en nombre,
en nombre de ese Dios grande, infinito,
lo suspendo sobre ella.—De Romeo,
de Romeo el enlaze bendecido
aprobariais vos?

CAPULETO.

aprobariais vos? Antes, anciano,
eterno caiga sobre mi el ludibrio,
morir primero que abjurar mis odios.
Morir antes, Talerm.

TALERM.
(Dejando caer el sudario que oculta á Julieta.)

Morir antes, Talerm. Estaba escrito!
No conmueve la fé de mis palabras
su corazon, su corazon de risco.
Descansa pobre victima inocente!
del sepulcro la paz sea contigo!

(Baja pausadamente las gradas y se retira silencioso, siguiéndole Capuleto con la cabeza inclinada.)