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Lágrimas de huérfana

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(Redirigido desde «Lágrimas de Huérfana»)
Obras Completas de Eusebio Blasco
Tomo I, Sección II.
Lágrimas de Huérfana
de Eusebio Blasco

Nota: se ha conservado la ortografía original, excepto en el caso de la preposición á.


LÁGRIMAS DE HUÉRFANA


Bello es mirar la cumbre
de aquel dorado monte,
que allá, en el horizonte,
a confundirse va.
Bello es ver la techumbre
azul del firmamento
y en blando movimiento
huir las nubes ya.

En la noche callada,
pacífica y serena,
oir de la sirena
el canto embriagador,
y ver en la alborada
el sol, que bello asoma,
y en elevada loma
cantar el ruiseñor.

Las flores al murmullo
de algún manso arroyuelo,
cual saludando al cielo
sus cáliz van a abrir.
Y al amoroso arrullo
de fuente cristalina,
su tallo el lirio inclina
queriéndose dormir.

Gozoso, tras la rama,
el jilguerillo canta,
su cántico levanta
-al Dios que le crió.
Solícita le llama
su tierna compañera
desde una enredadera
dó el nido fabricó.

Todo respira vida
y encantos y ventura,
preséntase natura
en todo su esplendor.
Todo a gozar convida
y, en cuadro tal, nos muestra
su competente diestra
del orbe el Hacedor.

          ......

Junto a un seco y viejo robler
entre sauces escondido,
yacen en un triste olvido,
una losa y una cruz.
Y el Sol que alumbra a la tierra
con sus rayos esplendente,
uno envía solamente
para que dé allí su luz.

Un arroyo que ha corrido
largo tiempo por el lado
dó el sepulcro retirado
puede verse en tal lugar,
cual queriendo abandonarle,
hoy su corriente varía,
murmurando sin cesar.

Ni las aves que cantaban
en tal sitio dan hoy trinos,
ni en la tarde los vecinos
pastores paran aquí;
ni la fuente que cercana
está vierte sus raudales:
¡aves, fuentes y zagales
todos se apartan de allí!

Sólo, al finar el estío,
una joven, asaz bella,
llega a este sitio, y con ella
un niño de corta edad.
Y los dos, arrodillados,
vierte lágrimas la hermosa...
¡y el niño, sobre la losa,
no ve ella su horfandad!

Bajo el mármol dó se sienta
yace una madre querida,
que murió al darle la vida
sin llegar a conocer.
Y él, inocente de todo,
teniéndole tan cercana,
mira el llanto de su hermana
sin llegarlo a comprender.

¡Pobres huérfanos! Yo admiro
de la joven la hermosura;
yo comprendo su amargura
y sus lágrimas también.
Y envidio al niño inocente
que no comprende su estado
ó ignora que es desgraciado
pues le falta el mayor bien.

Llora, pobre joven, Hora,
eso prueba que eres buena:
llora, que grande es la pena
que tu corazón sufrió.
Y tú, niño, plegue al cielo
que a la triste edad no llegues
en que inconsolable ruegues
por la que por ti murió.