Prólogo de Veladas de Verano
Las ilusiones tienen su capullo, como las flores.
Los sentimientos del corazón, su aroma como el ambar, y los pensamientos su galanura, como la naturaleza.
Es obvio, es sencillo que al través, de ese inmenso cortinaje de la invención, de los sueños, de las ilusiones, se columbran ideas realizadas, verdades inconcusas y ciertos mágicos sones de lo real y positivo.
La fantasía impera en el corazón, como ráfaga luminosa que con su resplandor descubre un nuevo mundo que es el dichoso albergue del poeta.
Ese mundo donde el vate canta, donde pulsa su lira, lira que envuelve, con sus divinos conceptos y elevadas notas los rasgos de la virtud y lo bello; lira que, siendo material, escudriña los tesoros de la naturaleza, que estudia con afanoso intento ese relativo de lo hermoso, ese valor intrinseco que nos presenta la acabada esfera.
Pero dejando aparte digresiones veladas á nuestra débil pluma, solo nos toca examinar y analizar, en algún tanto, varias de las composiciones presentes, atendiendo á la parte moral que las anima y al sentimiento que las impele, que á las firmas y exterioridades.
Abramos la portada: ¿qué nos dice?
¿Podrá encontrarse dedicatoria más tierna? Ella, por si sola, tiene tanto valor como el pensamiento más sublime; ella expresa el desinteresado móvil que obliga á un estudioso joven á recoger sus ilusiones rim adas para tejer un ramo con las flores de su juventud.
¿Acaso peca cuando nace el poeta y lanza al mundo sus páginas, no con el atrevido y pecador intento de depositar, en ara de las musas, una obra admirable, una cosa acabada, sino con el propósito de asperar al goce, de henchirse de alegría al mirar unidas sus ilusiones, al ver en conjunto sus sueños y enlazados, aunque con modestia, sus publicados pensamientos?
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Aparte de todo esto, vengamos á pesar, con nuestra insegura balanza, el valor de estas poesías y admirar sus bellezas.
Examinemos la composición primera titulada «Lágrimas de huérfana.»
Cuadro tan sentimental como perfecto, llena y expresa completamente la iniciativa del epígrafe. Su lectura enternece, y su sencillez admirable es una prueba de las buenas dotes que adornan á su autor.
«A Pilar» magnífica alegría, rico diseño que refleja lo delicado de un pensamiento tan bien cordinado, como la dulce y sentida armonía de su metro.
¿Quién no estudia con gusto la natural y sencilla composición «La despedida?» ¿Quién no para la atención ante la fogosa y elevada canción «Mi patria?» ¿Quién pasa desapercibida la sencilla y bellísima descripción de la Leyenda en su primer capítulo...? Nadie; porque, sin necesidad de citarlas, ellas mismas interesan y se hacen ostensibles con su lectura.
En el género jocoso todas, sin excepción, llenan su cometido; pero llamaremos principalmente la atención sobre la poesía encabezada con el título «Aclaraciones» ¡Cuánta sal encierran sus versos! ¡Qué chistes tan delicados, y que sutilmente dirigidos!
Seamos un momento minuciosos.
¿A quién no sublima el entonado cuarteto siguiente?
«Furiosa tormenta de pronto levanta
con súbito estruendo terrible huracán,
y el río, rompiendo su cauce y garganta
desbordan, espanto sembrando y afán.»
¿Dónde hay colorido más brillante? ¿Dónde armonía imitativa más escogida? ¿Dónde más elevación y rotundez? Solo estos cuatro endecasílabos son un cuadro completo y una perfecta descripción.
Parémonos en la quintilla
¡«Felíz quien ama y no quiere,
y por no querer se muere,
y por querer pierde vida!
¡Pobre del alma adormida
si por querer se durmiere!»
Los retruécanos son preciosos; la sencillez admirable.
Pero cesemos ya; dejemos á libertad del lector todas en general y cada una en particular de las joyas poéticas que encierra este pequeño libro: su criterio será más recto que el nuestro.
Réstanos tan sólo felicitar á nuestro particular y querido amigo el autor, y alentar, con nuestra desautorizada voz, al joven principiante en la árdua y difícil misión del poeta, para que, guiado por personas competentes y acreditadas en la literatura, pueda recoger algún día el ambicionado laurel del Parnaso.