La importancia de llamarse Ernesto: II - III
(Entra Merriman.)
Merriman: He puesto las cosas de Mr. Ernesto en la habitación vecina a la suya, señor. ¿Supongo que he hecho bien, verdad?
Jack: ¿Qué?
Merriman: El equipaje de Mr. Ernesto, señor. Lo he deshecho y colocado en la habitación contigua a la suya.
Jack: ¿Su equipaje?
Merriman: Sí, señor. Tres portamanteos, un baúl armario, dos cajas de sombreros y un gran cesto para meriendas campestres.
Algernon: Temo que, esta vez, sólo podré quedarme una semana.
Merriman: (A Algernon) Perdóneme, señor. Un caballero de cierta edad desea verle. Acaba de llegar desde la estación en un cabriolé. (Extiende la bandeja con una tarjeta.)
Algernon: ¿Para verme a mí?
Merriman: Sí, señor.
Algernon: (Lee la tarjeta.) Parker y Grisby. Abogados. No sé nada de ellos. ¿Quiénes son?
Jack: (Coge la tarjeta.) Parker y Grisby. Será estupendo que sean quienes deben ser. Espero, Ernesto, que se trate de algún asunto relacionado con tu amigo Bunbury. Quizá Bunbury quiere hacer testamento y te busca como albacea. (A Merriman) Haga pasar a ese caballero.
Merriman: Muy bien, señor.
(Sale Merriman.)
Jack: Espero, Ernesto, que puedas mantener la declaración que me hiciste la semana pasada cuando acabé de arreglar tus cuentas. Espero que no tengas asuntos pendientes de ninguna especie.
Algernon: No tengo ninguna clase de deuda, Jack querido. Gracias a tu generosidad no debo ni un penique, a excepción de unas corbatas, me parece. Jack: Me alegra sinceramente oírlo.
(Entra Merriman.)
Merriman: Mr. Grisby.
(Sale Merriman. Entra Grisby.)
Grisby: (Al Dr. Chasuble) ¿Mr. Ernesto Worthing?
Miss Prism: Él es Mr. Ernesto Worthing.
Grisby: ¿Mr. Ernesto Worthing?
Algernon: Sí.
Grisby: ¿De Albany, B.4?
Algernon: Sí, ahí vivo.
Grisby: Lo siento mucho, señor, pero tengo un auto de embargo contra usted, a demanda del Savoy Hotel, Sociedad Limitada, por 762 libras y unos chelines.
Algernon: ¿Contra mí?
Grisby: Sí, señor.
Algernon: ¡Un perfecto disparate! Yo jamás ceno por mi cuenta en el Savoy. Ceno siempre en el Willi's, que es mucho más caro. No debo ni un solo penique en el Savoy.
Grisby: El auto debía haberle llegado personalmente a usted a Albany, el 27 de mayo. El juicio se efectuó, en su ausencia, el cinco de junio. Desde entonces le he escrito a usted no menos de quince veces, sin obtener respuesta. En interés de mis clientes no va a quedarme pues otra opción que conseguir una orden de arresto contra su persona.
Algernon: ¡Arresto! ¿Qué quieres decir eso de arresto? No tengo la menor intención de irme a ninguna parte. Voy a quedarme aquí una semana. Aquí, con mi hermano. Si cree usted que estaba a punto de volver a la ciudad en el momento en que acabo de llegar, está extremadamente equivocado.
Grisby: Yo soy llanamente un procurador. No acostumbro a usar violencia personal de ningún tipo. El oficial del juzgado, cuya misión es prender al deudor, aguarda fuera en un coche. Posee considerable experiencia en estos asuntos. Es la razón por la que le contratamos siempre. Pero no dudo de que preferirá usted pagar la cuenta.
Algernon: ¿Pagar? ¿Por qué diablos tendría que hacerlo? ¿No se supondrá que llevo dinero' Sería usted muy tonto. Un caballero jamás lleva dinero encima.
Grisby: Me dice la experiencia que siempre hay parientes que pagan.
Algernon: Jack, es verdad, deberías saldar esa cuenta.
Jack: Tenga la amabilidad de permitirme ver el detalle de los gastos, Mr. Grisby... ... 762 libras, 14 chelines... desde el pasado octubre. Me siento obligado a decir que jamás había visto tan temeraria extravagancia en mi vida. (Le alcanza el papel al Dr. Chasuble.)
Miss Prism: ¡762 libras por comer! Algo de bueno debe haber en un joven que come tanto y tan a menudo.
Chasuble: Estamos ciertamente lejos del sencillo plan de vida de Wordsworth para una inteligencia de altura.
Jack: Ahora, Dr. Chasuble, considere usted si estoy llamado, de alguna manera, a pagar la monstruosa cuenta de mi hermano.
Chasuble: Creo que mi deber es decirle que no. Eso sería como alentar su libertinaje.
Miss Prism: Cada cual recoge lo que siembra. Posiblemente la excarcelación le será más provechosa. Lástima que sean sólo veinte días.
Jack: Estoy totalmente de acuerdo.
Algernon: ¡Querido amigo, pero qué ridículo eres! Sabes perfectamente bien que esa cuenta es solamente tuya.
Jack: ¿Mía?
Algernon: Sí, lo sabes muy bien.
Chasuble: Mr. Worthing, una chanza así está completamente fuera de lugar.
Miss Prism: Es un auténtico descaro. Exactamente lo que cabía esperar de él.
Cecilia: Y una ingratitud. No me lo esperaba.
Jack: Nunca piensa lo que dice. Así le va. Quieres decir, ahora, que no eres Ernesto Worthing, residente en Albany. Me maravilla, según andamos, que no niegues en este momento que eres mi hermano. ¿Por qué no lo haces?
Algernon: Oh, yo no haría eso, mi querido amigo. Sería absurdo. Por supuesto que soy tu hermano, así es que deberías pagar mi cuenta.
Jack: Me gustaría decirte lo absolutamente cándido que eres si piensas que tengo la menor intención de hacer algo parecido. El Dr. Chasuble, muy digno rector de esta parroquia, y Miss Prism, en cuyo admirable y advertido juicio tengo gran confianza, son ambos de la opinión de que el encarcelamiento sería muy conveniente para ti. Y yo creo lo mismo.
Grisby: (Mirando el reloj que ha sacado del bolsillo.) Siento estropear una reunión familiar tan encantadora, pero el tiempo apremia. Tenemos que estar en Holloway no más tarde de las cuatro. De otro modo es difícil conseguir el ingreso inmediato. Las normas son muy estrictas.
Algernon: ¡Holloway!
Grisby: Los arrestos de este tipo siempre van a Holloway.
Algernon: Bueno, realmente no necesito que me encarcelen en un barrio extrarradial para ir a merendar a las afueras.
Grisby: La cuenta no es por meriendas sino por cenas.
Algernon: Me da igual. Todo lo que tengo que decir es que no voy a ir a la cárcel en un barrio bajo.
Grisby: Debo admitir que los alrededores son muy de clase media. Pero la cárcel misma está muy de moda y bien ventilada; y existen generosas oportunidades para hacer ejercicio a ciertas horas convenidas del día. Previo certificado médico, que siempre es fácil obtener, se pueden incluso ampliar tales horas.
Algernon: ¡Ejercicio! ¡Santo Dios! Ningún caballero hace ejercicio. Me parece que usted no sabe lo que es un caballero.
Grisby: He tratado a tantos, señor, que en efecto temo no saberlo. Es un género muy variable. Resultado del cultivo, indudablemente. Y ahora, señor, si es tan amable de venir conmigo, y no tienen inconveniente.
Algernon: ¡Jack!
Miss Prism: Le ruego que sea firme, Mr. Worthing.
Chasuble: En una ocasión como ésta, cualquier debilidad estaría fuera de lugar. Sería una manera de autodecepción.
Jack: Seré absolutamente firme. Desconozco lo que sean la debilidad o la decepción de cualquier tipo.
Cecilia: ¡Tío Jack! Tú tienes algún dinero mío, ¿no? Déjame que pague yo esa cuenta. No me gusta que un hermano tuyo vaya a prisión.
Jack: Pero, Cecilia, tú no puedes pagar, sería absurdo.
Cecilia: Entonces, ¿quieres hacerlo tú? Creo que lamentarías si permitieses que encerraran a tu hermano. Y naturalmente estoy en completo desacuerdo con él.
Jack: ¿Hablarías con el otra vez, Cecilia? ¿Lo harías?
Cecilia: Desde luego que no, al menos, por supuesto, que me hablase primero él. Sería muy maleducado no responderle.
Jack: Bien, me cuidaré de que no hable contigo. Cuidaré de que no vuelva a hablar con nadie en esta casa. Hay que frenar a este hombre. Mr. Grisby...
Grisby: ¿Sí?
Jack: Pagaré la cuenta de mi hermano. Es la última cuenta suya que pago. ¿Cuánto es?
Grisby: 762 libras y 14 chelines. El coche supone un extra de 9 peniques, ya que ha sido contratado para mayor comodidad del cliente.
Jack: De acuerdo.
Miss Prism: Debo decir que tanta generosidad es, en mi opinión, una locura.
Chasuble: (Haciendo ondular su mano.) El corazón posee cierta sabiduría, Miss Prism, tan efectiva como la de la cabeza.
Jack: El cheque a nombre de Parker y Grisby, supongo.
Grisby: Sí, señor. Y tenga la amabilidad de cruzarlo. Gracias. (Al Dr. Chasuble) Buenos días. (El Dr. Chasuble se inclina fríamente.) (A Algernon) Espero tener el placer de volver a verle.
Algernon: Yo sinceramente espero que no. Tiene usted extrañas ideas sobre la clase de sociedad con la que un caballero debe mezclarse. Y ningún caballero desea conocer a un procurador que quiere llevarlo a una prisión en el extrarradio.
Grisby: Así es, así es.
Algernon: Por cierto, Grisby, usted no volverá a la estación en coche. Porque es mi coche. Se alquiló para mi comodidad. Deberá volver a la estación andando. Se alquiló para mi comodidad. Deberá volver a la estación andando. Lo que, además, le vendrá muy bien. Los abogados no andan lo suficiente. No conozco a un solo abogado que haga el suficiente ejercicio. Por regla general se pasan el cía sentados en atiborradas oficinas descuidando sus negocios.
Jack: Puede usted utilizar el coche, Mr. Grisby.
Grisby: Gracias, señor.
(Sale Grisby.)
Cecilia: Estamos teniendo un día muy sofocante, ¿no es verdad, Dr. Chasuble?
Chasuble: Hay truenos en el aire.
Miss Prism: La atmósfera quiere aclararse.
Chasuble: ¿Leyó el Times esta mañana, Mr. Worthing? Hay un artículo muy interesante sobre el crecimiento del sentimiento religioso entre los seglares.
Jack: lo leeré después de cenar.
(Entra Merriman.)
Merriman: La comida está servida, señor.
Algernon: Una excelente noticia. Estoy tremendamente hambriento.
Cecilia: (Interponiéndose) Pero ya has comido.
Jack: ¿Ya?
Cecilia: Sí, tío Jack. Ha tomado unos sándwiches de paté de foie y una botellita de ese champán que te recomendó el médico.
Jack: ¡Mi champán del 89!
Cecilia: Sí, pensé que tendría los mismos gustos que tú.
Jack: ¡Bien! Pues si ha comido una vez no debe esperar hacerlo dos. Sería absurdo. Miss Prism: Participar en dos comidas el mismo día no es libertad, sino libertinaje.
Chasuble: (Incluso los filósofos paganos condenan el exceso en la comida. Aristóteles habla con severidad de ello. Le aplica los mismos términos que a la usura.
Jack: Doctor, ¿le importaría acompañar a las damas a comer?
Chasuble: Encantado.
(Va hacia la casa con Miss Prism y Cecilia.)
Jack: Tu bunburysmo no ha tenido gran éxito después de todo, Algy. No creo que sea buen día para bunburyzar, ni para mí mismo.
Algernon: El bunburysmo tiene, como cualquier otra cosa, sus altas y bajas. Me gustaría que me permitieras comer algo. Pero lo principal es que he visto a Cecilia y que me parece deliciosa.
Jack: No debes hablar así de Miss Cardew. No me gusta.
Algernon: Bueno, y a mí no me gusta tu ropa. Te queda ridícula. ¿Por qué no subes a cambiarte? Resulta una niñería absoluta ir de luto riguroso por un hombre que va a pasar contigo una semana en tu casa, como invitado. Se podría llamar grotesco.
Jack: Ten por seguro que no vas a pasar una semana en mi casa, ni como invitado ni como nada. Deberías tomar el tren de las cuatro y cinco.
Algernon: Ten por seguro que no te dejaré mientras estés de luto. Un amigo no lo haría. Si yo estuviera de luto, imagino que te quedarías conmigo. De no hacerlo, serías muy poco cariñoso.
Jack: Y si me cambio de traje, ¿te irás?
Algernon: Sí, pero no si tardas. Nunca he visto a nadie que tarde tanto en vestirse con tan pobre resultado.
Jack: En cualquier caso, es mejor que ir tan afectado como tú.
Algernon: Si ocasionalmente soy algo afectado, lo compenso siendo siempre muy educado.
Jack: Tu vanidad es ridícula, tu conducta un ultraje y tu presencia en mi jardín, completamente absurda. En cualquier caso, tendrás que tomar el tren de las cuatro y cinco, y espero que tengas un agradable viaje de regreso a Londres. El bunburysmo, como lo llamas, no ha sido un éxito para ti.
(Entra en la casa.)
Algernon: Yo creo que ha sido un gran éxito. Estoy enamorado de Cecilia y eso es todo. Muy bien, pero no se puede ser Bunbury cuando se tiene hambre. Pienso que en la comida nos vamos a juntar.
(Va hacia la puerta. Entra Cecilia.)
Cecilia: He prometido al tío Jack que no volvería a hablar contigo, a no ser que tú me preguntaras algo. No puedo comprender por qué no me preguntas algo, sea lo que sea. Temo que no seas tan absolutamente intelectual como pensaba.
Algernon: Cecilia, ¿me está permitido ir a comer?
Cecilia: Me maravilla que aún puedas mirarme a la cara, después de lo que ha ocurrido.
Algernon: Me encanta mirarte a la cara.
Cecilia: Pero, ¿cómo pudiste intentar colocar tu horrible cuenta al pobre tío Jack? Es algo inexcusable.
Algernon: Sé que lo es; pero el hecho es que tengo una memoria miserable. Había olvidado por entero que debía 762 libras y 14 chelines en el Savoy.
Cecilia: Bien, reconozco que me alegra oír que tienes mala memoria. La buena memoria no es la cualidad que las mujeres más admiran en los hombres.
Algernon: Cecilia, estoy terroríficamente hambriento.
Cecilia: No puedo entender que tengas tanta hambre, considerando todo lo que has comido desde el pasado octubre.
Algernon: Oh, todas esas cenas eran para el pobre Bunbury. La cena era lo único que el doctor le permitía comer.
Cecilia: Bueno, no me extraña que ese Mr. Bunbury esté siempre enfermo, si se come la cena de seis o siete personas cada noche de la semana.
Algernon: Eso es lo que siempre le digo. Pero parece creer que sus médicos saben más. es absolutamente tonto en lo que concierne a los médicos.
Cecilia: Desde luego no me parece justo que mueras de hambre, así que diré al mayordomo que te traiga algo de comer.
Algernon: Cecilia, eses un ángel. ¿Podré verte otra vez antes de irme?
Cecilia: Miss Prism y yo estaremos aquí después de la comida. Siempre damos la lección de la tarde ahí, a la sombra del tejo.
Algernon: ¿Y no podrías inventar algo para alejar a Miss Prism?
Cecilia: ¿Me pides que invente una mentira?
Algernon: Oh, una mentira no, claro está. Simplemente algo que no es del todo verdad, pero podría serlo.
Cecilia: Temo no poder hacerlo. No sabría cómo. La gente no se preocupa jamás de cultivar la imaginación de las chicas jóvenes. Es el mayor defecto de la educación moderna. Aunque, cabe decir que el querido Dr. Chasuble está esperando en algún lugar para ver a Miss Prism. Ella, sin duda, irá a su encuentro, pues no le gusta nada hacerlo esperar. Algernon: ¡Magnífica sugerencia!
Cecilia: Yo no sugiero nada, primo Ernesto. Nada me induciría a decepcionar a Miss Prism ni en el menor detalle. Sólo he querido señalar que si se adopta cierta línea de conducta, se sigue de ahí cierto resultado.
Algernon: Por supuesto. Te pido perdón, prima Cecilia. Estaré pues aquí hasta las tres y media. Tengo algo muy serio que decirte.
Cecilia: ¿Serio?
Algernon: Sí, muy serio.
Cecilia: En tal caso es mejor que nos encontremos dentro de la casa. No me gusta hablar de cosas serias al aire libre. Parece muy artificial.
Algernon: Entonces, ¿dónde nos vemos?
(Entra Jack.)
Jack: El coche está en la puerta. Debes irte. Tu lugar está junto a Bunbury. (Mira a Cecilia.) ¡Cecilia! ¿No crees, querida, que harías mejor volviendo con Miss Prism y el Dr. Chasuble?
Cecilia: Sí, tío Jack. Adiós, primo Ernesto. Temo que ya no te veré, tengo que tomar mis lecciones con Miss Prism en el salón a las tres y media.
Algernon: Adiós, prima Cecilia. Has sido muy amable conmigo.
(Sale Cecilia.)
Jack: Ahora, Algy, mírame. Tienes que irte. Y cuanto antes lo hagas, mejor. Bunbury está terriblemente enfermo, y tú lugar está a su lado.
Algernon: No puedo irme en este momento. Tengo que comer antes mi segunda comida. Y te complacerá oír que Bunbury está mucho mejor.
Jack: Bien, de cualquier modo tienes que irte a las tres y cincuenta. He ordenado que preparen tu equipaje y el coche volverá en cuanto dé una vuelta.
Fin del segundo acto.