La única solución

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Miércoles 15 de agosto de 1916

Editorial

La única solución

El Partido Colorado está dando un alto ejemplo de vitalidad y de capacidad democrática, al iniciar su reorganización, necesaria para el triunfo en las luchas próximas con el adversario. En las sesiones celebradas por la Convención Nacional se han concertado opiniones a fin de que esa tarea se realice en forma tal que sus resultados estén de acuerdo con las exigencias del momento actual. El programa de lucha que, como consecuencia de esas deliberaciones, seguirá el Partido Colorado, tiene, necesariamente, que desconcertar y desilusionar a los que creían llegada la oportunidad de alzarse con el santo y la limosna, aprovechando lo que suponían una desorientación colectiva de nuestras fuerzas cívicas. El Partido Colorado, en su acción de tres lustros, a conseguido algo más que la dirección efectiva de los destinos nacionales por su preponderancia sobre el conjunto de las demás fuerzas partidarias. A conseguido, en efecto, hacer imposible, por moralidad y por interés patriótico, todas las componendas y los arreglos tramados entre los que accidentalmente llegaban a ciertas posiciones burocráticas y los que acechan la llegada de época confusión para probar fortuna con su intervención personal. La coparticipación, los acuerdos, los feudos y las ubicaciones personales, eran, hasta hace pocos años, la solución obligada para mantener posiciones conquistadas por sorpresa, pero no apoyadas por la voluntad nacional. Conformado los dirigentes, se acaban, en la apariencia o se creían acallar las protestas de los partidarios populares, hasta que un nuevo incidente de la vida política hacían necesarias nuevas combinaciones, a las que se presentaban de buen grado los que perteneciendo a un partido o siempre pertenecer francamente a ningún partido político definido oscilaban de uno a otro llevados por el viento variable de la oportunidad. Los últimos gobiernos, haciendo política de partido, leal y honestamente entendida, dieron al traste con todos esos arreglos, con la satisfacción de todo el país y con el disgusto de los que veían desaparecer definitivamente las ocasiones de constituirse en factores de conciliación.

Esa obra del Partido Colorado queda en pie. El país, hoy, no aceptaría la vuelta de los regímenes que, sin consultar su voluntad, se establecían en camadería entre hombres de distintas tendencias o de tendencias posibilistas. Y quedando en pie esa obra, vuelan como soplados por el viento todas las ilusiones abrigadas desde que el comicio del treinta fue contrario a nuestro programa.

Bajo el imperio de la política de partido, el nuestro realizo una obra que será mejor apreciada aún en el futuro que en el presente, porque para entonces, no solo se habrá formado una conciencia general más favorable a las ideas generosas, sino también porque habrá desaparecido la protesta de los intereses, necesariamente incomodado, aunque no en una pequeña parte, cuando se trata de innovaciones que existen un sacrificio colectivo para conquistar, también, beneficios colectivos. Esa obra no puede proseguirse, porque así lo ha manifestado la voluntad del país, y el partido Colorado tiene el deber y el honor de acatar las decisiones nacionales.

Pero el nuevo rumbo a de ser tomado por el propio Partido, con su sola conciencia y con su sola fuerza. Si el programa de principiios no cuenta con el asentimiento de todo el Partido –el más mumeroso y el más capaz de todos los partidos del país- se reforma el programa, se pone en íntimo acuerdo con todas las voluntades, parta que sea el Partido –sin mezclas, el que continue en la dirección de los destinos nacionales. Ese es el camoino derecho, es la solución única, que inspira hoy a todos nuestros hombres y que ha determinado las decisiones de la Convención Nacional. Hacer lo contrario, admitir al adversario o tranzar con sus caprichos o sus intereses, sería hacer poco honor al Partido que a sabido implantar en la república el régimen de la moralidad política y de la condenación a las subversiones democráticas! Esto podrá desilusionar a algunas personalidades aisladas; pero satisface al Partido y al País!