La Alpujarra:1

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[...]

HOMERO.- Aunque yo me hubiera matado a fuerza de imaginar fábulas alegóricas, todavía habría podido suceder que la mayor parte de las gentes hubiesen tomado la fábula en un sentido demasiado próximo, sin buscar más lejos la alegoría.

ESOPO.- Eso me alarma... ¡Me horrorizo al pensar si irán a creer los lectores que los animales han hablado verdaderamente, como lo hacen en mis apólogos!

HOMERO.- Es un temor muy chistoso...

ESOPO.- ¡Toma! Si ha llegado a creerse que los dioses, han dicho las cosas que vos les hacéis decir, ¿por qué no se había de creer que los animales han hablado de la manera que yo les hago hablar?

HOMERO.- ¡Ah! No es lo mismo. Los hombres aceptan que los dioses, sean tan locos como ellos; pero no admiten que los animales sean tan sabios.


(FONTENELLE.- Dialogues des Morts.)




Primera parte: El valle de Lecrin[editar]

Preparativos de viaje[editar]

Todo estaba dispuesto para marchar.

Era la mañana del 19 de Marzo de 1872, día de San José -en el Almanaque romano- y víspera de la entrada de la primavera en el hemisferio septentrional.

Hacía tres días que mi compadre y yo nos hallábamos en Granada.

Mi compadre era aquel excelente amigo de Madrid que iba a la Alpujarra a asuntos propios; -asuntos que, dicho sea de paso, respetaré y omitiré completamente.

Además, en Granada se había asociado a nuestra expedición, accediendo a mis súplicas, cierto primo mío, más semítico que jafético, a quien quiero como a un hermano, camarada tradicional e indispensable en mis reiteradas excursiones a caballo por aquella provincia.

Todos teníamos relaciones en los pueblos alpujarreños, y habíamos escrito ya a nuestros respectivos amigos, después de hacer minuciosamente el plan del viaje, avisándoles el punto y hora en que nos prometíamos abrazar a cada uno.

Los criados habían salido el día anterior, a esperarnos en la Venta de Tablate; esto es, a seis leguas de Granada, al pie del flanco occidental de la gran Sierra...

Hasta allí iríamos en la Diligencia de Motril, que dejaríamos (o más bien ella nos dejaría a nosotros) en aquella venta, desde la cual arranca el camino de Lanjarón.

Y como el tal camino se convierte luego en sendas de palomas, según indicamos en los PROLEGÓMENOS, habíamos prevenido también que en Órgiva (donde haríamos noche) nos aguardasen mulos del país (calificados de irreemplazables para las asperezas extraordinarias), en los cuales nos proponíamos atravesar al día siguiente el famoso Puerto de Jubiley y lo más encumbrado de la Contraviesa.

Los caballos pasarían entonces a formar a retaguardia (éste era el plan a lo menos), de reserva para los senderos verosímiles, y especialmente para las ramblas, las playas y los ríos.

Por último: iban conmigo, como ayudantes de campo de mi memoria:

D. DIEGO HURTADO DE MENDOZA, Caballero,

LUIS DEL MÁRMOL CARVAJAL, Andante en corte,

y GINÉS PÉREZ DE HITA, poeta y soldado; testigos presenciales los tres e historiadores especiales de la Rebelión y Guerra de los moriscos:

D. FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA, el preclaro apologista de Zoraya, vulgo Doña Isabel de Solís, y autor del drama titulado Aben-Humeya:

MAHOMA, autor de El Corán:

CONDE, historiador de la Dominación de los Árabes en España:

WASHINGTON IRWING

y WILLIAM PRESCOTT, orgullo entrambos de su patria y de la nuestra:

Los dos hermanos LAFUENTE ALCÁNTARA...

MIGUEL, el gallardo historiador granadino,

y EMILIO, el discreto colector y traductor de las Inscripciones árabes de Granada:

MR. DOZY,

MR. ROMEY

y MR. SACY, sabios extranjeros, enamorados de la España moruna:

D. PASCUAL DE GAYANGOS, nuestro ilustre orientalista, acompañando, a fuer de buen traductor, a

AL-MAKARI, historiador árabe del siglo XVII:

D. FRANCISCO FERNÁNDEZ Y GONZÁLEZ, cuyo sabio estudio sobre los Mudéjares le valió el ingreso y un laurel en la Academia de la Historia:

D. JOSÉ MORENO NIETO, el antiguo Catedrático de árabe, actual Rector de la Universidad de Madrid, tan versado en las cosas de los infieles como en las de los fieles:

D. AURELIANO FERNÁNDEZ GUERRA, insigne literato, y al par investigador erudito de las antigüedades romanas de Granada:

Los hermanos D. JOSÉ y D. MANUEL OLIVER, que pronto demostrarán de nuevo, con un libro sobre la Granada árabe, toda la profundidad de sus estudios:

D. FRANCISCO SIMONET, consumado arabista cuanto dulce poeta cristiano.

D. JOSÉ AMADOR DE LOS RÍOS, el renombrado historiador de Los Judíos en España:

D. FLORENCIO JANER, cuyo trabajo sobre los moriscos fue justamente premiado por la Academia de la Historia:

Todos los demás ACADÉMICOS DE LA HISTORIA y así los pasados, como los presentes, como algunos de los futuros:

El alemán SCHACK, seguido de su galano traductor el eminente literato D. JUAN VALERA:

CASIRI el siro-maronita, Bibliotecario que fue del Escorial:

ABU-ZACARÍA, botánico y filósofo agareno:

IBN-ALJATHIB, poeta, geógrafo e historiador, príncipe de los ingenios arábigo-granadinos:

BEN-KATIB-ALCATALAMI,

ABU-SOFIAN,

ABULFADHL-BEN-XAFAT-ALCAIRAWANI,

y ABULATAHIA, altísimos poetas mahometanos, de quienes ya os recitaré algunos versos:

ABEN-RAGID, historiador concienzudo, muy mentado por los demás:

IDRISI, el gran geógrafo musulmán:

IBN-HAYYAN,

XERIF,

ALEDRIX,

ABU-HARIRAT, y otros escritores orientales, cuyas obras han sido traducidas por los Sres. Gayangos, Fernández y González, Moreno Nieto, Oliver, Simonet, Mr. Dozy y demás arabistas mencionados:

El Veedor y Contador de la Alhambra en 1753, D. MANUEL NÚÑEZ DE PRADO, autor de una Relación Auténtica sobre la repoblación de La Alpujarra y otras tierras después de la expulsión de los moriscos; obra importantísima, que hojearemos en lugar oportuno:

MIÑANO, -maltrecho todavía de resultas de la brillante Corrección fraterna de D. Fermín Caballero,

y el merecedor de otra por el estilo, D. PASCUAL MADOZ, ambos geógrafos a la antigua:

D. JUAN BAUTISTA CARRASCO, el geógrafo a la moderna:

El insigne naturalista D. SIMÓN DE ROJAS CLEMENTE, sapientísimo autor de la Historia natural de Granada, etc., etc.:

D. MANUEL DE GÓNGORA, el anticuario infatigable, ingenioso autor de las Antigüedades prehistóricas de Andalucía:

El Beneficiado ALONSO DEL CASTILLO, morisco de origen, Intérprete de Felipe II y Romanceador del Santo Oficio, cuyo Cartulario, publicado en 1852 por la Academia de la Historia, contiene algunas cartas de ABEN-HUMEYA y ABEN-ABOO, sumamente interesantes:

MIGUEL DE LUNA, morisco también, historiador muy embustero, pero muy divertido por lo mismo:

HERNANDO DE BAEZA, de quien mi malogrado amigo Emilio Lafuente publicó, poco antes de morir, curiosísimas páginas, bajo el título de Relaciones de los últimos sucesos del Reino de Granada:

HERNANDO DEL PULGAR, Cronista de los Reyes Católicos,

El Licenciado FRANCISCO BERMÚDEZ DE PEDRAZA,

El CURA DE LOS PALACIOS,

El Maestro GABRIEL RODRÍGUEZ ESCABIAS,

FRAY MARCO DE GUADALAJARA,

CÓRDOBA Y PERALTA,

SALAZAR Y CASTRO,

ROBLES,

ZURITA,

ALONSO DE PALENCIA,

y otra infinidad de cronistas, poetas, militares, golillas, diplomáticos, inquisidores, prelados, ministros y hasta reyes, autores de manuscritos de todo linaje referentes a la Alpujarra, de los cuales algunos han sido publicados en la Colección de documentos inéditos y los demás esperan todavía la luz pública en los Archivos Municipales de Granada y de Guadix, en el gran Archivo de Simancas, en la Biblioteca del Escorial, en la Nacional, en la de Palacio, en la de la Academia de la Historia, en la del Duque de Osuna, etc., etc., etc., etc., etc., etc., etc., etc., etc., etc., etc., etc., etc., etc., etc.

¡Personal inmenso y lucidísimo! ¡Comitiva digna de un sabio de primer orden! ¡Estado Mayor que me haría pasar a vuestros ojos por el Generalísimo de todos los autores aplicados, laboriosos y concienzudos habidos y por haber, si yo no tuviese ahora la honradez de confesar que... no todos los escritores susodichos me eran familiares; sino que... francamente... a unos sólo los conocía de vista; a otros sólo de oídas; a éste por citas que insertaba aquél; a aquél por referencias que hacía éste; a algunos por simples extractos de sus obras; a muchísimos bajo la fe de traducciones ajenas, y a varios de ellos por meros informes de caritativos amigos, más estudiosos que yo, a quienes había importunado, y sigo importunando, con incesantes preguntas orales y epistolares...!

Pero sea como quiera, habéis de convenir, amadísimos lectores, en que no iba a la Alpujarra mal acompañado...

Acompañadme también vosotros con una benévola atención, y este viaje será redondo.