Ir al contenido

La Argentina: 04

De Wikisource, la biblioteca libre.
La Argentina
de Martín del Barco Centenera
Canto tercero: En que se trata de la calidad de la tierra, animales, reptiles y espantosísimas víboras y serpientes; de la sirena, del carbunclo, de unas mariposas que se tornan en gusanos, y después en ratones, y otras maravillas



Demás de que en nosotros señalada
la lumbre está de Dios como creemos,
y el alma por él mismo fue criada
a su bendita imagen, lo leemos.
Para que de esta suerte doctrinada
en bien fuese así mismo, si queremos
mirar las corporales criaturas,
veremos que son vivas escripturas.


La flor de la granada o granadilla
de Indias, y misterios encerrados,
¿a quién no causará gran maravilla?
Figúranse los doce consagrados
de una color verde y amarilla;
la corona y los clavos tresmorados
tan natural están, y casi al vivo,
que yo me admiro agora que lo escribo.


Un árbol hay pequeño de la tierra
que tiene rama y hoja menudita;
en tocando la hoja ella se cierra,
y en el punto se pone muy marchita.
Yo he visto yendo veces a la guerra
por los campos aquesta yerbecita,
Caycobé se llama, y es tenida
por yerba viva, y nómbranla de vida.


Quién no se admirará luego en oyendo
que hay un papagayo muy hermoso,
la hembra cuando huevos va poniendo,
tres pone, que es el número gracioso.
Al punto que los pollos van saliendo
conoce el papagayo el que es vicioso
y sobra; y así le mata en aquel día,
dejando macho y hembra para cría.


Al Micuren dio Dios una bolsilla
por medio de los pechos, en que encierra
siete u ocho hijuelos; si seguilla
procura otro animal, le hace guerra
a quien le sigue, y guarda su cuadrilla
como suele hacer la brava perra;
y en viéndose de mal libre y de duelos,
abre la bolsa y salen los hijuelos.


El Yumirí, que es oso hormiguero,
¿a quién no espantará su compostura?
Por boca tiene un muy chico agujero,
como un novillo grande, y de hechura
del oso acá común; no es carnicero,
y prívale de serlo el angostura
de la boca, mas vence al tigre fuerte,
causándole por hambre cruda muerte.


El instinto de un vil animalejo,
Eyra ha por nombre, me ha admirado;
de suerte es y de forma de un conejo,
mas mata, como vemos, un venado,
salta y aferra firme en el pellejo,
y en el seceso da fiero bocado,
haciendo con las uñas tal camino
que saca al animal el intestino.


Lo mismo hace al hombre y otra cosa
una horrenda culebra, que es nombrada
Curiyú, muy grande y espantosa,
de largo y de grosor descompasada;
lo que ha comido y traga no lo bosa,
ni echa por abajo, mas posada
en tierra la barriga, se abre y echa
aquello que de nada le aprovecha.


Las víboras que son más ponzoñosas,
cascabel en la cola tienen puesto,
de diversas colores son vistosas,
saltando de la tierra, y de su puesto,
arremeten al hombre muy furiosas
hasta morder con rabia el rostro y gesto.
A do las hay crió Dios una yerba
que es dicha por su nombre contrayerba.


El hombre o animal a quien le hiere
algunas de estas víboras malvadas,
en un día natural, sin falta, muere,
y en él son medicinas excusadas.
Empero si la yerba el tal bebiere,
antes que doce horas sean pasadas,
escapa. Aquesta yerba Dios le ha dado
el mismo cascabel muy apropiado.


¡A quién no admirarán las cosas tales!
Pues más he de decir en este canto,
que contaré en él cosas desiguales,
muy raras, peregrinas y de espanto.
Agora de la tierra y naturales
de la Asumpción digamos tanto cuanto,
y luego escribiremos mil cosillas
que bien podré llamarlas maravillas.


El temple la Asumpción tiene gracioso,
apacible, sereno y claro cielo;
invierno frío, estío caloroso,
algunas veces nieve, también yelo.
De invierno y de verano está hermoso
el campo todo el año, verde el suelo,
porque de cuando en cuando bien se moja,
y casi siempre está de verde hoja.


La gente natural y comarcana
es de muchas naciones diferentes.
Empero la más es la Chiriguana,
que están a los cristianos obedientes.
Ya no comen aquéstos carne humana,
si no es por exquisitos accidentes
en guerras y conquistas con paganos,
empero no de carne de cristianos.


Una pestilencia grande hubo venido
de que muchos Guaranís se murieron
que carne de cristianos han comido,
la peste les sucede atribuyeron.
También por desabrida aborrecido
la tienen, según muchos me dijeron,
que más les sabe carne de un pagano
que no la de español o castellano.


Los Guaycurús habitan la otra banda,
es gente muy valiente y belicosa.
Cuando nuestro español en guerras anda,
alquila Guaycurús por donde osa
al Guaraní seguir, que le dan tanda
aquéstos de tal suerte, que medrosa
la gente Guaraní queda y deshecha,
que el Guaycurú jamás teme su flecha.


Los Agaces estaban bien poblados
en tiempo de don Pedro de Mendoza,
y aun eran muy valientes y esforzados.
Los cristianos hicieron tal destroza
en ellos, que los indios y soldados
mataban sin piedad a toda broza,
y así vino la cosa a tal estado
que no hay hoy del Agaz pueblo poblado.


También había muchos Guatataes,
que es gente muy amiga de cristianos,
y otros que se llaman Mogolaes,
que viven en esteras por los llanos;
aquéstos, y también Coñamequaes,
están de la ciudad algo cercanos;
acuden a servir con gran contento,
aunque de ellos no hay repartimiento.


Los Guaraníes solos repartidos
están, que las demás generaciones,
aunque lo están, y han sido sometidos
al español, mas son por ocasiones,
que tienen los que mandan eximidos
del servicio, y acuden con mil dones,
de suerte que hablando más de vero
es de éstos el que manda encomendero.


Junto a la Asumpción está una sierra,
nombrada Lambaré, sierra afamada;
en gran parte de toda aquesta tierra
ninguna tan alta hay, tan encumbrada.
Allí dio Salazar muy cruda guerra
a Lambaré y su gente rebelada.
Y muy cerca de allí, bajando al río,
oíd una batalla y desafío.


Habiendo Salazar aquí vencido
el bravo Lambaré y toda su gente,
a los pies de alta sierra le ha salido
una terribilísima serpiente.
Con ánimo gallardo y muy crecido
embraza la rodela diligente,
y comenzando a darla con la espada,
en tierra echa una mano destroncada.


La sierpe con la cola revolviendo
al buen Capitán diera muy airada
un golpe tan terrible, que cayendo
venía el Capitán, y con la espada
en el suelo se tuvo, y acudiendo
con una venturosa cuchillada,
tal golpe de revés da con destreza,
que ahí la sierpe queda sin cabeza.


La del tigre no fue tan grande hazaña,
aunque era muy terrible y espantoso;
matolo antes que fuese a nuestra España
aqueste Capitán tan valeroso.
Y habiendo ido, volvió, cosa extraña,
que siendo tan valiente y poderoso,
murió pobre, dejando muchos hijos,
con pleitos y demandas y litijos.


Por armas le dio el Rey el tigre fiero
con Lambaré, la sierra que he contado,
y un hábito y señal de caballero,
con que a las Indias vuelve muy honrado.
Mas como nunca dio en tener dinero,
murió sin dejar solo ni un cornado,
que aquesto de tener la plata a sobra,
yo tengo firmemente que Dios obra.


De qué me sirve a mí querer riqueza,
y andar aperreado por habella,
si Dios por me azotar me da pobreza.
¿A quién presentaré yo mi querella
si la Suprema Causa y Suma Alteza
dispone que no haya de tenella?
De arriba, de lo alto todo viene,
dejadlo al que poder en todo tiene.


Volviendo a nuestra historia, río arriba
una laguna está muy afamada,
Itapuá se llama una peña viva,
está en medio de aquélla levantada.
Compéleme el temor que no lo escriba,
mas no lo dejaré; es prolongada
de cien codos la piedra, y muy derecha
y arriba en lo supremo una vestecha.


Es como el Ave Fénix muy graciosa
que pintan los autores, y su nido
compuesto es de especiosa y olorosa
madera, que en mis manos la he tenido;
la sirena también, bella y hermosa
como una bella dama, ha parecido
en medio esta laguna, y aun gimiendo
y sus doradas crines esparciendo.


Otra laguna grande más crecida
de más admiración que aquésta vemos,
que está la tierra adentro algo metida;
los indios del Acai en sus extremos
habitan, y ellos dicen que fundida
antiguamente fue gente, y creemos,
nos dicen, está el diablo atormentando
aquellos que pecaron en nefando.


Gran grito y alarido y gran estruendo
allá dentro parece que resuena
cuando se allega junto, estremeciendo
el cuerpo queda todo con gran pena.
Algunos de temor vuelven huyendo;
pajas, se les antoja, y el arena
que son diablos que vienen en pos de ellos,
y vuelven erizados los cabellos.


Y no lejos de aquí, por propios ojos,
el carbunclo animal veces he visto.
Ninguno me lo juzgue por antojos,
que por cazar alguno anduve listo.
Mil penas padecí, y mil enojos,
en seguimiento de él, ¡mas cuán bien quisto
y rico y venturoso se hallara
aquel que Auagpitán vivo cazara!


Un animalejo es, algo pequeño,
con espejo en la frente reluciente
como la brasa ignita en recio leño,
corre y salta veloz y diligente.
Así como le hirieren echa el ceño
y entúrbiase el espejo de repente,
pues para que el carbunclo de algo preste
en vida el espejuelo sacan de éste.


¡Cuán triste se halló, y cuán penoso
Rui Díaz Melgarejo! Que hallado
había, a mí me dijo, de uno hermoso;
perdiolo por habérsele volcado
una canoa en que iba muy gozoso.
Yo le vi lamentar su suerte y hado
diciendo: «si el carbunclo no perdiera,
con él al Gran Philipo yo sirviera».


Andando por la guerra y escuadrones,
de mí fueron mil cosas conocidas.
Trataré de una forma de ratones,
y de vista hablaré y no de oídas.
Unas cañas he visto, y cañutones
tan gruesos como piernas muy crecidas;
catorce y quince tiene pocos menos
cada caña, y de agua todos llenos.


El agua es muy sabrosa, clara y fría,
mas yendo ya la caña madurando,
un gusano se engendra adentro y cría,
y al cañuto el gusano horadando
afuera mariposa parecía;
con las alas comienza de ir volando,
y por tiempo las pierde, y queda hecho
de forma de ratón hecho y derecho.


Al tiempo que en la caña están metidos,
a gente natural son nutrimento.
Frutos sabrosos son, mas ya salidos
a luz, causan dolor, pena y tormento,
porque tornados ya y convertidos
en ratones, consumen el sustento,
y privan muchas veces de la vida
al natural, quitando su comida.


De veinte mil pasaron, naturales,
que murieron a causa del estrago
que hicieron aquestos animales,
que en todo el Ubay dejaron pago
de planta, ni maíz, ni sementales,
sin pasar por aquel tan crudo trago.
Dejando desta vez tan asolada
la tierra, que tardó de ser poblada.


No hay bruco, ni langosta perniciosa,
ni erugo, ni otra plaga que yo entienda,
que iguale a esta maldita mariposa,
terrible si comienza su contienda.
Así está desta plaga tan medrosa
la gente del Ubay, que viendo senda
por do huir su tierra y nacimiento,
la dejan por tener algún contento.


También hay otras cañas muy mayores
(del grueso son de un roble bien crecido)
en que se crían gusanos, y mejores;
de los unos y de otros he comido,
en muy poco defieren sus sabores.
Estando el uno y otro derretido,
manteca fresca a mí me parecía,
¡mas sabe Dios el hambre que tenía!


En los mojos de aquestas cañas vimos,
con agua bien sabrosa, más gusanos,
ni dentro ni de fuera los sentimos
en toda la montaña ni en los llanos.
Las cañas por cumbreras las pusimos,
con tener otros palos muy cercanos,
mas no había qué temer, que la corteza
tenían de terrible fortaleza.


Es tanta la espesura de las cañas,
a do las hay, que es cosa de gran grima;
y aunque dentro se crían alimañas,
están tan encerradas como encima.
Quien a cortar va cañas, por mil mañas
que tenga, a las veces se lastima
con púas, con espinas, con abrojos,
y el mal sale mil veces a los ojos.


Mas ya estoy enfadado en este canto,
¡cuánto más lo estará quien le leyere!
Dejemos de contar cosas de espanto,
volver quiero a don Pedro. Quien quisiere
las mudanzas saber y crudo llanto
de fortuna, y de aquel que las siguiere,
con mucha atención lea diligente
el canto lastimoso aquí presente.