La Argentina: 24

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La Argentina de Martín del Barco Centenera
Canto vigésimo tercio: Trátase del Concilio que se congregó en Lima, y de las galas de aquella ciudad, y de dos temblores gravísimos que en ella sucedieron


Quisiera que el estilo de mi rima
subiera de repente de su punto,
al Cielo levantando bien la prima
en solo este brevísimo trasunto,
por poder escribir lo que vi en Lima
al tiempo que el Concilio estaba junto,
de siete obispos graves de consejo
y el arzobispo Alfonso Mogrovejo.


Como por nuestro Rey se desease
el bien de la República Cristiana,
porque el negocio bien se reformase
en este nuevo orbe y tierra indiana,
ordenó que Concilio se juntase,
premisa autoridad, santa, romana,
de tierras muy longincuas los prelados
en breve tiempo fueron congregados.


El muy docto Lartaun ha venido
del Cuzco, y de Quito el sabio Peña;
de Santiago de Chile, uno nacido
en Medellín, lugar, tierra extremeña.
El grave San Miguel, muy entendido,
de la rica imperial ciudad chilena;
de Tucumán, Victoria, lusitano,
a quien fortuna dio en breve su mano.


Don Alonso Granero, muy prudente,
que de antiguos Toledos descendía,
también se halla en Lima, aunque doliente,
que listado de gota se sentía.
Del Paraguay electo de presente
Obispo está, que Guerra se decía.
En este consistorio congregado
preside el Arzobispo ya nombrado.


Edictos se publican que viniesen
a pedir su justicia todas gentes,
y que en Concilio luego pareciesen
cualesquiera que fuesen delincuentes,
de estado eclesiástico, si fuesen,
y tuviesen también inconvenientes,
de religión dejada, o dimisoria,
a todos se despacha compulsoria.


Parecen en Concilio demandando
del Cuzco, con algunas ocasiones,
contra el Obispo algunos, informando
de su justicia, causas y razones.
Íbase este negocio encadenando
por muchos que los guían sus pasiones.
De aquí nace discordia entre prelados
y falsas opiniones de letrados.


Un Lucio, en los derechos graduado,
amigo más del tuerto que el derecho,
al Arzobispo trajo alborotado
con su mala intención y duro pecho.
Del Cabildo del Cuzco es abogado,
y piensa mejor hacer así su hecho:
el Concilio rescinda, le decía
al Arzobispo, que así le convenía.


Con este parecer muy conmovido,
procura el Arzobispo que cesase
el Concilio, diciendo que ha perdido
al Virrey, que esperaba le ayudase.
Don Martín en aquesto fenecido
había, que Dios quiso que llegase
su fin, digno de lágrimas y lloro,
porque perdió el Perú grande tesoro.


Tenía en el Virrey gran confianza
la gente, que al del Cuzco perseguía;
temiendo del de Cuzco la pujanza,
al Arzobispo el Lucio le traía
muy ciego, por tener de él confianza,
y así cuanto le dice lo creía.
Por su mal parecer y mal consejo,
al Concilio no viene Mogrovejo.


Los obispos aquí le requirieron
que al Concilio presida, como suele;
a la iglesia los cuatro se vinieron.
Al Lucio le conviene ahora que vele;
entre él y el Arzobispo respondieron.
El alma y corazón a todos duele
por ver tal disensión así trabada
entre obispos, por Lucio encadenada.


En contra a San Miguel bien se mostraba
del parecer de todos los prelados,
al Arzobispo él solo se juntaba.
Mas a aquellos que fueron congregados,
el Arzobispo presto excomulgaba,
y en tablillas los pone declarados.
En aquesto el de Quito muerto había,
y Granero de gota padecía.


Quien vido la ciudad alborotada,
metida en pareceres diferentes,
al Audiencia la causa fue llevada
para cortar el hilo a inconvenientes.
El Audiencia Real, bien informada,
y letrados famosos y sapientes,
rescindieron los autos actuados,
y así presto ya han sido congregados.


Tornáronse a juntar como solían,
haciéndose Concilio cada día.
En tanto que negocios fenecían,
la ciudad del comer se encarecía,
porque de todos partes acudían,
según a cada cual le convenía.
Los unos sin llamarles son venidos,
los otros a mal grado son traídos.


Las damas vi que estaban muy quejosas,
diciendo que con ellas se ha mostrado
el Concilio con leyes rigurosas,
que el uso de rebozos ha quitado.
En Lima veréis damas muy costosas
de sedas, tramasirgos y brocados
en las fiestas y juegos arreadas,
mas los rostros y caras muy tapadas.


Por las calles y plaza a las ventanas
se ponen, que es contento de mirarlas,
con ricos aderezos, muy galanas,
y pueden los que quieren bien hablarlas,
no se muestran esquivas, ni tiranas,
que escuchan a quien quiere requebrarlas,
y dicen so el rebozo chistecillos
con que engañan a veces a bobillos.


De aquesta libertad y gran soltura
el limense Concilio fue informado.
Queriendo reformar esta locura
y abuso tan pestífero y malvado,
publica con rigor una censura
so pena de la cual les fue mandado
a las damas sus rostros descubriesen,
o al menos a las fiestas no saliesen.


No fue poca la pena que sintieron
las damas de se ver así privadas
del rebozo, por donde se estuvieron
en sus casas algunas encerradas.
Al fin de aquesta suerte obedecieron
las unas, mas las otras destapadas
salieron a las fiestas muy costosas,
pulidas y galanas y hermosas.


Tan bien aderezadas y vestidas,
y con tanto primor y bizarría
en Lima andan las damas, y pulidas,
que en corte de Castilla se tenía
en estima, basquiñas guarnecidas
de mucho oro y de fina pedrería.
Doña Bernarda Niño una bordada
sacó que en tres mil pesos fue apreciada.


Aquésta sobre todas se señala
en costoso aderezo de vestido.
De Aliaga, Beatriz, lleva la gala
en discreción, aviso y buen sentido.
También la que no tiene cosa mala,
ni menos bueno que ella, su marido,
da lustre con su lustre en toda Lima
doña María Cepeda, de alta estima.


Estaba con la lírica Diana,
doña Mariana bella, muy gozosa
la corte de los Reyes, y aun ufana,
mas la muerte con ella fue envidiosa.
Dejonos otra ninfa, tan galana,
discreta, buena, rica, y tan hermosa,
que puede allá en el cielo ser lucero,
doña Juliana es Puerto Carrero.


Doña Beatriz la Coya en esto ha ido
a Lima, do se halla gran señora
por haber el bautismo recibido,
bien muestra ser del Inca sucesora.
Al muy sabio Loyola por marido
le cupo, de quien es merecedora.
Doña Luisa estaba cerca de ella,
de Ulloa compañera, clara estrella.


Dejemos de contarlas una a una,
porque era menester un largo canto,
y más que en todas ellas no hay alguna
que no tenga mil gracias; y esto tanto,
que para a media noche allí la luna,
y el sol a medio día, tanto cuanto
por cobrar nueva luz y resplandores
de las damas de Lima y sus primores.


Pues oigan los galanes amorosos,
y templen su contento. En Chuquiago
sucedió en estos tiempos tan gozosos
un extraño prodigio y gran estrago.
Por cima de unos cerros barrancosos,
arrancando del todo un grande lago,
un terremoto súbito lo avienta
y en otro lugar nuevo lo aposenta.


La tierra por tres partes diferentes
se abrió con espantable fortaleza,
y por las aberturas y vertientes
salía con furor gran espeseza
de polvo y de pedrisco, que a las gentes
mataba sin piedad esta maleza.
Un indio se salvó de este pedrisco,
quedando sin lesión encima un risco.


Por una parte y otra el terremoto
con gran furia pasó, quedando aislado
el indio de rodillas, muy devoto,
sin ser del terremoto maculado.
Cual suele temeroso por el soto
la huida buscar ciervo o venado
cuando oye el arcabuz, así buscaba
el indio por donde ir, mas no lo hallaba.


Librole al fin el risco y el barranco,
o por mejor hablar el Poderoso,
de la muerte a la vida dio un gran tranco,
contándose después por muy dichoso.
Mas un pueblo que llaman Anco Anco
aquí hizo su fin muy lastimoso,
que un cerro encima dél vino cayendo,
y debajo la gente de él cogiendo.


Murieron cuatrocientos naturales
en solo aqueste pueblo; en despoblado
murieron otros muchos, y animales
silvestres y doméstico ganado.
Con estos terremotos y señales
al pueblo y Perú vi desconsolado,
y muchos dicen ya quiere acabarse
el mundo, y el juicio apresurarse.


Y no se quedó Lima sin su suerte
de pena en este tiempo semejante,
que un terremoto grande, crudo y fuerte
sucede una mañana en un instante.
No hay hombre que a salir de casa acierte,
y aquel que corre más sale delante;
no espera la mujer a su marido,
la madre deja al hijo muy querido.


De casa había salido muy temprano,
porque en diciendo misa me ocupaba
en concilio, por ser Arcediano.
Mi mula de repente apresuraba
corriendo, y en pararla me era en vano,
que el miedo del temblor la desquitaba.
Corrió con las orejas aguzadas,
y aínas me quebrara las quijadas.


Un ruido el temblor causó tamaño,
que los cabellos todos se erizaban.
Negocio de contarse por extraño,
que las paredes vi se meneaban,
y sin que recibiese algún daño,
temblando de tal suerte, al fin quedaban
en su ser, aunque algunas se cayeron,
y a sus dueños debajo los cogieron.


Un caso contaré yo verdadero,
que casi me reí, que aqueste día
corriendo por la calle vi un barbero
que al punto del temblor sangrado había
a un hombre, que tras él salió ligero,
aunque la sangre roja le salía.
El barbero perdió aquí su lanceta,
y al enfermo el temblor la vena aprieta.


De ver era mirar cómo salían
con mil disfraces hombres y las damas,
que aquel punto los indios se vestían,
los otros aún se estaban en sus camas,
algunas sus afeites se ponían,
sirviendo estaban mozas a sus amas,
y dejarlas huyéndose a la calle
a do salen tras ellas de mal talle.


Las unas en camisa, desgreñadas,
las otras dando gritos, mal cubiertas;
las otras medias caras afeitadas,
caídas, desmayadas a las puertas;
las otras con sus hijos abrazadas,
vencidas del temor y miedo muertas.
Al fin pasó el temblor, aunque turbada
quedó la gente toda y espantada.


En este tiempo, día señalado
de la Asumpción sagrada de María,
el Sínodo limense, que ha durado
un año, que se cumple en este día,
con gran solemnidad ha publicado
una sesión, que en suma contenía
que el Sínodo pasado se tuviese
por rato, y como tal se obedeciese.


Y que los indios todos, doctrinados
con gran solicitud y diligencia
de aquí adelante fuesen, y enseñados
aquello que conviene a su conciencia.
Los sacramentos sean ministrados
según capacidad e inteligencia,
al indio procurando dar comida
que pueda conformar con su medida.


También otra sesión fue publicada
en el mes de setiembre, octavo día,
en que fue la desorden reformada
de tratos y contratos que ante había.
Aquesta sesión toda fue apelada,
que aquesto y otras cosas contenía,
que no daban buen gusto a los granjeros
que escuecen los negocios verdaderos.


A veintidós del mismo publicaron
otra sesión de cosas provechosas.
También de todas ellas apelaron,
diciendo ser sus penas rigurosas.
Mil dares y tomares se pasaron
en este tiempo, y cosas trabajosas,
que el pueblo deseaba se acabase
el Concilio, y más tiempo no durase.


En el siguiente mes fue rescindido
el Concilio, que gran tiempo ha durado.
Apelado por todos luego ha sido,
que contra sí lo juzgan agravado.
Y pues que a nuestra España fue venido,
no quiero más decir que estoy enfadado,
dejando sus sesiones y conceptos
al juicio de buenos intelectos.


Gran consuelo recibe Lima toda
en ver que ya el Concilio se acabase,
que do quiera la gente se acomoda
mejor, si menos es, y que faltase
temían cada rato, como en boda
do mucha gente hay, y se gastase
el pan y vino y carne, que mil gentes
acuden al Concilio diferentes.


Y no holgué yo menos de esta feria
salir, que me cabía mucha parte,
y así en el Concilio mi miseria
gasté con mi pequeña industria y arte,
por do me vi en pobreza y gran laceria.
Mas nunca jamás pude yo olvidarte,
España, dulce amiga, cuyo hipo
me trajo sin sosiego, y el Filipo.


Y viendo mi pretenso se alejaba
por no tener con qué volver a verte,
de mi poca ventura me quejaba
y a veces deseaba ver la muerte.
Cuando más descuidado y triste estaba
de ver algún remedio de mi suerte,
la Inquisición me hizo comisario
y el Obispo de Charcas su Vicario.


Con esto subo arriba, do veremos
lo que en el Argentino ha sucedido,
y a nuestra musa ruda lo diremos,
no diga le entregamos ya al olvido.
Del buen Sotomayor recontaremos
cómo con don Diego Flores ha venido,
del sin ventura pobre de Sarmiento
y de su vano y loco pensamiento.