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La Celestina/El segundo aucto

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El segundo aucto

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ARGUMENTO DEL SEGUNDO AUTO Partida Celestina de Calisto para su casa, queda Calisto hablando con Sempronio, criado suyo; al qual, como quien en alguna esperança puesto está, todo aguijar le parece tardança. Embía de sí a Sempronio a solicitar a Celestina para el concebido negocio. Quedan entretanto Calisto e Pármeno juntos razonando.


CALISTO, PÁRMENO, SEMPRONIO.


CALISTO.- Hermanos míos, cient monedas di a la madre. ¿Fize bien?

SEMPRONIO.- ¡Hay!, ¡si fiziste bien! Allende de remediar tu vida, ganaste muy gran honrra. ¿E para qué es la fortuna fauorable e prospera, sino para seruir a la honrra, que es el mayor de los mundanos bienes? Que esto es premio e galardón de la virtud. E por esso la damos a Dios, porque no tenemos mayor cosa que le dar. La mayor parte de la qual consiste en la liberalidad e franqueza. A esta los duros tesoros comunicables la escurecen e pierden e la magnificencia e liberalidad la ganan e subliman. ¿Qué aprouecha tener lo que se niega aprouechar? Sin dubda te digo que mejor es el vso de las riquezas, que la possesión dellas. ¡O qué glorioso es el dar! ¡O qué miserable es el recebir! Quanto es mejor el acto que la posessión, tanto es mas noble el dante qu' el recibiente. Entre los elementos, el fuego, por ser mas actiuo, es mas noble e en las esperas puesto en mas noble lugar. E dizen algunos que la nobleza es vna alabanza, que prouiene de los merecimientos e antigüedad de los padres; yo digo que la agena luz nunca te hará claro, si la propia no tienes. E por tanto, no te estimes en la claridad de tu padre, que tan magnifico fue; sino en la tuya. E assí se gana la honrra, que es el mayor bien de los que son fuera de hombre. De lo qual no el malo, mas el bueno, como tú, es digno que tenga perfeta virtud. E avn te digo que la virtud perfeta no pone que sea fecha con digno honor. Por ende goza de hauer seydo assí magnifico e liberal. E de mi consejo, tórnate a la cámara e reposa, pues que tu negocio en tales manos está depositado. De donde ten por cierto, pues el comienço lleuó bueno, el fin será muy mejor. E vamos luego, porque sobre este negocio quiero hablar contigo mas largo.

CALISTO.- Sempronio, no me parece buen consejo quedar yo acompañado e que vaya sola aquella, que busca el remedio de mi mal; mejor será que vayas con ella e la aquexes, pues sabes que de su diligencia pende mi salud, de su tardança mi pena, de su oluido mi desesperança. Sabido eres, fiel te siento, por buen criado te tengo. Faz de manera, que en solo verte ella a ti, juzgue la pena, que a mí queda e fuego, que me atormenta. Cuyo ardor me causó no poder mostrarle la tercia parte desta mi secreta enfermedad, según tiene mi lengua e sentido ocupados e consumidos. Tú, como hombre libre de tal passión, hablarla has a rienda suelta.

SEMPRONIO.- Señor, querría yr por complir tu mandado; querría quedar por aliuiar tu cuydado. Tu temor me aquexa; tu soledad me detiene. Quiero tomar consejo con la obediencia, que es yr e dar priessa a la vieja. ¿Mas como yré? Que, en viéndote solo, dizes desuaríos de hombre sin seso, sospirando, gimiendo, maltrobando, holgando con lo escuro, deseando soledad, buscando nueuos modos de pensatiuo tormento. Donde, si perseueras, o de muerto o loco no podrás escapar, si siempre no te acompaña quien te allegue plazeres, diga donayres, tanga cançiones alegres, cante romances, cuente ystorias, pinte motes, finja cuentos, juegue a naypes, arme mates, finalmente que sepa buscar todo género de dulce passatiempo para no dexar trasponer tu pensamiento en aquellos crueles desuíos, que rescebiste de aquella señora en el primer trance de tus amores.

CALISTO.- ¿Como?, simple. ¿No sabes que aliuia la pena llorar la causa? ¿Quanto es dulce a los tristes quexar su passión? ¿Quanto descanso traen consigo los quebrantados sospiros? ¿Quanto relieuan e disminuyen los lagrimosos gemidos el dolor? Quantos escriuieron consuelos no dizen otra cosa.

SEMPRONIO.- Lee mas adelante, buelue la hoja: fallarás que dizen que fiar en lo temporal e buscar materia de tristeza, que es ygual género de locura. E aquel Macías, ydolo de los amantes, del oluido porque le oluidaua, se quexava. En el contemplar está la pena de amor, en el oluidar el descanso. Huye de tirar cozes al aguijón. Finge alegría e consuelo e serlo ha. Que muchas vezes la opinión trae las cosas donde quiere, no para que mude la verdad; pero para moderar nuestro sentido e regir nuestro juyzio.

CALISTO.- Sempronio amigo, pues tanto sientes mi soledad, llama a Pármeno e quedará comigo e de aquí adelante sey, como sueles, leal, que en el seruicio del criado está el galardón del señor.

PÁRMENO.- Aquí estoy señor.

CALISTO.- Yo no, pues no te veya. No te partas della, Sempronio, ni me oluides a mí e ve con Dios.

CALISTO.- Tú, Pármeno, ¿qué te parece de lo que oy ha pasado? Mi pena es grande, Melibea alta, Celestina sabia e buena maestra destos negocios. No podemos errar. Tú me la has aprouado con toda tu enemistad. Yo te creo. Que tanta es la fuerça de la verdad, que las lenguas de los enemigos trae a sí. Assí que, pues ella es tal, mas quiero dar a ésta cient monedas, que a otra cinco.

PÁRMENO.- ¿Ya lloras? ¡Duelos tenemos! ¡En ella se haurán de ayunar estas franquezas!

CALISTO.- Pues pido tu parecer, seyme agradable, Pármeno. No abaxes la cabeça al responder. Mas como la embidia es triste, la tristeza sin lengua, puede más contigo su voluntad, que mi temor. ¿Qué dixiste, enojoso?

PÁRMENO.- Digo, señor, que yrían mejor empleadas tus franquezas en presentes e seruicios a Melibea, que no dar dineros aquella, que yo me conozco e, lo que peor es, fazerte su catiuo.

CALISTO.- ¿Cómo, loco, su catiuo?

PÁRMENO.- Porque a quien dizes el secreto, das tu libertad.

CALISTO.- Algo dize el necio; pero quiero que sepas que, quando ay mucha distancia del que ruega al rogado o por grauedad de obediencia o por señorío de estado o esquiuidad de género, como entre ésta mi señora e mí, es necessario intercessor o medianero, que suba de mano en mano mi mensaje hasta los oydos de aquella a quien yo segunda vez hablar tengo por impossible. E pues que así es, dime si lo fecho aprueuas.

PÁRMENO.- ¡Apruéuelo el diablo!

CALISTO.- ¿Qué dizes?

PÁRMENO.- Digo, señor, que nunca yerro vino desacompañado e que vn inconueniente es causa e puerta de muchos.

CALISTO.- El dicho yo le aprueuo; el propósito no entiendo.

PÁRMENO.- Señor, porque perderse el otro día el neblí fue causa de tu entrada en la huerta de Melibea a le buscar, la entrada causa de la ver e hablar, la habla engendró amor, el amor parió tu pena, la pena causará perder tu cuerpo e alma e hazienda. E lo que más dello siento es venir a manos de aquella trotaconuentos, después de tres vezes emplumada.

CALISTO.- ¡Assí, Pármeno, di más deso, que me agrada! Pues mejor me parece, quanto más la desalabas. Cumpla comigo e emplúmenla la quarta. Desentido eres, sin pena hablas: no te duele donde a mí, Pármeno.

PÁRMENO.- Señor, más quiero que ayrado me reprehendas, porque te dó enojo, que arrepentido me condenes, porque no te di consejo, pues perdiste el nombre de libre, quando cautiuaste tu voluntad.

CALISTO.- ¡Palos querrá este vellaco! Di, malcriado, ¿por qué dizes mal de lo que yo adoro? E tú ¿qué sabes de honrra? Dime ¿qué es amor? ¿En qué consiste buena criança, qué te me vendes por discreto? ¿No sabes que el primer escalón de locura es creerse ser sciente? Si tú sintiesses mi dolor, con otra agua rociarías aquella ardiente llaga, que la cruel frecha de Cupido me ha causado. Quanto remedio Sempronio acarrea con sus pies, tanto apartas tú con tu lengua, con tus vanas palabras. Fingiéndote fiel, eres un terrón de lisonja, bote de malicias, el mismo mesón e aposentamiento de la embidia. Que por disfamar la vieja, a tuerto o a derecho, pones en mis amores desconfiança. Pues sabe que esta mi pena e flutuoso dolor no se rige por razón, no quiere auisos, carece de consejo e, si alguno se le diere, tal que no aparte ni desgozne lo que sin las entrañas no podrá despegarse. Sempronio temió su yda e tu quedada. Yo quíselo todo e assí me padezco su absencia e tu presencia. Valiera más solo, que malacompañado.

PÁRMENO.- Señor, flaca es la fidelidad, que temor de pena la conuierte en lisonja, mayormente con señor, a quien dolor o afición priua e tiene ageno de su natural juyzio. Quitarse ha el velo de la ceguedad, passarán estos momentáneos fuegos: conoscerás mis agras palabras ser mejores para matar este fuerte cancre, que las blandas de Sempronio, que lo ceuan, atizan tu fuego, abiuan tu amor, encienden tu llama, añaden astillas, que tenga que gastar fasta ponerte en la sepultura.

CALISTO.- ¡Calla, calla, perdido! Estó yo penado e tú filosofando. No te espero mas. Saquen vn cauallo. Límpienle mucho. Aprieten bien la cincha. ¡Por si passare por casa de mi señora e mi Dios!

PÁRMENO.- ¡Moços! ¿No ay moço en casa? Yo me lo hauré de hazer, que a peor vernemos desta vez que ser moços d' espuelas. ¡Andar!, ¡passe! Mal me quieren mis comadres, etc. ¿Rehinchays, don cauallo? ¿No basta vn celoso en casa?... ¿O barruntás a Melibea?

CALISTO.- ¿Viene esse cauallo? ¿Qué hazes, Pármeno?

PÁRMENO.- Señor, vesle aquí, que no está Sosia en casa.

CALISTO.- Pues ten esse estribo, abre más essa puerta. E si vinere Sempronio con aquella señora, di que esperen, que presto será mi buelta.

PÁRMENO.- ¡Más, nunca sea! ¡Allá yrás con el diablo! A estos locos dezildes lo que les cumple; no os podrán ver. Por mi ánima, que si agora le diessen una lançada en el calcañar, que saliessen más sesos que de la cabeça! Pues anda, que a mi cargo ¡que Celestina e Sempronio te espulguen! ¡O desdichado de mí! Por ser leal padezco mal. Otros se ganan por malos; yo me pierdo por bueno. ¡El mundo es tal! Quiero yrme al hilo de la gente, pues a los traydores llaman discretos, a los fieles nescios. Si creyera a Celestina con sus seys dozenas de años acuestas, no me maltratara Calisto. Mas esto me porná escarmiento d' aquí adelante con él. Que si dixiere comamos, yo también; si quisiere derrocar la casa, aprouarlo; si quemar su hazienda, yr por fuego. ¡Destruya, rompa, quiebre, dañe, dé a alcahuetas lo suyo, que mi parte me cabrá, pues dizen: a río buelto ganancia de pescadores. ¡Nunca mas perro a molino!